Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
En basca de Isaías (19:1-7).
1
Cuando Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, se cubrió de saco y fue a la casa de Yahvé. 2
Mandó a Eliaquín, mayordomo del palacio del rey; a Sobna, secretario, y a los sacerdotes más ancianos, cubiertos de saco, al profeta Isaías, hijo de Amos, 3
para que le dijeran: Así habla Ezequías: Hoy es día de angustia, de castigo y de oprobio, como si los hijos estuvieran para salir del seno de sus madres y no hubiera fuerza para el alumbramiento. 4
¿No habrá oído Dios las palabras del copero mayor, que el rey de Asiría, su señor, ha mandado para insultar al Dios vivo, y dejará Yahvé, tu Dios, de castigar las palabras que ha oído? Haz, pues, subir a El una plegaria por el resto que aún queda. 5
Los servidores del rey Ezequías fueron a Isaías, 6
e Isaías les dijo: He aquí lo que diréis a vuestro señor: Así habla Yahvé: No te asusten las palabras que has oído, con las que los servidores del rey de Asiría me han ultrajado.7
Yo voy a paner sobre él un espíritu tal, que, al oír una noticia que recibirá, se volverá luego a su tierra, y allí, en su tierra, yo le haré morir a espada.
Enterado Ezequías de lo sucedido, marchó al templo de Yahvé.
No lejos del mismo vivía Isaías, el cual, habiendo empezado su ministerio bajo Ocias (
Isa_6:1), lo continuó bajo Jotam y Ajaz, encontrándose ahora al final de su carrera. Entre los miembros de la comisión encargada de ir al encuentro de Isaías figuraban los sacerdotes más ancianos. Existía un proverbio que decía: Los niños llegan a la abertura del seno, pero la madre no tiene fuerza suficiente para alumbrarlos (
Sal_48:7;
Isa_13:8;
Jer_6:34;
Miq_4:9), queriendo significar que la situación era trágica. La comisión ruega a Isaías pida a Dios que salve al
resto fiel a sus leyes (
Isa_7:3;
Isa_10:20-21;
2Re_21:14). El profeta confortó al rey, animándole a resistir a los asirios. Dios castigará a Senaquerib, sugestionándolo de tal manera que, al dársele una noticia, huirá a su tierra v.36-37).
Segando embajada y oración de Ezequías (2Re_19:8-19).
8
El copero mayor se retiró y se vio con el rey de Asiría, que estaba atacando a Libna, pues se le dijo que se había retirado de Laquis. 9
Diéronle noticia de Taraca, rey de Etiopía, diciendo: Se ha puesto en marcha para atacarte. El rey de Asiría mandó entonces de nuevo mensajeros a Ezequías, diciendo: 10
Hablad así a Ezequías, rey de Judá: Que tu Dios, en quien confías, no te engañe, diciendo: Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiría. 11
Bien sabéis lo que los reyes de Asiría han hecho con todos los pueblos y cómo los han destruido, ¿y vas a librarte tú? 12
Los dioses de los pueblos que mis padres han destruido, ¿los libraron en Gozan, Harán, Resef, y libraron a los hijos de Edén, que habitan en Telasar? 13
¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaím, de Ana y de A va? 14
Ezequías tomó las cartas de manos de los mensajeros y las leyó. Luego subió a la casa de Yahvé, y las desplegó ante Yahvé, 15
a quien hizo esta plegaria: Yahvé Dios de Israel, que te sientas sobre los querubines; tú, que eres el solo Dios de todos los reinos de la tierra; tú, que has hecho los cielos y la tierra, ¡oh Yahvé! 16
inclina tu oído y escucha. Abre, ¡oh Yahvé! tus ojos y mira. Oye las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios vivo. 17
Es verdad, ¡oh Yahvé! que los reyes de Asiría han destruido pueblos y asolado tierras 18
y que han quemado sus dioses; pero ésos no eran dioses, eran obra de la mano del hombre, leño y piedra, y ellos los aniquilaron. 19
Líbranos, pues, Yahvé, Dios nuestro, líbranos de la mano de Senaquerib, y que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú eres Dios, ¡oh Yahvé! La delegación asiría abandonó Jerusalén y fuese a informar a Senaquerib, el cual, una vez conquistada Laquis, habíase trasladado a Libna (
2Re_8:22), al noroeste de aquélla. A este desplazamiento hacia el norte había contribuido quizá la noticia de que Taraca (
Tirhaqah, Taharqa, Tarku)
avanzaba al frente de un gran ejército egipcio. Este generalísimo del ejército egipcio debía reinar más tarde (690-664) en el trono de Egipto, de la XXV dinastía. Su dinastía era etiópica, de donde le viene el apelativo de rey de Etiopía,
que por anticipación le da el autor sagrado. Aunque el texto bíblico no lo diga explícitamente, parece que el ejército egipcio fue rechazado por Senaquerib. Amo de nuevo de la situación, envió éste otra embajada a Ezequías, intimándole a que deponga su actitud antiasiria y se someta a las condiciones de armisticio que él le impondrá. Mejor le será entregarse que resistir,
evitando que Jerusalén sea entregada al anatema, como se ha hecho con los otros pueblos conquistados (
Deu_2:34;
Deu_3:6;
Jos_6:17). De la misma manera que no pudieron resistirle los dioses de Gozan (
Jos_17:6;
Jos_18:11), de Harán (
Gen_11:31), de Resef (el actual
Rusafeh, entre Palmira y el Eufrates), de los hijos de Edén (
Amo_1:5), tampoco lo conseguirá Yahvé.
Ezequías leyó la carta que le mandaba el rey asirio; subió luego al templo y la extendió ante Yahvé, desenrollándola (
Eze_2:9). A esta acción siguió una oración fervorosa al Dios de Israel. Senaquerib estaba equivocado al reducir el dominio de Yahvé a los estrechos límites de Judá (
Eze_18:32-35).
Profecía de Isaías (Eze_19:20-34).
20
Entonces Isaías, hijo de Amos, mandó a decir a Ezequías: Así habla Yahvé, Dios de Israel: He escuchado la plegaria que tú me has dirigido a causa de Senaquerib, rey de Asiría. 21
He aquí la palabra que Yahvé ha pronunciado contra él: Te desprecia y se burla de ti, virgen hija de Sión; Detrás de ti El mueve la cabeza, hija de Jerusalén. 22
¿A quién has insultado y ultrajado tú? ¿Contra quién has alzado tu voz? ¿Contra quién alzaste tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel! 23
Por tus mensajeros has ultrajado al Señor y has dicho: Con el poder de mis carros subo yo a las altas montañas, a las cimas del Líbano; Derribo los altos cedros, los selectos cipreses; Penetro en los más remotos lugares, en los más espesos bosques. 24
Yo alumbro las aguas extranjeras para refrescarme con ellas. Y con la planta de mi pie seco todos los ríos de Egipto. 25
¿No lo has oído tú? Desde mucho ha lo he preparado yo; Desde muy antiguo lo he planeado yo, y ahora lo realizo; Que sirva para reducir a montones de ruinas las ciudades fortificadas. 26
Sean sus habitantes reducidos a la impotencia, aterrorizados y confusos. Como la hierba de los campos, como la hierba tierna, Como las hierbas de los tejados, como el pasto quemado por el viento solano. 27
Yo sé muy bien cuándo te levantas y cuándo te sientas, y cuándo vienes y cuándo vas. 28
Porque te has enfurecido contra mí y han llegado a mis oídos tus bravatas, Por eso yo pondré mi anillo en tus narices y mi freno en tus labios. Y te haré volver por el camino que has traído. 29
Y he aquí lo que te servirá de señal: Este año se comerá lo que retoñe, y el año que viene lo que de sí brote. Pero al tercer año sembrarás, y cosecharás; plantaréis viñas, y comeréis su fruto, 30
Pues el resto de la casa de Judá que se salve y quede echará raíces por debajo y dará frutos por arriba. 31
Porque saldrá de Jerusalén un resto, y de la montaña de Sión los escapados, Y el celo de Yahvé hará esto. 32
Por eso, así dice Yahvé del rey de Asiría: No entrará él en esta ciudad, ni meterá en ella una mecha, Ni la acordonará con escudos, ni alzará contra ella empalizadas. 33
Se volverá por el camino por donde ha venido. No entrará en esta ciudad. Palabra de Yahvé. 34
Yo protegeré esta ciudad y la salvaré por amor de mí y por amor de David, mi siervo. Esta profecía se encuentra en
Isa_37:21-37. En ella se condena el orgullo de Senaquerib (v.21-28); se ofrece a Ezequías una señal de la humillación de Senaquerib (v.29-31), y, finalmente, anuncia el profeta de manera clara que el asirio no entrará en Jerusalén (v.32-34). Un comentario completo de esta profecía lo encontrará el lector en el tomo consagrado a la literatura profetica.
Derrota y huida de Senaquerib (Isa_19:35-37).
35
Aquella misma noche salió el ángel de Yahvé e hirió en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres; y al levantarse por la mañana, todos eran muertos. 36
Entonces Senaquerib, rey de Asiría, levantó el campo y partió; se volvió y se quedó en Nínive. 37
Mientras estaba prosternado en el templo de Nisroc, su dios, Adramelec y Sarasar, sus hijos, le hirieron con la espada y huyeron a la tierra de Ararat. Su hijo Asaradón reinó en su lugar. Hemos hablado de la amenaza egipcia contra Senaquerib. En una noche produjese un acontecimiento que diezmó al ejército asirio. Habla el texto de la acción de un ángel exterminador (
2Sa_24:15-16;
Exo_12:23), que dio muerte a ciento ochenta y cinco mil soldados de Senaquerib. Esta cifra tan elevada no se encuentra en
2Cr_32:21, por lo que puede creerse que se trata de una hipérbole. La derrota tuvo lugar cerca de la frontera de Egipto, en Pelusio, coincidiendo quizá con lo que dice Heródoto l
, quien, a su vez, afirma haberlo oído a los egipcios y sacerdotes. Cuando Senaquerib (
Sanacharibos), rey de los árabes y de los egipcios, condujo su ejército a Egipto, el sacerdote Sheton, que entró en el templo de Efaistos (dios de
Ptah, de Memfis) para quejarse de sus males, recibió en sueños el mensaje divino que le ordenaba marchara confiadamente contra el enemigo porque el dios le dará
aliados. Habiendo llegado a Pelusio con escasas tropas, aconteció que, durante la noche, una manada de ratones cayó sobre el campamento asirio, devorando las aljabas, los arcos, correas de los escudos, de suerte que al día siguiente los enemigos encontráronse sin armas, pereciendo la mayoría en su huida. Este hecho, añade Heródoto, se recuerda en una escultura del templo de Efaistos, que tiene en la mano un ratón, con la inscripción: Quien me tenga sea religioso. En esta relación se vislumbran armonías con el texto masorético. Difieren ambos textos en la interpretación del hecho, pues, mientras la Biblia relaciona la derrota con la intervención directa del ángel de Dios, en el relato egipcio se atribuye la hecatombe a los ratones, portadores de una epidemia (
1Sa_5:9-12;
1Sa_6:11-18). Hay en la narración de Heródoto un eco de la epidemia desencadenada en el campamento asirio. A los primeros síntomas de la misma, el rey asirio levantó el campamento y marchó, ante el temor de perder su ejército en tierra extranjera 2.
Senaquerib asoció al trono a su hijo Asarhaddón, que le dio su esposa Nadía. Llevaron a mal este trato de favor sus demás hijos, por lo cual dos de ellos, Adramelec (
Arad-Belit)
y Sarasar, conspiraron contra su padre, matándole el año 681 antes de Cristo. Asaradón (Esdr 4:2-3) reinó en su lugar los años 681-669.