Ester  8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 17 versitos |
1

Triunfo de los judíos

Aquel día el rey Asuero entregó a la reina Ester la casa de Amán, el enemigo de los judíos; y Mardoqueo fue presentado al rey, que ya sabía por Ester el parentesco que tenía con la reina.
2 El rey se quitó el anillo que había recuperado de Amán y se lo entregó a Mardoqueo. Ester confió a Mardoqueo la administración de la casa de Amán.
3 Ester volvió a hablar al rey. Cayó a sus pies llorando y suplicándole que anulase los planes perversos que Amán de Agag había tramado contra los judíos.
4 Cuando el rey extendió hacia Ester el cetro de oro, ella se levantó y quedó en pie ante el rey.
5 Luego dijo:
– Si al rey le agrada y quiere hacerme un favor, si mi propuesta le parece bien y si está contento de mí, revoque por escrito la carta de Amán, hijo de Hamdatá, descendiente de Agag, que había mandado exterminar a los judíos en las provincias del imperio.
6 Porque, ¿cómo podré ver la desgracia que se echa sobre mi pueblo, cómo podré ver la destrucción de mi familia?
7 El rey Asuero dijo entonces a la reina Ester y al judío Mardoqueo:
– Ya ven que he dado a Ester la casa de Amán y a él lo han ahorcado por atentar contra los judíos.
8 Ustedes escriban, en nombre del rey, lo que les parezca sobre los judíos y séllenlo con el sello real, porque los documentos escritos en nombre del rey y sellados con su sello son irrevocables.
9 Entonces, el día veintitrés del mes tercero, o sea, el mes de junio, fueron convocados los secretarios del reino, y tal como ordenó Mardoqueo, se redactó un documento destinado a los judíos, autoridades, gobernadores y jefes de las provincias – ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía– , a cada provincia en su escritura y a cada pueblo en su lengua; a los judíos, en su alfabeto y su lengua.
10 Redactaron un documento en nombre del rey Asuero, lo sellaron con su sello y despacharon las cartas por correos montados en caballos velocísimos, pura sangre, de las caballerizas reales.
11 En dicho documento el rey concedía a los judíos de todas y cada una de las ciudades el derecho a reunirse y defenderse, a exterminar, matar y aniquilar a cualquier gente armada de cualquier raza o provincia que los atacara, incluso a sus mujeres y niños, más el derecho a saquear sus bienes en todas las provincias del rey Asuero,
12 el mismo día, el trece del mes duodécimo, o sea, el mes de marzo.

Edicto real a favor de los judíos

Copia de la carta:
El emperador Artajerjes a los gobernadores de las ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía, y a cuantos nos son leales, ¡salud!
Considerando que muchos, cuantos más beneficios y más honra reciben de sus bienhechores más se ensoberbecen,
y no sólo intentan maltratar a nuestros súbditos, sino que, no pudiendo dominar su propia arrogancia, conspiran contra sus mismos bienhechores, borran del corazón humano el sentimiento de gratitud y,
más aún, ensoberbecidos con los aplausos de los malvados piensan escapar a la justicia del Dios que siempre lo ve todo y odia a los malos.
Considerando que con frecuencia muchos constituidos en autoridad, influidos por los que creían amigos, a quienes confiaron la marcha de sus asuntos, se han visto envueltos en desgracias irreparables y convertidos en cómplices del asesinato de inocentes, porque la maldad de los amigos,
a base de sofismas engañosos, prevaleció sobre la íntegra nobleza de sentimientos de los gobernantes.
Basta con mirar no a las anécdotas que se nos cuentan de la antigüedad, sino delante de nuestros mismos ojos: ¡cuántas maldades no se han cometido por esa peste de gobernantes indignos!
Por lo cual procuraremos que en el futuro todos tengan asegurada la tranquilidad y la paz en el reino,
efectuando los cambios convenientes y dictaminando siempre con benevolencia y equidad los asuntos que se nos presenten.
Resultando que Amán, de Hamdatá, macedonio – extranjero tenía que ser, no de nuestra sangre y nuestra hidalguía– , recibido por nosotros como amigo,
experimentó el trato humano que damos a todos los pueblos, hasta el punto de haber sido proclamado nuestro padre y reverenciado por todos como virrey;
pero no sabiendo mantenerse en su rango, ha intentado arrebatarnos el poder y la vida, porque con toda clase de engaños
nos pidió la muerte de Mardoqueo, nuestro salvador y continuo bienhechor, y la de Ester, nuestra intachable compañera en el trono, junto con toda su raza.
Con estas medidas, él pensaba dejarnos aislados y pasar el poder de manos de los persas a los macedonios.
Resultando que no hemos comprobado que los judíos, condenados por este criminal al exterminio, sean malhechores; al contrario, se rigen por leyes justísimas
y son hijos del Altísimo, del gran Dios vivo, que para bien nuestro y el de nuestros antecesores conserva el imperio con un orden excelente.
Ordenamos que no sea obedecida la carta enviada por Amán, hijo de Hamdatá,
porque su autor ha sido ahorcado junto a las puertas de Susa, con todos los de su casa. El Señor dominador de todo le ha dado enseguida el castigo que merecía.
Expondrán en público copias de esta carta y permitirán a los judíos que sigan libremente sus leyes.
Ayúdenles además a defenderse de quienes los ataquen, ese mismo día trece del mes duodécimo, mes de marzo.
Porque ese día trágico para el pueblo elegido, el Dios dominador, universal, lo ha convertido en día de alegría.
Por tanto, ustedes, judíos, celebren con toda solemnidad este día señalado entre sus fiestas solemnes,
para que ahora y en el futuro sea un recuerdo de salvación para ustedes y los persas de buena voluntad y un recuerdo de destrucción para sus enemigos.
Toda ciudad o región en general que no actúe conforme a la presente orden será devastada sin piedad a hierro y fuego. Ningún hombre pondrá el pie en ella, y hasta las fieras y las aves la detestarán.
13

El edicto llega a todas las provincias

El texto del documento, con fuerza de ley en todas y cada una de las provincias, se haría público para que los judíos estuviesen preparados para vengarse de sus enemigos dicho día.
14 A toda prisa, obedeciendo la orden del rey, los correos, montados en caballos velocísimos, pura sangre, de las caballerizas reales, partieron rápidos. El edicto se promulgó en la fortaleza de Susa.
15 Mardoqueo salió de la presencia del rey con vestiduras regias color violeta y blanco, una gran corona de oro y un manto de lino color púrpura. En la ciudad de Susa resonaban gritos de alegría.
16 Para los judíos fue un día luminoso y alegre, gozoso y triunfal.
17 En cada provincia y ciudad adonde llegaba el decreto del rey los judíos se llenaban de inmensa alegría, y celebraban banquetes y fiestas. Y muchos gentiles se convirtieron, llenos de temor ante los judíos.

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Introducción a Ester 

ESTER

Contexto histórico. Tres libros narrativos tardíos corresponden a la diáspora judía y están situados con coordenadas ficticias. Tobías entre los deportados israelitas de Asiria; Daniel, entre los deportados de Babilonia; y Ester entre la diáspora judía de Persia.
Los tres libros juntos nos dan una idea genérica de la vida de los judíos en la diáspora. El problema central es la identidad de un pueblo disperso y su relación con la cultura circundante. La diáspora es un hecho admitido con el cual se convive tranquilamente. No se siente el afán de volver a la patria ni se echa apenas de menos el templo y su culto. Solo al final de Tobías aparece Jerusalén como en un sueño glorioso y testamentario.
En general, todo les va bien a los exiliados; incluso algunos personajes judíos ocupan puestos importantes en la corte: Tobías, como proveedor del rey Salmanasar; Daniel por su saber sobrehumano; en el presente libro, Mardoqueo y Ester, hasta el punto que el judío delata una conjura contra el emperador.
Dos peligros, sin embargo, acechan a los exiliados, uno permanentemente: el peligro de diluirse como minoría en la inmensidad heterogénea del imperio; pero a pesar de la dispersión, los judíos conservan unidad e identidad gracias a su legislación, sus libros y su memoria histórica. El otro peligro son las persecuciones esporádicas. La religión pagana no parece ser peligrosa por su atracción, pero cuando intenta imponerse a la fuerza, los judíos resisten victoriosamente y se mantienen fieles a su Dios.

El libro de Ester. El libro de Ester es un relato construido con habilidad y desarrollado con bastante acierto, no exento de las inverosimilitudes que entonces se aceptaban sin dificultad. El tema y esquema general es un grave peligro del pueblo judío, del que se libra maravillosamente; no hace falta mencionar a Dios para saber quién es el liberador. El desenlace es un juicio histórico, fácilmente atribuible al Juez de la historia. La escenificación en tierra extranjera permite detalles pintorescos y deja más espacio a la ficción. La exaltación del humillado y la intervención decisiva de una mujer son motivos tradicionales, tratados con bastante originalidad.
Los personajes son figuras típicas, sin relieve individual; pero el juego de contrastes les da relieve y anima la trama. Mardoqueo es encarnación de lo mejor de los judíos: sensatez y valor, tenacidad y calma; es un poco la conciencia de los judíos e intenta ser la de los demás.
A su lado, Ester resulta una joven sumisa y discreta, que en un momento de valentía alcanza la grandeza y representa un nuevo triunfo femenino en la literatura bíblica, detrás de Rebeca, Tamar, Yael, Rut, Abigaíl, y Judit. Sobre un fondo de maridos asustados ante la posible rebelión de las mujeres (1) asistimos al triunfo liberador de la belleza y la valentía de una mujer (compañera en esto de Judit).
El relato tiene un marcado carácter sapiencial, enseña en forma de gran parábola: el israelita aprenderá confianza, solidaridad, acción cautelosa; el extranjero puede aprender que los judíos son empleados de fiar, que debe respetar sus costumbres; también pueden escarmentar en la figura de Amán, porque hay alguien más poderoso, que sale por el pueblo judío.

El doble texto. Es muy posible que el libro conserve recuerdos de persecuciones y liberaciones de los judíos durante el dominio persa. Esto no quiere decir que el libro sea historia; es más bien una ficción bien ambientada y ejemplar; pudo haber sido escrita en la primera época helenística o durante la persecución de Antíoco IV. El libro se leyó después en zonas y épocas más tranquilas; entonces un autor griego recogió la obra y le añadió elementos para hacer explícita la acción de Dios: sueño y explicación, plegarias, aclaraciones; sustituyó la defensa armada por un edicto de tolerancia para los judíos.
Éste es el texto griego, que introducimos en el puesto correspondiente de la narración, distinguiéndolo con letra cursiva (Su numeración es la continuación al texto hebreo, así, el capítulo 1 del texto griego, es el capítulo 11 en nuestra versión). Se puede hacer una primera lectura saltándose dichos pasajes y una segunda incluyéndolos.

Mensaje religioso. Ester no es una novela de tesis, es un relato didáctico; sus enseñanzas se ofrecen sabiamente distribuidas a lo largo del libro. En la superficie, el relato hebreo original es llamativamente laico. Dios no interviene ni con milagros ni de otra manera patente. Pero no hace falta nombrarlo para descubrirlo en la trama y en lo inesperado del desenlace de los acontecimientos.
La victoria de los judíos es un gran juicio en el que los malvados reciben su merecido: se aplica la ley del Talión: «caen en la fosa que cavaron». El desenlace es, por tanto, un juicio histórico y no hace falta mucha profundización para que cualquier israelita sepa que el autor de dicha sentencia es Dios. Al traductor griego no le basta un Dios entre bastidores, y lo sacó a escena repetidas veces.
Hay algo, sin embargo, en el libro que nos turba, y es la complacencia en la venganza. La caída de Amán se retrata con detalles crueles, la victoria final desborda los presupuestos; los judíos se vengan de sus enemigos, cuentan las víctimas, alargan el plazo de la venganza, ponen gran empeño en recordar ese día. La justicia vindicativa podía cumplirse con moderación. Esta dificultad nos invita a leer el libro como cifra de la crueldad humana. Aún estamos lejos de Aquel que sustituyó la ley del Talión por la ley del amor, incluso a los enemigos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ester  8,1-12Triunfo de los judíos. Lo que sigue está implícito en la caída de Amán, pero el lector judío quería explicitar en detalle la exaltación de Mardoqueo y del pueblo, el cambio de suerte por haber invocado al Señor y confiado en Él. Queda en el aire la pregunta por el fatídico decreto de Amán; es como si aún muerto amenazara todavía a los judíos por aquella ley que le sobrevive. El decreto firmado en nombre del rey y sellado con el sello real es como una mueca macabra del ajusticiado, una venganza después de morir. A dicha inquietud responde el rey Asuero autorizando la promulgación de una ley que anule la que amenazaba a los judíos.


Ester  8,13-1715:1-24 Edicto real a favor de los judíos. El autor griego aprovecha el momento para componer otro decreto, semejante en el estilo al primero, al de Amán, de doble extensión, imitando el lenguaje de las cancillerías.

8:13-17 El edicto llega a todas las provincias. Con la carta que autoriza el rey para derogar la ley de Amán, llega también la salvación para todos los judíos del imperio, salvación que se traduce en fiesta y alegría. Con esos acordes festivos (16-17) quisiéramos cerrar el libro y no leer más, sobre todo cuando sabemos lo que viene, porque lo hemos leído en otra ocasión. Pero nosotros no somos los dueños del libro para poner a nuestro gusto la palabra «FIN». Todo lo que podemos hacer es echar mano, con fe y con madurez cristiana, del máximo criterio de justicia con el cual hemos de leer cualquier pasaje bíblico y preguntarnos hasta dónde corresponde a la imagen del Dios amor, justicia y misericordia que nos revelan otros textos o hasta dónde son la negación completa de esa imagen.