Hechos 10, 9-32

Al siguiente día, mientras ellos iban por el camino y se aproximaban a la ciudad, Simón subió a orar a la azotea a la hora doce del día, y sintiendo hambre deseaba comer, y mientras le preparaban algo, experimentó un éxtasis, y vio el Cielo abierto y algo atado de los cuatro extremos parecido a un gran lienzo que bajaba del Cielo a la tierra, en el que había toda clase de animales cuadrúpedos, reptiles y aves del cielo. Y vino a él una voz que le dijo: Simón, levántate, mata y come. Pero Simón dijo: ¡De ningún modo, Señor mío! Jamás he comido nada impuro o inmundo. Nuevamente la voz vino a él una segunda ocasión: Lo que Dios purificó no lo tengas tú por impuro. Esto ocurrió tres veces, y enseguida el lienzo fue levantado hacia el Cielo. Mientras Simón todavía estaba sorprendido dentro de sí meditando qué significaba la visión que había tenido, llegaron los hombres que Cornelio había mandado, y después de haber preguntado por la casa donde se hospedaba Simón, llegaron y se presentaron en la entrada del patio. Y llamaron y preguntaron: ¿Aquí se hospeda Simón, el que es llamado Cefas? Mientras Simón meditaba en la visión, el Espíritu le dijo: He aquí, te buscan tres hombres. Levántate, pues, desciende y ve con ellos sin vacilar, porque yo los he mandado. Entonces Simón, descendiendo a los hombres, les dijo: Yo soy el que ustedes buscan. ¿Cuál es la causa por la que han venido? Ellos le dijeron: A un varón llamado Cornelio, centurión recto y temeroso de Dios, y de quien testifica todo el pueblo judío, se le ha dicho en visión mediante un santo ángel que mandara para llevarte a su casa para escuchar palabra tuya. Entonces Simón, haciéndolos entrar, los recibió donde se alojaba, y al siguiente día se levantó y fue con ellos, y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope. Al día siguiente entraron en Cesarea, y Cornelio los esperaba reunido con todos sus familiares y también amigos íntimos que él tenía. Y cuando Simón entraba, Cornelio salió a su encuentro, y postrándose, adoró ante sus pies. Pero Simón, levantándolo, le dijo: Levántate; yo también soy hombre. Y mientras hablaba con él, entró y encontró a muchos que habían ido allí, y les dijo: Ustedes saben que no le es permitido a un varón judío asociarse con ningún extranjero por no ser de su propio linaje, pero a mí Dios me ha mostrado que a ningún hombre llame impuro o inmundo. Por esta causa vine con gusto al enviar ustedes por mí. Pero ahora les pregunto: ¿Por qué han enviado por mí? Cornelio le dijo: Mira, han pasado cuatro días desde que ayuno, y a las tres de la tarde, al estar orando en mi casa, se puso ante mí un varón con vestiduras resplandecientes, y me dijo: “Cornelio, tu oración ha sido escuchada y tus obras de caridad han sido recordadas ante Dios. “Por tanto, envía a la ciudad de Jope, y haz venir a Simón, el que es llamado Cefas; he aquí, él se aloja en la casa de Simón el curtidor, la cual está a la orilla del mar, y él vendrá y hablará contigo”.
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