II Reyes  25, 8-21

En el quinto mes, en el noveno día del mes, siendo el decimonoveno año de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino contra Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, siervo del rey de Babilonia, e incendió el templo de Yahweh, el palacio real, y también prendió fuego a todas las casas de Jerusalén y a todas las mansiones de los príncipes. También el muro alrededor de Jerusalén fue derribado por todo el ejército de los caldeos que acompañaban al capitán de la guardia. Y a la demás gente que había sobrevivido en la ciudad, a los desertores que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto del ejército, Nabuzaradán se los llevó en cautiverio a Babilonia. Nabuzaradán, capitán de la guardia, dejó a algunos de los menesterosos del país para que sirvieran de viñadores y labradores. Y los caldeos destrozaron las columnas de bronce que había en el templo de Yahweh, así como las bases y el gran lavatorio que estaban en el templo de Yahweh; entonces tomaron todo su bronce y se lo llevaron a Babilonia. También tomaron las ollas, los calderos, las ollas colgantes, las cucharas y todos los utensilios de bronce con los cuales ministraban. Entonces el capitán de la guardia tomó el incensario, los braseros de oro y de plata, las copas, ambas columnas, el gran lavatorio y las bases que había hecho el rey Salomón para el templo de Yahweh, y no hubo modo de pesar el bronce de estos utensilios. Respecto a las columnas, la altura de una de las columnas era de dieciocho codos; y tenía encima de ella un capitel de bronce, y la altura del capitel era de tres codos. Y encima del capitel, alrededor, tenía grabados ornamentos y figuras de granadas, todo de bronce; la otra columna era de la misma manera, todo era de bronce. Y el comandante de la guardia se llevó a Seraías, el principal de los sacerdotes, a Sofonías, el segundo en rango de los sacerdotes y a tres guardias de la puerta; y de la ciudad se llevó a un oficial, el cual estaba a cargo de los varones de guerra, a cinco varones de los más cercanos colaboradores del rey que se hallaban en la ciudad, a un comandante que reclutaba gente del país, y a sesenta varones del país que habían quedado en la ciudad. Así pues, Nabuzaradán, capitán de la guardia, los tomó y los llevó ante el rey de Babilonia en Diblat. Entonces el rey de Babilonia los atacó y les dio muerte en Diblat, en la tierra de Hamat. Así fue llevado Judá al exilio lejos de su tierra.
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