Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
La parábola de la mujer de Tecua (14:1-17)
1
Conociendo Joab, hijo de Sarvia, que el corazón del rey estaba por Absalón, 2
mandó a Tecua y trajo de allí una mujer ladina, y le dijo: Mira, enlútate, vístete las ropas de duelo, no te unjas con óleo, antes preséntate como mujer que de tiempo atrás lleva luto por un muerto, 3
y, entrando al rey, habíale de esta manera; y puso Joab en boca de la mujer lo que había de decir. 4
Entró, pues, la mujer de Tecua al rey; y postrándose en tierra, le hizo reverencia y dijo: ¡Oh rey, sálvame! 5
El rey le dijo: ¿Qué tienes?; y ella respondió: Soy una mujer viuda, murió mi marido, 6
y tenía tu sierva dos hijos. Riñeron los dos en el campo, donde no había quien los separase, y el uno, hiriendo al otro, le mató; 7
y he aquí que toda la parentela, alzándose contra tu sierva, dice: Entréganos al que mató a su hermano, para que le demos muerte por la vida de su hermano, a quien mató él; y quieren matar al heredero, apagando así el ascua que me ha quedado y no dejando a mi marido ni nombre ni sobreviviente sobre la tierra. 8
El rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, que ya daré yo órdenes sobre lo tuyo. 9
Entonces dijo la mujer de Tecua al rey: Rey, mi señor, yo querría que la responsabilidad recayera sobre mí y sobre la casa de mi padre, no sobre el rey y sobre su trono. 10
El rey entonces respondió: Si alguno sigue inquietándote, tráelo a mí, que no te inquietará más. 11
Ella entonces dijo: Ruégote, oh rey! que interpongas el nombre de Yahvé, tu Dios, y no dejes que el vengador de la sangre aumente la ruina matando a mi hijo. Y él respondió: Vive Yahvé que no caerá en tierra ni un cabello de la cabeza de tu hijo. 12
La mujer añadió: Permite, ¡oh rey! a tu sierva que diga una palabra a mi señor. El rey dijo: Habla. 13
Y la mujer entonces dijo: ¿Por qué, pues, piensas tú de otro modo contra el pueblo de Dios? Pues con el juicio que el rey ha pronunciado se hace como reo por no hacer el rey que vuelva su fugitivo. 14
Porque todos morimos y somos como agua que se derrama en la tierra, que no puede volver a recogerse; que Dios no hace volver las almas. Medite, pues, el rey cómo el fugitivo no quede arrojado de su presencia. 15
Si he venido yo a decir esto al rey, mi señor, es porque el pueblo me dio miedo y me dije: Voy a hablar al rey, a ver si hace lo que su sierva le diga. 16
Seguramente el rey escuchará a su sierva y la librará de la mano del que quiere raerme a mí, juntamente con mi hijo, de la heredad de Dios, ? Tu sierva ha dicho: Que me tranquilice la palabra de mi señor el rey, ya que es el rey, mi señor, como el ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Y ahora que Yahvé, tu Dios, sea contigo.
El tiempo, que restaña muchas heridas, había hecho olvidar al rey la memoria de Amnón, preocupándole cada día más la suerte de su hijo Absalón, al que ahora, por edad, le correspondía el trono.
Era Tecua una aldea del desierto de Judá, a unos diecisiete kilómetros al sur de Jerusalén, célebre por haber sido la patria de Amos. Tal como le indicó Joab, la mujer tecuita presentóse ante el rey, a quien planteó el problema. Se presenta como mujer viuda, madre de dos hijos, de los cuales uno pereció a manos de su hermano en una pelea. La parentela, o sea, el
goel más próximo de la víctima, reclama, en nombre de la familia, la venganza de sangre (3:30;
Num_35:19-21;
Deu_19:1-12), con lo que acabará con el único hijo que le queda, exterminando con ello al heredero, cuya misión es hacer revivir el nombre del padre. Si logra su intento, acabará con el ascua que me ha quedado (
Deu_21:17), apagándose, por consiguiente, el fuego del hogar (
scintilla, Vulg.;
gahelet, hebr. = carbón encendido). David promete tomar el asunto por su cuenta.
Basándose en la solución propuesta, la mujer hace la aplicación al caso de Absalón. David está obligado a perdonarle. ¿Por qué empeñarse en tener alejado de palacio al hijo que debe propagar su nombre y sucederle en el trono? Si la parentela obraba mal al querer extinguir el nombre de una casa de Israel, ¿cuánto más culpable es el rey al no querer perdonar a su hijo, exponiendo con ello el porvenir de un pueblo? Inútil pensar en resucitar a Amnón: Dios no hace volver las almas (v.14), ni se puede recoger el agua que se desparrama. ¿A qué vienen los resentimientos y los castigos despiadados, cuando la vida es tan corta? En tercer lugar
debe imitar David la misericordia de Dios, que no mata al pecador, sino que busca ocasión de otorgarle el perdón.
Absalón regresa a Jerusalén (Deu_14:18-33).
18
El rey entonces dijo a la mujer: Mira, no me ocultes nada de lo que voy a preguntarte. Y la mujer respondió: Hable el rey, mi señor. 19
El rey le dijo: ¿No anda en todo esto la mano de Joab? Y la mujer respondió: Por tu vida, oh rey, mi señor! que no se aparta lo que el rey, mi señor, dice ni a la derecha ni a la izquierda. Joab, tu siervo, me ha mandado y ha puesto en la boca de tu sierva todas estas palabras. 20
Joab, tu siervo, ha hecho esto para ver de mudar el aspecto de las cosas. Pero mi señor es sabio, con la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer cuanto pasa en la tierra. 21
Entonces el rey dijo a Joabí Voy a hacer según tu deseo. Ve, pues, y haz que vuelva el joven Absalón. 22
Joab se echó rostro a tierra y se prosternó, y, bendiciendo al rey, dijo: Ahora comprendo que tu siervo ha hallado gracia a tus ojos, ¡oh rey, mi señor! pues ha hecho el rey lo que su siervo le ha dicho. 23
Levantóse luego Joab y se fue a Guesur, y trajo consigo a Absalón a Jerusalén. 24
Pero el rey dijo: Que se vaya a su casa y no se me presente, y fuese Absalón a su casa sin ver al rey. 25
No había en todo Israel hombre tan hermoso como Absalón; desde la planta de los pies hasta la cabeza no había en él defecto; 26
y cuando se cortaba el pelo, cosa que hacía al fin de cada año, porque le molestaba, y por eso se lo cortaba, pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos, peso real. 27
Naciéronle a Absalón tres hijos y una hija, de nombre Tamar, que era hermosísima. 28
por dos años estuvo Absalón en Jerusalén sin poder ver al rey. 29
Mandó Absalón por Joab para enviarle al rey, pero Joab se negó a ir, y aunque por segunda vez le llamó, no quiso ir. 30
Entonces dijo a sus siervos: Ya sabéis que el campo de Joab está junto al mío y que tiene allí su cebada; id y prended-le fuego. Y los siervos de Absalón pegaron fuego a las tierras de Joab. Vinieron entonces los siervos de Joab, rasgadas las vestiduras, y le dijeron: Los siervos de Absalón han pegado fuego a tu campo. 31
Levantóse Joab y vino a casa de Absalón, y le dijo: ¿Por qué han pegado fuego tus siervos a mis tierras? 32
Y Absalón le respondió: Dos veces te he mandado a llamar para que vinieses y fueses por mí al rey a decirle: ¿Para qué he venido de Guesur? Mejor me hubiera sido estarme allí. Que pueda yo ver la faz del rey, y si soy culpable, máteme. 33
Fue, pues, Joab al rey y le dijo esto, y el rey llamó a Absalón, que inclinó a tierra su rostro ante el rey, y el rey besó a Absalón.
David estuvo de acuerdo con el deseo de Joab de que Absalón regresara a Jerusalén, viendo en esta coyuntura la realización de un secreto anhelo que de tiempo anidaba en su corazón. No obstante, para salvar las apariencias e impedir las habladurías, externamente mostróse duro para con su hijo, autorizándole la estancia en Jerusalén, pero negándose a recibirle en audiencia. Los derechos de la justicia prevalecieron esta vez sobre los sentimientos del corazón. Con la inserción de los v.25-27 se corta el hilo del relato, pero tienen la finalidad de servir de preámbulo a cuanto se contará en los capítulos siguientes. El aspecto físico de Absalón era perfecto y armónico; pero, sobre todo, su cabellera no tenía rival. El texto masorético señala que su peso era de doscientos siclos en peso real, lo que equivaldría a dos kilogramos y medio. Quizá haya en el texto una hipérbole. Hummelauer soluciona la dificultad admitiendo que el texto habla del valor monetario del siclo y que tal era el precio con que se cotizaba la famosa cabellera. Desconocemos el nombre de los hijos de Absalón; la niña llamábase Tamar = palmera; debieron de morir pronto (
Deu_18:18).