Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capítulo 17.
El Castigo de Babilonia, 17:1-19:10.
E n esta última parte del Apocalipsis, de gran trascendencia para los cristianos contemporáneos de San Juan, se nos describe el exterminio de los adversarios de la Iglesia. Primero será la ruina de Roma (17:1-19:10), después la derrota y la captura de las dos Bestias culto imperial y sacerdocio pagano (19:11-21) y, en fin, encadenamiento del Dragón (20:1-3).
La visión de los capítulos 17:1-19:10, que debía de tener una grandísima importancia para los primeros lectores del Apocalipsis, desarrolla lo que acaba de ser ejecutado por la séptima copa. San Juan nos va a describir en esta sección el aniquilamiento de la gran ciudad de Babilonia (Roma), la enemiga por excelencia de la expansión de la Iglesia en el mundo. Su caída ya había sido anunciada por dos veces en los capítulos anteriores *. El autor sagrado representa a la ciudad de Babilonia (Roma) bajo la figura de una mujer, según el uso bastante corriente en el Antiguo Testamento 2. Como ciudad, Roma se opone a Jerusalén, como mujer se opone a la Mujer del capítulo 12. Lo mismo que Jerusalén representa a la Iglesia, así Babilonia (Roma) simboliza la Iglesia del anticristo. Roma, la gran Prostituta que hace fornicar a los reyes de la tierra, es la antítesis de la Jerusalén nueva, la Esposa gloriosa del Cordero 3. Mientras Roma, la ciudad del lujo y del poder, será totalmente destruida, la ciudad santa, Jerusalén, durará por siempre.
El cuadro precedente de las siete copas de la cólera divina, derramadas sobre la tierra para castigo de los adoradores de la Bestia, no significa la ruina total de ésta ni de su imperio. La lucha de Dios contra la ciudad impía proseguirá hasta su definitiva destrucción, de la cual se habla en el capítulo 19:11-21.
La sección 17:1-19:10 se puede dividir en los siguientes puntos: i) La gran Ramera (17:1-7). 2) Simbolismo de la Bestia y de la Ramera (17:8-18). 3) Un ángel anuncia solemnemente la caída de Babilonia-Roma (18:1-3). 4) El pueblo de Dios ha de huir de Babilonia (18:4-8). 5) Descripción de la ruina de Babilonia mediante los lamentos de los que vivían en ella (18:9-19). 6) Regocijo de los santos (18:20-24). 7) Cántico triunfal en el cielo (19:1-10).
La gran Ramera, 17:1-7.
l Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo, y me dijo: Ven, te mostraré el juicio de la gran Ramera que está sentada sobre las grandes aguas, 2
con quien han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación. 3
Llevóme en espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, la cual tenía siete cabezas y diez cuernos. 4
La mujer estaba vestida de púrpura y grana, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, y tenía en su mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación. 5
Sobre su frente llevaba escrito un nombre: Misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. 6
Vi a la mujer embriagada con la sangre de los mártires de Jesús, y, viéndola, me maravillé sobremanera. 7
Díjome el ángel: ¿De qué te maravillas? Yo te declararé el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, que tiene siete cabezas y diez cuernos. Para mostrar el enlace del presente capítulo con el precedente, el vidente de Patmos nos presenta a uno de los siete ángeles de las copas, que dirige la palabra al profeta, diciéndole que quiere mostrarle
el juicio de la gran Ramera sentada sobre las grandes aguas (v.1). Esta Ramera será pronto identificada con Babilonia (Roma)4, tipo de la ciudad del diablo. La prostitución, en lenguaje profético, era símbolo de la idolatría. Israel, la esposa de Yahvé, al entregarse al culto idolátrico, abandonaba a su legítimo esposo yéndose con otros 5. De ahí que la idolatría sea llamada fornicación. En Nahum 6, Nínive es representada como una meretriz, y lo mismo Tiro en Isaías 7. En Ezequiel 8 se describe a Israel bajo la forma de una mujer hermosa que se deja llevar del amor a los ídolos y abandona a Yahvé. En el Apocalipsis, esa fornicación será el culto idolátrico a Roma y a sus emperadores, sin excluir el culto pagano que en todo el imperio se tributaba a los dioses. El epíteto de Ramera que el autor sagrado da a Roma probablemente no sólo se refiere a su idolatría, sino también a la corrupción de costumbres y a los ritos licenciosos que se permitían en ciertos cultos paganos 9.
Las
grandes aguas sobre las cuales estaba sentada Roma, representan los pueblos y naciones sobre los que ejercía su dominación, como nos declarará luego el autor sagrado en el v. 15. Las aguas de por sí indican inestabilidad. Por eso, Roma, asentada sobre las aguas inestables de las naciones, caerá y se arruinará. La imagen se inspira en Jeremías 10, que la aplica a Babilonia, sentada sobre el río Eufrates y sus canales, o también en Ezequiel u cuando habla de Tiro, que tenía su morada en medio de los mares. Pero al no convenir literalmente a Roma, que no estaba situada junto al mar ni junto a grandes ríos, San Juan la interpreta simbólicamente. A no ser que pensemos que para el vidente de Patmos, como para todo el que mirase a Roma desde Asia, aparecía sentada en medio del Mediterráneo. En cuyo caso habría que entender las palabras de nuestro texto en sentido literal.
Con Roma
han fornicado los reyes vasallos, edificándole templos y celebrando fiestas en su honor. Y con su ejemplo arrastraron a las respectivas naciones a las prácticas idolátricas del culto imperial,
embriagándolos con el vino de su fornicación (v.2). Un proverbio antiguo decía que Venus y Baco suelen andar juntos. Por eso, el ángel habla aquí del vino embriagador de la fornicación. Roma, por su parte, acogía con complacencia todos los cultos y dioses extranjeros que acudían a sus puertas. Una muestra de esto la tenemos en el Panteón, edificado precisamente para albergar a todos los dioses 12. Esto explica el que San Juan considere a Roma como la gran Meretriz que con su idolatría (fornicación) embriagaba a todos los moradores de la tierra.
El ángel
lleva al vidente
al desierto, como en 21:10 será trasladado también
en espíritu a un monte muy alto desde el cual puede contemplar la ciudad de Jerusalén. El desierto es, por lo tanto, el escenario de la visión, porque, según la tradición judía, el desierto era el lugar en donde habitaban los espíritus impuros y las bestias salvajes 13. Otros autores, en cambio, interpretan esto en un sentido más espiritual: desierto significaría la soledad en que vive la Ramera entregada a la idolatría. Sería el desierto de la vida sin Dios, bien distinto de la soledad recogida en donde encontró refugio la Mujer de Ap 12. En este desierto el ángel le muestra a la Ramera sentada sobre una
bestia bermeja, o sea de color rojo vivo escarlata, que
tenía siete cabezas y diez cuernos y el cuerpo cubierto de
nombres de blasfemia (v.3), como en
Rev_13:1. Esta descripción de la Bestia corresponde a la que ya encontramos en el capítulo 13, y parece ser la misma, es decir, Roma, no obstante alguna diferencia de detalle. Según el v.8, la Bestia parece identificarse con Nerón en persona, como veremos después. El color bermejo de la Bestia diría relación con la pantera, que, con el tigre, es la fiera más sanguinaria. El color rojo vivo escarlata también podría aludir a la sangre de sus persecuciones. O bien podría simbolizar la púrpura imperial, la magnificencia del Imperio triunfante sobre el cual cabalgaría Roma. La Ramera representa, por consiguiente, a Roma llevada por la Bestia-Imperio, que aparece toda cubierta de nombres de blasfemia, como en
Rev_13:1. Los nombres blasfemos que cubren la Bestia son los epítetos divinos tributados a los emperadores romanos y las innumerables divinidades a las que se daba culto en el Imperio. La Bestia tiene siete cabezas, que simbolizan las siete colinas de Roma (cf. v.9), y diez cuernos, que designan a otros tantos reyes vasallos (cf. v.16). El arte asiático nos ofrece frecuentemente la imagen de dioses cabalgando sobre sus animales simbólicos. Así, la diosa Cibeles era transportada en un carro tirado por leones, y Zeus Doliquenus era representado de pie sobre un toro 14.
La mujer que cabalgaba sobre la Bestia iba
vestida de púrpura y grana, adornada de todo género de joyas, y en su mano llevaba
una copa de oro (v.4). La púrpura era un vestido de lujo, propio de los emperadores y de los reyes 15. Y la grana puede representar la sangre de los mártires derramada por la misma Bestia 16 y con la cual se embriagaba (v.6). La gran Ramera estaba
adornada de oro y piedras preciosas y de
perlas, que simbolizan las grandes riquezas que había acumulado con su meretricio. Las prostitutas de Roma y de Grecia tenían fama de adornarse hasta el exceso con púrpura, joyas y piedras preciosas. La suntuosidad del atuendo manifiesta claramente el lujo y la riqueza de la mujer, que, como reina, tenía la soberanía sobre todos los reyes de la tierra 17. Hasta qué extremo llegaron este lujo y riquezas nos lo indican bien los lamentos de los mercaderes en
Rev_18:11-19. También se podrían ver en todos esos adornos los monumentos de Roma, verdaderas joyas arquitectónicas que adornaban a la capital del Imperio.
La Ramera llevaba, además, en su mano
una copa de oro que contenía todas las abominaciones e impurezas de su fornicación. Es la copa que ofrece a todos los pueblos para embriagarlos, imponiéndoles el culto imperial18. Las abominaciones y suciedades que llevaba en la copa simbolizan los cultos idolátricos y las costumbres licenciosas de la Roma pagana. Tácito dice a este propósito: Quo cuneta undique atrocia aut pudenda confluunt celebranturque 19. La gran Ramera, adornada con todas las vanidades de la tierra, contrasta con la Mujer del capítulo 12, vestida de sol y coronada de estrellas 20.
San Juan puede leer también el nombre de la gran Meretriz, que llevaba escrito sobre su frente. Parece que era costumbre de las prostitutas romanas según el testimonio de Séneca y Juvenal llevar su nombre escrito en la frente. Conforme a tal uso, esta
madre de las rameras llevaba también escrito el suyo (v.5). Pero el nombre que lee el vidente de Patmos está cifrado, no es el verdadero, que sería peligroso declarar, sino otro convencional, alegórico,
misterioso. Es un secreto que sólo conocen los iniciados. El nombre escrito sobre su frente es
Babilonia la grande. No se trata evidentemente de la Babilonia de Mesopotamia, que en aquel tiempo ya no existía, sino de Roma, la perseguidora de los cristianos. El designar a Roma con el nombre de Babilonia era un simbolismo ya conocido en aquellos tiempos 21. Lo mismo que la Babilonia histórica, opresora del pueblo judío y destinada por Dios a la destrucción 22, así también Roma sufrirá las consecuencias de la ira divina. En el Apocalipsis, siempre que se habla de Babilonia, se la llama
la grande 23, como aquí. Roma, la segunda Babilonia, es
la madre de las abominaciones de la tierra, porque tolera, crea y nutre en las demás naciones de su Imperio el culto idolátrico de los emperadores y todas las perversiones religiosas y morales inimaginables.
San Juan, al ver
la mujer embriagada con la sangre de los mártires, se maravilló sobremanera (v.6). No puede menos de admirar la aparición imponente de Roma con todas sus riquezas y esplendor, que pronto será precipitada en el abismo. Porque la metrópoli de la idolatría se ha convertido en perseguidora de los cristianos. Esto debe de ser, probablemente, una alusión a la persecución de Nerón. Roma se ha hecho culpable del crimen de la idolatría y del asesinato de los fieles lo mismo que Jerusalén en el profeta Ezequiel 24. El embriagamiento con la sangre es una metáfora bastante común. Plinio el Viejo, hablando de Marco Antonio, dice que estaba ebrius iam sanguine civium. 25 La razón de que se dé a Roma tanta importancia en el Apocalipsis está en ser
la perseguidora del nombre de Jesús en sus fieles. Sólo Roma se había levantado contra la Iglesia y contra lo que la Iglesia significaba en el mundo.
Ante la admiración de San Juan al ver a aquella gran reina que era Roma, el ángel se ofrece para explicarle
el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva (v.7). Este es un procedimiento muy frecuente en la literatura apocalíptica. La admiración, dicen los psicólogos, supone alguna ignorancia de lo que se ve o se oye, y ésta es la que va a disipar el ángel intérprete. Pero, a la verdad, la explicación que se atribuye al ángel necesita mucha luz para entenderla, ya que muchas cosas permanecen bastante oscuras. El ángel se detendrá principalmente en la explicación de la Bestia que soporta a la mujer. Esto es explicable si se tiene en cuenta que la gran Ramera es sólo un instrumento de la Bestia. El ángel explica el misterio de la Bestia empleando fórmulas misteriosas que, si bien para sus contemporáneos resultarían más inteligibles, para nosotros resultan indescifrables. Es esto algo propio del género apocalíptico. Además, resultaba peligroso para Juan y los cristianos decir las cosas demasiado claras, ya que se trataba de la condenación de Roma y del anuncio de su próxima ruina. Sin embargo, la explicación que da el ángel prepara en cierto sentido el camino para una mejor comprensión del misterio. Algo semejante encontramos en el libro de Daniel, en donde el autor sagrado presenta a voces celestes que explican visiones con palabras misteriosas o enigmas difíciles de entender 26. Y en la literatura extrabíblica se encuentran descripciones apocalípticas muy parecidas. En el libro 4 de Esdras se presenta un águila con doce alas y tres cabezas, que representa a Roma y a su Imperio 27.
Simbolismo de la Bestia y de la Ramera,Rev_17:8-18.
8
La bestia que has visto era, pero ya no es, y está a punto de subir del abismo y camina a la perdición; y se maravillarán los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, viendo la bestia, porque era y no es, y reaparecerá. 9
Aquí está el sentido, que encierra la sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer, 10
y son siete reyes, de los cuales cinco cayeron, el uno existe y el otro no ha llegado todavía; pero, cuando venga, permanecerá poco tiempo. 11
La bestia, que era y ya no es, es también un octavo, que es de los siete, y camina a la perdición. 12
Los diez cuernos que ves son diez reyes, los cuales no han recibido aún la realeza, pero con la bestia recibirán la autoridad de reyes por una hora. 13
Estos tienen el solo pensamiento de prestar a la bestia su poder y su autoridad.14
Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de reyes, y también los que están con El, llamados, y escogidos, y fieles.15
Me dijo: Las aguas que ves, sobre las cuales está sentada la ramera, son los pueblos, las muchedumbres, las naciones y las lenguas. 16
Los diez cuernos que ves, igual que la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes, y la quemarán al fuego. 17
Porque Dios puso en su corazón ejecutar su designio, un solo designio, y dar a la bestia la soberanía sobre ella, hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18
La mujer que has visto es aquella ciudad grande que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra. Ante todo advertimos que la Ramera y la Bestia, sobre la cual cabalga, significan una sola cosa, la misma que la Bestia de
Apo_13:1Ss, es decir, la Roma perseguidora de Cristo y de su Iglesia.
El ángel dice a Juan que
la Bestia que ha visto
era, pero ya no es, y está a punto de subir del abismo y camina a la perdición (v.8). El versículo 8 contiene una alusión bien clara a la leyenda del Nero
redux y
redivivus. Por eso, la Bestia debe de simbolizar a Nerón, muerto ya desde hacía tiempo, pero que la creencia popular afirmaba que había de volver un día al frente de los partos para vengarse de Roma 28. Aquí parece que sube del Hades. El libro apócrifo la Ascensión
de Isaías, en cambio, lo presenta descendiendo de su firmamento: Después de los días de la consumación descenderá Belial, el gran príncipe, el rey de este mundo, que lo ha dominado desde que existe; y descenderá de su firmamento bajo la forma de un hombre, rey de iniquidad, asesino de su madre, el cual es también rey de este mundo. Y perseguirá la plantación que habrán plantado los doce apóstoles del Muy-Amado. 29 Los Oráculos
sibilinos 30 también lo presentan como el asesino de su madre, que viene de las extremidades de la tierra. Vendrá dice uno de estos
Oráculos sibilinos 31 de la extremidad de la tierra el hombre que ha asesinado a su madre. Las extremidades de la tierra en este caso hacen referencia a las regiones de los partos, de donde se creía que vendría el anticristo bajo la forma de Nerón
redivivo. En este sentido, Sulpicio Severo dice hablando de Nerón: Creditur. sub fine saeculi mittendus, ut mysterium iniquitatis exerceat. 32 Y San Agustín refiere que en su tiempo había bastantes que aplicaban a Nerón las palabras de San Pablo en su
2Te_2:9, y veían en él al anticristo que había de venir: Unde nonnulli ipsum resurrecturum et futurum antichristum suspicantur. 33
Las expresiones
era y no es y reaparecerá del v.8 vienen a ser como un remedo del nombre divino, designado como
el que era y el que es 34. Igualmente la herida que tenía la Bestia 35 era la parodia de la herida del Cordero. La reaparición de la Bestia constituye también una imitación de la parusía de Cristo. De esta manera, el autor del Apocalipsis nos da un paralelismo casi completo de la Bestia respecto del Cordero.
La reaparición de la Bestia que sube del abismo o seol es una especie de resurrección que maravillará a los moradores de la tierra cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo (v.8). Los moradores de la tierra designan aquí, como en general en todo el Apocalipsis, a los enemigos de Dios y de su Iglesia. Son los que adoraron a la Bestia, y como idólatras, su nombre no está escrito en el libro de la vida. Según el lenguaje de la Escritura, Dios tiene su libro, en el cual están escritos los que El tiene destinados para la vida. Aquí se trata del libro de los predestinados, donde se hallan escritos los nombres de los que están predestinados para la vida eterna.
Como con lo dicho aún queda bastante oscuro el misterio de la Bestia, el ángel va a añadir alguna aclaración más. Pero la explicación que da permanece todavía enigmática, pues motivos de prudencia no permitían aclararlo más. Por eso, la explicación va dirigida
al que tiene inteligencia (v.9). Pues bien, el ángel afirma que
las siete cabezas son las siete colinas sobre las cuales está sentada la mujer. Evidentemente se refiere a Roma, la ciudad de las siete colinas, urbs
septicollis, de la que Horacio decía: Di, quibus septem placuere colles. 36 Y Pimío el Viejo, hacia el año 70 d.C., también escribe de Roma: Complexa septem montes. 37 Los siete montes o colinas sobre los cuales se asentaba Roma son los siguientes:
Palatinum, Velia, Cermalus, Oppius, Cispius, Fagutal y
Suburra 38. En realidad estos siete montes son más bien colinas, pero los mismos autores latinos los designan con el nombre de montes. Este es probablemente el texto más claro de todo el Apocalipsis, que nos demuestra cómo San Juan se refiere en sus visiones a la Roma imperial, perseguidora del nombre de Cristo.
Pero las siete cabezas designan, además, a
siete reyes o emperadores, a los cuales se añade un octavo, que se identifica con la Bestia que era y ya no es (v.10-11). Por lo que se refiere a estos siete reyes, que encarnan al poder romano, conviene notar que el número de siete, en el lenguaje bíblico, se toma con frecuencia no en sentido aritmético, como suma de siete unidades, sino simbólico, como expresión de una totalidad perfecta. Esto conviene tenerlo en cuenta, porque tal vez nuestro autor toma aquí el siete en tal sentido.
Este pasaje ha dado lugar a muchos cálculos e interpretaciones. El vidente de Patmos parece que tiene en la mente ocho emperadores: los cinco primeros
cayeron, es decir, han muerto; el sexto subsiste, el séptimo
todavía no ha llegado, pero
cuando llegue tendrá un
reinado breve (v.10). El
octavo, que forma parte de los siete precedentes, ha muerto; pero reaparecerá para ir a la perdición (v.11). Lo raro en esta visión de San Juan es que un emperador que ha de venir en octavo lugar ya había existido antes y era muerto cuando Juan tuvo la visión. Y, al mismo tiempo, ese octavo emperador se identifica con uno de los siete ya nombrados. Por consiguiente, una de las cabezas de la Bestia parece tener doble personalidad, pues representa a dos emperadores. Este es el enigma que exige un ejercicio agudo de inteligencia. Probablemente, para los lectores del Apocalipsis contemporáneos de San Juan era más fácil que para nosotros el comprender el enigma. A nosotros nos resulta casi imposible resolverlo satisfactoriamente. Las interpretaciones entre los autores modernos son variadísimas. La interpretación que nos parece más probable es la que ve en el octavo a Domiciano (81-96 d.C.), que fue considerado por sus contemporáneos como un nuevo Nerón: portio Neronis de crudelitate, diría Tertuliano 39; el séptimo sería Tito, que reinó sólo tres años (79-81 d.C.); el sexto, Vespasiano (69-79 d.C.), bajo el cual habría tenido la visión San Juan. En cuyo caso, Galba, Otón y Vitelio serían considerados por el autor sagrado no como emperadores, sino como usurpadores 40. Los cinco primeros, que ya habían muerto, corresponderían a Nerón (54-68 d.C.), Claudio (41-54 d.C.), Calígula (37-41 d.C.), Tiberio (14-37 d· C.) y Augusto (31 a. C.-14 d.C.)41. Para otros autores, en cambio, el primero de estos cinco emperadores sería Nerón; el sexto, que aún existe, sería Domiciano, al cual sucederá el séptimo, que durará poco, y que correspondería al anciano Nerva, el cual reinó sólo dos años. Los cuatro que sucedieron a Nerón serían Galba, Otón, Vespasiano y Tito, descartando a Vitelio, que no llegó a sentarse en el trono de la ciudad imperial. También esta solución tiene sus probabilidades.
Después que los siete emperadores hayan muerto, el vidente de Patmos nos da a entender que no desaparecerá el Imperio romano, sino que continuará con otro emperador. Juan no se pronuncia sobre el número exacto de emperadores romanos que reinarán después de la muerte del séptimo, probablemente porque no lo sabía. Pero sí nos dice que la Bestia durará todavía un tiempo indefinido, porque después de los siete llega un
octavo emperador. El número
ocho significa la plenitud desbordante, en cuanto que supera al número siete, que simboliza la plenitud. Este octavo emperador será una nueva encarnación de la Bestia, y con él volverá a comenzar la serie de los augustos42. San Juan advierte que el octavo
camina hacia la perdición, porque, en suma, los que luchan contra Dios y son enemigos de su Iglesia están condenados a la ruina.
Tal podría ser la exposición de este difícil pasaje, de esta verdadera
crux interpretum del Apocalipsis.
Explicado el significado de las siete cabezas, pasa San Juan a dar la explicación de
los diez cuernos de la Bestia, Estos diez cuernos representan, según la interpretación del ángel, a
diez reyes vasallos del Imperio romano, que en las guerras concurrirán con sus tropas auxiliares a reforzar las legiones romanas. Los diez reyes
no han recibido aún la realeza cuando Juan tuvo la visión, pero se
les dará la autoridad regia que ejercerán junto con la Bestia
por espacio de
una hora (v.1a), es decir, por un breve período de tiempo. Según algunos autores (Charles, Loisy), San Juan vería en la Bestia a Nerón
redivivus, que, ayudado por diez reyes partos el número diez es una cifra estereotipada tomada de
Dan_7:24 , sería restablecido en su trono. Y con el auxilio de estos mismos reyes destruiría Roma, y les haría partícipes por poco tiempo, porque el dominio de la Bestia duraría poco de su autoridad real sobre el territorio del Imperio romano. Otros autores (Swete, Alio, etc.), en cambio, ven en la Bestia al mismo Imperio romano, y en los cuernos, un cierto número de reyes bárbaros que en tiempo de Juan todavía no poseían el poder real dentro del Imperio. Estos reyes primeramente se asociaron con Roma y persiguieron a la Iglesia de Cristo, pero cuando vieron al Imperio debilitado por revoluciones intestinas, entonces se rebelaron contra Roma y cayeron sobre ella para destruirla (cf. v.16). P. Touilleux43 propone la hipótesis según la cual los diez reyes representarían el colegio sacerdotal de Atis, en Pesifonte (Galacia), que eran reyes titulares, pero no tenían poder real. No obstante, gozaban de una gran autoridad en la provincia de Galacia, en el Asia Menor. Sin embargo, es poco probable que la Bestia pudiera destruir a Roma con este puñado de sacerdotes de una provincia del Imperio44.
Los diez reyes
solo piensan en prestar su apoyo y autoridad a la Bestia (v.13) para perseguir a los cristianos y
luchar contra el Cordero. Pero
el Cordero los vencerá, porque es el Rey de reyes y el Señor de señores (v.14). Con El vencerán los suyos, sus fieles y escogidos servidores que forman su ejército. Esta batalla y el triunfo del Cordero serán descritos en
Rev_19:11-21;
Rev_20:7-10. Será el cumplimiento de lo que decía San Juan en
Rev_2:26-27. El cristiano que sea fiel a su fe y se mantenga firme en la lucha contra el demonio es llamado
vencedor en el Apocalipsis45. El Cordero logrará con toda certeza la victoria, porque es el Señor
de señores y el
Rey de reyes, es decir, el señor supremo y el rey supremo de todo el universo 46. Estas expresiones se encuentran ya en el Antiguo Testamento. En un pasaje del Deuteronomio 47 se dice que Yahvé es
el Señor de los señores, o sea el amo, el dueño supremo de todos los poderes y de todos los señoríos de este mundo. Y el profeta Daniel nos refiere que Nabucodonosor proclamó a Yahvé, Dios de Israel, como Señor
de los reyes 48
, para dar a entender que Dios es el rey supremo de todos los reyes de la tierra y que a El deben someterse y prestarle rendida obediencia. San Juan aplica estos títulos divinos, que el Antiguo Testamento daba únicamente a Yahvé, a Jesucristo. De donde se deduce claramente que para el autor del Apocalipsis Cristo es verdadero Dios, y como tal invencible49.
El ángel, que hasta aquí ha hablado del simbolismo de la Bestia, comienza ahora a explicar el significado de la gran Ramera. Las
aguas sobre las cuales estaba sentada la Ramera representan la muchedumbre de los pueblos,
naciones y lenguas (í.Àæ) que forman el Imperio romano50. El mayor peligro para Roma residía en ese conglomerado de pueblos sobre los que se asentaba su poder imperial. Porque Roma los dominaba imperfectamente, y era de prever que un día se rebelarían contra ella y la arruinarían. Por eso, el ángel dice a Juan que de la muchedumbre de pueblos dominados por Roma surgirían
diez reyes, representados por los
diez cuernos, que habían de acabar con ella. El Cordero vencerá a la Ramera y a los diez reyes, como ya se dijo en el v.14. Pero para obtener esta victoria se servirá de sus mismos enemigos. La
Bestia sobre la cual cabalgaba la Ramera
aborrecerá a ésta y se unirá a los
diez reyes para combatir contra la Ramera y destruirla (v.16). Por consiguiente, serán los mismos partidarios de la Meretriz los que se convertirán en sus destructores. Estos manifestarán su odio contra la gran Ramera,
dejándola desolada, desierta de habitantes y de riquezas;
desnuda de sus atavíos y joyas arquitectónicas;
consumida por el saqueo y el bandidaje y
destruida por el fuego. La ruina será completa e irreparable.
El castigo de la gran Ramera se inspira en Ezequiel51, en donde el profeta representa a Israel y a Judá bajo la imagen de dos hermanas de malas costumbres, que serán condenadas a la pena impuesta a las adúlteras. El castigo que aquí el autor del Apocalipsis nos anuncia como futuro se nos cuenta en
Rev_19:11-21 como ya realizado. Y precisamente en el capítulo 19 del Apocalipsis, el vidente recurre de nuevo a Ezequiel 38-39, de donde tomó la imagen para describirnos la victoria. En estos capítulos de Ezequiel vemos incorporados al ejército de Gog pueblos innumerables, todos unidos en el deseo de acabar con el pueblo de Dios. Este mora tranquilo en sus ciudades sin murallas de Palestina, porque, como dirá el profeta Zacarías 52, el Señor será para ellos como una muralla de fuego. En el momento de mayor peligro Dios viene en ayuda de su pueblo, suscitando en el vasto campamento enemigo el espíritu de discordia, la guerra civil, que acabará con todos los enemigos. Pues tal será la victoria del Cordero contra la Ramera. Los suyos mismos se levantarán contra ella, la despojarán de sus ricos vestidos y de sus joyas y la entregarán al fuego. Cuando las legiones de Vespasiano, mandadas por su hijo Tito, entraron en Roma, hubieron de luchar en la ciudad misma con las legiones de Vitelio, y, en el ardor de la refriega, muchos monumentos, entre ellos el templo de Júpiter Capitolino, quedaron reducidos a pavesas. Y en el siglo í los pueblos que habían estado al servicio de Roma fueron los que más contribuyeron a la caída del imperio de Occidente. Esto ya había comenzado a realizarse siglos antes. Tal debe de ser lo que aquí se propone significar el autor sagrado. El poder del Cordero se manifiesta haciendo que sus enemigos se destruyan unos a otros. Es la victoria más completa y la más barata.
La destrucción de Roma por sus propios aliados es, en la perspectiva teológica de San Juan, un efecto de
un designio permisivo y providencial de Dios. El Señor es el que dirige la historia del mundo hasta el cumplimiento íntegro de sus designios. El, en los misteriosos designios de su providencia, queriendo castigar a la gran Ramera, ha dispuesto que los diez reyes se uniesen contra ella y la destruyesen. Pero, al mismo tiempo, también ha permitido que estos reyes cayesen bajo el dominio de la Bestia,
hasta que se cumplan las palabras de Dios (v.17), con la destrucción de todas las potencias enemigas y la venida triunfal del reino de Jesucristo 53. San Juan considera la historia humana como una lucha continua entre las fuerzas del bien y del mal. Al fin terminarán por imponerse las fuerzas que defienden el bien.
El ángel termina revelando claramente la identidad de la gran Ramera (v.18). La
mujer que has visto es aquella ciudad grande que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra. En el siglo i, en el que escribía Juan el Apocalipsis,
la ciudad que tiene la soberanía sobre todos los reyes de la tierra, es decir, la capital del mundo de entonces, sólo podía designar a Roma. Además, el título de
ciudad grande es empleado habitualmente para designar a Roma. Esta declaración del ángel, junto con la del v.q sobre la ciudad asentada sobre siete colinas, permite una interpretación segura de estos pasajes y de todo el Apocalipsis 54.
El P. Alio ve en el v.18 un fino sarcasmo, como si el autor sagrado dijera: ¿Ves esa ciudad cuya suerte miserable acabo de mostrarte? Pues bien, ella se cree, en su potencia presente, la dominadora perpetua de la tierra 55.
1
Rev_14:8;
Rev_16:19. 2
Isa_23:16-17;
Nah_3:4. 3 Cf. Ap 21.2SS. 4
Rev_18:2-3. 5 Os 1-2'
, Ez 16; 23. 6
Nah_3:4. 7
Isa_23:16-17. 8
Eze_16:15-63. 9 Cf. Tácito ,
Amales 15:44. 10
Jer_51:13. 11 EZ28.2. 12 M. García Cordero, o.c. p.178. 13
Isa_34:9-15;
Lev_11:24. 14 Cf. Daremberg-Saglio, Dtct. cíes
antiq., art.
Cybéle p.1687; Contenau,
Manuel d'ar-chéologie oriéntale (París 1927) I fig.143; M. García Cordero, o.c. p.179. 15 Cf.
Jua_19:2. 16
Rev_18:23-24- 17
Rev_17:18. 18
Rev_14:8;
Rev_18:3.6.23; cf.
Jer_51:7. 19 Tácito,
Annales 15.44· 20 E. B. Allo, o.c. p.268. 21 Cf. 1 Pe 5:13- 22 Cf.
Isa_21:1-10; Jer 51. 23
Rev_14:8;
Rev_16:19;
Rev_18:2. 24
Eze_16:36-38;
Eze_23:37-45. 25 Plinio El Viejo,
Historia Naturalis 14:22:28 26
Dan_7:15-27;
Dan_8:15-26. 27 4
Esd_12:10-34. Cf. S. Bartina, o.c. 1x758-759. 28 Cf.
Rev_17:16-17. Ver Tácito,
Historia 2:8; Suetonio, Ñero 40.47.57. 29
Ascensión de Isaías 4:2-3. Este apócrifo fue compuesto parte en el siglo i y siglo Ji d.C. parte en el 30
Oráculos sibil IV 119-122.137-139; V 143-147.363. 31 Oráculos sibil VIH 71. 32 Historia sacra 2:29: PL 20:145. Acerca de la identificación de Nerón redivivo con el anticristo se pueden consultar R. H. Charles, The Ascensión of Isaiah (Londres 1900) p.LI-LXXIH; E. Tisserant, Ascensión d'Isaie (París 1909) p.29-31. 33
De civitate Dei 20, 19 : PL 41,686. 34
Rev_1:4.8;
Rev_4:8. 35
Rev_13:3.14. 36 Horacio,
Carmen saeculare 7. 37 Pumo el Viejo,
Ilist. Nat. 3:9. 38 Cf. U. E. Paoli,
Urbs. La vida en la antigua Roma (Barcelona 1944) p.310-311.360. 39 Apologeticum 5. Cf. R. Sghütz, Die Offenbarung des Johannes und Kaiser Domitian (Góttingen 1933); P. touilleux, L'Apocalypse et les cuites de Domitien et de Cybéle (París 1935); J- Moreau, A propos de la persecution de Domitien: La Nouvelle Clio 5 (1953) 121ss. 40 El reinado de estos tres emperadores abarcó complexivamente un año y medio. Suetonpe: del Apocalipsis. 41 A. Gelin, o.c. p.64y; L. Brun, Die Rómischen Kaiser in der Apokalypse: ZNTW 26 (1927) 128-151; L. Homo, Les empereurs romains et le christianisme (París 1931)· 42 E. B. Allo, o.c. p.271. 43 O.c.
p.Sj. 44 Cf. Dom Guiu M. Camps, o.c. p.325-326; A. Gelin, o.c. p.647. 45
Rev_2:7.11.17.26;
Rev_3:5.12.21. 46 Señor
de señores y
Rey de reyes son dos superlativos semíticos que expresan la señoría y la realeza supremas. 47
Deu_10:17. 48
Dan_2:47. 49 S. Bartina, o.c., p.765. 50 A propósito de esto se puede ver lo que dejamos dicho sobre
Rev_17:1. 51
!;
Eze_23:25-29. 52
Zac_2:5. 53 M. Sales, o.c. p.666. 54 Cf. J. Sickenberger, Die Johannesapokalypse und Rom: BZ 18 (1926) 270-282; Ñ. Êåô-Ter, Der rómische Staat in der Apokalypse: Trierer Theologische Studien (1941) 70-93; Ñ. Ì. Campos, Roma como corporificacáo do mal na literatura sibilina e apocalíptica: Revista de Historia 3:7 (1951) 15-47; S. Bartina, o.c. p.764-766; M. García Cordero, o.c. p. 180-184· 55 E. B. Allo, o.c. p.27S.