Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capítulo 15.
Visión de las Siete Copas de la Cólera Divina, 15-16.
L a visión de las siete copas está más o menos calcada en la visión de las siete trompetas (c.8-9). Tanto en una como en otra se describe el castigo de los enemigos de Dios, de las dos Bestias y del Imperio romano. únicamente en el septenario de las copas las alusiones a la situación del Imperio romano de aquella época son más concretas. Las copas son presentadas como las
últimas calamidades. Lo cual muestra bien la progresión dramática del libro. Sin embargo, hemos de tener presente que son llamados los últimos azotes, no porque con ellos venga el fin de la humanidad, sino porque son
últimas en relación con la calamidad que hirió al reino de las Bestias (c.13); es decir, al Imperio romano. O también porque en la perspectiva del Apocalipsis preceden inmediatamente al establecimiento del reino de Dios.
En
Rev_15:2-4 hallamos una especie de introducción litúrgica: los triunfadores de la Bestia cantan el cántico de Moisés. Esta sección presenta grandes analogías con
Rev_8:2-6, en que se describe la liturgia simbólica de un ángel. La única diferencia consiste en que en el capítulo 8 era un ángel el que ofrecía a Dios las oraciones de los santos; aquí, en cambio, es toda la Iglesia, que aparece como transportada al cielo. Ya no ora solamente, sino que canta con entusiasmo, al dar por cierta la victoria divina y la conversión del mundo i. San Juan, antes de comenzar a describir la serie de azotes que se abatirán sobre el mundo pagano, quiere justificar con esta introducción el aparente rigor de los castigos divinos 2.
Los capítulos 15-16 se pueden dividir en dos partes: Los vencedores de la Bestia entonan el cántico de Moisés y del Cordero (
Rev_15:1-4); los azotes de las siete copas (15:5-16:21).
El cántico de Moisés y del Cordero, 15:1-4.
1
Vi en el cielo otra señal grande y maravillosa, siete ángeles que tenían siete plagas, las postreras, porque con ellas se consuma la ira de Dios. 2
Vi como un mar de vidrio, mezclado de fuego, y a los vencedores de la bestia, y de su imagen, y del número de su nombre, que estaban en pie sobre el mar de vidrio y tenían las cítaras de Dios, 3
y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y estupendas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, Rey de las naciones. 4
¿Quién no te temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán delante de ti, pues tus fallos se han hecho manifiestos* El escenario de esta nueva visión es el cielo. San Juan ve en él otra
señal, que es una de las siete del Apocalipsis. No es algo casual en nuestro libro la mención de siete señales 3, como tampoco lo son los septenarios de los sellos4, de las trompetas 5 y el anuncio séptuple de la ruina de Babilonia (Roma) 6.
La visión que el vidente de Patmos contempla en el cielo es
grande y maravillosa, pues ve
siete ángeles que tienen siete plagas, para arrojarlas sobre la tierra, con el fin de
consumar la cólera de Dios contra los moradores de ella (v.1). Estas siete plagas o
copas de la ira divina serán las
últimas, porque señalan el momento de la consumación de los juicios divinos contra la humanidad pecadora, ya anunciados en los septenarios anteriores. El Apocalipsis repite las mismas ideas, aunque bajo diferentes formas. Los siete ángeles que anuncian siete plagas son paralelos e idénticos a los ángeles de las siete trompetas7.
El simbolismo de las siete plagas de la cólera divina contenidas en sus respectivas copas era tradicional en Israel8. La idea de plaga tal vez haya sugerido a San Juan la imagen del mar Rojo y la de Israel entonando el cántico de victoria sobre los egipcios 9. También el nuevo Israel, es decir,
los triunfadores de la Bestia, son presentados sobre
un mar de vidrio, mezclado de fuego, entonando
un cántico de victoria (v.2-3). La felicidad de los bienaventurados nos es presentada de nuevo bajo la forma de una liturgia que se desarrolla en la presencia de Dios. Y el acto litúrgico tiene como cuadro el cielo, del mismo modo que en
Rev_4:6 y 7:9. Los reflejos de fuego que ve Juan producidos sobre el mar de cristal deben de ser causados por la
gloria de Dios, o sea, por el resplandor luminoso que se desprendía de su persona. Esta luminosidad era concebida por los israelitas como un vestido que rodeaba a la Divinidad 10. Los
vencedores son los que en medio de las persecuciones se mantuvieron fieles al Cordero y no quisieron adorar la imagen de la Bestia ni aceptar su marca H. Se trata de los vencedores de la persecución descrita en el capítulo 13, que celebran el triunfo de su nuevo éxodo de Egipto de este mundo con un nuevo cántico. Están
de pie y acompañan su canto con
cítaras sobrehumanas pertenecientes a la liturgia divina del cielo. Por eso, el autor sagrado las llama
cítaras de Dios, un superlativo semítico equivalente a
cítaras grandísimas, y aquí muy probablemente significa cítaras muy superiores a las de los mortales 12. El cántico que entonan se dice que es
el cántico de Moisés, o sea el cántico pronunciado por Moisés después del paso del mar Rojo 13, o también el cántico que se encuentra en el
Deu_32:1-43, en donde Moisés canta la justicia de las cóleras divinas contra su pueblo infiel. Pero también es llamado
el cántico del Cordero, porque Cristo es el verdadero héroe de esta victoria 14. Jesucristo es el segundo libertador del pueblo de Dios, que con su sangre redentora nos redimió de la esclavitud del demonio. El Nuevo Testamento presenta a veces a Jesús como un nuevo Moisés.
El cántico es un mosaico cuajado de reminiscencias bíblicas, inspirado principalmente en varios salmos y cánticos del Antiguo Testamento 15. El cántico celebra el poder de Dios omnipotente, que obra maravillas en favor de los suyos. El es el
Rey de las naciones, que en su manera de proceder siempre se muestra justo y
fiel. Por eso los hombres han de
temerlo y
glorificar su nombre, observando sus mandamientos. Porque sólo El es
santo, es decir, trascendente e incontaminado, totalmente opuesto al Dragón y a las Bestias, que estaban llenos de iniquidades e inmoralidades.
Todas las naciones conocerán que El es su Rey, y como tal le acatarán,
viniendo a El y
postrándose delante de El (v.4), pues reconocerán que Dios ha obrado justísimamente en los juicios punitivos contra el mundo y en la destrucción de la Bestia. La conversión de los paganos, por consiguiente, es presentada como el resultado de las últimas intervenciones divinas. En los Profetas y en los Salmos hallamos también muchas veces que las naciones se convertirán a Dios a la vista de los prodigios que obra en favor de su pueblo 16. La fuerza indestructible de la Iglesia, en virtud del poder de Dios que la sostiene y defiende de sus enemigos, es uno de los argumentos de su origen divino. Este argumento atrae las almas a la fe o las sostiene en ella. Todo esto es un anticipo de la victoria.
Los azotes de las siete copas, 15:5-16:21.
5
Después de esto vi cómo se abrió el templo de la tienda del testimonio en el cielo, 6
y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino puro, brillante, y ceñidos los pechos con cinturones de oro. 7
Uno de los cuatro vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la cólera de Dios, que vive por los siglos de los siglos. 8
Se llenó el templo de humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen consumado las siete plagas de los siete ángeles. 16
! Del templo oí una gran voz, que decía a los siete ángeles: Id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra. 2
Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra, y sobrevino una peste maligna y perniciosa sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que se postraban ante su imagen. 3
El segundo derramó su copa sobre el mar, y se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente en el mar. 4
El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre* 5
Y oí al ángel de las aguas que decía: Justo eres tú, el que es, el que era, el Santo, porque así has juzgado. 6
Pues que derramaban la sangre de los santos y de los profetas, tú les has dado a beber sangre; bien se lo merecen. 7
Y oí al altar que decía: Sí, Señor, Dios todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios. 8
El cuarto derramó su copa sobre el sol, y fuese dado abrasar a los hombres con el fuego. 9
Eran abrasados los hombres con grandes ardores, y blasfemaban el nombre de Dios que tiene poder sobre estas plagas; pero no se arrepintieron para darle gloria. 10
El quinto derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas, y de dolor se mordían las lenguas, 11
y blasfemaban del Dios del cielo a causa de sus penas y de sus úlceras, pero de sus obras no se arrepentían. 12
El sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y secóse su agua, de suerte que quedó expedito el camino a los reyes del naciente sol. 13
Y vi que de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta salían tres espíritus inmundos, como ranas, 14
que son los espíritus de los demonios, que hacen señales que se dirigen hacia los reyes de la tierra para juntarlos a la batalla del día grande del Dios todopoderoso. 15
He aquí que vengo como ladrón, bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos, para no andar desnudo y que se vean sus vergüenzas. 16
Y los juntó en el sitio que en hebreo se llama Harmagedón. ð El séptimo derramó su copa en el aire, y salió del templo una gran voz, que procedía del trono de Dios, diciendo: Hecho está. 18
Y hubo relámpagos, y voces, y truenos, y un gran terremoto, cual no lo hubo desde que existen los hombres sobre la haz de la tierra. 19
La gran ciudad se hizo tres partes, y hundiéronse las ciudades de las naciones, y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su cólera. 20
Huyeron todas las islas, y las montañas desaparecieron. 21
Una granizada grande, como de un talento, cayó del cielo sobre los hombres, y blasfemaron los hombres contra Dios por la plaga del granizo, porque era grande en extremo su plaga. Después de contemplar a los bienaventurados entonando el cántico del Cordero, San Juan
ve cómo se abre el templo celeste (v.5). Una escena semejante se encuentra en
Rev_11:19, en donde también se deja ver
el templo de Dios y el arca del testamento. El santuario que contempla el vidente de Patmos en el cielo es también designado con el nombre de la
tienda del testimonio. Esta expresión alude al tabernáculo del desierto, porque el primer templo que levantaron los israelitas, cuando andaban errantes por el desierto, fue una tienda grande 17. También era llamado este santuario del desierto
la tienda de la reunión, porque en ella se reunían Yahvé y Moisés para hablar 18. Y en
Num_9:15 es designada como
la tienda del testimonio, en cuanto que en ella se guardaba el arca de la alianza, que contenía las tablas de la Ley, las cuales eran el testimonio, la prueba, del pacto entre Yahvé e Israel.
En esta sección se nos describen las últimas intervenciones divinas contra los adoradores de la Bestia. Toda la visión de las siete plagas ofrece un estrecho paralelismo con los capítulos 8-9. Los
siete ángeles que las van a ejecutar ya han sido presentados en el í. é. Ahora los ve San Juan
salir del templo celeste con las siete plagas (v.6). Probablemente estos siete ángeles son los mismos que tocaron las siete trompetas 19. Traen consigo las siete plagas, porque los castigos y la misericordia proceden igualmente del santuario, como también del altar 20. Todo, hasta los mismos azotes, está ordenado a la salud de los hombres y de la Iglesia de Dios. Van
vestidos de lino puro, brillante, y ceñidos los pechos con cinturones de oro, como los sacerdotes 21, porque la misión que llevan es una misión sagrada. Al castigar ofrecen como un sacrificio a la justicia divina ofendida y conculcada. La indumentaria de los ángeles recuerda también la del ser misterioso de Ezequiel 22, que sale del templo para castigar a Jerusalén. Es muy posible que el autor del Apocalipsis se inspire en la escena del profeta Ezequiel.
En el momento de salir los siete ángeles del templo celeste,
uno de los cuatro vivientes que sostienen el trono de Dios
dio a los siete ángeles las
siete copas de oro, llenas de la cólera de Dios eterno (v.7). Las copas son de oro, como los vasos del tabernáculo, porque en la casa de Dios no era decoroso el empleo de otra materia. Las copas contienen el brebaje con el que ya se había amenazado a los adoradores de la Bestia 23. Ahora se va a cumplir la terrible amenaza. En el profeta Ezequiel 24 hay una escena que tiene cierta semejanza con la nuestra. Un querubín toma fuego de junto a las ruedas del trono de Dios y lo da al que estaba vestido de lino para que lo arrojara sobre Jerusalén, con el fin de anunciar su próxima destrucción. Las copas que entrega uno de los vivientes están
llenas de la colera del Dios inmortal, eterno y omnipotente, que no dejará de realizar sus amenazas. Estas copas vienen a ser como la contrapartida de las copas de oro llenas de perfumes que los vivientes y los ancianos tenían en sus manos 25 cuando adoraban al Cordero. Las copas son entregadas a los ángeles por uno de los vivientes, lo mismo que eran los vivientes los que llamaban a los jinetes en el capítulo 6, porque son los representantes de la naturaleza, que se asocia a la venganza que va a tomar su Creador 26.
El
humo que llena el templo celeste (v.8) es un rasgo propio de las teofanías 27. En la inauguración del templo de Salomón, el humo o la nube llenó la casa de Yahvé 28. La nube era el signo de la presencia de Yahvé, que tomaba posesión de su templo. También el profeta Isaías vio en la visión inaugural a Yahvé rodeado de serafines que le aclamaban, y, al mismo tiempo, el templo en donde tuvo la visión se llenó de humo29. Dios quiere hacer sentir la majestad de su presencia con esta imagen sensible. Además, de este modo el santuario se hace inaccesible durante la promulgación de los azotes, para significar la ejecución inexorable de los decretos divinos, o bien para indicar que los juicios de Dios son impenetrables e incomprensibles hasta que se hayan realizado. Todo esto es la preparación de las plagas que los siete ángeles van a derramar sobre la tierra. Este será el argumento del capítulo siguiente. Y todo esto sirve para dar realce al valor de tales juicios de Dios.
1 E. B. Allo, o.c. p.248-249. 2 E. M. Boismard, L'Apocalypse, en La Bible de Jérusalem p.6-4. 3
Rev_12:1.3;
Rev_13:13-14;
Rev_15:1;
Rev_16:14;
Rev_19:20. 4 Ap 6:1-8:1. 5 Ap 8:2-9:21; 11:15. 6
Rev_14:8;
Rev_16:17-21;
Rev_17:16;
Rev_18:1-3.4-8.9-20.21-24. Cf. A. Gelin, o.c. p.640 7 M. García Cordero, o.c. p.ióó. 8
Jer_25:15;
Isa_51:17-22. 9
Exo_15:1-21. 10 Gf.
Sal_104:2. 11
Rev_13:4-14;
Rev_14:9.11;
Rev_19:20;
Rev_20:4. 12 En el Antiguo Testamento se habla de las montañas de Dios (
Sal_36:7), de los cedros de Dios (Sal 8o,n) para designar montañas y cedros muy altos y elevados. 13
Exo_15:2-19- 14 Gf.
Rev_5:9-13;
Rev_5:7,14. 15 Gf.
Deu_32:4;
Jer_10:7;
Sal_86:9;
Sal_93:5;
Sal_98:1;
Sal_111:2;
Sal_111:139J4; 145,17· 16 Cf.
Dan_7:14;
Sal_65:3-9;
Sal_72:11.19;
Sal_86:9. 17
Exo_26:1-37- 18
Exo_33:7;
Deu_31:14. 19
Rev_8:2. 20
Rev_8:2-6. 21
Exo_28:40-43;
Lev_16:4;
Rev_1:13. 22
Eze_9:2-3. 23
Rev_14:10. 24
Eze_10:7. 25
Rev_5:8. 26 E. B. Allo, o.c. p.252-253. 27 Cf.
Exo_19:18;
Exo_40:34;
Eze_10:4;
Eze_11:22-23;
Eze_43:2-5. 28
1Re_8:10-11. 29
Isa_6:4s.