I Macabeos 6 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 63 versitos |
1 El rey Antíoco recorría las provincias del norte cuando se enteró de que había en Persia una ciudad llamada Elimaida, famosa por su riqueza en plata y oro,
2 con un templo lleno de tesoros: escudos dorados, lorigas y armas depositadas allí por Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, primer rey de los griegos.
3 Antíoco fue allá e intentó apoderarse de la ciudad y saquearla; pero no pudo, porque los de la ciudad, dándose cuenta de lo que pretendía,
4 salieron a atacarlo. Antíoco tuvo que huir y emprendió apesadumbrado el viaje de vuelta a Babilonia.
5 Cuando él se encontraba todavía en Persia, llegó un mensajero con la noticia de que la expedición militar contra Judea había fracasado
6 y que Lisias, que en un primer momento se había presentado como caudillo de un poderoso ejército, había huido ante los judíos; estos, sintiéndose fuertes con las armas, pertrechos y el enorme botín de los campamentos saqueados,
7 habían derribado la abominación de la desolación construida sobre el altar de Jerusalén, habían levantado en torno al santuario una muralla alta como la de antes y habían hecho lo mismo en Bet Sur, ciudad que pertenecía al rey.
8 Al oír este informe, el rey se asustó y se impresionó de tal forma que cayó en cama y enfermó de tristeza, porque no le habían salido las cosas como quería.
9 Allí pasó muchos días, cada vez más triste. Pensó que se moría,
10 llamó a todos sus Amigos y les dijo: «El sueño ha huido de mis ojos y estoy abrumado por las preocupaciones,
11 y me digo: “¡A qué tribulación he llegado, en qué violento oleaje estoy metido, yo, que era feliz y querido cuando era poderoso!
12 Pero ahora me viene a la memoria el daño que hice en Jerusalén, robando todo el ajuar de plata y oro que había allí, y enviando gente que exterminase sin motivo a los habitantes de Judea.
13 Reconozco que por eso me han venido estas desgracias. Ya veis, muero de tristeza en tierra extranjera”».
14 Llamó luego a Filipo, uno de sus Amigos, y lo puso al frente de todo su reino.
15 Le dio su corona, su manto real y su anillo, encargándole que educara a su hijo Antíoco y lo preparara para que fuese rey.
16 Allí murió el rey Antíoco el año ciento cuarenta y nueve.
17 Lisias, al enterarse de la muerte del rey, puso en el trono a su hijo Antíoco, a quien había educado desde niño, y le dio el sobrenombre de Eupátor.
18 Mientras tanto, la guarnición de la acrópolis tenía confinado a Israel en el recinto del santuario; buscaba siempre la oportunidad de causarle mal y de ofrecer apoyo a los gentiles.
19 Resuelto Judas a exterminarlos, convocó a todo el ejército para sitiarlos.
20 El año ciento cincuenta, una vez reunidos, comenzaron el sitio de la acrópolis y construyeron catapultas y máquinas de asalto.
21 Pero algunos de los sitiados lograron romper el cerco; se les juntaron algunos otros israelitas apóstatas
22 y acudieron al rey para decirle: «¿Hasta cuándo vas a estar sin hacer justicia y sin vengar a nuestros hermanos?
23 Nosotros aceptamos voluntariamente servir a tu padre, seguir sus instrucciones y obedecer sus órdenes.
24 Por ello los hijos de nuestro pueblo han puesto sitio a la acrópolis y nos tratan como extraños. Más aún, han matado a cuantos de nosotros han caído en sus manos y nos han arrebatado nuestras haciendas.
25 Pero no solo han alzado su mano contra nosotros, sino también contra todos vuestros territorios.
26 Ya ves que ahora tienen cercada la acrópolis de Jerusalén con intención de ocuparla y han fortificado el santuario y Bet Sur.
27 Si no te das prisa en atajarlos, se atreverán a más, y ya te será imposible contenerlos».
28 Al oírlo el rey montó en cólera y convocó a todos los grandes del reino, jefes de infantería y de caballería.
29 Le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de ultramar.
30 El número de sus fuerzas era de cien mil infantes, veinte mil jinetes y treinta y dos elefantes adiestrados para la lucha.
31 Atravesando Idumea, pusieron cerco a Bet Sur. La lucha se prolongó muchos días. Prepararon máquinas de asalto; pero los sitiados, en salidas que hacían, se las quemaban, peleando valerosamente.
32 Entonces Judas partió de la acrópolis y acampó junto a Bet Zacarías, frente al campamento real.
33 El rey se levantó de madrugada y puso en marcha el ejército a toda prisa por el camino de Bet Zacarías. Los ejércitos se dispusieron a entrar en batalla tocando las trompetas.
34 A los elefantes les habían dado zumo de uvas y moras para prepararlos para el combate.
35 Los repartieron entre los escuadrones. Mil hombres, con cota de malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada elefante. Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos,
36 que estaban donde el animal estuviese y lo acompañaban adonde fuese, sin apartarse de él.
37 Cada elefante llevaba encima, sujeta con cinchas, una torre de madera bien protegida y cuatro guerreros que combatían desde ella, además del guía indio.
38 El rey colocó el resto de la caballería a un lado y otro, en los flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y proteger los escuadrones.
39 Cuando relumbró el sol sobre los escudos de oro y bronce, resplandecieron los montes con su fulgor y brillaron como antorchas encendidas.
40 Una parte del ejército real se desplegó por las alturas de los montes, mientras la otra lo hizo por el llano; avanzaban con seguridad y buen orden.
41 Se estremecieron todos los que oían el griterío de aquella muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las armas; era, en efecto, un ejército inmenso y poderoso.
42 Judas y su ejército se adelantaron para entrar en batalla, y cayeron seiscientos hombres del ejército real.
43 Eleazar, llamado Avarán, se fijó en un elefante engualdrapado con insignias reales que sobresalía por su corpulencia entre los demás elefantes y creyó que el rey iba en él.
44 Pensó en entregarse por salvar a su pueblo y conseguir así renombre inmortal.
45 Corrió audazmente hacia el elefante, metiéndose entre el escuadrón, matando a derecha e izquierda y haciendo que los enemigos se apartaran de él a un lado y a otro;
46 se deslizó debajo del elefante para atacarlo y lo mató. Se desplomó el elefante sobre él y allí murió Eleazar.
47 Los judíos, al fin, viendo la potencia del rey y la impetuosidad de sus tropas, retrocedieron ante ellas.
48 Los del ejército real subieron a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el rey acampó con intención de invadir Judea y el monte Sión.
49 Hizo la paz con los de Bet Sur, que evacuaron la ciudad al no tener víveres consigo para sostener el sitio por ser año sabático para la tierra.
50 El rey ocupó Bet Sur y dejó allí una guarnición para su defensa.
51 Luego estuvo muchos días sitiando el santuario: levantó allí ballestas de tiro y máquinas de asalto, lanzallamas, catapultas, escorpiones de lanzar flechas y hondas.
52 Por su parte, los judíos sitiados hicieron también máquinas defensivas y combatieron durante muchos días.
53 Pero no había víveres en los almacenes, porque aquel era el año séptimo, y además los israelitas liberados de los gentiles y traídos a Judea habían consumido las últimas reservas.
54 Víctimas, pues, del hambre, dejaron unos pocos hombres en el santuario y los demás se dispersaron cada uno por su lado.
55 Lisias se enteró de que Filipo, a quien el rey Antíoco había confiado en vida educar a su hijo Antíoco para ser rey,
56 había vuelto desde Persia y Media con las tropas de la expedición real, y que trataba de hacerse con el poder.
57 Entonces se dio prisa en volver, diciendo al rey, a los generales y a la tropa: «Cada día estamos más débiles; las provisiones faltan; la plaza que asediamos está bien fortificada y los asuntos del gobierno son urgentes.
58 Demos, pues, la mano a estos hombres, hagamos la paz con ellos y con toda su nación
59 y permitámosles vivir según su legislación tradicional, pues, irritados por habérsela abolido, se vienen portando de esta manera».
60 El rey y los jefes aprobaron la idea y el rey envió una propuesta de paz a los sitiados. Estos la aceptaron
61 y el rey y los jefes la confirmaron con juramento. Con esta garantía los judíos salieron de la fortaleza
62 y el rey entró en el monte Sión. Pero al ver la fortaleza de aquel lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que lo circundaba.
63 Luego, a toda prisa, emprendió el regreso a Antioquía, donde se encontró con que Filipo se había apoderado de la ciudad. El rey lo atacó y le arrebató la ciudad por la fuerza.

Patrocinio

 
 

Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Este libro presenta la historia lineal del enfrentamiento de la familia macabea con los reyes seléucidas durante cuarenta años (175-134 a.C.). Su autor presenta la historia con una perspectiva religiosa. La liberación lograda por Judas y sus hermanos se considera como una prolongación de los triunfos obtenidos en las guerras de la historia de salvación deuteronomista, abundando en alusiones a personajes y textos sagrados. En el primer plano de su intención se encuentra la legitimación religiosa de la dinastía asmonea. Importante y necesario es siempre el «Dios que salva». El autor quiere mostrar que la acción del Señor, Dios de Israel, es capaz de respaldar y liberar a su pueblo en todo tiempo, esta vez a través de la familia macabea.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

Patrocinio

Notas

I Macabeos 6,1-63*3:1-9:22 Esta parte ocupa la mitad del libro y está dedicada a la gesta de Judas Macabeo. A través de sucesivas batallas, va alcanzando las metas de la liberación deseada: primero la recuperación de Jerusalén con su templo, que permite la purificación y la nueva solemne dedicación del mismo (1Ma 3:1-60; 1Ma 4:1-61); en segundo lugar, después de la muerte de Antíoco IV, logra un compromiso de paz con su hijo Antíoco V, junto con una autonomía todavía imperfecta y tolerancia religiosa para la nación judía (1Ma 5:1-68; 1Ma 6:1-63); finalmente, la firma de un pacto con Roma, en tiempos de Demetrio I, ante quien Judas sucumbe en la batalla (1Ma 7:1-50; 1Ma 8:1-32; 1Ma 9:1-22).


I Macabeos 6,1-63*5-6 Alcanzada la meta de la Purificación y Dedicación del templo, este nuevo bloque presenta a Judas en lucha contra las naciones vecinas para lograr otro objetivo pendiente: la liberación del pueblo. El relato de la muerte de Antíoco IV, desplazado literariamente a este lugar, da paso a la campaña de Lisias junto al sucesor, Antíoco V, y al logro de un tratado de paz que hace viable la libertad religiosa del pueblo judío.