Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capitulo 21.
La nueva Jerusalén, 21:1-22:5.
D espués de haber descrito el exterminio de todos los enemigos de Dios y la desaparición del mundo del pecado, el vidente de Patmos pasa a describirnos el triunfo de la Iglesia 1
. En una gloriosa visión que contrasta fuertemente con la de la destrucción y humillación de Babilonia (Roma) 2, San Juan nos presenta a la nueva Jerusalén. Contempla a ésta descendiendo del cielo, vestida como una novia, porque representa a la Iglesia, a la Esposa del Cordero. En
Rev_19:6-9 ya se había hablado de las bodas del Cordero con su Esposa la Iglesia.
La fase terrestre de la Iglesia parece haber terminado en la perspectiva del hagiógrafo, y entramos en la eternidad. Lo que era objeto de esperanza el vidente lo puso tantas veces ante los ojos de sus lectores para animarlos a sostener la lucha contra la Bestia se ha convertido ya en una gloriosa realidad. Esta última parte del Apocalipsis desarrolla una visión trascendente, que insiste especialmente sobre la fase definitiva, eterna, de la Iglesia, pero sin omitir el aspecto espiritual y permanente de su fase de formación en este mundo. Ambas fases están, por lo demás, totalmente fundidas entre sí en la visión. Pero, en el conjunto, la visión prescinde completamente del
fieri y del
factura esse. El Apocalipsis siempre presenta en estrecha unión el aspecto militante y triunfante de la Iglesia 3.
Esta última sección del Apocalipsis viene a ser una especie de síntesis de todo el resto del libro 4.
Se puede dividir en los puntos siguientes: 1) La Jerusalén celeste (
Rev_21:1-8).
2) Descripción de la Jerusalén futura, Esposa del Cordero (
Rev_21:9-23). 3) En ella todos encontrarán abundantes bendiciones y la bienaventuranza eterna (21:24-22:5).
La Jerusalén celeste, 21:1-8.
1
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar no existía ya. 2
Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, del lado de Dios, ataviada como una esposa que se engalana para su esposo. 3
Oí una voz grande, que del trono decía: He aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres, y erigirá su tabernáculo entre ellos, y ellos serán su pueblo y el mismo Dios será con ellos, 4
y enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado. 5
Y dijo el que estaba sentado en el trono: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y dijo: Escribe, porque éstas son las palabras fieles y verdaderas. 6
Díjome: Hecho está. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed le daré gratis de la fuente de agua de vida. 7
El que venciere heredará estas cosas, y seré su Dios, y él será mi hijo. 8
Los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte. San Juan ha hablado en el capítulo anterior del
estanque de fuego en donde serán atormentados eternamente los malos; pues bien, ahora, por una especie de contraposición, comienza a hablar con entusiasmo de
la bienaventuranza de los elegidos en la creación restaurada. Una vez ejecutado el juicio final, se abre una nueva vida para los predestinados. Toda la naturaleza visible será renovada y transformada. Del mismo modo que, por el pecado del hombre, la naturaleza fue sometida a la maldición y a la corrupción 5, así también ahora, con la glorificación del hombre, será librada de la corrupción y pasará a un estado mejor 6.
El vidente de Patmos contempla
un cielo nuevo y una tierra nueva (v.1). Esta idea es un tema apocalíptico7 que tiene también grandes resonancias en las esperanzas mesiánicas. El profeta Isaías anuncia para los tiempos mesiánicos la creación de cielos nuevos y una tierra nueva8. Y los apócrifos judíos hablan también de la aparición de un mundo nuevo que saldrá del caos del mundo antiguo 9. El
Libro de Henoc afirma claramente: Y después de esto, en la semana décima., tendrá lugar el gran juicio eterno. Y el primer cielo desaparecerá y pasará, y un cielo nuevo aparecerá, y todas las potestades del cielo brillarán eternamente siete veces más. Y después de esto vendrán semanas numerosas, que transcurrirán innumerables, eternas, en la bondad y en la justicia, y desde entonces el pecado no volverá a ser nombrado nunca más10. Esta misma concepción se encuentra en el Nuevo Testamento. En este sentido nos dice la
2 Pe: Nosotros esperamos otros
cielos nuevos y otra
tierra nueva, en que tiene su morada la justicia, según la promesa del Señor. 11 El Apocalipsis, lo mismo que la
2Pe_3:13, entienden esta transformación de los últimos tiempos. Es algo parecido a la
palingenesia, o nuevo estado de cosas, esperado por la literatura judía bajo el influjo de ciertos textos proféticos 12. Sin embargo, el Apocalipsis no enseña una destrucción o renovación real y material del mundo físico, sino que permanece en el campo del simbolismo. Lo que quiere decir San Juan es que, con el juicio divino purificador más poderoso que el mismo fuego , los cielos y la tierra quedarán tan puros que verdaderamente parecerán otros. Quedarán totalmente libres de los impíos y de los malvados, perseguidores de la Iglesia. Por consiguiente, los cielos y la tierra serán nuevos, porque quedarán purificados.
El apóstol San Pedro, naciendo alusión a la historia del
Gen_1:9, dice que la tierra salió del agua, y luego con el agua del diluvio fue purificada 13. Pero los cielos y la tierra actuales están reservados por la misma palabra para el fuego en el día del juicio y de la perdición.14 El fuego es el elemento de mayor energía purificadora, y, siendo tal la corrupción de los cielos, mancillados con el culto idolátrico que les rinden los hombres, y de la tierra, manchada con tantas iniquidades como en ella se cometen, necesitan un elemento de una gran fuerza purificadora para limpiarlos 15.
San Pablo también espera una especie de
nueva creación por la cual suspiran las criaturas, sintiendo como dolores de parto mientras llega la regeneración espiritual del hombre 16.
El
mar, a imitación de la tierra, desaparecerá del mundo nuevo que surgirá después de la gran purificación del juicio final. La desaparición del mar es también un rasgo apocalíptico que se encuentra en la literatura judía. Los
Oráculos sibilinos afirman: Y sucederá en el último período que el océano se secará.17. El mar, resto del caos primitivo acuático,
Tehom-Tiamat18, morada de los monstruos marinos
Tannim, Leviatan, Rahab y la
Serpiente 19, que tan peligroso resultaba para los que tenían que atravesarlo, tenía mala fama entre los antiguos. El Dragón del capítulo 12 se apostó en la playa, junto al mar 20; y la Bestia de siete cabezas y diez cuernos salía del mar 21. Moisés, a la salida de Egipto, secó el mar Rojo para que pasase el pueblo de Israel. En el mundo nuevo que surgirá al final de los tiempos ya no existirá el mar.
Esta completa renovación del mundo exige que la nueva capital,
la Jerusalén nueva, sea totalmente celeste. Por eso el autor sagrado dice que
vio la ciudad santa descender del cielo del lado de Dios (v.2).
La presenta personificada bajo la figura de una novia ricamente ataviada. Se le llama
ciudad santa porque en ella surgía el templo del único Dios verdadero. Y al mismo tiempo será
nueva porque en ella ya no habrá ninguna cosa impura o profana. Jerusalén era el símbolo de la alianza de Dios con el pueblo escogido. La literatura rabínica habla de la existencia de un modelo de la ciudad de Jerusalén junto a Dios antes de que fuera fundada en la tierra 22. San Juan se sirve de esta creencia judía de una Jerusalén preexistente, que se manifestaría en los tiempos escatológicos, para describirnos una
nueva Jerusalén totalmente espiritual, mansión de los elegidos. Hacia esta ciudad futura, ideal, se dirigían las miradas y las esperanzas, de los israelitas lo mismo que en Ezequiel 40-48 especialmente después de la destrucción de Jerusalén en el año 70. Jerusalén, en cuanto capital de la nación hebrea, viene a ser frecuentemente como la expresión del mismo pueblo. Y como Israel según la concepción de los profetas está íntimamente ligado con Yahvé por un vínculo conyugal, por eso se le llama Esposa de Yahvé 23. Esto mismo explica que en nuestro pasaje se dé a Jerusalén el nombre de
esposa, en cuanto que representa al pueblo de Dios. En esta concepción profética se funda San Pablo para decir que Jerusalén es nuestra madre, porque representa al pueblo de los hijos de Dios, de los que creyeron en Jesucristo y aprendieron de El a llamar a Dios Padre. El mismo San Pablo considera a la Iglesia como Esposa de Cristo 24. Pues bien, San Juan extiende a la Iglesia triunfante lo que San Pablo dice de la Iglesia militante. Esta es la razón del lenguaje empleado en este pasaje, donde el autor sagrado ve a la Jerusalén glorificada que desciende del cielo
ataviada como novia en el día de sus bodas. Con esta imagen se quiere expresar la alianza íntima e indisoluble del Cordero con su pueblo, con la Iglesia. Esta alianza íntima e indisoluble de Cristo con su Iglesia ya ha sido representada en el Apocalipsis bajo la imagen de unas bodas 25, pues Jesucristo es comparado en el Nuevo Testamento a un esposo 26, y la Iglesia a una esposa. 27 La esposa del Cordero que ve San Juan viene
ataviada con sus mejores galas de novia, es decir, con la gracia y con las buenas acciones de los santos. Se dice, además, que la nueva Jerusalén baja del cielo porque ha de ocupar el sitio de antes en la nueva tierra una vez purificada de todas las impurezas que antes la tenían manchada 28.
Al mismo tiempo que ve esto San Juan,
oye una voz fuerte que salía del mismo trono de Dios, pronunciada probablemente por algún querubín, que dice:
He aquí el tabernáculo de Dios entre los hombres. (í.3). Es una alusión a la tienda o tabernáculo fabricado por Moisés en el desierto, dentro del cual habitaba Dios 29. La idea cumbre de la religión mosaica era
la presencia de Yahvé en medio de su pueblo. Esta presencia de Dios se hace mucho más íntima en el Nuevo Testamento por la gracia de Jesucristo y por los sacramentos. El autor sagrado nos dice que Dios
plantará su tienda (óêçíþóåé)
entre ellos, haciendo un juego de palabras entre el término griego
skéné, tienda, y la palabra hebrea
Sekinah 30, que era el símbolo de la presencia de Yahvé en medio de su pueblo 31. La presencia de Dios entre los hombres expresa la idea de morada y de actividad que había comenzado a manifestarse por medio de la alianza de Yahvé con Israel en el Sinaí 32. La encarnación de Cristo mostró de un modo más pleno esa presencia de Dios entre los hombres y la espiritualizó 33. Pero todavía será más perfecta, definitiva y consumada al fin de los tiempos, cuando Dios habite y reine en medio de los elegidos en el cielo. Entonces sí que se podrá considerar a los bienaventurados como su
pueblo, y a Dios llamarlo Dios
con ellos, aludiendo a la profecía del
Emmanuel, Dios con nosotros 34. Ezequiel también nos dice, hablando en nombre de Yahvé: Pondré en medio de ellos mi morada, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo 35. Y el mismo profeta, después de haber visto cómo Dios abandonaba el templo profanado por los babilonios 36 y la vuelta de Yahvé a su morada de Sión 37, nos dice que el nombre de la ciudad será
Yahvé Sammak, Yahvé esta allí 38.
En el Antiguo Testamento se repite con frecuencia que Yahvé será el único Dios de Israel e Israel será el pueblo predilecto de Yahvé. Si Israel cumple los preceptos del Señor, Yahvé le defenderá de los enemigos y lo llenará de felicidades39. Pero si el pueblo pecaba y se apartaba de Yahvé, entonces Dios se retiraba de en medio de su pueblo 40. En la
nueva Jerusalén, Dios habitará indefectiblemente en medio de los elegidos, que no provendrán únicamente de Israel, sino de todas las naciones de la tierra. En adelante ya no habrá distinción entre judío y gentil, sino que todos podrán entrar a formar parte del pueblo de Dios mediante la fe 41. La presencia continua e indefectible de Dios en medio de los elegidos traerá como consecuencia la exclusión absoluta de toda suerte de penalidades. Lo expresa el autor sagrado con expresiones muy gráficas:
enjugara las lagrimas de sus ojos y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado (v.4). Este texto se inspira en el profeta Isaías, el cual dice: Y destruirá a la muerte para siempre, y enjugará el Señor las lágrimas de todos los rostros, y alejará el oprobio de su pueblo, lejos de toda la tierra42. Un nuevo orden de cosas será inaugurado. En él cesará toda miseria, y los elegidos serán colmados de felicidad en la nueva Jerusalén, porque la primera condición de la bienaventuranza es la exclusión de todo mal. Con esto comienza el reino de la alegría y de la felicidad. El
Libro de Henoc también nos describe la felicidad del reino mesiánico en estos términos: Y la tierra quedará limpia de toda corrupción, de todo pecado, de todo castigo y de todo dolor, y no enviaré más (estos azotes) sobre la tierra hasta las generaciones y hasta la eternidad.43
Después el mismo Dios toma la palabra para dirigirse al vidente (v.5). Es la primera vez que en el Apocalipsis se dice expresamente que Dios toma la palabra. Esta intervención suprema de Dios se explica bien si tenemos en cuenta la gravedad de las últimas revelaciones con que termina el libro. Dios declara que todo será renovado:
He aquí que hago nuevas todas.las cosas. De este modo anuncia la grande restauración de todas las cosas en Cristo 44. La renovación será tal y tan definitiva, que hará olvidar todo lo pasado. Así se realizarán las antiguas promesas hechas al vidente de Patmos en sus visiones pasadas 45. Esta promesa de la renovación total del orden humano y espiritual es ciertísima, pues así lo asegura el mismo Dios, cuyas
palabras son fieles y verdaderas ^6. Y aunque el hecho todavía no se ha realizado, es tan cierto que se llevará a efecto, que ya se considera como realizado. Por eso, los designios de Dios son presentados como ya cumplidos, pues
el alfa y
la omega, el principio y el fin (v.6), ejecutará todo lo prometido desde la primera letra hasta la última. Dios es el que dirige la historia, y, por consiguiente, sabrá ordenar todas las cosas a su fin primario, que es a su misma glorificación y a la exaltación de su Iglesia. Todo comienza y termina en Dios, porque El es el Creador de todos las cosas, y todos los seres convergen ininterrumpidamente hacia El como a su centro y a su fin.
A los cristianos que se hayan mostrado valientes y hayan salido vencedores en las luchas pasadas 47, y a
todo el que tenga sed, Dios les concederá bondadosamente derecho a la inmortalidad bienaventurada al lado de Jesucristo. Esto es lo que significa
dar de beber gratis de la fuente de agua de vida. El
que tenga sed designa a aquellos que sienten ansias de felicidad espiritual y cumplen los requisitos establecidos por Cristo y la Iglesia para obtenerla. Dios concede esa felicidad bienaventurada
gratuitamente, en cuanto que es un don gratuito de Dios, y porque se conseguirá sin fatiga y sin sufrimientos en el cielo. Cristo apagará todos los deseos de los elegidos, dándose El mismo a ellos como fuente de bienaventuranza eterna. Esto se cumple ya en parte en este mundo cuando los cristianos reciben la gracia y los sacramentos 48; pero Dios los saciará todavía mucho más perfectamente en el cielo. Aquí alcanzará la promesa divina su más sublime realización cuando Dios comunique a sus fieles la vida feliz de que El goza. Entonces se realizará la perfecta adopción de los cristianos como hijos de Dios (v.v) que Cristo nos comunica ya en este mundo49. Porque en el cielo es donde entramos en posesión de aquella divina
herencia, la cual sólo poseemos en esperanza en este mundo 50. Pero únicamente la obtendrán los
vencedores en las persecuciones y en las dificultades de la presente vida y aquellos que hayan renunciado a todo lo de este mundo por amor de Cristo 51. éstos tales recibirán una magnífica recompensa en el cielo, y Dios será todo para ellos y
ellos serán sus hijos 52. Esta promesa tantas veces anunciada en la Sagrada Escritura adquiere aquí su realización escatológica y definitiva.
Esta es la suerte feliz que aguarda a los cristianos vencedores. En cambio, los cristianos
cobardes, que no se atrevieron a enfrentarse con la persecución, los
infieles, los
idólatras y, en una palabra, todos los malos serán terriblemente castigados (v.8). San Juan nos da una lista de aquellos que, habiendo cometido acciones abominables a los ojos de Dios, serán arrojados al estanque de fuego. En primer lugar se refiere a los cristianos remisos y cobardes que, al sobrevenir la persecución, no supieron luchar contra la Bestia y renegaron de Cristo. Vienen a continuación los
infieles que han rehusado la fe, cerrando los ojos a la luz de la verdad y de la revelación 53. Muchos de éstos se han hecho
abominables a los ojos de Dios por haberse entregado a vicios execrables e impuros, especialmente a los vicios contra la naturaleza 54. La perversión moral de estos viciosos viene a causar como mareo en aquellos que perciben su intolerable hedor. También los
homicidas o asesinos, los
fornicadores, los
hechiceros que en sus artes mágicas se sirvieron del engaño, los
idólatras y todos los embusteros, es decir, todos los mentirosos y falsos doctores que enseñaron doctrinas erróneas 55, serán castigados por Dios con la muerte eterna en el estanque de fuego y azufre. Esta muerte eterna es llamada aquí
la segunda muerte por contraposición a la muerte primera o corporal, que se da cuando el hombre sale de este mundo.
Este pasaje del Apocalipsis puede considerarse como el eco de aquella afirmación de San Pablo en su 1 Cor: ¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios. 56
Descripción de la Jerusalén futura,Gen_21:9-23.
9
Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, llenas de las siete últimas plagas, y habló conmigo y me dijo: Ven y te mostraré la novia, la esposa del Cordero. 10
Me llevó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, que tenía la gloria de Dios. ð Su brillo era semejante a la piedra más preciosa, como la piedra de jaspe pulimentada. 12
Tenía un muro grande y alto y doce puertas, y sobre las doce puertas doce ángeles y nombres escritos, que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel: 13
de la parte de oriente, tres puertas; de la parte del norte, tres puertas; de la parte del mediodía, tres puertas, y de la parte del poniente, tres puertas. 14
El muro de la ciudad tenía doce hiladas, y sobre ellas los nombres de los doce apóstoles del Cordero. 15
El que hablaba conmigo tenía una medida, una caña de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16
La ciudad estaba asentada sobre una base cuadrangular, y su longitud era tanta como su anchura. Midió con la caña la ciudad, y tenía doce mil estadios, siendo iguales su longitud, su latitud y su altura.17
Midió su muro, que tenía ciento cuarenta y cuatro codos, medida humana, que era la del ángel. 18
Su muro era de jaspe, y la ciudad oro puro, semejante al vidrio puro; 19
y las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas: la primera, de jaspe; la segunda, de zafiro; la tercera, de calcedonia; la cuarta, de esmeralda; 20
la quinta, de sardónica; la sexta, de cornalina; la séptima, de crisólito; la octava, de berilo; la novena, de topacio; la décima, de crisoprasa; la undécima, de jacinto, y la duodécima, de amatista. 21
Las doce puertas eran doce perlas, cada una de las puertas era una perla, y la plaza de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente. 22
Pero templo no vi en ella, pues el Señor, Dios todopoderoso, con el Cordero, era su templo. 23
La ciudad no había menester de sol ni de luna que la iluminasen, porque la gloria de Dios la iluminaba y su lumbrera era el Cordero. El vidente de Patmos pasa ahora a describirnos el esplendor y la gloria de la nueva Jerusalén. La visión presente 57 es relacionada un tanto artificialmente con el septenario de las copas de
Rev_17:155. Un ángel, probablemente el mismo que había mostrado a San Juan la gran Ramera y su ruina, le muestra ahora la
Esposa del Cordero (v.q). Ambas figuras se oponen totalmente. Por un lado está la Esposa del Cordero, pura y virgen; por el otro esta la gran Ramera, llena de corrupción y de podredumbre. La Roma pagana, es decir, la gran Ramera, se vio de repente despojada de su soberanía y de su gloria humana y precipitada en la ruina; la nueva Jerusalén, o sea la Iglesia, fue, en cambio, levantada de la humillación en que la habían sumido las persecuciones a la gloria eterna. Esta será
la Novia, la Esposa del Cordero que el ángel va a
mostrar al vidente. Ya hemos dicho más arriba que en el Nuevo Testamento la Iglesia es llamada la Esposa de Cristo 58.
En esta visión, el simbolismo de la esposa es empleado de un modo un poco diverso del que encontramos en
Rev_21:2-3. Mientras que en
Rev_21:2-3 San Juan contempla a la nueva Jesuralén engalanada como una novia que va al encuentro de su novio, en
Rev_21:9-10 se dice que la Esposa del Cordero es la ciudad santa de Jerusalén, que desciende del cielo. Y en los versículos siguientes se nos describe la hermosura de esta ciudad. Por consiguiente, en esta segunda visión se hace hincapié en la personificación de Jerusalén bajo la figura de una mujer. Se insiste en la idea de ciudad llena de hermosura; en cambio, en
Rev_21:1-8, la nueva Jerusalén es considerada más bien como morada de felicidad para los que la habitan, pero sin insistir en la idea de ciudad en cuanto tal. En realidad, ambas visiones se completan mutuamente. Por eso no seguimos a la opinión de aquellos que consideran
Rev_21:955 como un pasaje que no formaba parte primitivamente del capítulo 21 del Apocalipsis59. La imagen de una mujer-ciudad se emplea también en 4
Esd_10:25-27. San Juan en adelante ya no volverá a hablar de Jerusalén como Esposa del Cordero, sino de Jerusalén como ciudad.
El vidente de Patmos es
transportado, como Ezequiel60,
en espíritu a un monte grande y alto, y el ángel le
mostró la ciudad santa de
Jerusalén, que descendía del cielo (v.10). La nueva Jerusalén será edificada sobre ese monte elevado. La ciudad santa será como la acrópolis del mundo nuevo, de la tierra nueva, fundada para la eternidad, la cual atraerá hacia sí a todas las gentes61. La descripción de esta ciudad, que viene a continuación, está inspirada en la descripción que hace Ezequiel de la Jerusalén ideal de los tiempos mesiánicos 62. Toda esta sección de Ap 21:9-22:5 contiene numerosas alusiones a Ez 40-48. El profeta Ezequiel es transportado también en espíritu a Jerusalén, edificada sobre un monte altísimo. Y un ángel, con instrumentos de medir, le fue mostrando todas las partes del templo. Describe sus puertas gigantes63 y un manantial que salía del mismo templo 64. La diferencia que existe entre Ezequiel y San Juan está en que el Apocalipsis se detiene principalmente en la descripción de la nueva Jerusalén, mientras que a Ezequiel le interesa más el templo. La razón de esto nos la da el mismo San Juan al decirnos que no vio templo en la nueva Jerusalén, porque el Señor, como el Cordero, era su templo 65.
Juan ve la nueva Jerusalén bajar del cielo envuelta en
la gloria de Dios y brillante como jaspe pulimentado (v.11). Esta claridad de la Jerusalén celeste es la claridad misma de Dios, es el fulgor de su presencia 66, pues Dios habita en ella y la ilumina 67. El resplandor, comparable al de las piedras más preciosas, proviene de esta divina presencia; es una participación de la gloria de Dios que en ella mora. La hermosura de todas sus partes es el reflejo de la belleza espiritua de todos los que la habitan. La ciudad
tenia un muro grande y alto (v.1a), como todas las ciudades antiguas. No se podía concebir en aquellos tiempos una ciudad sin murallas que le sirvieran de protección. Sin embargo, en este caso, el muro es puramente ornamental, pues no habrá peligro de ataques por parte de fuerzas enemigas. El muro de la ciudad tenía
doce puertas, que llevaban por
nombre los de las doce tribus de Israel, como sucedía también en la Jerusalén de la visión de Ezequiel68. Además, en cada puerta había un
ángel, que tenía por misión vigilar la entrada y defenderla 69. Las puertas estaban distribuidas tres en cada uno de los puntos cardinales, de donde se infiere que la ciudad era cuadrada y que estaba perfectamente orientada (í.13). El muro constaba de
doce hiladas, o doce cimientos, sobre los cuales se levantaba la muralla y la ciudad. Tal vez habría que concebir estos cimientos dispuestos en hiladas superpuestas y quizá un poco salientes. Cada uno de los cimientos llevaba
el nombre de uno de los apóstoles del Cordero (v.14). La nueva Jerusalén, que es la Iglesia, está edificada, pues, sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, como decía también San Pablo 70.
El esplendor de la descripción de la ciudad está en armonía con la descripción del trono de Dios y la corte celestial en Ap 4-5. San Juan se inspira en
Eze_48:30-35. Pero la descripción del Apocalipsis es más rica y más llena de colorido. Las doce puertas tienen relación, sin duda, con las doce tribus místicas que forman el Israel de Dios 71, el Israel espiritual, y expresan la idea de
catolicidad. Los nombres de los doce apóstoles en las doce hiladas de los muros significan la parte que los apóstoles han tenido en la fundación de la Iglesia y destacan su
apostolicidad. El autor sagrado ha querido mostrar con estas cifras y estas alusiones la unión existente entre el Antiguo y Nuevo Testamento. No son dos revelaciones, sino una sola y única revelación. Además, ha querido poner de relieve la universalidad, la catolicidad de la Jerusalén celeste.
A continuación San Juan describe las
dimensiones de la Jerusalén celeste. La medición tiene por finalidad primordial el destacar la perfección acabada del plano de Dios y admirar su hermosura. Ezequiel nos ha dejado descritos los planos de la ciudad de Jerusalén de los tiempos mesiánicos y de toda la Tierra Santa 72. San Juan
empieza, notando que
el ángel que le hablaba tenia en sus manos
una caña de oro para medir la ciudad (v.15). El intérprete de Juan tiene una caña de oro porque en la Jerusalén celeste no cabe otra cosa de menos valor. Tanto el profeta Ezequiel73 como el profeta Zacarías 74 nos presentan sendos ángeles con cañas de medir en sus manos para medir la Jerusalén mesiánica. El plano de la Jerusalén celeste era
cuadrangular, lo que es un signo de perfección. La medida de su longitud como de su anchura, realizada por el ángel, resultó ser de 12.000 estadios, o sea de unos 2.200 kilómetros (v.16). El estadio era una medida de longitud de unos 185 metros, que, multiplicado por 12.000 estadios, da la cifra de 2.200 kilómetros ya indicados. Estas dimensiones astronómicas no nos han de extrañar si tenemos presente que aquí se mide la Jerusalén celeste, en donde han de morar con el Señor todos los ángeles y santos, que suponen millones y millones. Las cosas del cielo han de aventajar en mucho a las de la tierra. La cifra de 12.000 estadios es evidentemente simbólica, y corresponde al número de las tribus de Israel la Iglesia es el nuevo Israel , multiplicado por mil en signo de multitud. El autor sagrado, dándonos estas proporciones gigantescas, quiere destacar la grandeza de la nueva Jerusalén.
Lo más curioso en esta descripción es que la altura, la anchura y la longitud de esta ciudad son iguales. Sería difícil concebir o imaginar una ciudad que tuviera la misma anchura, la misma altura y la misma longitud. Tendría la forma de un cubo perfecto, con 555 kilómetros de alto, lo cual no es imaginable para una ciudad. Pero si una ciudad en forma de cubo perfecto no es concebible para nosotros, resulta una imagen muy apta para expresar el concepto de estabilidad y de perfección. Tanto más cuanto que el santo de los santos del templo de Jerusalén formaba un cubo perfecto 75. Con lo cual parece querer indicarnos el hagiógrafo que la Jerusalén celeste será el templo de Dios. También podría concebirse su forma como la de los famosos
zigutar babilónicos, es decir, en forma piramidal. De todas maneras es conveniente tener presente que también la literatura rabínica exorbita las proporciones de la Jerusalén de los tiempos mesiánicos: se elevaría sobre el Sinaí y llegaría hasta el cielo, pidiendo a Dios sitio arriba, porque no cabía en la tierra 76.
La altura del muro era de 144
codos, que viene a dar unos 72 metros, lo que resultaría demasiado desproporcionado con la elevación de la ciudad (v.17). La cifra 144 codos corresponde también al número de las doce tribus de Israel elevado al cuadrado (12 X 12). La medida con que medía el ángel era
medida humana, es decir, medida ordinaria, común entre los hombres cuando escribía San Juan 77. Por consiguiente, aunque las medidas eran tomadas por un ángel, no obstante están computadas según los cálculos ordinarios de los hombres 78.
La nueva Jerusalén estaba construida con materiales riquísimos, que sirven para darnos una idea de su hermosura y esplendidez.
La ciudad era de oro puro, transparente
como el vidrio puro (v.18). Era, por lo tanto, como un bloque de oro resplandeciente y translúcido. Los fundamentos del muro de la ciudad estaban adornados de toda clase de piedras preciosas (v. 19-20). La idea de una construcción con piedras preciosas puede provenir del profeta Isaías, el cual nos describe la gloria de la Jerusalén mesiánica en estos términos: Voy a edificarte sobre jaspe, sobre cimientos de zafiro. Te haré almenas de rubí y puertas de carbunclo, y toda una muralla de piedras preciosas*79. Cada una de las piedras preciosas de nuestro texto del Apocalipsis pudo tener en la mente de San Juan un sentido simbólico que hoy no se puede determinar con certeza. Los nombres de las piedras corresponden, en parte, a las que el sumo sacerdote judío llevaba en el pectoral 80 y a las que adornaban los vestidos del rey de Tiro según la descripción del libro de Ezequiel81. El
jaspe debe de ser el jaspe verde 82. El
zafiro era una piedra preciosa de color celeste. Por la descripción de Plinio 83 y de otros autores antiguos, parece deducirse que respondía al actual lapislázuli. La
calcedonia es una piedra verde y tornasolada como el cuello de los pichones. La
esmeralda es una gema de color verde. La
sardónica es una variedad del ónice en el que el blanco se mezcla con el rojo. La
cornalina es una piedra preciosa de color rojo cárneo. El
crisólito es una piedra del color de oro. El
berilo es una especie de esmeralda de color ligeramente verde-amarillo. El
topacio es de color verde-dorado. La
crisoprasa es una especie de ágata de color verde. El
jacinto es una piedra preciosa de color violeta o rojo-amarillo. La
amatista es una gema de color violeta 84.
En toda esta profusión de piedras preciosas y de colores, producidos por la claridad
que difundía la gloria de Dios, han visto los Santos Padres la diversidad de los dones de gracia y la multiplicidad de las virtudes de los bienaventurados. El alma de todo cristiano que está en gracia, y sobre todo la de los bienaventurados, por su perfección, refleja y manifiesta la perfección de la gloria divina 85.
El muro de la ciudad estaba flanqueado por
doce puertas, tres a cada lado.
Cada una de las puertas era una perla (v.21). La literatura rabínica nos habla de perlas con una anchura y una longitud de treinta álamos, que Dios emplearía para construir las puertas de Jerusalén de los tiempos mesiánicos 86. Las tales puertas no se cerraban ni de día ni de noche (v.25), porque allí no había peligro de enemigos. Sólo podían entrar y salir por ellas los que estaban escritos en el libro de la vida que tenía el Cordero 87. La
plaza, que debía de estar en medio de la ciudad,
era de oro puro, brillante como el cristal. Sobre esta maravillosa y refulgente pavimentación de la plaza se levantaba el trono de Dios. Sabido es que en el siglo i el cristal era considerado como un objeto precioso por ser muy escasa su fabricación. En el tabernáculo construido por Moisés y en el templo de Salomón no entraban sino materiales preciosos. Pero todavía será mucho más en la ciudad celeste, contruida para manifestar la magnificencia divina para con los elegidos.
Fin esta maravillosa ciudad, San Juan no vio templo alguno, porque
el Dios todopoderoso, con el Cordero, era su templo (v.22). Sorprende un poco esta constatación del vidente de Patmos, ya que antes nos ha hablado de un templo y de un altar en el cielo, en donde sus siervos, los elegidos, le dan culto día y noche 88. Juan empleó esta imagen tradicional para simbolizar diversas realidades. Pero cuando quiere expresar la gran realidad de la vida gloriosa en el cielo, esta imagen ya no le parece apropiada. El templo era el signo de la presencia invisible de Dios en medio de su pueblo 89. Mas en la nueva Jerusalén, Dios y el Cordero estarán presentes visiblemente y los bienaventurados verán a Dios cara a cara 90. Por consiguiente, no es necesario un templo, porque todo el cielo es un templo. La gloria conjugada de Dios y del Cordero lo llena todo. La Jerusalén celeste está inundada de la presencia inmediata de Dios y del Cordero, que constituyen su verdadero templo 91. El autor sagrado tenía posiblemente en el pensamiento aquel texto de Isaías: Ya no será el sol tu lumbrera, ni te alumbrará la luz de la luna. Yahvé será tu eterna lumbrera, y tu Dios será tu luz. Tu sol no se pondrá jamás y tu luna nunca se esconderá, porque será Yahvé tu eterna luz. 92
Dios y el Cordero son puestos en este pasaje en pie de igualdad como en otros lugares del Apocalipsis 93. De donde se deduce claramente que el Cordero es considerado por San Juan como una persona divina semejante al Padre. Los ciudadanos de la nueva Jerusalén están iluminados por el resplandor luminoso de Dios y del Cordero. Por eso, la ciudad
no había menester de sol ni de luna que la iluminasen (v.23). Todas estas expresiones han de ser tomadas en sentido espiritual. Dios es el sol que ilumina toda la vida interior del cristiano y será la luz indefectible, la verdadera bienaventuranza de los predestinados.
En la nueva Jerusalén todos encontraran la bienaventuranza eterna, 21:24-22:5.
24
A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria. 25
Sus puertas no se cerrarán de día, pues noche allí no habrá, 26
y llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones. 27
En ella no entrará cosa impura ni quien cometa abominación y mentira, sino los que están escritos en el libro de la vida del Cordero. 22
:1
Y me mostró un río de agua de vida, clara como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2
En medio de la calle y a un lado y otro del río había un árbol de vida que daba doce frutos, cada fruto en su mes, y las hojas del árbol eran saludables para las naciones. 3
No habrá ya maldición alguna, y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, 4
y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y llevarán su nombre sobre la frente. 5
No habrá ya noche, ni tendrá necesidad de luz de antorcha, ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán por los siglos de los siglos. os v.24-27 están tomados de Isaías, el cual nos describe la gloria de la Jerusalén mesiánica con estas palabras: Las gentes andarán en tu luz, y los reyes, a la claridad de tu aurora. Alza los ojos y mira en torno tuyo: Todos se reúnen y vienen a ti; llegarán de lejos tus hijos, y tus hijas son traídas a ancas. Guando esto veas resplandecerás, y palpitará tu corazón y se ensanchará. Vendrán a ti los tesoros del mar, llegarán a ti las riquezas de los pueblos. Te inundarán muchedumbres de camellos, de dromedarios de Madián y de Efa. Llegarán de Saba en tropel, trayendo oro e incienso y pregonando las glorias de Yahvé. En ti se reunirán los ganados de Gedar, y los carneros de Nebayot estarán a tu disposición. Extranjeros reedificarán tus muros, y sus reyes estarán a tu servicio, pues si en mi ira te herí, en mi clemencia he tenido piedad de ti. Tus puertas estarán siempre abiertas, no se cerrarán ni de día ni de noche, para traerte los bienes de las gentes con sus reyes por guías al frente; porque las naciones y los reinos que no te sirvan a ti perecerán y serán exterminados. 94 El autor del Apocalipsis, inspirándose en estas imágenes de Isaías, nos describe la riqueza y el esplendor de la nueva Jerusalén, es decir, de la Iglesia; y la representa como una ciudad que recibe el tributo de todos los pueblos. La Iglesia está compuesta de hombres de todas las naciones 95 que se han convertido o se convertirán a la fe cristiana. La
iluminación de las naciones y el homenaje de los reyes de la tierra (v.24) son imágenes isayanas 96, que significan la vocación y la salvación de los gentiles y la parte que habían de tomar en la vida gloriosa de la nueva Jerusalén. Sus
puertas estarán abiertas continuamente, como invitación a todos los pueblos para que vengan a ella, pues nadie será excluido de esta santa ciudad, a no ser los
impuros, los mentirosos y los que cometen abominaciones (v.23-27). Los verdaderos ciudadanos de la Jerusalén celeste serán los que están inscritos
en el libro de la vida del Cordero 97, es decir, los elegidos. A
ella llevaran la gloria y el honor de las naciones, o sea todas las riquezas espirituales y todas las obras buenas de los que se salvan. Con estas imágenes, el autor sagrado quiere mostrarnos la universalidad
o catolicidad de la Jerusalén celeste y, al mismo tiempo, su
santidad, pues nada
impuro, nada
profano podrá entrar en ella 98.
La gloria que alumbra la ciudad de Dios no es otra cosa para San Juan que la lumbre de la gloria con que Dios se da a conocer a los santos y los beatifica. Y la luz que derrama el Cordero es la gloria que sobre los santos mismos derrama la humanidad glorificada de Jesucristo, la cual, después de la visión beatífica de la esencia divina, será lo que más aumente la gloria de los bienaventurados.
1 Ap 21:1-22:5. 2 Ap 17:1-18:24. 3 Cf. ?; 14:1-S; 15:2-4; 20:4-6. 4 E. B. allo, o.c. p.339-340. 5
Gen_3:17;
Rom_8:19-23. 6
Hec_3:19-21;
2Pe_3:7-13. Cf. M. sales, o.c. p.67ó. 7 Cf.
Rev_2:7. 8
Isa_65:17; cf. 66:22. 9 4
Esd_7:30-31. 10 Libro
de Henoc 91:16-17. 11
2Pe_3:13. 12
Isa_65:17;
Isa_66:22. Cf.
Libro de Henoc 24:1-5; 39:4; 41:2; 45:4-5; 91:16;
Jubileos 1:29; Apocalipsis
de Baruc 32:6; 57:2; 4
Esd_7:31.' 13
Gen_6:6ss. 14
2Pe_3:5-7. 15 Cf. W. Watson,
The New Heaven and the New Earth: The Expositor 9 (1915) 165-179; A. Colunga,
El cielo nuevo y la tierra nueva: Sal 3 (1956) 485-492; M. García Cordero, o.c. p.214. 16
Rom_8:19-23. 17
Oráculos sibil 5:15 18
Gen_1:2. 19
Rev_12:3-4. 20
Rev_12:18. 21
Rev_13:1. 22 Apocalipsis de
Bar_4:3-7;
Bar_4:4 Esd_7:26;
Esd_10:44-59. Cf. Libro de Henoc 90:28-29; A. Bail-Let, Fragments araméens de Qumrán: 2. Description de la Jérusalem Nouvelle: RB 62 (195S) 222-245. 23 Os 1-3;
Jer_2:2;
Jer_3:1-13; Ez 16. 24
Efe_5:25-32. 25
Rev_19:7-9; cf. 21:9. 26
Mat_9:15;
Mat_22:2-14;
Jua_3:29;
2Co_11:2. 27
Efe_5:25SS. 28 Cf. D. Yubero,
La nueva Jerusalén del Apocalipsis, 21:15: CultBib 10 (1953) 359-362.
^ Exo_40:34-35- 30 La expresión
Sekinah, muy empleada en la literatura judía, significa habitación, tienda, presencia. Proviene del verbo
sakan: habitar. 31 M. García Cordero, o.c. p.21s; J. leal,
La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento. I.
Evangelios (Madrid 1961) p.814-815. 32
Exo_23:20-23;
Exo_40:34-38. 3
3Jn_1:1 :14;
Exo_17:22. 34
Isa_7:14;
Isa_8:8. 35
Eze_37:27. 36
Eze_3:12;
Eze_11:23. 37
Eze_43:1-5- 38
Eze_48:35; cf. 2 Grón 6:18;
Zac_2:9. 39
Exo_6:7;
Lev_26:11-12;
Jer_38:33 (LXX);
Zac_8:8. 40
Eze_11:22-23. 41 Rom 10:12-13; cf.
Rev_5:10;
Rev_7:15-17. 42
Isa_25:8; cf. 35:10; 65:17-19. 43 Libro de Henoc 10:22. 44
2Co_2:17; cf.
Rom_8:1-23. 45 Cf.
Rev_19:9;
Rev_22:6. 46
Rev_3:14;
Rev_19:11. 47
Rev_2:7.11.17.26;
Rev_3:5.12.21 48
Jua_4:10.14;
Jua_7:38. 49
Rom_8:23. 50
Rom_8:17;
Gal_4:7. 51 Mt 19:27;
Mar_10:28;
Luc_18:28. 52 Sal 16:5-6;
Mat_19:29;
Luc_18:29; cf.
2Sa_7:14;
1Cr_17:13;
1Cr_28:6. 53 Cf.
Rev_2:13;
2Sa_3:14;
Rev_17:14. 54
Rom_1:25-27. 55
Rev_9:21;
Rev_22:15; cf.
Jua_8:44. 56
1Co_6:9-10. En el comentario que precede de
Rev_21:1-8 hemos notado la relación existente entre ciertas imágenes de esta sección y algunas empleadas por el profeta Isaías. Hay ciertos autores que afirman tal vez con alguna exageración que la sección
Rev_21:1-8 se inspira casi totalmente en el Deutero-Isaías. Con el fin de demostrar esta tesis, se establecen tablas comparativas que manifiestan bastantes coincidencias literarias: compárese Ap 21:1 conls 65:17; 51:6.10; Ap 21:2 conls 52:1; 61:10; 49:18;
Rev_21:4 con
Isa_25:8;
Isa_65:19;
Rev_21:5 con
Isa_43:19;
Rev_21:6 con
Isa_44:6;
Isa_55:1;
Isa_49:10. Todos estos textos de Is aluden a la maravillosa restauración de la nueva Jerusalén. Igualmente en el Ap la sección 21:1-8 se refiere a la creación de la nueva Jerusalén después de las grandes pruebas de la persecución. 57 La visión de Ap ai.gss parece como una repetición de
Apo_21:2ss. De ahí que haya autores que llegan a suprimir
Rev_21:9-10 (cf. J. Comblin,
La Liturgie de la nouvelle Jérusalem, Ap 21:1-22:5: EThL 29 f1953] P-8). Para otros,
Rev_21:935 no pertenecería originariamente al capítulo presente del Apocalipsis. Las razones en que se apoyan son: el hagiógrafo empieza hablando de la nueva Jerusalén, como si todavía fuera desconocida para el lector, siendo así que ya la había descrito con los mismos términos en
Rev_21:2-3. La descripción de la Jerusalén celeste de Ap 21:9-22:2 se inspira en Ezequiel, y coloca la ciudad en una perspectiva terrestre; en cambio,
Rev_21:1-8 parece inspirarse en Isaías, y la ciudad es colocada en una perspectiva celeste (cf. M. E. boismard,
L'Apocalypse ou Les Apocalypses de Saint Jean: RB 56 [1949J p.525). Estas razones, aunque tengan su valor, no nos parecen suficientes para afirmar que la sección
Rev_21:933 no está en su lugar primitivo. 58 Cf. Ef
5:22-32. 59 Ciertos autores consideran Ap 21:9-22:9 como la continuación inmediata de
Rev_19:10. Sería, pues, la réplica de la visión de Babilonia (Roma), la gran Ramera de
Rev_17:1-19, lo. Los argumentos aducidos en favor de esta hipótesis son los siguientes: ambos pasajes tendrían la misma estructura literaria: comienzan de manera idéntica (
Rev_17:1-3 = 21, 9-10); los dos relatos muestran interés particular por las cifras y los detalles; la conclusión también es semejante (
Rev_19:9-10 =
Rev_22:6-9). Tanto la visión de Babilonia (Roma) como la visión de la nueva Jerusalén se inspiran en Ezequiel (cf. M. E. boismard, a.c. 531-532). Apoyados en estas razones, ven en las dos visiones como un díptico que describiría el destino de las dos ciudades: de un lado, Babilonia, destinada a desaparecer; de otro, Jerusalén, que permanecerá por siempre. 60 Cf.
Eze_40:2. 61
Isa_2:2-3;
Miq_4:1-3;
Eze_17:22. Cf. E. B. Allo, o.c. p.344- 62 Ez 40:2-43:12. 63
Eze_48:30-35. 64
Eze_47:1-12. 65
Rev_21:22. 66 Cf.
Isa_60:1-2.19;
Rev_21:23. 67
Isa_58:8;
2Co_3:18. 68
Eze_48:30-35. 69
Isa_62:6;
Eze_48:31; cf.
Gen_3:24. 70
Efe_2:20. 71
Rev_2:9-10;
Rev_7:4-8. 72 ez 40-48. 73
Eze_40:3-5. 74
Zac_2:1-5. . 75
1Re_6:19s. 76 Cf. M. J. Lagrange,
Le Messianisme chez lesjuifs p.199. 77 Cf. M. Del álamo ,
Las medidas de la Jerusalén celeste (Rev_21:16): CultBib 3 (1946) 136-138. 78 Cf.
Rev_13:18. 79
Isa_54:11-12; cf.
Tob_13:17. 80
Exo_28:17-21. 81
Eze_28:13. Cf. A. Vanhoye, L'utüisation du livre d'Ezéchiel dans l'Apocalypse: Bi 43 (1962)436-476. 82
Rev_4:3; cf. IsS4,12. 83 Hist.Nat.37- 84 Cf. A. Lentini,
U ritmo Civis caelestis patriae e il De duodecim lapidibus di Amato: Benedictina 12 (1958) 15-26; L. Thorndike,
De lapidibus: Ambix 8 (1960) 6-26. Consúltese Rev. d'Hist. Eccl. 55 (1960) 353-354; 56 (1961) 275-276. 85 Cf.
2Co_3:18. 86 Cf. Strack-Billerbeck, o.c. III p.85is. 87 Cf. Is52,i;
Rev_13:8. 88
Rev_5:12;
Rev_7:15;
Rev_8:3;
Rev_11:19; H.iSss;
Rev_15:5ss;
Rev_16:1.17. 89
Rev_7:15-17. 90
Rev_22:4. 91 M. García Cordero, o.c. p.221. 92
Isa_60:19-20. 93
Rev_7:9-12;
Rev_14:4;
Rev_22:1-3 94
Isa_60:3-7.10-12; cf.
Sal_72:10.15. 95
Rev_7:9. 96
Is 65-66; cf.
Zac_2:11;
Zac_8:23;
Dan_7:14. 97
Rev_20:12-15. 98
Isa_52:1; Me 7:2;
Hec_10:14.28;
Hec_11:8;
Rom_14:14;
Heb_10:29.