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Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. (II Corintios 4, 16) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)

Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)



CAPÍTULO 4

3. LA LUZ EN EL MUNDO (4/01-06).

Con una amplia riqueza de palabras y de imágenes, describe Pablo el ministerio apostólico como la luz de Dios en las tinieblas del mundo. Al hacerlo, explica de nuevo, con mayor claridad, sus verdaderos objetivos, para defender su ministerio y su conducta ministerial frente a las suspicacias y ataques de que era objeto en Corinto (4,2.5). Esto mismo ha hecho ya en los capítulos 2 y 3, desde perspectivas siempre nuevas.

a) Predicación sin astucia (4,1-2).

1 Por lo tanto, investidos de este ministerio, como misericordiosamente lo hemos sido, no desfallecemos.

Pablo repite una vez más: lo que hace de un hombre un apóstol no es su propio merecimiento o su capacidad, sino la misericordia de Dios (que le llama y le habilita para el ministerio apostólico). Y como sabe que no depende de los hombres, sino que le ayuda la gracia de Dios, no se cansa ni desfallece, ni siquiera frente a las dificultades que tiene que superar en Corinto.

2 Por el contrario, hemos renunciado a los encubrimientos vergonzantes, no procediendo con astucia, ni falsificando la palabra de Dios, sino, con la manifestación de la verdad, recomendándonos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.

Pablo sabe que puede tener la conciencia tranquila. No tiene que avergonzarse de secretas iniquidades. ¿Qué quiere decir con esto? Se trata de las mismas imputaciones y acusaciones que ya ha mencionado con anterioridad: «Nuestra invitación no procedía de error o de mala conciencia, ni se fundaba en el engaño... Porque nunca procedimos con palabras de adulación, como sabéis, ni con pretexto de codicia» (1Th_2:3-5). Pablo piensa en las acusaciones de codicia (1Th_12:7 s), de hipocresías en su conducta (1Th_1:13 s), de adulteraciones de la palabra de Dios (1Th_2:17). él ejerce el verdadero servicio del apóstol, predicando el Evangelio verdadero sobre el plan y la obra de Dios. Si el Evangelio no es escuchado y aceptado en todas partes, la culpa no es de la predicación de Pablo. Así como antes ha asegurado la sinceridad de su palabra (3,12), ahora afirma solemnemente de nuevo la rectitud de su conciencia ante Dios y ante los hombres.

b) Ceguera e incredulidad (4,3-4a).

3 Y si nuestro Evangelio todavía velado, lo está en aquellos que van camino de perdición: 4a en aquellos incrédulos cuya mente obcecó el dios de este mundo...

Pablo se defiende en especial contra la acusación de que su predicación es incomprensible y obscura y que se calla lo importante. Pablo ha sido acusado ya otras veces de esto mismo por sus adversarios. Por qué y con qué fundamento, no está claro para nosotros. En todo caso, el apóstol concede que hay cosas obscuras en su Evangelio, pero sólo para los incrédulos, para los que van camino de perdición. Es bien cierto que la gloria del Evangelio está encubierta para aquellos cuyos sentidos ha cegado Satán, de tal modo que no pueden ver la luz del Evangelio, sino que permanecen en las tinieblas de la incredulidad.

c) Resplandor de la fe (4,4b-6).

4b ...para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.

El Evangelio tiene un brillante resplandor. Lo recibe de la gloria de Cristo que procede, a su vez, de que Cristo es imagen de Dios. Para Pablo la palabra «imagen» significa algo esencialmente distinto de lo que entendemos en nuestro lenguaje actual. Para nosotros «imagen» significa la copia de una persona. La persona permanece en su lejanía, mientras que la copia, debido a la semejanza con lo copiado, debe traernos el recuerdo del modelo inicial. Para Pablo, en la copia se hace visible y manifiesto lo copiado 35. Y así, a Cristo se le puede llamar «imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura» (Col_1:15). Esta expresión no es una débil comparación, sino que para Pablo tiene el valor de una fórmula doctrinal de fe. No quiere decir que Cristo sea algo parecido a Dios, una mera copia de la divinidad. Pablo quiere afirmar, como fe suya y de la Iglesia, que en Cristo se ha manifestado en el mundo y ha entrado en el mundo el Dios eterno. Cristo es la imagen eterna de Dios. Es la manifestación (epifanía) de Dios en el mundo. En este mismo sentido dice Cristo en el evangelio de Juan: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Joh_14:9).

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35. Así entiende el judaísmo (y la antigüedad, en general) la naturaleza de la imagen. Por eso precisamente prohíbe el decálogo que se hagan imágenes de Dios (/Ex/20/04s).

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5 Pues no nos proclamamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor, y a nosotros como a servidores vuestros por amor a Jesús.

Pablo insiste de nuevo en la defensa de su servicio. él no se predica a sí mismo, sino a Cristo. No puede predicarse a sí mismo en ningún concepto. En efecto, su predicación dice siempre lo mismo: que Cristo es el Señor. La confesión «Cristo es el Señor» significa que el Mesías, levantado de la muerte a la gloria de Dios, es el Señor de la Iglesia y del mundo. Está aquí condensada la fórmula más breve de confesión de fe de la Iglesia primitiva 36. En esta predicación suya reconoce Pablo a Cristo como su Señor personal y a sí mismo como servidor de Cristo. Así pues, no se puede predicar a sí mismo, sino sólo siempre a este Señor. Como servidor de Cristo- y por amor a su Señor- es servidor de los demás, también de la Iglesia de Corinto. El mismo Cristo se hizo servidor de todos y pudo decir de sí mismo: «El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos» (Mar_10:45). Aludiendo a este ejemplo, amonesta el mismo Pablo: «Nada hagáis por rivalidad ni por vanagloria, sino más bien, con humildad, teniéndoos recíprocamente como superiores; no atendiendo cada uno solamente a lo suyo, sino también a lo de los demás. Tened entre vosotros estos sentimientos, los mismos que tuvo Cristo Jesús... que... se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Phi_2:3-5.8), El servidor de este Señor no puede hacer otra cosa sino servir a los demás.

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36. Cf. 1Co_8:6; 1Co_12:3; Phi_2:11.

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6 Porque Dios, que dijo: «De entre las tinieblas brille la luz», es quien hizo brillar la luz en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.

Pablo ha dicho de la gloria de Cristo que es la gloria de Dios (Phi_4:4). Ahora, en una grandiosa visión a través de la historia y de la historia de la salvación, concibe a Dios como el origen de toda luz y de toda gloria en el mundo. Fue Dios el que, al principio de la creación, hizo la luz, como se relata en las primeras líneas de la Escritura: «Dijo Dios: Haya luz. Y hubo luz» (Gen_1:3). Este mismo Dios brilla de nuevo sobre la faz de Cristo, por medio del cual se revela al mundo. Y brilla siempre, una y otra vez en los corazones de los que creen. Acaso Pablo piense en la hora de su conversión de Damasco, cuando Jesús, a quien perseguía, se le reveló como el Cristo de la gloria 37.

Pero él quiere ir más lejos y hablar de la fe en general: la luz y la claridad de la fe son producidas siempre por la clara luz de Dios, que brilla sobre el rostro de Cristo. Dios es siempre, desde el comienzo, aquel que crea la luz en las tinieblas, porque él mismo es luz. Este mismo y único Dios se hace visible constantemente en la historia de la salvación en acciones y palabras, en gestos y símbolos. Similarmente, el Evangelio de Juan dice que Cristo, como luz de Dios, estuvo siempre en el mundo, pero que ahora se ha revelado en su plenitud (Joh_1:4.5.9) 38. En frases como la de 4,4 y 4,6 intenta explicar Pablo el origen de la fe y de la incredulidad. Y afirma que ninguna de las dos, fe o incredulidad, son una mera decisión del hombre. Cuando el hombre pasa de largo ante Dios, sin creer, puede pensar, desde luego, que lo hace por propia decisión. Pero Pablo afirma que es porque le ha cegado su enemigo, Satán (4,4). Cuando el hombre llega a la fe, no puede gloriarse de ello. Es Dios quien instala la fe en el corazón por medio de su luz (4,6). Desde luego, Pablo no niega que en la fe o la incredulidad se dé también una decisión personal del hombre, pues habla repetidas veces de «la obediencia a la fe» (Rom_1:5). En la fe escucha el hombre a Dios y en la obediencia le sigue, mientras que en la incredulidad rehúsa oir y obedecer. En Pablo se dan, y no en escaso número, estas afirmaciones opuestas acerca de la conducta y la acción de Dios y del hombre, que son difíciles de conciliar desde una perspectiva lógica. Pero la fe sabe que estas afirmaciones describen una realidad en la que Dios y el hombre actúan de consuno, Dios como soberano Señor, y el hombre como siervo que escucha y como amigo.

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37. Act_9:3; Gal_1:15 s, 38. Los padres de la Iglesia han interpretado la Sagrada Escritura desde esta afirmación fundamental de que puede llegarse a conocer a Dios a través de sus acciones salvíficas, siempre iguales. Dios es -para citar un ejemplo- el que purifica y santifica en el agua, casta y fecunda. Por tanto, los padres aplican al sacramento del bautismo todos aquellos pasajes del Antiguo Testamento en los que Dios salva por medio del agua Y así, cuando la liturgia consagra actualmente el agua bautismal en la noche de pascua, se leen y se aplican al bautismo los relatos de la creación de las aguas, del diluvio y del paso de Israel por el mar Rojo.

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4. ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE (4/07-18).

Un nuevo círculo de ideas se abre en 4,7-5,10. Pablo sigue describiendo el servicio del apóstol. Ahora muestra cómo en la vida y en el ministerio apostólico se asocian la vida y la muerte, el tiempo y la eternidad. En una primera parte (4,7-18) aparece la vida del apóstol como un tránsito de la muerte a la vida. El discípulo sigue a su Señor, en una comunidad íntima de vida y de sufrimientos, a través de la pasión, hasta la gloria. El peso de la pasión pone en libertad, para este tiempo, las fuerzas de la paciencia, de la constancia, de la esperanza y de la seguridad de la salvación.

a) El apóstol y la vida y muerte de Jesús (4,7-13).

7 Pero este tesoro lo llevamos en vasos de barro, para que se vea que este extraordinario poder es de Dios y no de nosotros.

Pablo ha descrito la gloria como distintivo del ministerio apostólico. Pero la realidad parece ser muy diferente. La realidad es sufrimiento, persecución, abatimiento. El mismo Pablo ve la contraposición. Pero hay otros, tanto judíos como romanos -incluidos los corintios-, que perciben el contraste con mucha más brutalidad que el apóstol. Este contraste es lo que intenta explicar ahora.

Desde luego, el ministerio apostólico es un tesoro inapreciable. Pero depositado en vasos de barro. La imagen tiene un doble sentido. El tesoro está contenido en un recipiente que no tiene ningún valor, que no permite adivinar que encierra en su interior una cosa preciosa. Quien sólo ve el vaso de barro, no sospecha que hay un tesoro. Pero, además, un vaso de barro es un recipiente extremadamente frágil. Debe ser guardado con suma precaución. Si se rompiera el vaso, se perdería el tesoro, falto de protección y consistencia. El apóstol tiene que saber que cuando fue llamado se le concedió un gran tesoro, y debe conservarlo con un servicio fiel. La imagen es válida además, para todos los discípulos, en general. El hombre exterior, sometido a la pasión y la muerte, oculta en su interior, como un tesoro, una naturaleza y una vida espiritual superior a todo, y la posesión salvífica de una gracia inapreciable.

Pablo descubre el sentido de la contraposición entre el vaso y su contenido. Si el apóstol fuera un hombre que actuara y llamara la atención por sus cualidades externas, se le atribuirían a él los éxitos, y entonces la acción divina no sería ni conocida ni alabada. Por eso Dios hace que los depositarios de su gracia sean hombres frágiles, para que se conozca que su fuerza es fuerza de Dios, que emana de Dios, y no pueda ser confundida con la fuerza humana. Así, la fuerza del apóstol se manifiesta como extraordinario poder de Dios. Es poder extraordinario porque desborda todas las normas usuales entre los hombres. El apóstol, como todo cristiano, experimenta siempre dos cosas: su propia miseria y la ayuda todopoderosa de Dios.

8 Nos vemos atribulados por todas partes, pero no abatidos; acorralados, pero no sin esperanza de un resquicio; 9 perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados...

En los versículos 8-12 se contraponen en diversos aspectos la debilidad humana y la fuerza divina, primero con fórmulas concisas y luego con frases más largas. El primer miembro describe siempre la pesada carga de sufrimiento que el apóstol debe soportar; el segundo miembro testifica siempre que el apóstol nunca se verá abatido, y en esto se manifiesta justamente la fuerza de Dios. Esta es la maravilla, siempre nueva, experimentada por la fe.

El apóstol (y todo creyente, absolutamente hablando) es perseguido por el enemigo, pero nunca es abandonado a su suerte por el auxiliador divino. Acaso el perseguidor llegue a poner las manos sobre su víctima y consiga derribarle con su fuerza salvaje. Pero, como a través de un milagro, se verá imposibilitado de asestar el golpe definitivo y mortal.

10 ...llevando siempre y por todas partes, en el cuerpo, el estado de muerte que llevó Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Hasta ahora los contrastes se habían formulado desde aspectos humanos, en general. A partir de aquí adquieren un carácter íntimamente cristiano y creyente. Pablo se sabe expuesto a un morir constante, y esto trae a su memoria los continuos peligros y privaciones, las cargas corporales y espirituales que amenazan aplastarle. Está siempre en peligro de muerte. Y puede comprender por qué debe ser así, cuando piensa en el mismo Jesús, que pasó a la vida a través de la muerte. Así como el apóstol anuncia la pasión de Jesús 39, así también debe exponerla y realizarla en su propia vida. Pero, de acuerdo con la historia de la vida de Jesús, cuando el peligro de muerte es más apurado, sobreviene el cambio. Jesús pasó, a través de la muerte, a la muerte, a la nueva vida, conseguida en la resurrección y en la subida al Padre.

También el apóstol, después de su pasión, vive esta vida. La vive ya ahora como la fuerza que supera todo sufrimiento y preserva de la aniquilación la vida corpórea, y la vive también, y sobre todo, como la fuerza inmaterial y espiritual que se afirma frente a todo sufrimiento.

Esta fuerza de la vida actual llegará a su plenitud en la futura vida eterna (4,14). Pablo habla una y otra vez de la vida y la muerte como de la ley del ser cristiano: «Padecemos con él y así también con él seremos glorificados» (Rom_8:17). O bien: «Para conocerlo a él, la fuerza de su resurrección y la comunión con sus padecimientos» (Phi_3:10). Estas frases son come el cumplimiento de la sentencia del Señor: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame» (Mar_8:34).

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39. En la predicación: 1Co_1:23; 1Co_2:2; Gal_3:1; en la liturgia: 1Co_1 1:26.

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11 Pues nosotros, aunque vivos aún, nos vemos siempre entregados a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Vida y muerte, muerte y vida, no son cosas sucesivas; acontecen ambas al mismo tiempo en un mismo creyente. Así, Cristo es la forma de la vida del discípulo, pues ambas se encuentran dentro de una misma comunión de sufrimiento y vida.

Pablo habla repetidas veces de esta comunión de muerte y vida con Cristo, especialmente en el gran capítulo sobre el bautismo en la carta a los Romanos. En él se dice: «Por medio del bautismo fuimos juntamente con él sepuItados en su muerte... así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva. Porque, si estamos injertados en él, por muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección» (véase todo el pasaje Rom_6:3-11). Aquí, la muerte y la vida de Cristo no son sólo un ejemplo de imitación moral, sino un prototipo, que se repite en el cristiano mediante la eficacia de los sacramentos, que se extiende hasta él y que él debe llevar a su plenitud en su propia vida. En 2Cor 4 Pablo no habla expresamente de esta muerte y resurrección sacramental. Pero sacramento y vida son cosas inseparables para Pablo. Así, la doctrina del bautismo de la carta a los Romanos (cap. 6) forma unidad con la doctrina de la vida de la segunda carta a los Corintios (cap. 4), del mismo modo que deben formar unidad en toda vida cristiana.

12 Así la muerte opera en nosotros, y en vosotros la vida.

Pablo concluye la línea de su pensamiento con un brusco cambio de dirección. Vuelve a repetir, sintetizando, que la muerte opera en él. Pero no dice, siguiendo la línea lógica, que también actúa en él la vida, sino que la vida opera en vosotros. Esta vida es la riqueza espiritual de la comunidad de Corinto y, rebasando Corinto, de toda la Iglesia. Pablo piensa así no sólo porque la comunidad ha sido edificada por la palabra y las fatigas del apóstol. Se da aquí una correspondencia intima de entrega, de representación y de salvación, en virtud de la cual la muerte de uno es la vida de otro. Se expresa así la conciencia del apóstol, de que es no sólo maestro, guía y padre de la comunidad, sino sacerdote e intermediario, que se ofrece a sí mismo por la Iglesia y de cuyo sacrificio brota la vida de aquélla. La ofrenda de la vida del Apóstol produce frutos en la Iglesia. «Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero, si muere, produce mucho fruto» (Joh_12:24).

13 Pero, teniendo el mismo espíritu de la fe según lo que está escrito: «Creí y por eso hablé» (Psa_116:10), nosotros también creemos y por esto hablamos...

Pablo ha puesto al descubierto, sin reservas, sus tribulaciones y necesidades. Puede hablar de sus flaquezas, experimentarlas día tras día, porque habla en la fe. A esto se debe que no pueda abatirle la conciencia de su debilidad. Habla con aquel mismo espíritu de fe con que oraba el salmista, liberado de un peligro de muerte... «Yo creí y por eso puedo cantar las alabanzas de Dios» (Psa_116:10). Así, la fe confesará y experimentará siempre las maravillas de Dios. Pero el hombre no puede ya, sin más, decidirse a creer por su sola decisión personal. La fe es un efecto del Espíritu, una obra de Dios en el hombre (Psa_4:6).

b) La Iglesia y la vida y muerte de Jesús (Psa_4:14-15).

14...sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos presentará juntamente con vosotros.

La fuerza que permite a Pablo, a pesar de todas sus tribulaciones, hablar y actuar, es la fe en el Señor resucitado40. En efecto, la resurrección de Cristo es garantía de la resurrección; la vida del resucitado es fundamento de la vida indestructible de la Iglesia. El Dios eterno, que no abandonó a Cristo en la muerte, no permitirá que ninguna fe sea en balde, ni dejará la vida abandonada a la muerte. Pablo expone esta idea insistentemente cuando predica la resurrección: «El que resucitó a Jesús de entre los muertos, dará vida también a nuestros cuerpos mortales» (Rom_8:11); o bien: «Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que están muertos» (1Co_15:20).

Después de la resurrección, los resucitados son presentados ante el trono de Dios, pero no para ser juzgados, sino realmente como en triunfo: «Ahora ya os ha reconciliado por su cuerpo de carne, mediante la muerte, para presentaros santos, sin tacha e irreprochables ante él» (Col_1:22). Pablo se refiere, en primer término, a su propia persona. Pero no puede hablar de su esperanza de vida sin incluir a la comunidad. También en la vida eterna están unidos el apóstol y su Iglesia. La expresión empleada indica muy bien que, aun sin pensarlo expresamente, Pablo da por supuesto que la comunión personal iniciada en la tierra se continuará también en el cielo, es decir, que el apóstol sabe que se dará lo que nosotros llamamos «encuentro personal».

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40. El Nuevo Testamento habla desde luego de la resurrección de Jesús (Mc S,31; Act_10:41; 1Th_4:14), pero también, y más frecuentemente aún, de que Jesús es despertado, levantado (texto griego: egerthenai, anestesen, etc.) de entre los muertos (Mat_16:21; Mat_28:6 s; Act_2:24; Act_13:33 s; Rom_4:24 s; 1Co_15:4 y passim). En la primera expresión, utilizada hoy casi en exclusiva, se acentúa más el poder mismo de Jesús; en la segunda, el amor del Padre, que ha despertado a su Hijo de entre los muertos.

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15 Todo esto por vosotros; a fin de que la gracia, multiplicándose al pasar por tantos, haga abundar la acción de gracias para la gloria de Dios.

El apóstol y la comunidad forman un todo. Todo cuanto el apóstol proyecta, hace y padece, sucede por vosotros, por la Iglesia. Sin embargo, el fin último y definitivo no es la Iglesia, sino la honra y gloria de Dios. La gracia divina, que llama y lleva a la fe, debe amplificarse cada vez más, a medida que son más los que llegan a la fe. Cuantos más creyentes, más oraciones y más acciones de gracias a Dios. El fin último de toda predicación y de todo trabajo misionero es llegar a crear un poderoso coro de acción de gracias que suba de la tierra al cielo (véase el comentario 1,11; 9,12).

c) Tiempo y eternidad (4,16-18).

16 Por eso no desfallecemos; por el contrario, aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, nuestro hombre interior, sin embargo, se va renovando día tras día.

Pablo resume las confesiones que ha expuesto anteriormente (4,7-12) y les pone fin con sentencias densa y sólidamente formuladas 41. El hombre exterior, es decir, la parte corporal y perecedera del hombre, puede destruirse, y su fuerza vital puede agotarse. Pero el hombre interior, que es la parte espiritual e imperecedera del hombre, o, cristianamente entendido, el hombre determinado por la fe y el Espíritu, el Cristo en devenir en los cristianos, es creado nuevamente día tras día por la fuerza y el amor de Dios. Este hombre interior es «el hombre nuevo, que se va renovando... según la imagen del que la creó» (Col_3:10), la «nueva criatura» (2Co_5:17) por antonomasia.

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41. Pablo emplea aquí, acaso sin caer en la cuenta, el lenguaje de la filosofía religiosa griega (y también greco-judaica) de su época, que, lo mismo que el apóstol, habla del hombre corporal exterior y del hombre espiritual interior (parecidamente también en Rom_7:22; Eph_3:16). En la época del Nuevo Testamento un escrito de mentalidad religiosa greco-oriental (Corpus Hermeticum) dice (Eph_1:15): «EI hombre es una doble naturaleza, mortal en cuanto cuerpo, pero inmortal en cuanto a la naturaleza humana». Cf. la nota 42.

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17 Porque el momento pasajero de nuestra tribulación va produciendo en nosotros un peso eterno de gloria cada vez más inmenso.

La salvación que la fe experimenta ya ahora día tras día, aparecerá también como la salvación futura y definitiva del último día. La tribulación actuaI es -comparada con la gloria futura- pequeña. «Los sufrimientos del tiempo presente no merecen compararse con la gloria venidera que en nosotros será revelada» (Rom_8:18). De la necesidad se hace gloria. Y esto, desde luego, no en el sentido de que el hombre paciente y mártir pueda merecer la recompensa eterna. Nadie dice con más energía que Pablo que la justificación, y más aún la gloria, son siempre un don y una gracia (Rom_3:24-28; Eph_2:8). Pero, mediante la gracia de Dios, la muerte engendra vida.

18 Nosotros no aspiramos a estas cosas que se ven, sino a las que no se ven. Porque las que se ven son efímeras, pero las que no se ven son eternas.

El mundo eterno, al que está orientada la fe, no es visible. Por tanto, el cristiano no busca las cosas visibles, sino las invisibles, tal como deduce la formulación conscientemente paradójica del texto. Que sean invisibles no disminuye en nada el valor de los bienes eternos, sino que, bien entendido, lo aumenta. En efecto, lo visible es perecedero, mientras que lo invisible es eterno. Por lo mismo, la fe no se contenta con las cosas visibles, sino que busca las invisibles. En otra ocasión, Pablo describe con palabras conmovidas y conmovedoras la fe y la vida en cuanto orientadas hacia la meta eternamente permanente (Phi_3:8-16). Parecidamente se expresa, sobre la fe, la carta a los Hebreos: «La fe es soporte de las realidades que se esperan, y prueba de las que no se ven» (Heb_11:1) 42.

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42. Los exegetas indican que (como en 4,16) también aquí parece que Pablo utiliza el lenguaje de la filosofía y la religión griegas (y greco-judaicas) que, como él, hablan de lo visible y perecedero, y de lo eterno e imperecedero: «Lo corpóreo es lo visible y perecedero, lo invisible es siempre igual e inmortal». Casi en la misma época neotestamentaria dice el Corpus Hermeticum 4,9: «Lo visible divierte; lo invisible nos deja ser incrédulos». Y nuevamente Séneca, Cartas, 58,24: «Son sólo imágenes, que conservan por poco tiempo su forma. Nada es consistente, nada es firme. Las deseamos como si siempre hubieran de existir, o como si siempre las hubiéramos de poseer. Débiles y perecederos, sólo permanecemos unos instantes. Levantemos nuestros corazones a lo que es eterno.» Estos ejemplos demuestran hasta qué punto la predicación del Evangelio se servía de las palabras y los conceptos contemporáneos para hacerse entender. No hay aquí una especie de mescolanza religiosa. En estos casos el Nuevo Testamento pretende decir a los oyentes lo mismo que Pablo en el Areópago: «Lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciaros» (Act_17:23). El Evangelio no es hostil a la cultura; el mundo no es esencialmente malo y, por tanto, impugnable, sino que el Evangelio, la cultura auténtica y el verdadero humanismo pueden tener íntima conexión.



Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)



Pablo, heraldo de la verdad, 4:1-6.
1 Por esto, investidos de este ministerio de la misericordia, no desfallecemos, 2 sino que, desechando todo indigno tapujo y toda astucia, en vez de adulterar la palabra de Dios, manifestamos la verdad y nos recomendamos nosotros mismos a toda humana conciencia ante Dios. 3 Si nuestro evangelio queda encubierto, es para los incrédulos, para los que se pierden, 4 cuya inteligencia cegó el dios de este mundo, para que no brille en ellos la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. 5 Pues no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, Señor, y, cuanto a nosotros, nos predicamos siervos vuestros por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas, es el que ha hecho brillar la luz en nuestros corazones para que demos a conocer la ciencia de la gloria de Dios que brilla en el rostro de Cristo.

Sigue San Pablo en la misma línea temática de los versículos anteriores, pero en estilo ya más polémico. No es él como sus adversarios, que adulteran la palabra de Dios y usan de tapujos indignos, sino que, habiendo recibido toda su suficiencia de Dios (cf. 3:5-6), predica siempre con sinceridad y franqueza (v.1-2; cf. 3:12). Si no todos aceptan su predicación, es debido a sus malas disposiciones, provocadas y atizadas por el demonio o dios de este mundo, que trata de restar almas a Cristo, impidiéndoles que conozcan el Evangelio, en el que resplandece Jesucristo, imagen de Dios (v.3-4; cf. 2:11; Efe_2:2; Jua_12:31). La afirmación de que Jesucristo es imagen de Dios la encontramos también en Col_1:15 y Heb_1:3; y prácticamente a ella equivale la expresión que viene luego: gloria de Dios en el rostro de Cristo (v.6). La gloria de Dios, que era inaccesible (cf. Jua_1:18), reverberando en el rostro de Cristo, como antes transitoriamente en el de Moisés (cf. 3:7), se hizo accesible; y nosotros podemos ver en Cristo, en su persona y acciones, como encarnadas las perfecciones divinas. Como Dios es imagen adecuada; como hombre, es imagen visible; y estas dos propiedades, adecuación y visibilidad, hacen que Jesucristo sea la única imagen perfecta de Dios.
Todavía insiste San Pablo, con ese pues del v.5, en que la culpa de que algunos no acepten el Evangelio no está de la parte del predicador. Ellos no tratan de predicarse a sí mismos para ganar aplausos, sino que predican únicamente a Cristo, que es el auténtico Señor (cf. 1Co_8:6), considerándose como simples siervos de los fieles por amor de Jesús (v.5). En sustancia, es la misma idea expresada ya en 1Co_3:22. Ha sido Dios, aquel mismo Dios que al principio del mundo hizo brillar la luz de entre las tinieblas (cf. Gen_1:3), quien ha iluminado también sus corazones para que prediquen a Jesucristo, reflejo de la gloria del Padre (v.6). No parece caber duda que San Pablo, aunque habla en plural y lo que dice se aplica a todos los apóstoles, está pensando sobre todo en su caso, cuando el Señor, con un milagro no menor al de la creación de la luz, le iluminó a él en el camino de Damasco (cf. Gal_1:15-16).

Vasos de barro en las manos de Dios,Gal_4:7-18.
7 Pero llevamos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no parezca nuestra. 8 En mil maneras somos atribulados, pero no nos abatimos; en perplejidades, no nos desconcertamos; 9 perseguidos, pero no abandonados; derribados no nos anonadamos, 10 llevando siempre en el cuerpo la mortificación de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. 11 Mientras vivimos estamos siempre entregados a la muerte por amor de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal. 12 De manera que en nosotros obra la muerte, en vosotros la vida. 13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé; también nosotros creemos, y por esto hablamos; 14 sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros; 15 porque todas las cosas suceden por vosotros, para que la gracia difundida en muchos acreciente la acción de gracias para gloria de Dios. 16 Por lo cual no desmayamos, sino que mientras nuestro hombre exterior se corrompe, nuestro hombre interior se renueva de día en día. 17 Pues por la momentánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de gloria incalculable, 18 y no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son temporales; las invisibles, eternas.

En toda esta perícopa, San Pablo, refiriéndose particularmente a los apóstoles o ministros del Evangelio, no hace sino desarrollar una paradoja: la de que no somos nada de parte nuestra, pero podemos mucho con la ayuda de Dios. Precisamente, siendo nosotros tan poca cosa, es como resalta más la grandeza y poder divinos en la difusión del Evangelio.
La tesis fundamental está ya claramente enunciada en el v.7. La expresión vasos de barro parece ser literariamente una reminiscencia de Gen_2:7, aunque en este contexto no se refiera exclusivamente al cuerpo, sino al hombre todo entero, con capacidades tan limitadas y sujeto a mil miserias y debilidades. El tesoro de que los apóstoles son portadores es el ministerio mismo apostólico, dignidad sublime que Dios les ha confiado. A continuación (v.8-9), San Pablo, con gran riqueza de estilo y valiéndose de imágenes que recuerdan las luchas de los atletas, traza un breve cuadro de lo que es la vida de un apóstol: de una parte (la nuestra), debilidades y temblores; de otra (la gracia), fortaleza y triunfos.
Esos dos aspectos los resume en el v.10 diciendo que los apóstoles llevan siempre en el cuerpo la mortificación (???????? ) de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en su cuerpo. Hay aquí un pensamiento sumamente interesante que vamos a intentar aclarar. Trata San Pablo de dar a entender que la vida de un apóstol o ministro del Evangelio debe ser una reproducción de la vida de Cristo. Pues bien, la vida de Cristo tiene dos aspectos completamente distintos: Cristo paciente, que sufre y muere para redimir a los hombres, y Cristo glorioso, que vive vida pujante e indefectible, fruto de aquella redención dolorosa. Es lo que debe aparecer también en los apóstoles: de una parte, continuas tribulaciones, que se funden con las de Cristo y forman con ellas cierta unidad (cf. 1:5; Col_1:24), y de otra, manifestación de vida pujante interior con que pueden resistir a tantas tribulaciones, y que, a su tiempo, aparecerá con todo su esplendor en el cielo, junto a Cristo resucitado. La misma idea se repite en el v.11; y prácticamente también en el v.12, aunque aquí el aspecto glorioso o de vida se pone explícitamente sólo en los fieles, que se aprovechan de la obra redentora de los sufrimientos de Cristo, con los que van asociados los de los apóstoles. Sin embargo, no cabe duda que el primero que participa de esa vida es el mismo apóstol que la propaga (cf. v.16).
En los v.13-18 se declara más esa vida, atendiendo a su fase final de desarrollo, que es la vida de gloria en el cielo, y cuya esperanza sostiene a los apóstoles en sus tribulaciones. San Pablo comienza citando Sal_116:10, para, decirnos que el mismo espíritu de fe y confianza en Dios que tenía el salmista tiene también él, sabiendo que Dios le resucitará a su debido tiempo y podrá estar con sus fieles en el cielo (v.13-14; cf. Rom_8:11). Esta última expresión está rebosando cariño,y debía servir de estímulo a los corintios, pensando también ellos en la suerte gloriosa que les esperaba. Les vuelve a repetir (v.15; cf. v.5) que los apóstoles están para los fieles, aunque, como fin último, buscan la gloria de Dios: habiendo más fieles, habrá más que den gracias (cf. 1:11). Insiste todavía en recordar (v.16-18) que la esperanza del premio futuro, de mucho más peso que las momentáneas tribulaciones presentes, da ánimo a los apóstoles para no desmayar, sabiendo que, aunque el hombre exterior se vaya deshaciendo con las fatigas, el hombre interior va creciendo progresivamente en la vida de gracia, que desembocará en la vida de gloria, llevando consigo incluso la glorificación del cuerpo (v.16-18; cf. Rom_8:11; 1Co_15:22-28). De la noción de hombre exterior e interior ya hablamos en la introducción a esta carta.

Comentario de Santo Toms de Aquino


Lección 5: 2 Corintios 4,16-18Habla de la paciencia de los buenos ministros y de su remuneración y de su causa.
16.Por lo cual no desfallecemos; antes bien, aunque en nosotros el hombre exterior se vaya desmoronando, el interior se va renovando de día en día.
17.Porque lo que por ahora es momentánea y leve tribulación nuestra va labrándonos un eterno peso de gloria en sublimidad cada vez mayor.
18.Y así, no ponemos nosotros la mira en las cosas visibles, sino en las invisibles. Porque las que se ven son transitorias; mas las que no se ven son eternas.
Habiendo hablado de la paciencia que los Apóstoles tenían en las tribulaciones y del premio que esperaban, aquí trata de la causa de la paciencia y de su medida o razón de ser. Y acerca de esto hace tres cosas. Porque primero da a conocer la paciencia de los santos; en segundo lugar, la causa de la paciencia: No ponemos nosotros la mira, etc.; lo tercero, la remuneración de la paciencia: Porque lo que por ahora, etc. Acerca de lo primero quiere mostrar que la paciencia de los santos es invencible. Y esto lo dice así: Por lo cual no desfallecemos, porque sabemos que quien resucitó a Jesús de entre los muertos, nos resucitará también a nosotros y nos colocará con vosotros. Por lo cual no desfallecemos, es claro que en las tribulaciones, o sea, que no por eso concluimos que no podamos llevar y soportar todavía mas por Cristo. Porque desfallecer es lo mismo que no poder ya cargar nada. Desfallecí, no teniendo fuerzas para aguantarle (Jerem. 20,9). Y esta es la causa por la cual no desfallecemos, porque a pesar de que en cuanto a algo nos desmoronamos, a saber, en cuanto al hombre exterior, sin embargo en cuanto a algo siempre nos renovamos, a saber, en cuanto al hombre interior. Y esto lo dice así: aunque en nosotros el hombre exterior se vaya desmoronando, etc. En cuanto a esto hay que saber que con ocasión de estas palabras, un hereje, de nombre Tertuliano, dijo que el alma racional que está en nuestro cuerpo tiene figura corpórea y miembros corpóreos, como los tiene el cuerpo, y a esto lo llama hombre interior; y hombre exterior llama al cuerpo con sus sentidos. Lo cual es ciertamente falso. Por lo cual para la inteligencia de esas palabras se debe saber que tanto según el Filósofo en su Etica como conforme al común uso de hablar se dice que una cosa es aquello que hay de manera principal en ella misma; y así, por ejemplo, por ser en la ciudad lo más principal la autoridad y su concejo, lo que hacen la autoridad y el concejo se dice que toda la ciudad lo hace.
Ahora bien, lo que hay de principal en el hombre se puede entender tanto en cuanto a la verdad como en cuanto a la apariencia. Y conforme a la verdad lo más principal en el hombre es ciertamente la mente. Por lo cual conforme al juicio de los varones espirituales la mente es el hombre interior, aunque según la apariencia lo principal en el hombre es el cuerpo exterior con sus sentidos; por lo cual, según el sentir de aquellos que solamente estiman lo corporal y sensible y de lo terrenal gustan, de quienes el vientre es su Dios, el cuerpo con sus sentidos es el hombre exterior.
Ypor eso conforme a este modo habla aquí el Apóstol, diciendo: Aunque en nosotros el hombre exterior, a saber, el cuerpo con la naturaleza sensitiva, se vaya desmoronando, con los ayunos y abstinencias y vigilias (Sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado, etc.: Rm 6,6; Penetre mis huesos ía podredumbre: Habacuc 3, i 6), sin embargo, el hombre interior, o sea, la mente, la razón fortalecida con la esperanza del premio futuro, y afirmada con la ayuda de la fe, se va renovando. Lo cual débese entender así: Porque la vejez es el camino a la corrupción. Lo que se hace anticuado y envejece está próximo a desaparecer (Heb 8,13). Ahora bien, la naturaleza humana fue hecha en integridad, y si en esa integridad permaneciese, estaría siempre nueva; pero por el pecado se empezó a corromper. Por lo cual, cuanto de ello ha resultado, como la ignorancia, la dificultad para hacer el bien, y la inclinación al mal, el esfuerzo penoso, y otras cosas semejantes, todo pertenece a la vejez.
Mas cuando la naturaleza humana se descarga de tales consecuencias del pecado, entonces se dice que se renueva. Tal libramiento empieza aquí ciertamente en los santos, pero se consumará perfectamente en la patria. Porque aquí se descarga uno de la vetustez de la culpa al descargarse el espíritu de la vetustez del pecado y someterse a la novedad de la justicia. Aquí el entendimiento se
descarga de los errores y se adhiere a la novedad de la verdad; y conforme a esto, lo que el hombre es en su interior, o sea, el alma, se renueva. Renovaos en e¡ espíritu de vuestra mente (Ep 4,23).
Pero en la patria desaparece también la vetustez de la pena. Por lo cual allí sera consumada la renovación. Para que se renueve tu juventud como la del águila (Saimo 102,5). Pero porque los santos diariamente avanzan en pureza de conciencia y en conocimiento de las cosas divinas, dice: de día en día. Dichosos los hombres cuya fuerza está en Ti y en tu camino su corazón (Ps. 83,6). Así es que de esta manera la paciencia es invencible, porque se renueva de día en día. Lo tercero principal, a saber, la causa de esta paciencia, es el pensar en el premio, lo cual es eficacísimo, porque según Gregorio tal pensamiento disminuye la fuerza del ¡átigo. Y esto lo dice así: Porque lo que por ahora es. Como si dijera: Nada son las tribulaciones que aquí padecemos si consideramos la gloria que con ellas conseguiremos. Por lo cual compara el estado de los santos que están en esta vida con el estado de los que están en la patria, y señala cinco cosas que mutuamente se corresponden en uno y otro estado. Porque primeramente la condición de esta vida en los santos es, en cuanto considerada en sí misma, insignificante y como imperceptible, por lo cua! dice: lo que, o sea, lo mínimo. Por un momento, por poco tiempo te desamparé (Is 54,7). Es también transitoria, por lo cual dice: por ahora, esto es, en esta vida, que transcurre en aflicciones y calamidades. La vida del hombre sobre la tierra es una milicia (Jb 7,7). Es también de breve tiempo, por io cua! dice: es momentánea. En el momento de m? indignación aparté de ti mi rostro por un poco (Is 54,8). Porque todo el tiempo de esta vida comparado con la eternidad no es sino momentáneo. También es leve, por lo cual dice: leve. Porque aun cuando arriba dijera: Fuimos agravados muy sobre nuestras fuerzas (2Co 1,8), porque es algo pesado para el cuerpo, sin embargo es levísimo para el espíritu que arde en la caridad. Dice Agustín: Todo lo abrumador y desmesurado el amor lo hace fácil y casi insignificante. Además es penoso, por lo cual dice: tribulación. Yo sufriré el castigo del Señor (Miq. 7,9).
Pero en cuanto a la condición de la bienaventuranza señala cinco cosas, porque contra el lo que por ahora pone un cada vez más inmensamente, o sea, sobre medida. Estimo, pues, que esos padecimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera (Rm
8,18).
Objeción.-Pero en contra está lo que dice Mateo. 16,27: Dará a cada uno según sus obras. Así es que no sobre medida.
Solución.-Debemos decir que el pero no indica igualdad de cantidad, para que en la medida en que alguien merece en esa misma medida se le premie, sino que designa una igualdad de proporción, para que quien más haya merecido, mayor premio reciba. Además, contra el por ahora que dice, pone en sublimidad, a saber, en un estado sublime, sin perturbación. Yo te elevaré sobre toda terrena altura (Is 58,14). Contra el momentánea pone eterno (Alegría sempiterna sobre sus cabezas: Is
35,10). Contra el leve pone peso. Y dice peso por dos razones. Porque el peso inclina y le imprime su movimiento a lo que tiene debajo. Y así, la gloria eterna será tanta, que a todo el hombre lo hará glorioso, en el alma y en el cuerpo; y nada habrá en el hombre que no siga el ímpetu de la gloria. O bien se dice peso por su preciosa excelencia. Porque sólo las cosas de gran precio se acostumbra considerar. Contra la tribulación de que habla pone de gloría; o bien este de gloria puede ser común a las otras cuatro cosas que se dicen del estado de la patria. Y el tribulación que dice se refiere a las cuatro cosas que acer-de la condición de la vida presente se han dicho.
Va labrándosenos por encima de las tribulaciones que padecemos, porque éstas son la causa y el mérito por los que Dios nos confiere esta gloria. Es pues invencible la paciencia de los santos e inefable su remuneración; y la recompensa de su remuneración, justa y deleitable. Por lo cual dice: No ponemos nosotros la mira, etc.; como si dijera: Aun cuando las cosas que esperamos son futuras, y mientras tanto se desmorone nuestro cuerpo, sin embargo nos renovamos, porque no ponemos la
mira en estas cosas temporales sino en las celestes. Y esto es lo que dice así: va labrándonos un eterno peso de gloria, digo que a nosotros, los que no ponemos la mira, o sea, que no ponemos la atención en las cosas visibles, o sea, en las terrenas; sino en las invisibles, en las celestes. Olvidando lo que de¡é atrás, etc. (Fil 3,13). Lo que ojo no vio, etc. (1Co 2,9). ¿Y por qué tenemos la mira en las cosas celestiales? Porque las que se ven, las terrenas, son transitorias, temporales. Mas las que no se ven, las celestiales, son eternas. Dice Is 51,6: La salud que Yo envío durará para siempre.

Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento (Verbo Divino, 2004)



18 4,1-6. Tanto el tema como el tono de esta sección recuerdan 3,1-6. Pablo devuelve el golpe a quienes han denigrado su ministerio. 1-2. Se desarrolla la idea introducida en 3,12.
1. según la misericordia con que fuimos favore(-)cidos: Antes de su conversión (3,5-6), Pablo había perseguido a los cristianos (1 Cor 15,9; Gál 1,13.23). no somos pusilánimes: Otra manera de expresar la parrhésia de 3,12, que rechaza la acusación de 10,9-11. 2. por nuestra parte hemos renunciado: La rara voz media de apeipon distancia a Pablo de sus adversarios (2,17; 3,13), aun cuando ello entrañe un elogio de sí mismo (3,1). Lo que se quiere decir es que los otros debieran renunciar a las prácticas que a continuación se enumeran, y no que él las haya empleado alguna vez (cf. 1 Tes 2,1-12). cosas escondidas vergonzosas: Las cosas que uno espera que nunca salgan a la luz. Las dos oraciones siguientes explican lo que Pablo tiene que impugnar (12,16). procediendo sin escrúpulos: Al escribir 1 Cor 9,19-23, Pablo se había expuesto a la acusación de no tener escrúpulo alguno de adoptar cualquier medio para alcanzar sus fines, adulterando la palabra de Dios: El vb. doloun es diferente del de 2,17, pero el significado es el mismo, manifestando la verdad abiertamente: La de Pablo es una revelación plena y completa del evangelio (Gál 2,5.14), sin disimular ni omitir nada, como afirmaban sus adversarios, conciencia: En este caso, la facultad de auténtico discernimiento (véase M. E. Thrall, NTS 14 [1967-68] 123-25), quizá equivalente a «el amor de la verdad» (2 Tes 2,10). 3. aun cuando nuestro evangelio esté velado: La concesión de que su predicación haya sido ineficaz en parte supone una acusación, posiblemente la de que no había hecho muchos conversos judíos (3,14-15). los que se pierden: Presentados en el v. 4 como incrédulos (véase el comentario a 2,15). 4. el dios de este mundo: Posiblemente Beliar (6,15), que se debe distinguir de Satanás (véase el comentario a 1 Cor 5,5) . Pero es más probable un gen. objetivo (BDF 167), de manera que la traducción sería: «el dios que es este mundo» (cf. Flp 3,19). El pecado desempeña el mismo papel en Rom 3,9; 6,6-23. cegó las inteligencias: Compárese 3,14. el resplandor del evangelio: El evangelio es una fuerza iluminadora (Rom 1,16), porque entrega la gloria de Cristo, quien refleja (3,18) la gloria de Dios (4,6) y se compara con Moisés (3,7), el mediador de la antigua alianza (3,14). la imagen de Dios: La definición de la auténtica humanidad (Gn 1,26-27) se aplica únicamente a Cristo y a Adán antes de la caída (1 Cor 11,7). 5. no nos predicamos a nosotros mismos: Alu(-)sión a que otros en su mensaje daban más importancia a sus personas que a Cristo (véase el comentario a 12,12). Cristo Jesús como Señor: Pablo hace suya una fórmula confesional (1 Cor 12,3; Flp 2,10-11; Rom 10,9). 6. el dios que dijo: La cita libre de Gn 1,3 permite determinar que se trata del Creador, que permanece activo para iluminar (Is 9,2). El deliberado contraste con el dios de este mundo (v. 4) pone de relieve la necesidad de la gracia en la recepción del evangelio, en el rostro de Cristo: El contraste con Moisés (3,7) es deliberado. En efecto, Pablo dice a sus adversarios que no es él quien debe ser comparado con Moisés, sino Cristo.
(Fitzmyer, J. A., «Glory Reflected on the Face of Christ [2 Cor 3:7-4:6] and a Palestinian Jewish Motif», TS 42 [1981] 630-44. Lambrecht, J., «Struc(-)ture and Line of Thought in 2 Cor 2:14-4:6», Bib 64 [1983] 344-80. Richard, E., «Polemics, OT, and Theology: A Study of 2 Cor 3:l-4:6», RB 88 [1981] 340-67. Theobald, M., Die überstrómende Gnade [FB 22, Wurzburgo 1982] 167-239.)
19 (C) Ministerio y mortalidad (4,7-5,10). Los adversarios de Pablo interpretaban los padecimientos y tribulaciones de éste como una refutación de su pretensión de ser apóstol. Tal debilidad no podía administrar el poder salvador de Dios. Respondiendo a esto, Pablo insiste en que el sufrimiento es esencial al apostolado auténtico y a la vida cristiana.
20 (a) La manifestación de Jesús (4,7-15). Lo que aquí se ofrece es «una interpretación del curriculum vitae Pauli como el curriculum mortis et vitae Jesu» (Furnish, II Corinthians 288). Los sufrimientos de Pablo lo asimilan a Jesús y le permiten demostrar la auténtica humanidad que Jesús encarnó. 7. vasijas de barro: La debilidad y fragilidad de la existencia humana contrasta tan intensamente con lo que los apóstoles han conseguido, que en ellos debe de haber actuado una fuerza divina (3,5; 13,4) . 8-9. Catálogos parecidos de penalidades aparecen en 6,4-5; 11,23-29; 12-10; 1 Cor 4,9-13, pero en este caso la formulación antitética está pensada para confirmar el v. 7. 10. el morir de Jesús: La existencia terrena del Jesús histórico en cuanto entregada a la muerte, la vida de Jesús: La humanidad auténtica manifestada por el Jesús histórico (2,16). en el cuerpo/en nuestro cuerpo: Se trata del comportamiento de Pablo (1 Cor 11,1) en cuanto complementa su predicación verbal. 11. nosotros, los que vivimos: Quienes están vivos tanto física como existencialmente (Rom 6,11; Col 2,13) se encuentran de manera continua en peligro mortal. Esto explica el v. 10a. en nuestra carne mortal: Sarx tiene el mismo significado que soma en el v. 10. El término fue escogido debido al adj. Pone de relieve la vulnerabilidad de la existencia física. 12. la muerte actúa en nosotros: Pablo está siendo triturado por el sufrimiento (v. 16), pero esto forma parte del plan de Dios, la vida en vosotros: El nuevo ser de la humanidad auténtica (v. 10) es la meta del ministerio (1 Cor 4,15c; Gál 4,19). 13. espíritu de fe: Una fe activa imbuida del poder del Espíritu. según lo que está escrito: Esto introduce una cita exacta de Sal 116,10 (LXX 115,1). creemos y por eso hablamos: La interpretación que Pablo hace de sus sufrimientos (w. 10-11) se enraíza en la fe, no en la razón. 14. nos resucitará: El pensamiento de la muerte lleva a Pablo a la recompensa de la resurrección, que arrebata a la muerte su poder. 15. La acción de gracias de la comunidad crece en proporción al número cada vez mayor de quienes aceptan el mensaje, lleno de gracia, de Pablo (3,5-6) y así se hacen capaces de dar gloria a Dios (véase 1 Cor 2,7).
(Fridrichsen, A., «Zum Thema "Paulus und die Stoa», ConNT 9 [1944] 27-31. Spicq, C., «L'Image sportive de 2 Cor 4:7-9», ETL 13 [1937] 209-29.)
21 (B) ENCARAMIENTO DEL MIEDO A LA MUERTE (4,16-5,10). Pablo declara su confianza comparando lo que es de valor permanente con lo que es sólo transitorio. 16. no somos pusilánimes: Véase el comentario a 4,1. hombre exterior/interior: La persona entera consi(-)derada desde el punto de vista de la visibilidad (v. 18). La incapacidad cada vez mayor de Pablo se puede ver; su fe y esperanza en perpetuo crecimiento, no. El uso de «hombre interior» en Rom 7,22 es diferente (véase H. R Rüger, ZNW 68 [1977] 132-37). 17. La enorme desproporción entre humillación y recompensa se expresa desde la perspectiva del tiempo y el peso. 18. cosas que se ven/que no se ven: Se distingue entre lo que no tiene importancia (p.ej., las apariencias externas), en lo cual suelen centrar su atención los adversarios de Pablo (5,12), y las cosas que realmente importan (Flp 1,10).

Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)



La esperanza fundamental de Pablo. Aunque exteriormente Pablo se estaba desgastando (cf. vv. 7-12), no desmayaba, ya que interiormente se iba renovando día a día. Y de todos modos, los problemas exteriores eran una momentánea y leve tribulación comparados con el peso y el carácter eterno de la gloria que experimentaría como resultado. Pablo soportaba las aflicciones en el mundo visible actual, manteniendo delante de sí las glorias del mundo aún invisible.

5:1-10 Es a la luz de este concepto que Pablo pasa a explicar qué es lo que él espera para cuando nuestra casa terrenal, esta tienda temporal, se deshaga. 1 La forma en que interpretemos este versículo determinará en gran medida la forma en que interpretaremos la totalidad del bloque 5:1-10. En el contexto general de 4:16-5:10, la destrucción de la casa terrenal en la que vivimos se refiere a la destrucción del cuerpo en la muerte. Pablo preveía que sus aflicciones podrían intensificarse tanto que llegarán a la muerte. Consciente de que esta tienda temporal podía destruirse tan fácilmente, les recuerda a sus lectores que tenemos un edificio de parte de Dios, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. Un factor importante para determinar lo que Pablo quiere decir aquí es el paralelismo que se observa en el versículo. Lo que es terrenal y amenazado de destrucción (1a) será reemplazado por algo correspondiente a ello pero que es eterno (1b). Si el primero se refiere al cuerpo terrenal del creyente, parece ser que el último se refiere a otro cuerpo, es decir, el cuerpo resucitado del creyente (cf. Rom. 8:18-23). 2-5 Pablo habla de su anhelo de ser librado de la cargas que experimenta en su cuerpo terrenal. No es que anhele una existencia incorpórea, como los gnósticos, sino que espera ansiosamente la vida en el cuerpo resucitado. Esto es lo que quiere decir con las palabras porque no quisiéramos ser desvestidos, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Dios nos ha hecho para este propósito, y les da su Espíritu a los creyentes como garantía de que su propósito se concretará. 6-8 Hasta este punto Pablo ha hablado de que la destrucción del cuerpo terrenal será compensada con la provisión de un cuerpo resucitado, pero sin hacer indicación alguna de que lo primero sucederá antes que lo segundo. Aquí, quizá debido a una creciente conciencia de que él personalmente podría experimentar la muerte antes de la resurrección general, vuelve su atención a este tema. Primero, afirma nuevamente su confianza en Dios que hace que no se desanime (cf. 2:14; 3:4, 12; 4:1, 16), y luego reconoce claramente que su situación actual deja latente un deseo: Durante nuestra estancia en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor. En el v. 7 descubrimos lo que esto significa, ya que allí Pablo agrega: Andamos por fe, no por vista. Esto sugiere que durante nuestra estancia en el cuerpo Dios no es accesible a nuestra vista (y en ese sentido estamos ausentes del Señor), pero que es accesible solamente por fe. Prosigue diciendo que es preferible estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor, porque en esa condición el Señor sería accesible por vista, y ya no solamente por fe. Así Pablo parece reconocer que tendrá que experimentar una existencia no corpórea si muere antes de la segunda venida de Cristo. No nos brinda claves de lo que él cree que sería este estado no corpóreo. Lo que hace en los vv. 9, 10 es subrayar algo mucho más importante que eso.

9-10 En última instancia, lo que más importa no es especular sobre nuestro estado futuro, sino el decidirnos a ser agradables a Dios sin importar en qué estado nos encontremos. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, y entonces cada uno recibirá lo que le corresponde según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo. En este contexto, lo que [cada uno] haya hecho por medio del cuerpo, solamente puede referirse a lo que una persona hace en esta vida. Ante el Señor, tendremos que dar cuenta de nuestras acciones, y seremos recompensados o sufriremos pérdida, según corresponda.

King James Version (KJVO) (1611)



Chapter IIII.

1 He declareth how hee hath vsed all synceritie and faithfull diligence in preaching the Gospel, 7 and how the troubles and persecutions which he dayly indured for the same, did redound to the praise of Gods power, 12 to the benefit of the Church, 16 and to the Apostles owne eternall glory.
1 Therefore, seeing we haue this ministery, as we haue receiued mercie wee faint not:
2 But haue renounced the hidden things of [ Greek: shame.] dishonesty, not walking in craftines, nor handling the word of God deceitfully, but by manifestation of the trueth, commending our selues to euery mans conscience, in the sight of God.
3 But if our Gospel be hid, it is hid to them that are lost:
4 In whom the God of this world hath blinded the minds of them which beleeue not, lest the light of the glorious Gospel of Christ, who is the image of God, should shine vnto them.
5 For we preach not our selues, but Christ Iesus the Lord, and our selues your seruants for Iesus sake.
6 For God who commaunded the light to shine out of darkenes, hath shined in our hearts, to giue the light of the knowledge of the glory of God, in the face of Iesus Christ.
7 But we haue this treasure in earthen vessels, that the excellencie of the power may be of God, and not of vs.
8 Wee are troubled on euery side, yet not distressed; we are perplexed, but [ Or, not altogether without help or meanes.] not in despaire,
9 Persecuted, but not forsaken; cast downe, but not destroyed.
10 Alwayes bearing about in the body, the dying of the Lord Iesus, that the life also of Iesus might bee made manifest in our body.
11 For we which liue, are alway deliuered vnto death for Iesus sake, that the life also of Iesus might bee made manifest in our mortall flesh.
12 So then death worketh in vs, but life in you.
13 We hauing the same spirit of faith, according as it is written, [ Ps.116.10.] I beleeued, and therefore haue I spoken: wee also beleeue, and therefore speake.
14 Knowing that hee which raised vp the Lord Iesus, shall raise vp vs also by Iesus, and shall present vs with you.
15 For all things are for your sakes,

[The inward man.]

that the abundat grace might, through the thankesgiuing of many, redound to the glory of God.
16 For which cause we faint not, but though our outward man perish, yet the inward man is renewed day by day.
17 For our light affliction, which is but for a momet, worketh for vs a farre more exceeding and eternall waight of glory,
18 While we looke not at the things which are seene, but at ye things which are not seene: for the things which are seene, are temporall, but the things which are not seene, are eternall.

Biblia Latinoamericana (San Pablo, 1995)



[.] Pablo acaba de reafirmar su fe; por algunos momentos nos confía lo que siente en sí mismo, enfrentado como está a miles de peligros y oposiciones. El exterior... el hombre interior. Con estos dos términos Pablo retoma lo que ya había dicho en Rom 8,10-11. Allí había opuesto al , así como aquí opone nuestro exterior al hombre interior. Pero aquí nos participa su propia experiencia, al ver que se hace más activa la presencia de Dios, al mismo tiempo que siente en él un desgaste precoz. Y se pregunta ¿alcanzará a ver el regreso de Cristo como lo esperaba algunos años atrás (1 Tes 4,15)? ¡Había deseado tanto que le pusieran la morada celestial por encima de la actual es decir, sin tener que pasar por la muerte! (5,2). Véase 1 Cor 15,52. Pero lo pone en duda, pues cada día se hace más probable que tendrá que compartir la suerte de los que ya han muerto (a los que se les ha quitado este vestido carnal) y que aguardan la resurrección. Nos sentimos seguros (5,6). Ninguna certeza de la fe nos impedirá sentir horror ante la muerte, y el conocer mejor a Dios lo hace más inaceptable todavía pensemos en la extraña agonia de Jesús. Pero esa prueba es sólo por un tiempo y luego la fe retoma su seguridad (Rom 8,35-39).

Biblia Hispano Americana (Sociedad Bíblica Española, 2014)

— nuestro ser interior: Ver nota a Rom 7:22. En este pasaje de 2 Co, Pablo utiliza la expresión con un sentido en cierto modo distinto. Ver también 1Co 12:2; Efe 4:22-24; Col 3:9-10, donde se emplean una serie de fórmulas que, sin ser del todo equivalentes, expresan todas ellas el cambio que la acción de Dios produce en el ser humano.

Libro del Pueblo de Dios (San Pablo, 1990)



4. "El dios de este mundo" es Satanás. Ver nota Gal_1:4.

6. Ver Gen_1:3.

13. Sal_116:10.

Biblia Peshitta en Español (Holman, 2015)

a Isa 40:31; Rom 7:22; Col 3:10

Greek Bible (Septuagint Alt. Versions + SBLGNT Apparatus)

ἐγκακοῦμεν WH Treg NA28 ] ἐκκακοῦμεν RP
  • ἔσω ἡμῶν WH Treg NA28 ] ἔσωθεν RP

Nueva Biblia de Jerusalén (1998) - referencias, notas e introducciones a los libros


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rom_7:22+

Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

*4:16-5:10 A quien anuncia el Evangelio, la fuerza le viene de la referencia permanente al misterio de Cristo y de la perspectiva escatológica: a esta última se dedica este pasaje.

Nueva Biblia de Jerusalén (Desclée, 1998)


REFERENCIAS CRUZADAS

[1] Rom_7:22+

Dios Habla Hoy (Sociedades Bíblicas Unidas, 1996)



Dios Habla Hoy 1996 Notes:



[1] 4.4 El dios de este mundo: Satanás. Cf. Jn 12.31; Ef 2.2.

[2] 4.6 Gn 1.3.

[3] 4.13 Sal 116.10 (gr.).

Nueva Traducción Viviente (Tyndale House, 2009)

En griego nuestro ser interior.

Torres Amat (1825)



[13] Sal 116 (115), 1.