II Samuel  22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 51 versitos |
1

Salmo de David
Sal 18

Cuando el Señor lo libró de sus enemigos y de Saúl, David entonó este canto:
2 Yo te amo, Señor, mi fuerza, mi refugio.
3 Dios mío, roca mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora,
mi baluarte, mi refugio,
que me salvas de los violentos.
4 Invoco al Señor
que es digno de alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
5 Las olas de la muerte me envolvieron,
torrentes destructores me aterraron,
6 me envolvían los lazos del Abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte,
7 en el peligro invoqué al Señor,
invoqué a mi Dios:
Desde su templo él escuchó mi voz,
mi grito llegó a sus oídos.
8 Tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos del cielo,
sacudidos por su cólera.
9 De su nariz se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba carbones encendidos.
10 Inclinó el cielo y descendió
con nubarrones bajo los pies;
11 volaba a caballo de un querubín,
planeando sobre las alas del viento,
12 envuelto en un manto de oscuridad,
denso aguacero y nubes espesas;
13 al fulgor de su presencia
se encendían centellas;
14 el Señor tronaba desde el cielo,
el Soberano hacía oír su voz.
15 Disparando sus flechas
los dispersaba,
su relámpago los enloquecía.
16 Al bramido del Señor
con su nariz resoplando de cólera
apareció el fondo del mar
y se vieron los cimientos del mundo.
17 Desde el cielo alargó la mano
y me agarró,
para sacarme
de las aguas caudalosas,
18 me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
19 Me hacían frente el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
20 me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
21 El Señor me pagó mi rectitud,
retribuyó la pureza de mis manos,
22 porque seguí los caminos del Señor,
y no me rebelé contra mi Dios;
23 porque tuve presentes sus mandatos,
y no me aparté de sus preceptos;
24 estuve enteramente de su parte,
guardándome de toda culpa;
25 el Señor retribuyó mi rectitud,
mi pureza en su presencia.
26 Con el leal tú eres leal,
con el íntegro tú eres íntegro,
27 con el sincero tú eres sincero,
con el falso tú eres sagaz.
28 Tú salvas al pueblo afligido,
tu mirada humilla a los soberbios.
29 Señor, tú eres mi lámpara;
Señor, tú alumbras mis tinieblas.
30 Confiado en ti me meto en la batalla,
confiado en mi Dios asalto la muralla.
31 El camino de Dios es perfecto,
la promesa del Señor
es digna de confianza,
es escudo para los que
en él se refugian.
32 ¿Quién es Dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
33 Dios es mi fuerte refugio,
me enseña un camino perfecto;
34 él me da pies de ciervo
y me coloca en las alturas;
35 él adiestra mis manos para la guerra
y mis brazos para tensar la ballesta.
36 Me prestaste el escudo de tus victorias,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
37 Ensanchaste el camino
ante mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos.
38 Perseguiré al enemigo
hasta extirparlo,
y no volveré sin haberlo aniquilado.
39 Los destruiré, los derrotaré,
no podrán rehacerse:
¡cayeron bajo mis pies!
40 Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que se me resistían;
41 hiciste volver la espalda
a mis enemigos,
reduje al silencio a mis adversarios.
42 Pedían auxilio, nadie los salvaba;
gritaban al Señor, no les respondía.
43 Los reduje a polvo de la tierra,
los desmenucé como barro de la calle.
44 Me libraste de las contiendas
de mi pueblo,
me reservaste
para cabeza de naciones.
Un pueblo extraño fue mi vasallo,
45 los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
46 Los extranjeros flaqueaban
y salían temblando de sus baluartes.
47 ¡Viva el Señor, bendita sea mi Roca!
Glorificado sea mi Dios,
Roca salvadora:
48 el Dios que me dio el desquite
y me sometió los pueblos;
49 que me sacó de entre los enemigos,
me levantó
sobre los que me resistían,
y me salvó del hombre violento.
50 Por eso te daré gracias
ante las naciones,
y cantaré, Señor,
en honor de tu Nombre:
51 Tú diste gran victoria a tu rey,
fuiste leal con tu Ungido,
con David
y su descendencia por siempre.

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Introducción a II Samuel 

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Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Samuel  22,1-51Salmo de David. Este salmo, con ligeras variantes, es el salmo 18 del Salterio. La atribución a David no es segura. La forma es de acción de gracias al Señor recitada en presencia de la comunidad; el contexto litúrgico explica el paso de la segunda a la tercera persona. El favorecido cuenta a los presentes el beneficio insigne recibido de Dios; puede desdoblarlo en una descripción de la situación desesperada, una descripción del acto salvador, y algunas reflexiones. El cantor se hace testigo de Dios ante la comunidad. En algunos versos el favorecido le cuenta al Señor los favores que él mismo le ha hecho. No parece lógico contar al protagonista su proeza, mucho menos si el protagonista es Dios que la conoce mucho mejor; pero semejante modo de orar indica un momento de intimidad y de profundo reconocimiento. No necesita saberlo el Señor, pero quiere escucharlo, plegándose a oyente de lo que sabe. Hablando así al Señor en segunda persona, la sinceridad es absoluta. La primera parte del salmo tiene una construcción muy clara. Después de una invocación, describe el peligro mortal en que se encontraba, la teofanía del Señor y la liberación; después reflexiona sobre el motivo de esa liberación y enuncia un principio general sobre la conducta de Dios. En la segunda parte se repiten los mismos temas de modo irregular. Es posible descubrir un par de veces el siguiente esquema: acción de Dios en segunda persona, efecto en los enemigos, acción del salmista. El final empalma con el comienzo en la invocación, a la vez que repite el tema dominante.
Teología. Supuesta la concepción del universo en tres planos, cielo, tierra, abismo, el salmo se proyecta sobre un eje vertical que domina el plano horizontal. El protagonista, situado en la tierra, se encuentra rodeado, envuelto, sin escapatoria; la invasión del océano abismal cierra definitivamente el cerco. En su dimensión, el hombre es impotente, necesita trascenderla con una tercera dimensión de altura: es la dimensión de Dios. Dios aparece en la altura, cerniéndose sin límites, bajando para auxiliar; y ya la visión empieza a liberar al hombre de su estrechez insuperable. Después viene la acción, que se expresa en dos direcciones: romper el cerco, dar anchura y espacio (20.37); y más aún levantar, poner en lo alto (34.49). Varios títulos divinos expresan directa o indirectamente esa altura: roca, alcázar, baluarte. El mundo de la muerte y del peligro extremo están vistos como elementos profundos: abismo (6), fondo del mar, cimientos del orbe (16). Paralelamente al movimiento en el eje de los elementos, se colocan verticalmente ataque y derrota: los enemigos se levantan, son los que se levantan (40.49), la derrota es caída sin levantarse (39), es curvarse, rebajarse, ponerse bajo los pies (39.40.48). Ahora bien, esta victoria que se canta como don de Dios, ha exigido la lucha humana. Muchos términos hablan de la guerra, pero era Dios quien enseñaba, entrenaba y auxiliaba a David. A este campo pertenecen los motivos de flaqueza y firmeza, y los títulos divinos Refugio, Escudo.