Disposiciones de los combatientes.
Animados por estas bellísimas palabras de Judas, capaces de estimular al valor y de robustecer las almas jóvenes, decidieron no resguardarse en la defensa, sino lanzarse valerosamente a la ofensiva y que, en un cuerpo a cuerpo, la fortuna decidiera, porque peligraban la ciudad, la religión y el templo. (II Macabeos 15, 17) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
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Designios de Nicanor (15:1-5).
1 Informado Nicanor de que Judas andaba por los lugares de Samaría, pensó atacarle con entera seguridad en día de sábado. 2 Los judíos que a la fuerza le seguían dijeron: No pretendas aniquilarlos tan salvaje y bárbaramente; respeta el día que preferentemente ha sido declarado santo por el que todo lo ve. 3 A lo que aquel malvado contestó si había soberano en el cielo que hubiera ordenado solemnizar el día del sábado. 4 Y como ellos le respondiesen: Sí, hay un Señor, Dios vivo, soberano del cielo, que ha ordenado celebrar el día séptimo. 5 Pues yo - contestó él - digo que hay un soberano en la tierra que manda tomar las armas y cumplir lo que conviene al rey. Con todo, no pudo llevar a cabo su malvado propósito.
Con la muerte de Racías quedaba Nicanor todavía en deuda con el rey, que le reclamaba enviase cuanto antes al Macabeo (14:27). En el ejército tenía Nicanor elementos judíos, apóstatas unos y ortodoxos otros, aunque de tendencia liberal, que por solidaridad de raza protestaron contra su designio de echarse encima de Judas y sus gentes en día de sábado y aniquilarlos. Ignoraba Nicanor que, a consecuencia de un revés (1Ma_2:32-38), se determinó que podían defenderse los judíos en caso de ser atacados, pero no tomar la iniciativa del combate (1Ma_2:41). La protesta de los judíos enrolados en el ejército de Nicanor demuestra que conservan su fe, al mismo tiempo que declaran que la ley del sábado es universal, que obliga a todos los hombres indistintamente, por haber sido promulgada a raíz de la creación del mundo (Gen_2:4). Nicanor no niega que exista Dios, pero duda de que El haya ordenado el descanso sabático. Sin saber el porqué, sus proyectos no se realizaron.
Jadas catequiza a los suyos (Gen_15:6-11).
6 Mientras Nicanor, en su insensato orgullo, pensaba levantar con Judas y los suyos un monumental trofeo, 7 éste, puesta siempre su confianza en el socorro del Señor, 8 exhortaba a los suyos a no temer el ataque de los paganos; antes bien, recordando los auxilios que en tiempos anteriores les habían venido del cielo, esperasen también ahora del Todopoderoso la victoria, 9 y los alentaba, proponiéndoles testimonios de la Ley y de los profetas y recordándoles los combates que habían sostenido, dándoles con esto mucho ánimo. 10 Después de haber levantado sus espíritus, les puso de manifiesto la falta de fe de los gentiles y la transgresión de sus juramentos; 11 animando a todos, no tanto con la seguridad de sus escudos y lanzas cuanto con la confianza de sus alentadoras palabras. Sobre todo los alegró con la relación de un sueño digno de toda fe.
De nuevo opone el autor dos realidades: la de Nicanor, obcecado por su insensato orgullo, y la de Judas, que condiciona su éxito en la lucha a la ayuda del Dios de las batallas. Nicanor piensa levantar con Judas y los suyos un monumental trofeo, no en el sentido de erigir un monumento apilando sus cadáveres o amontonando las armas que tenían, sino en el de creer que la victoria sobre ellos levantaría extraordinariamente su prestigio ante el rey y la nación.
Un sueño misterioso (Gen_15:12-16).
12 He aquí el sueño que había tenido: Onías, que había sido sumo sacerdote, hombre bueno y bondadoso, de venerable aspecto, de suaves maneras, de elegante lenguaje, que desde su niñez se había ejercitado en toda virtud, tendía sus manos, orando por toda la comunidad de los judíos. 13 Apareciósele también otro varón, que se destacaba por la blancura de sus cabellos y por su gloriosa dignidad, nimbado de admirable y magnífica majestad. 14 Onías dijo: Este es el amador de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa: Jeremías, profeta de Dios. 15 Y tenía Jeremías su diestra y entregaba a Judas una espada de oro, diciéndole: 16 Toma esta espada santa, don de Dios, con la cual triunfarás de los enemigos.
Judas contó un sueño-visión digno de fe (axiópistos). La visión fue la siguiente: apareció el sumo sacerdote Onías (Gen_4:33) en actitud de tender las manos y orando por toda la comunidad de los judíos. Su bondad y altruismo le caracterizaron ya en vida (Gen_3:31; Gen_4:2). Pronto otro venerable anciano entró en escena; al hacer Onías su presentación, declaró que era Jeremías, profeta de Dios (Gen_2:1-8). De este texto aparece claramente la fe de nuestro autor en la intercesión de los santos a favor de los mortales.
Preparativos para el combate (Gen_15:17-24).
17 Alentados con estas nobles palabras de Judas, capaces de vigorizar y exaltar hasta el heroísmo las almas de los jóvenes, resolvieron no atrincherarse en el campo, sino arrojarse valientemente sobre el enemigo, y, luchando con todo valor, decidir la cosa, puesto que se hallaban en peligro la ciudad, la religión y el templo; 18 pues la solicitud que por las mujeres, los hijos, los hermanos y parientes tañían era menor que la que sentían por el templo santo, la más grande y primera de todas las cosas. 19 No era pequeña la ansiedad de los que en la ciudad habían quedado, inquietos como se hallaban por la lucha de fuera. 20 Cuando todos esperaban el futuro desenlace, y los enemigos se acercaban dispuestos en orden de batalla, y los elefantes colocados en lugares oportunos, y la caballería en las alas, 21 al ver el Macabeo la muchedumbre que se acercaba, el variado aparato de las armas, la fuerza de los elefantes apostados en lugares convenientes, levantando las manos al cielo, invocó al Señor, hacedor de prodigios. Sabía que no por la fuerza de las armas se alcanza la victoria, sino que Dios la otorga a los que juzga dignos de ella. 22 La invocación fue como sigue: Tú, Señor, que enviaste un ángel bajo Ezequías, rey de Judá, que mató del ejército de Senaquerib a ciento ochenta y cinco mil hombres, 23 envía ahora, Señor de los cielos, delante de nosotros un ángel bueno que infunda a éstos temor y temblor. 24 Con la fuerza de tu brazo sean quebrantados los que llegan blasfemando contra tu pueblo santo. Y con esto terminó.
La noticia de la visión de Onías y de Jeremías electrizó a los soldados, que decidieron lanzarse a la ofensiva, conscientes de que de su valor dependía la suerte de sus tres grandes amores: la ciudad, la religión, el templo. En el lugar paralelo de 1 Mac 7, 43-50 no se habla de los elefantes. Jasón los introdujo en su texto para obtener un cuadro más impresionante de un general que en otros tiempos fue elefantarco. En la oración que precedió al combate alude Judas al ángel exterminador que diezmó el ejército de Senaquerib (2Re_19:35; 1Ma_7:41). Pide que mande Dios a su ángel bueno, como hizo en la expedición de Lisias (1Ma_11:6-8).
Derrota y muerte de Nicanor (1Ma_15:25-37).
25 Los de Nicanor avanzaban al son de las cornetas y de los cantos guerreros, 26 en tanto que los de Judas llegaron a chocar con los enemigos en medio de súplicas y oraciones. 2? Y mientras luchaban con las manos, oraban en su corazón a Dios; y así, magníficamente fortalecidos por esta manifestación de Dios, echaron por tierra no menos de treinta y cinco mil hombres. 28 Terminada la lucha y entregados a la alegría, hallaron que, revestido de sus armas, estaba Nicanor entre los muertos. 29 Se produjo un gran clamor y alborozo, bendiciendo al Señor en la lengua patria. 30 Judas, que en cuerpo y alma estaba todo él atento a la defensa de sus conciudadanos y había guardado la generosidad de la juventud para sus connacionales, ordenó cortar a Nicanor la lengua y el brazo hasta el hombro y llevarlos a Jerusalén. 31 Llegado allí, convocó a los conciudadanos y sacerdotes, y, puesto en pie ante el altar, mandó venir a los de la ciudadela, 32 mostró a todos la cabeza del impío Nicanor y la mano que el blasfemo había tendido insolente contra la santa casa del Todopoderoso. 33 Mandó picar en menudos trozos la lengua, echarlos a las aves y suspender enfrente del templo la mano, como recompensa a su insensatez. 34 ã todos, levantando los ojos al cielo, bendecían al Señor, diciendo: Bendito el que ha conservado puro este lugar. 35 La cabeza de Nicanor se colgó de la ciudadela, visible a todos, como señal manifiesta del auxilio divino; 36 y por público decreto se mandó no dejar pasar este día sin solemnizarlo, 37 y que se celebrase el trece del mes duodécimo, que en lengua siríaca se llama Adar, un día antes del día de Mardoqueo.
¡Qué actitud tan dispar toman los dos ejércitos al iniciar el combate! El de los gentiles avanza al son de las trompetas y de cantos guerreros; el de Judas, con las armas en la mano, el amor de Dios en el corazón y la oración a flor de labios. La victoria de Judas fue aplastante; muchos soldados enemigos cayeron al filo de la espada. Nicanor quedó entre los muertos. Mandó Judas que le cortaran el brazo hasta el hombro, la lengua y la cabeza, que, como trofeos, debían llevar a Jerusalén. De la decapitación de cadáveres se habla en la Biblia (Jue_7:25; 1Sa_17:54; 1Sa_31:9) Jdt_12:8; Jdt_14:1). Los de la ciudadela contemplaron con pavor la cabeza de su jefe. Su lengua, fue picada y reducida a trozos diminutos y arrojada para ser pasto de las aves del cielo. El brazo de Nicanor se colocó en un lugar cercano al templo, visible desde su recinto. Probablemente fue puesto sobre un palo levantado ex profeso o adosado a los muros de la ciudadela.
El 13 del mes de Adar fue declarado fiesta nacional (1Ma_7:45-50). En el Talmud (Taanit 2:12) se alude a esta fiesta. Era la víspera de la fiesta de Purim. En atención a esta solemnidad se prohibió que el día 13, como normalmente corresponde a una vigilia de fiesta grande, se ayunara y hubiera manifestaciones de duelo. El día 13 de Adar debía computarse como festivo, día de alegría, por haber desaparecido en él el enemigo de la causa judía. En la historia, este día fue conocido por el Día de Nicanor, que cayó en desuso con el andar de los tiempos. No parece que sobreviviera al siglo VIII.
Epílogo (15:38-40).
38 Tal fue la historia de Nicanor. Y como desde aquellos días la ciudad ha estado en posesión de los hebreos, daré aquí fin a mi narración. 39 Si está bien y como conviene a la narración histórica, es lo que deseaba yo; pero si es imperfecta y mediocre, es todo lo que he sabido hacer. 40 Como el beber vino puro o sola agua no es grato, mientras que el vino mezclado con el agua es agradable y gustoso, así también la disposición del relato siempre uniforme no agrada a los oídos del lector. Y con esto damos fin a la obra.
El autor sagrado cierra su epítome con una resonante derrota de Nicanor y un triunfo glorioso de su héroe, Judas Macabeo. Este pierde su vida algo más tarde en lucha con Báquides (1Ma_9:1-22), pero no quiere el autor empañar ni empequeñecer la figura de Judas con la narración de hechos que le sean adversos. La ciudad de Jerusalén no recuperó su total independencia; siguió perteneciendo al reino seléucida. Como señal externa de sujeción a Siria estaba el Acra, ciudadela, en el corazón de la capital del judaísmo. Más tarde, en 135, Antíoco Sidetes se apoderó de Jerusalén y destruyó sus murallas. Pero el templo, que en todo el libro absorbe la atención del autor, se mantuvo en manos de los judíos, no repitiéndose el sacrilegio de Epifanes de construir un altar a los dioses paganos. Después de la muerte de Nicanor no se registraron otras destrucciones parecidas a las que se llevaron a cabo en tiempos de Antíoco Epifanes, ni hubo desmantelamiento del monte Sión, como en el reinado de Eupa-tor, ni ulteriores tentativas de helenización. El autor ha logrado el fin que se propuso al escribir su libro, que era el de preconizar dos fiestas relativas al templo: la de la Dedicación, precedida del castigo de Epifanes, y la del Día de Nicanor, en conmemoración de la derrota ignominiosa de éste (Abel).
El epílogo termina con una comparación. No es grato beber vino puro o agua sola; pero es agradable y gustoso el vino mezclado con agua (vinum temperaturu). Aplicando esto último a su libro, aparece que no fue designio del autor exponer fríamente los hechos, encuadrarlos escrupulosamente en su marco cronológico e investigar todo lo referente a ellos hasta en sus mínimos detalles. Este método no hubiera sido del agrado del lector. Pero, si se sacrifica la sobriedad de la historia a un estilo retórico pomposo y patético, se logra una mezcla semejante al vinum temperaturu. Con ello no quiere decir que en su libro existen mezclados el error y la mentira, sino que su relato histórico está encaminado a servir de edificación a los lectores; que está escrito con estilo poético y elegante a fin de que resulte agradable a los oídos de cuantos lo oigan leer (akoas). Grandclaudon termina la exégesis de este epílogo escribiendo: Dejamos, pues, a Jasón el fondo histórico y reconozcamos en el epitomador inspirado la fidelidad a su fuente de información y al arte de presentarla.
1 Una más amplia información sobre la fiesta de la Hanuca: F. M. Abel, La féte de la Hanouca: RB 53 (1946) 538-545; H. hopfl, Das Chanukafest: Â 3 (1922) 165-179; E. So-Lis-Cohen, Hanukkah: The Feast of Lights (Philadelphia 1937); S. Zeitlin, Hanukka, its origin and its sitznificance: Jewis Quarterly Review, 29 (1938) 1-36; J. Morgenstern, The Chanukkahfestival and the Calendar of ancient Israel: Huca, 20 (1947) 1-136; 21 (1948) 365-490. Según este autor, es la Hanuca una fiesta anterior al exilio.
2 Nat. Hist. 5,10.
3 G. Schumacher, Across the Jordán (Londres 1886) 157-166.
4 Véase F. Cumont, Dea Syria: Pauly-Wissowa, t.4 0.2236-2243.
5 Polibio, 5:65:10.
6 IV Sení. d.45 q.2 3.3 ad i.
7 Jenofonte, Anábasis 1:7:10; Polibio, 5:53.10,
8 Verio Máximo, 9:2; ovidio, Ibis 315.
9 Polibio, 31,10,12.
10 Abel: RB 33 (1924) 375
11 Eptst. 204:6-8: PL 33.94.
12 Contra Gaudentium 231:36-40: PL 43:728.
La elocuencia al narrar la grandiosa batalla entre Judas y Nicanor nos indica que estamos cerca del final del libro. Nicanor no sólo se enfrenta a Judas, también decide enfrentarse a la ley del sábado (1-4) y al mismo Dios (5). Nicanor es un hombre con complejo de Dios que confía plenamente en su victoria; Judas en cambio, sigue poniendo toda su confianza en Dios (7s), en la oración que recuerda las intervenciones de Dios en la historia, en las Escrituras: la Ley y los Profetas (9) y en los justos, que aunque muertos, oran e interceden por los vivos (22-24).
Mientras Nicanor avanza al son de trompetas y cantos de guerra (25), Judas avanza al son de oraciones y cantos de alabanza (26). El terrible final del cuerpo de Nicanor sólo es comprensible en el contexto de la ley del Talión (33). Fueron cortados, la cabeza que se erguía orgullosa (6), el brazo que se levantaba contra el Templo (32), y la lengua que profería blasfemias (5.32). Cortar la cabeza era una acción con tradición en Israel, así lo hizo Judit con Holofernes (Jdt_13:15; Jdt_14:1), David con Goliat (1Sa_17:51.54), Gedeón con Oreb y Zeb (Jue_7:25). Muy sutilmente el autor deja ver el contraste entre Nicanor que esperaba levantar un monumento con las cosas que le iba a quitar a las tropas judías (6), y Judas que termina exponiendo como trofeo los pedazos del cuerpo de Nicanor (35).
No podía faltar en el último capítulo una alusión al amado Templo, donde se deja constancia que nuevamente ha sido salvado, que Dios lo guarda sin mancha (34), que es más importante que la propia familia (18) y que ha sido liberado gracias a Judas Macabeo.
Si el libro comenzó invitando a la celebración de la fiesta de la Purificación y Dedicación del Templo, termina invitando a celebrar y consagrar una fiesta en honor a la victoria de judas.