Sábado, 24 Diciembre 2022

24 de diciembre

Feriale
(de la Feria) Tempo: Avvento

Oficio de Lecturas

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 INVITATORIO

Ant. Hoy sabréis que vendrá el Señor, y mañana veréis su gloria.

Salmo 94

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras."

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Hoy sabréis que vendrá el Señor, y mañana veréis su gloria.

 HIMNO

La pena que la tierra soportaba
a causa del pecado, se ha trocado
en canto que brota jubiloso,
en labios de María pronunciado.
 
El sí de las promesas ha llegado,
la alianza se cumple, poderosa,
el Verbo eterno de los cielos
con nuestra débil carne se desposa.
 
Misterio que sólo la fe alcanza,
María es nuevo templo de la gloria,
rocío matinal, nube que pasa,
luz nueva en presencia misteriosa.
 
A Dios sea la gloria eternamente,
y al Hijo suyo amado, Jesucristo,
el que quiso nacer para nosotros
y darnos su Espíritu divino. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. El Señor los rescató de la opresión.

Salmo 77, 40-72
BONDAD DE DIOS E INFIDELIDAD DEL PUEBLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros (1 Cor 10,6).

IV

¡Qué rebeldes fueron en el desierto,
enojando a Dios en la estepa!
Volvían a tentar a Dios,
a irritar al santo de Israel,
sin acordarse de aquella mano
que un día los rescató de la opresión: 

cuando hizo prodigios en Egipto,
portentos en el campo de Soán;
cuando convirtió en sangre los canales
y los arroyos, para que no bebieran; 

cuando les mandó tábanos que les picasen,
y ranas que los hostigasen;
cuando entregó a la langosta sus cosechas,
y al saltamontes el fruto de sus sudores; 

cuando aplastó con granizo sus viñedos,
y con escarcha sus higueras;
cuando entregó sus ganados al pedrisco,
y al rayo sus rebaños; 

cuando lanzó contra ellos el incendio de su ira,
su cólera, su furor, su indignación
y, despachando a los siniestros mensajeros,
dio curso libre a su ira: 

no los salvó de la muerte,
entregó sus vidas a la peste;
cuando hirió a los primogénitos de Egipto,
a las primicias de la virilidad en las tiendas de Cam.

Ant. El Señor los rescató de la opresión.

Ant. 2. Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido.

V

Sacó como un rebaño a su pueblo,
los guió como un hato por el desierto,
los condujo seguros, sin alarmas,
mientras el mar cubría a sus enemigos; 

los hizo entrar por las santas fronteras,
hasta el monte que su diestra había adquirido;
ante ellos rechazó a las naciones,
les asignó por suerte su heredad:
instaló en sus tiendas a las tribus de Israel. 

Pero ellos tentaron al Dios Altísimo y se rebelaron,
negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso;
con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos. 

Dios los oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel;
abandonó su morada de Silo,
la tienda en que habitaba con los hombres; 

abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad; 

el fuego devoraba a los jóvenes,
y las novias ya no tenían cantos;
los sacerdotes caían a espada,
y sus viudas no los lloraban.

Ant. Los hizo llegar el Señor hasta el monte que su diestra había adquirido.

Ant. 3. Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su heredad.

VI

Pero el Señor se despertó como de un sueño,
como un soldado vencido por el vino:
hirió al enemigo en la espalda,
infligiéndole una derrota perdurable. 

Repudió las tiendas de José,
no escogió la tribu de Efraín;
escogió la tribu de Judá
y el monte Sión, su preferido.
Construyó su santuario como el cielo,
como a la tierra lo cimentó para siempre. 

Escogió a David, su siervo,
lo sacó de los apriscos del rebaño;
de andar tras las ovejas, lo llevó
a pastorear a su pueblo, Jacob,
a Israel, su heredad. 

Los pastoreó con corazón íntegro,
los guiaba con mano inteligente.

Ant. Escogió a la tribu de Judá y eligió a David, su siervo, para pastorear a Israel, su heredad.

VERSÍCULO 

V. El Señor anuncia su palabra a Jacob.
R. Sus decretos y mandatos a Israel.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del libro del profeta Isaías 44, 1-8. 21-23
PROMESAS DE REDENTOR DE ISRAEL

Escucha, Jacob, siervo mío, Israel, a quien yo elegí. Así dice el Señor que te creó, te plasmó ya en el seno y te da ayuda:
«No temas, siervo mío, Jacob, mi amado, mi elegido. Derramaré agua sobre el sediento suelo, raudales sobre la tierra seca. Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, mi bendición sobre cuanto de ti nazca. Crecerán como en medio de hierbas, como álamos junto a corrientes de aguas. El uno dirá: "Yo soy del Señor", el otro llevará el nombre de Jacob. Un tercero escribirá en su mano: "Del Señor" y se le llamará Israel.»
Así dice el Señor el rey de Israel, y su redentor, el Señor de los ejércitos:
«Yo soy el primero y el último, fuera de mí, no hay ningún dios. ¿Quién como yo? Que se levante y hable. Que lo anuncie y argumente contra mí; desde que fundé un pueblo eterno, cuanto sucede, que lo diga, y las cosas del futuro, que las revele. No tembléis ni temáis; ¿no lo he dicho y anunciado desde hace tiempo? Vosotros sois testigos; ¿hay otro dios fuera de mí? ¡No hay otra Roca, yo no la conozco!»
Recuerda esto, Jacob, y que eres mi siervo, Israel. ¡Yo te he formado, tú eres mi siervo, Israel, yo no te olvido! He disipado como una nube tus rebeldías, como un nublado tus pecados. ¡Vuélvete a mí, pues te he rescatado!
¡Gritad, cielos, de júbilo, porque el Señor lo ha hecho! ¡Clamad, profundidades de la tierra! ¡Lanzad gritos de júbilo, montañas, y bosque con todo su arbolado, pues el Señor ha rescatado a Jacob y manifiesta su gloria en Israel!

RESPONSORIO Is 40, 9

V. Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; 
R. Di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios.»
V. Alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén.
R. Di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios.»

Año II:

Del libro del profeta Isaías 51, 17-52, 2. 7-10
JERUSALÉN ES EVANGELIZADA

¡Despierta, despierta! ¡Levántate, Jerusalén! Tú, que has bebido de mano del Señor la copa de su ira. El cáliz del vértigo has bebido hasta vaciarlo. No hay quien la guíe de entre todos los hijos que ha dado a luz, no hay quien la tome de la mano de entre todos los hijos que ha criado.
Esos dos males te han acaecido —¿quién te consuela?—: saqueo y quebranto, hambre y espada —¿quién te consuela?—. Tus hijos desfallecen, yacen, en la esquina de todas las calles como antílope en la red, llenos de la ira del Señor, de la amenaza de tu Dios.
Por tanto, escucha esto, pobrecilla, ebria, pero no de vino. Así dice tu Señor, el Señor, tu Dios, defensor de tu pueblo: Mira que yo te quito de la mano la copa del vértigo, el cáliz de mi ira; ya no tendrás que seguir bebiéndolo.
Yo lo pondré en la mano de los que te afligían, de los que a ti misma te decían: «Póstrate para que pasemos», y tú pusiste tu espalda como suelo y como calle de los que pasaban.
¡Despierta, despierta! ¡Revístete de tu fortaleza, Sión! ¡Vístete tus ropas de gala, Jerusalén, Ciudad Santa! Porque no volverán a entrar en ti incircuncisos ni impuros.
Sacúdete el polvo, levántate, cautiva Jerusalén, líbrate de las ligaduras de tu cerviz, cautiva hija de Sión.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!»
Escucha: Tus vigías alzan la voz, a una dan gritos de júbilo, porque con sus propios ojos ven el retorno del Señor a Sión.
Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén, porque ha consolado el Señor a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha desnudado el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de la tierra la salvación de nuestro Dios.

RESPONSORIO Cf. Ex 19, 10. 11; Dt 7, 15; cf. Dn 9, 24

V. Purificaos, hijos de Israel: porque mañana descenderá el Señor, 
R. Y alejará de vosotros toda enfermedad.
V. Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra y sobre vosotros reinará el Salvador del mundo.
R. Y alejará de vosotros toda enfermedad.

SEGUNDA LECTURA

De los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 185: PL 38, 997-999)
LA FIDELIDAD BROTA DE LA TIERRA Y LA JUSTICIA MIRA DESDE EL CIELO

Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.
Hubieses muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si él no hubiera aceptado la semejanza de la carne de pecado. Una inacabable miseria se hubiera apoderado de ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si él no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si él no hubiera venido.
Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro tan breve y temporal. Éste se convirtió para nosotros en justicia, santificación y redención: y así —como dice la Escritura—: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor.
Pues la verdad brota de la tierra: Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de una virgen. Y la justicia mira desde el cielo: puesto que, al creer en el que ha nacido, el hombre no se ha encontrado justificado por sí mismo, sino por Dios.
La verdad brota de la tierra: porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo: porque todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. La verdad brota de la tierra: la carne, de María. Y la justicia mira desde el cielo: porque el hombre no puede recibir nada, si no se lo dan desde el cielo.
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. No dice: «Nuestra gloria», sino: La gloria de Dios; porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por tanto, el que se gloríe, que se gloríe en el Señor, y no en sí mismo.
Por eso, después que la Virgen dio a luz al Señor, el pregón de las voces angélicas fue así: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. ¿Por qué la paz en la tierra, sino porque la verdad brota de la tierra, o sea, Cristo ha nacido de la carne? Y él es nuestra paz; él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa: para que fuésemos hombres que ama el Señor, unidos suavemente con vínculos de unidad.
Alegrémonos, por tanto, con esta gracia, para que el testimonio de nuestra conciencia constituya nuestra gloria: y no nos gloriemos en nosotros mismos, sino en Dios. Por eso se ha dicho: Tú eres mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. ¿Pues qué gracia de Dios pudo brillar más intensamente para nosotros que ésta: teniendo un Hijo unigénito, hacerlo hijo del hombre, para, a su vez, hacer al hijo del hombre hijo de Dios? Busca méritos, busca justicia, busca motivos; y a ver si encuentras algo que no sea gracia.

RESPONSORIO Is 11, 1. 5. 2

V. Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago. 
R. La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas.
V. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza.
R. La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas.

ORACIÓN

Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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