Mateo 12 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 50 versitos |
1

Jesús y el sábado
Mc 2,23-28; Lc 6,1-5

En cierta ocasión, Jesús atravesaba unos campos de trigo en día sábado. Sus discípulos, hambrientos, se pusieron a arrancar espigas y comérselas.
2 Los fariseos le dijeron:
– Mira, tus discípulos están haciendo en sábado una cosa prohibida.
3 Él les respondió:
–¿No han leído lo que hizo David y sus compañeros cuando estaban hambrientos?
4 Entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes.
5 ¿No han leído en la ley que, en el templo y en sábado, los sacerdotes quebrantan el reposo sin incurrir en culpa?
6 Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien mayor que el templo.
7 Si comprendieran lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.
8 Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado.
9

Mc 3,1-6; Lc 6,6-11

Se dirigió a otro lugar y entró en su sinagoga.
10 Había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Le preguntaron, con intención de acusarlo, si era lícito sanar en sábado.
11 Él respondió:
– Supongamos que uno de ustedes tiene una oveja y un sábado se le cae en un pozo: ¿no la agarraría y la sacaría?
12 Ahora bien, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, está permitido en sábado hacer el bien.
13 Entonces dijo al hombre:
– Extiende la mano.
Él la extendió y se le quedó tan sana como la otra.
14 Los fariseos salieron y deliberaron cómo acabar con él.
15 Pero Jesús se dio cuenta y se fue de allí.

Jesús, el Siervo de Dios

Le seguían muchos; sanaba a todos
16 y les pedía encarecidamente que no lo divulgaran.
17 Así se cumplió lo que anunció el profeta Isaías:
18 Miren a mi siervo,
a mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él pondré mi Espíritu
para que anuncie
la justicia a las naciones.
19 No gritará, no discutirá,
no voceará por las calles.
20 No quebrará la caña débil,
no apagará la vela vacilante,
hasta que haga triunfar la justicia.
21 Y en su nombre
esperarán las naciones.
22

Jesús y Satanás
9,32-34; Mc 3,22-30; Lc 11,14-23; 12,10

Entonces le llevaron un endemoniado ciego y mudo. Él lo sanó, de modo que recobró la vista y el habla.
23 La multitud asombrada comentaba:
–¿No será éste el Hijo de David?
24 Pero los fariseos al oírlo dijeron:
–Éste expulsa demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.
25 Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:
– Un reino dividido internamente va a la ruina; una ciudad o casa dividida internamente no se mantiene en pie.
26 Si Satanás expulsa a Satanás, ¿cómo se mantendrá su reino?
27 Si yo expulso demonios con el poder de Belcebú, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso ellos los juzgarán.
28 Pero si yo expulso los demonios con el Espíritu de Dios, es que ha llegado a ustedes el reino de Dios.
29 ¿Puede alguien acaso entrar en casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas si primero no lo ata? Sólo así podrá saquear la casa.
30 El que no está conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo desparrama.
31 Por eso les digo que cualquier pecado o blasfemia se les puede perdonar a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no tiene perdón.
32 A quien diga algo contra el Hijo del Hombre se le puede perdonar; a quien lo diga contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en el presente ni en el futuro.
33

7,16-20; Lc 6,43-45

Planten un árbol bueno y tendrán un fruto bueno; planten un árbol enfermo y tendrán un fruto dañado. Pues por el fruto conocerán al árbol.
34 ¡Raza de víboras! ¿Cómo podrán decir palabras buenas si son malos? De la abundancia del corazón habla la boca.
35 El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro de bondad; el hombre malo saca cosas malas de su tesoro de maldad.
36 Les digo que el día del juicio los hombres deberán dar cuenta de cualquier palabra inconsiderada que hayan dicho.
37 Porque por tus palabras te absolverán y por tus palabras serás condenado.
38

La señal de Jonás
16,1-4; Mc 8,11s; Lc 11,29-32

Entonces algunos letrados y fariseos le dijeron:
– Maestro, queremos verte hacer alguna señal.
39 Él les contestó:
– Una generación malvada y adúltera reclama una señal, y no se le concederá más señal que la señal del profeta Jonás.
40 Como estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra, tres días y tres noches.
41 Durante el juicio se alzarán los habitantes de Nínive contra esta generación y la condenarán porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien mayor que Jonás.
42 La reina del sur se alzará en el juicio contra esta generación y la condenará, porque ella vino del extremo de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien mayor que Salomón.
43

Lc 11,24-26

Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, recorre lugares áridos buscando descanso, y no lo encuentra.
44 Entonces dice: Me vuelvo a la casa de donde salí. Al volver, la encuentra deshabitada, barrida y arreglada.
45 Entonces va, se asocia a otros siete espíritus peores que él, y se meten a habitar allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo. Así le sucederá a esta generación malvada.
46

La madre y los hermanos de Jesús
Mc 3,31-35; Lc 8,19-21

Todavía estaba hablando a la multitud, cuando se presentaron su madre y sus hermanos, que estaban afuera, deseosos de hablar con él.
47 [Uno le dijo:
– Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo.]
48 Él contestó al que se lo decía:
–¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos?
49 Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo:
–¡Ahí están mi madre y mis hermanos!
50 Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 12,1-15Jesús y el sábado. En el capítulo 12 Mateo describe la creciente hostilidad de los fariseos contra Jesús. Las controversias resultantes sirven para aclarar aspectos de su misión: el sábado (1-21), el origen de su poder taumatúrgico (22-37) y la exigencia de un signo que compruebe su misión (38-45).
En la importancia que da Mateo a estas controversias podemos leer entre líneas las dificultades por las que atravesaban las comunidades cristianas a las que dirige su evangelio ante la hostilidad de un entorno religioso dominado por la casuística y el legalismo farisaico.
En este pasajes nos situamos ante dos situaciones en las que Jesús se opone a le ley del sábado en beneficio de la persona: el hambre (1-8) y la enfermedad (9-14). En ambos casos, la mentalidad farisaica daba preferencia al precepto del sábado sobre la situación del enfermo y del hambriento. El descanso sabático, que fue en su origen una institución humanitaria, se convirtió en muchos casos en una carga opresiva. Ante tal abuso, Jesús reacciona frente a las acusaciones de los fariseos con dos frases que provocaron un escándalo total: Él es «mayor que el templo» (6) y «Señor del sábado» (8). Una de las estructuras opresoras de las que Jesús se siente libre y trata de liberar al pueblo es la estructura religiosa de la que forma parte la ley del sábado. Por eso, contravenir este precepto, aun para hacer el bien, era una provocación para la élite religiosa.
Este legalismo casuístico de los fariseos del tiempo de Jesús nos puede parecer pueril y desfasado; sin embargo, el espíritu farisaico es como un mal crónico que nos sigue afectando a personas e instituciones religiosas. Los cristianos tendemos a absolutizar ciertas normas inmemoriales, que fueron respuestas a problemas concretos de una época. ¡Primero el reinado de Dios y luego sus añadiduras! Y así, todo culto cristiano, personal o público, desvinculado de una opción seria y comprometida por el pobre y el excluido, será un culto sin misericordia, farisaico.


Mateo 12,16-21Jesús, el Siervo de Dios. Los enemigos de Jesús se quedan sin respuesta ante sus palabras, pero Jesús comienza a ser ya un peligro público que debe ser eliminado. En el relato de Mateo, el versículo 14 marca el comienzo de las deliberaciones del desenlace final (cfr. 27,1). Frente a dicha deliberación, Mateo pronuncia un veredicto (15b-21) aplicando a Jesús un texto profético, el primer canto del Siervo (Isa_42:1-4). Colocado aquí, servirá también de contraste para la controversia que sigue, en la que los enemigos lo denuncian como siervo del Diablo.
Mateo 12,22-37Jesús y Satanás. He aquí una controversia sobre el origen del poder de Jesús, que se completa en los versículos 43-45. Ante el milagro, la gente se pregunta si Jesús será el Mesías. Los fariseos, al no poder negar el hecho evidente, acusan a Jesús de ser representante de la divinidad pagana Belcebú (cfr. 2 Re 1), identificado como príncipe o soberano de los demonios.
Jesús responde utilizando imaginativamente creencias y representaciones populares sobre el reino de los espíritus. Todo ese mundo se derrumbará ante el poder de Jesús, y así se irá manifestando y avanzará el reinado de Dios. Los judíos estaban seguros de que Satanás perdería su poder sobre las personas en el tiempo mesiánico. Esto estaba sucediendo desde la venida de Jesús. La blasfemia contra el Espíritu Santo, en este contexto, consiste en la ceguera voluntaria y obstinada de la persona que se niega a reconocer la acción evidente de Dios y, recurriendo a acusaciones falsas y calumniosas, atribuye al demonio lo que sabe que procede de Dios (cfr. Heb_6:4-6; Heb_10:26-29).
Ante la ceguera voluntaria de los fariseos, Jesús les avisa del grave peligro que corren. El árbol se conoce por sus frutos. Un árbol malo no puede dar frutos buenos. Han atesorado maldad en su corazón y eso les impide abrirse a la propuesta de Dios.
Mateo 12,38-45La señal de Jonás. A veces, el milagro deslumbrante y sensacionalista puede convertirse en el peor enemigo del reinado de Dios, que se acoge solamente por la fe. Jesús se niega sistemáticamente a contentar a la galería con portentos milagreros; ya lo hizo cuando se enfrentó con el Diablo en el desierto (4,3-7) o cuando, en un arrebato de exasperación, se quejó a la gente que le seguía: «Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen» (Jua_4:48), o cuando permaneció mudo ante el payaso de Herodes que «esperaba verlo hacer algún milagro» (Luc_23:8). Ahora, cuando los fariseos le piden algún prodigio que acredite su misión, Jesús les remite al único signo que es justamente la negación de toda espectacularidad milagrosa: el signo de Jonás, un signo permanente de contradicción. Esta invitación a realizar una señal extraordinaria es una nueva tentación para manipular, por medio del poder, lo que Jesús pueda hacer.
La alusión al signo de Jonás ha recibido diversas explicaciones: muerte y resurrección de Jesús, predicación a los paganos y su conversión. Es posible que el evangelista haya pensado en ambas al dirigir el relato a unas comunidades cristianas que estaban viviendo las contradicciones provocadas por el anuncio de la Buena Noticia: los pobres y los paganos aceptaban la persona de Jesús muerto y resucitado, los sabios y engreídos no tenían ojos para ver en este hombre humilde y ajusticiado la presencia del reinado de Dios. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Mateo 12,46-50La madre y los hermanos de Jesús. Este episodio parece que está fuera de contexto, como añadido para que no se pierda, antes de comenzar la gran sección de las parábolas. En rigor, habría que leerlo en el capítulo 10 que trata de los discípulos. Jesús no se deja intimidar por la actitud de los parientes y los invita a hacerse familia suya, no por los vínculos de sangre, sino por la práctica de la Buena Noticia, como oyentes y servidores de la Palabra.
La palabra «hermano» en el hebreo del Antiguo Testamento designaba también a los parientes próximos: tíos, sobrinos y primos. En el Nuevo Testamento, esta palabra puede designar a parientes y a personas de la misma raza o comunidad. Todos los israelitas eran hermanos, así como lo son todos los cristianos. Alrededor de Jesús surge una familia nueva, unida por lazos de fe. El discípulo auténtico es el que obedece o hace, no el que habla o nace (7,21). Al leer estas palabras de Jesús nos damos cuenta de que María fue recorriendo un camino de fe que la llevó al encuentro con su hijo y con el Señor. La asidua meditación de los acontecimientos diarios hizo crecer su corazón hasta el punto de llegar a albergar en él a toda la Iglesia. María, primera discípula, hizo el camino de la fe y seguimiento de Jesús que todo creyente debe emprender.