Salmos 110 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 7 versitos |
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2; 45; 89

Dijo el Señor a mi señor:
Siéntate a mi derecha
hasta que haga a tus enemigos
estrado de tus pies.
2 El Señor extenderá desde Sión
el poder de tu reinado:
¡domina entre tus enemigos!
3 Tu pueblo está dispuesto
para el día de la movilización,
cuando aparezcas majestuoso;
desde el seno de la aurora
tuya es la flor de la juventud.
4 El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
Tú eres sacerdote del Eterno,
al modo de Melquisedec.
5 El Señor está a tu derecha:
exterminará a los reyes
el día de su cólera;
6 sentenciará a los reyes,
amontonará cadáveres,
aplastará cabezas sobre la ancha tierra.
7 En el camino beberá del torrente
y así levantará su cabeza.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 110,1-7Salmo real, estructurado en un díptico: realeza (1-3) y sacerdocio (4-7). Cada tabla del díptico sigue el mismo modelo: oráculo (1 y 4) y comentario (2-3. 5-7). Los oráculos pueden ponerse en boca de un sacerdote o de un profeta de la corte. En el oráculo el Señor (Dios) comunica a «mi señor» (el rey) su rango casi divino: «Siéntate a mi derecha», y la asistencia que prestará al monarca en tiempos de guerra: hasta que los enemigos sean convertidos en estrado de los pies del rey de Judá. El comentarista añade cómo el rey de Judá extenderá los territorios de su reino. Para ello cuenta con la ayuda divina y también con la colaboración voluntaria de lo mejor del pueblo, el rocío [«flor» en la traducción] de la juventud. Cuando el rey aparezca majestuoso, «el día de la fuerza» (que puede ser la movilización o la vista militar, como acto previo al combate), contará con una juventud presta a enrolarse entre la tropa que sirve al rey desde el primer momento de su reinado: «Desde el seno de la aurora», que es símbolo de vida y de luz, alude a una nueva era. El segundo oráculo va dirigido también al rey, que es simultáneamente sacerdote, como lo era el rey jebuseo de Jerusalén. La dinastía davídica, asentada en Jerusalén, tiene las antiguas prerrogativas propias del rey cananeo de la ciudad. El salmista comenta el segundo oráculo vinculándolo con el primero. Ahora proclama ante Dios lo que ya se ha dicho: «Mi señor (el rey) está a tu derecha». Añade algo nuevo: de la relación que tiene el monarca con Dios dimana su fuerza casi divina; por ello, extermina enemigos, sentencia, amontona cadáveres, aplasta cabezas. Si su esfuerzo en el combate le lleva casi al agotamiento, un torrente providencial, del que bebe abundantemente, permite reponerse y proseguir la campaña. Son numerosas las citas de este salmo en el Nuevo Testamento. El versículo 1 aparece en los evangelios (cfr. Mat_22:41-46; Mat_26:64; Mar_16:19; Hch_2:34s; Rom_8:34, etc.). El versículo 4 en Heb_5:6.10; y sobre todo Heb 7. Podemos orar con este salmo evocando la conciencia política de la autoridad. Una lectura cristiana pide que el salmo sea despojado de la violencia. Cristo es rey y sacerdote, pero rey de «justicia, de amor y de paz»; sacerdote que entró en el santuario a través de su propia sangre, y nos ha abierto el camino de acceso al santuario. Oremos por el pueblo de Dios, que es un pueblo de reyes y de sacerdotes.