I Crónicas 29 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
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Ofrendas para el Templo
Éx 25; 35s

El rey David dijo luego a toda la comunidad:
– Mi hijo Salomón, al que Dios eligió, es joven e inmaduro; sin embargo, la empresa es enorme, porque no se trata de construir una casa cualquiera, sino un templo al Señor Dios.
2 Por eso fui haciendo los preparativos según mi capacidad: oro para los objetos de oro, plata para los de plata, bronce para los de bronce, hierro para los de hierro, madera para el mobiliario, ónice, piedras de engaste, azabache, piedras para mosaicos, toda clase de piedras preciosas y gran cantidad de alabastro.
3 Además, por amor al templo de mi Dios, aparte de lo que ya he preparado para el santuario, entrego mis tesoros de oro y plata:
4 mil quintales de oro, de oro de Ofir; dos mil cuatrocientos quintales de plata finísima, para recubrir las paredes interiores del templo,
5 para los diversos objetos de oro y plata y para los trabajos de los orfebres. ¿Quién quiere hoy ofrecer generosamente al Señor?
6 Los jefes de familia, los jefes de las tribus de Israel, los jefes y oficiales y los administradores del rey
7 ofrecieron generosamente para la construcción del templo ciento setenta quintales de oro, diez mil dáricos, tres mil cuatrocientos treinta quintales de plata, seis mil ciento setenta y cuatro toneladas de bronce y tres mil cuatrocientas treinta toneladas de hierro.
8 Los que tenían piedras preciosas las entregaron a Yejiel, guersonita, para el tesoro del templo.
9 El pueblo, lleno de generosidad, se alegraba de ofrecer algo al Señor, y también David sentía gran alegría.
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Oración de David

Entonces bendijo al Señor en presencia de toda la comunidad y dijo:
– Bendito seas, Señor, Dios de nuestro padre Israel, desde siempre y para siempre.
11 A ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. Tuyo el reino y el que está por encima de todos.
12 Riqueza y gloria vienen de ti. Todo lo gobiernas. En tus manos están la fuerza y el poder, en tus manos engrandecer y fortalecer a quien quieras.
13 Nosotros, Dios nuestro, te damos gracias y alabamos tu nombre glorioso.
14 Ni yo ni mi pueblo somos nadie para ofrecerte todo esto, porque todo es tuyo, y te ofrecemos lo que tu mano nos ha dado.
15 Ante ti somos emigrantes y extranjeros, igual que nuestros padres. Nuestra vida terrena no es más que una sombra sin esperanza.
16 Señor, Dios nuestro, todo lo que hemos preparado para construir un templo a tu santo Nombre viene de tus manos y a ti te pertenece.
17 Sé, Dios mío, que sondeas el corazón y amas la sinceridad. Con sincero corazón te ofrezco todo esto, y veo con alegría a tu pueblo aquí reunido ofreciéndote sus dones.
18 Señor, Dios de nuestros padres Abrahán, Isaac e Israel, conserva siempre en tu pueblo esta forma de pensar y de sentir, mantén sus corazones fieles a ti.
19 Concede a mi hijo Salomón un corazón íntegro para poner en práctica todos tus preceptos, normas y mandatos, y para edificarte este templo que he proyectado.
20 David dijo a toda la comunidad:
– Bendigan al Señor, su Dios.
Toda la comunidad bendijo al Señor, Dios de sus padres, y postrándose rindieron homenaje al Señor y al rey.
21 Al día siguiente ofrecieron sacrificios y holocaustos al Señor: mil novillos, mil carneros y mil corderos, con sus libaciones, y numerosos sacrificios por todo Israel.
22 Festejaron aquel día comiendo y bebiendo en presencia del Señor. Entronizaron por segunda vez a Salomón, hijo de David, y lo ungieron jefe por la gracia de Dios. A Sadoc lo ungieron sacerdote.
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Muerte de David y reinado de Salomón

Salomón se sentó en el trono del Señor como sucesor de su padre, David, y tuvo éxito. Todo Israel le prestó obediencia
24 y todos los generales, los guerreros y los hijos del rey David prestaron juramento al nuevo rey.
25 El Señor engrandeció a Salomón ante todo Israel y le otorgó una majestad regia que no habían conocido los reyes anteriores de Israel.
26 David, hijo de Jesé, fue rey de todo Israel.
27 Reinó cuarenta años, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
28 Murió en buena vejez, colmado de años, riquezas y gloria. Su hijo Salomón le sucedió en el trono.
29 Las gestas de David, de la primera a la última, están escritas en los libros de Samuel, el vidente, en la historia del profeta Natán y en la historia del vidente Gad,
30 con todo lo referente a su reinado, a sus batallas y lo que le sucedió a él, a Israel y a todos los reinos vecinos.

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Introducción a I Crónicas

1 CRÓNICAS

Historia Cronista. Hacia el año 400 a.C., según muchos indicios, se compuso la obra histórica que abarca los libros de las Crónicas -Anales o Paralipómenos-, Esdras y Nehemías; desde Adán hasta Esdras. ¿Hacía falta volver a escribir la historia? ¿No bastaba añadir a lo ya escrito unos capítulos sobre la vuelta del destierro y la comunidad judía del s. V a.C.? El autor, que conocía la situación de primera mano, juzgó que debía hacerlo.
Para componer su obra recoge gran parte de sus materiales de los libros históricos precedentes, ya sea compilando largas listas genealógicas, ya sea copiando con retoques capítulos enteros. Tan importante como lo que toma de los libros de Samuel y de los Reyes, es lo que excluye: 1. La historia de Saúl y del reino del Norte. 2. Los episodios menos edificantes de sus héroes, David y Salomón. 3. Mucho de la actividad civil, militar y política de ambos. ¿Qué finalidad se propuso al escribir su obra?

Novedad de Crónicas. El autor, sencilla y audazmente, quiso ofrecer una nueva lectura de la historia, como si la función primaria de ésta fuera congregarse en el Templo para encontrar al Señor y alabarlo; una visión litúrgica de la historia. La alabanza se complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las batallas, el pueblo tiene que rezar, confiar y esperar; el resto lo hace milagrosamente Dios.
Hacia ese centro histórico, el Templo como lugar del encuentro y de la alabanza, tienden todas las generaciones desde Adán hasta la época del autor.
Para esta empresa cúltica llegó a reinar David; sus guerras se cuentan para justificar que él no pudo edificar el Templo; el episodio del censo infausto se cuenta porque introduce el terreno en que se alzará el Templo. Salomón completa a su padre David en cuanto proyecta, ejecuta y realiza la construcción. Lo que sigue, cuelga de ese centro histórico, sobre todo en forma de sucesivas restauraciones o reformas: Josafat, Joás, Ezequías y Josías. La restauración llevada a cabo por Ciro (cfr. el final del Segundo libro de Crónicas) viene postulada por el dinamismo de la obra.
No es de extrañar que los levitas ocupen una parte privilegiada en el conjunto narrativo; son mencionados unas cien veces en Crónicas, unas sesenta en Esdras y Nehemías frente a las tres de Samuel y Reyes. A la clase levítica pertenecía el reformador Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono de la institución levítica; pero el rey no debe usurpar funciones sacerdotales.
La práctica del culto ocupa gran espacio en el libro, es criterio para enjuiciar a muchos reyes, es el puesto adonde se convoca la historia pretérita, en forma de recuerdo, como tema de alabanza.

Autor y finalidad. ¿Quién escribe esta extraña historia, haciendo pobre competencia a las ya escritas? Probablemente un personaje con una tarea difícil y urgente, que necesita un documento simple y eficaz para su tarea.
La situación grave sería la de la comunidad judía en la segunda mitad del s. V a.C.; una comunidad dependiente del imperio persa, como grupo tolerado y ligeramente sospechoso, con problemas internos de decadencia religiosa, de disolución entre los habitantes de la zona, amenazada por los vecinos samaritanos, que también se consideraban pueblo escogido y apelaban a Moisés y a su Torá. La personalidad robusta sería un hombre con clara conciencia de la situación, conocimiento de la historia y energía para enfrentarse con los problemas.
Su acción se desarrollaría en dos planos paralelos: reformas concretas y enérgicas y un documento que las justificase -como el Deuteronomio para la reforma de Josías-.
Las genealogías enlazan, reparten, organizan, porque ese pueblo de judíos amenazado por dentro y por fuera está sujeto por fuertes cadenas a la historia universal, con identidad propia que no puede perder, ya que es el resultado de una elección divina. Los pocos y débiles judíos del s. V a.C. son realmente el Israel elegido como centro de la historia universal.
Una historia que se centra en David, porque en él cristaliza la institución y la ley de Moisés, que los samaritanos quisieran poseer en monopolio. Se centra en Jerusalén, verdadero y único centro religioso, frente a las pretensiones de Siquén y el monte Garizín -donde a finales del s. V a.C. los samaritanos construyeron un templo rival-. Se centra en el culto del Templo, porque en él el pueblo siente su unidad ante Dios, en él sucede el encuentro con el Señor. La alabanza infunde optimismo y la plegaria escuchada excita a la confianza, dos cosas que necesitan los judíos para los años venideros.

Resultado. ¿Logró el autor lo que intentaba? Sabemos que la comunidad judía continuó sin perder su identidad y supo enfrentarse un siglo más tarde a la onda arrolladora del helenismo y, después, a todos los avatares de una historia de diásporas, persecuciones y holocaustos. No es que la historia Cronista explique por sí solo tal éxito, pero probablemente tuvo su parte al tratar de definir la identidad del pueblo de Israel no en términos políticos, sino en términos de una misión trascendente: escuchar la Palabra de Dios, obedecer su ley y rendirle culto.

INTRODUCCIÓN

Una de las aficiones sobresalientes de este autor son las listas de nombres. Una quinta parte de la obra la constituyen estas listas. Desfilan en ella algunos nombres ilustres, como un friso con mucha historia cargada a las espaldas; otros son personajes secundarios; otros son simples comparsas en términos de acción. Y el autor nos deja sin nombrar los jefes.
¿Por qué semejante afán? Desde luego actúa el deseo de registrar, la fidelidad burocrática de archivar y copiar. Claro que al lector normal no le interesan esas listas por sí mismas, y es lógico que se las salte. Muchos personajes y poca acción. ¿Hay algo más en ese afán? Una cierta afición nobiliaria a los árboles genealógicos: David empalma con Abrahán y Adán, muchos israelitas enlazan con los doce Patriarcas y con su padre, Jacob. El pobre Israel del s. V a.C. tiene una trayectoria de nobleza histórica: desciende de aquellos personajes que interpretaron una historia cuyo protagonista era Dios.
Esa historia es movimiento «de generación en generación»: nada de mitos ni de héroes legendarios, sino hombres de carne y hueso con sus nombres propios -no figuran las mujeres-. Y esa historia es prueba de la fidelidad de Dios, que no ha dejado perderse ni extinguirse a su pueblo, que siempre lo ha acompañado con la bendición patriarcal de la fecundidad, unas veces acreciendo, otras conservando un resto.
Como hay un libro que registra los nombres de los que viven, así este libro conserva el nombre y la memoria de los que vivieron y los transmite a la posteridad.
¿Se trata de nombres históricos o inventa el autor? Hemos de contar con el hecho de recuerdos tenaces en el seno de las familias y con la posibilidad de archivos salvados de la catástrofe. Carecemos de datos objetivos para controlar la validez de las listas. En cuanto a la transmisión escrita, el género se prestaba a las corrupciones, adaptaciones y demás errores de copia y transliteración.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Crónicas 29,1-30Ofrendas para el Templo - Oración de David - Muerte de David y reinado de Salomón. El capítulo se introduce con el ejemplo de David que promueve una colecta generosa para el Templo (1-9). A continuación, el Cronista introduce la oración de acción de gracias de David (10-20) en la que se muestra una profunda relación personal de Dios con el rey y el pueblo y además resalta que todo es de Dios y todo vuelve a Él, y que nuestro mejor don es la sinceridad (15-17). Con esta plegaria el Cronista quiere cerrar la larga narración del reinado de David, quien murió «en buena vejez, colmado de años, riquezas y gloria» (28), signos de la bendición divina.
La entronización de Salomón (21-25) es presentada como una liturgia y se basa en 1 Re 1s. Con esta entronización el Cronista articula el reinado de David con el de su hijo Salomón.