I Samuel 14 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 52 versitos |
1

Hazaña de Jonatán

Un día Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su escudero:
– Acerquémonos hasta el destacamento filisteo, al otro lado de la cañada.
Pero no se lo dijo a su padre.
2 Saúl se encontraba entonces en las afueras de Guibeá, bajo el granado que estaba cerca de donde trillaban el trigo. Su tropa eran unos seiscientos hombres.
3 Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijo de Fineés, hijo de Elí, sacerdote del Señor en Siló, llevaba un efod.
La tropa no se dio cuenta de que Jonatán se alejaba.
4 A ambos lados de la cañada que Jonatán intentaba pasar para llegar al destacamento filisteo había dos salientes rocosos: uno se llamaba Bosés y el otro Sene.
5 Uno se erguía hacia el norte, frente a Micmás, y el otro hacia el sur, frente a Guibeá.
6 Jonatán dijo a su escudero:
– Vamos a pasar hacia el destacamento de esos incircuncisos; a lo mejor el Señor nos da la victoria; no le cuesta salvar con muchos o con pocos.
7 El escudero respondió:
– Haz lo que quieras; estoy a tu disposición.
8 Jonatán dijo:
– Mira, vamos a pasar hasta donde estén esos hombres y dejaremos que nos descubran.
9 Si nos dicen: ¡Alto! ¡No se muevan hasta que lleguemos a ustedes!, nos quedaremos quietos donde estamos, sin subir hacia ellos.
10 Pero si nos dicen: ¡Suban acá!, subiremos, porque el Señor nos los entrega; ésta será la contraseña.
11 El destacamento filisteo los descubrió, y comentaron:
– Miren, unos hebreos que salen de las cuevas donde se habían escondido.
12 Luego dijeron a Jonatán y a su escudero:
– Suban aquí, que les contaremos una cosa.
Jonatán ordenó entonces a su escudero:
– Sube detrás de mí, porque el Señor los ha entregado a Israel.
13 Jonatán subió gateando, seguido de su escudero; los filisteos iban cayendo ante los golpes de Jonatán, y su escudero, detrás, los iba rematando.
14 Ésta fue la primera victoria de Jonatán y su escudero: mataron unos veinte hombres, como quién abre un surco en media parcela de campo.
15 Todos los que estaban en el campamento y toda la tropa se llenaron de miedo. Temieron también los de la guarnición y la fuerza de choque. Al mismo tiempo hubo un temblor de tierra y se produjo un pánico sobrehumano.
16 Desde Guibeá de Benjamín vieron los centinelas de Saúl que el ejército enemigo huía a la desbandada.
17 Entonces Saúl ordenó a los suyos:
– Pasen revista, a ver quién se ha separado de los nuestros.
Pasaron revista, y faltaban Jonatán y su escudero.
18 Saúl ordenó a Ajías:
– Trae aquí el efod – Porque Ajías era el que llevaba entonces el efod en Israel– .
19 Mientras Saúl hablaba al sacerdote, el tumulto del campamento filisteo iba en aumento. Saúl dijo al sacerdote:
– Retira la mano.
20 Todo el ejército de Saúl se reunió y se lanzó al combate; los filisteos se acuchillaban unos a otros, en medio de una enorme confusión.
21 Y los hebreos movilizados hacía tiempo por los filisteos, y que habían subido con ellos al campamento, se pasaron a los israelitas de Saúl y Jonatán.
22 Todos los israelitas que se habían escondido en la serranía de Efraín oyeron que los filisteos iban huyendo, y también se juntaron en su persecución.
23 El Señor salvó aquel día a Israel. La lucha llegó hasta Bet-Avén. Los que seguían a Saúl eran unos dos mil hombres. La lucha se extendió por toda la serranía de Efraín.
24 Saúl cometió aquel día un grave error, conjurando a la tropa:
– Maldito el que pruebe un bocado antes de la tarde, mientras me vengo de mis enemigos.
Nadie probó bocado.
25 Por el suelo había unos panales,
26 y el ejército se acercó a los panales, que destilaban miel, pero nadie se la llevó a la boca, por miedo al juramento.
27 Jonatán que no había oído el juramento impuesto al pueblo por su padre, alargó la punta del palo que llevaba en la mano, lo hundió en el panal de miel, se lo llevó a la boca y se le iluminó la mirada.
28 Uno de la tropa dijo:
– Tu padre nos ha impuesto un juramento maldiciendo al que probase hoy un bocado, y eso que la tropa está agotada.
29 Jonatán exclamó:
–¡Mi padre ha traído la desgracia al país! Miren cómo se me han iluminado los ojos, con sólo probar un poco de esta miel.
30 Si la tropa hubiera comido hoy de los despojos ganados al enemigo, ¡cuánto mayor habría sido la derrota de los filisteos!
31 Aquel día destrozaron a los filisteos desde Micmás hasta Ayalón, y el ejército acabó agotado.
32 Entonces la tropa se lanzó sobre el botín y agarró ovejas, vacas y terneros, los degollaron en el suelo y los comieron con la sangre.
33 Avisaron a Saúl:
– Mira que la tropa está pecando contra el Señor, porque come carne con sangre.
Saúl respondió:
– Hagan rodar hasta aquí una piedra grande.
34 Luego ordenó:
– Dispérsense entre la gente y díganles que cada uno me traiga su toro o su oveja; degüéllenlos aquí y coman; pero no pequen contra el Señor comiendo carne con sangre.
Cada uno llevó lo que tenía, y Saúl degolló allí los animales.
35 Levantó un altar al Señor y ése fue el primer altar erigido por él.
36 Después dijo:
– Esta noche bajaremos a perseguir a los filisteos, los saquearemos hasta el amanecer, sin dejarles uno vivo.
Le contestaron:
– Haz lo que te parezca bien.
El sacerdote ordenó:
– Vamos a acercarnos a consultar a Dios.
37 Saúl consultó a Dios:
–¿Puedo bajar tras los filisteos? ¿Los entregarás en poder de Israel?
38 Aquel día no obtuvo respuesta. Entonces ordenó:
– Acérquense todos los jefes del pueblo, para ver quién ha cometido hoy este pecado.
39 Porque, ¡por la vida del Señor, salvador de Israel!, aunque sea mi hijo Jonatán, morirá sin remedio.
Nadie le respondió.
40 Entonces se dirigió a todo Israel:
– Ustedes se quedarán de un lado y yo con mi hijo Jonatán nos pondremos al otro.
Le respondieron:
– Haz lo que te parezca bien.
41 Entonces Saúl consultó al Señor, Dios de Israel:
–¿Por qué no respondes hoy a tu siervo? Señor, Dios de Israel, si somos culpables yo o mi hijo Jonatán, salga cara; si es culpable tu pueblo Israel, salga cruz.
Cayó la suerte en Jonatán y Saúl, y la tropa quedó libre.
42 Entonces dijo Saúl:
– Ahora echen la suerte entre mi hijo Jonatán y yo.
Le tocó a Jonatán.
43 Y Saúl le preguntó:
– Dime lo que has hecho.
Jonatán le contó:
– Probé un poco de miel con la punta del palo que llevaba en la mano. ¡Y ahora me toca morir!
44 Saúl le dijo:
–¡Que Dios me castigue si no mueres, Jonatán!
45 Pero la tropa dijo a Saúl:
–¿Cómo va a morir Jonatán, que ha dado esta gran victoria a Israel? ¡De ningún modo! ¡Por la vida del Señor!, que no caerá a tierra ni un pelo de su cabeza; porque él ha actuado hoy con la ayuda de Dios.
Así salvaron la vida a Jonatán.
46 Saúl dejó de perseguir a los filisteos, y éstos volvieron a sus casas.
47 Después de ser proclamado rey de Israel, Saúl luchó contra todos sus enemigos de alrededor: Moab, los amonitas, Edom, el rey de Sobá, los filisteos, y vencía en todas sus campañas,
48 haciendo proezas; derrotó a Amalec y libró a Israel de sus saqueadores.
49 Sus hijos fueron: Jonatán, Isbaal, Malquisúa. De sus dos hijas, la mayor se llamaba Merab; la pequeña, Mical.
50 Su mujer se llamaba Ajinoán, hija de Ajimás. El general de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl.
51 Quis, padre de Saúl, y Ner, padre de Abner, eran hijos de Abiel.
52 Durante todo el reinado de Saúl hubo guerra abierta contra los filisteos. A todo joven valiente y aguerrido que veía, Saúl lo enrolaba en su ejército.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 14,1-52Hazaña de Jonatán. En este capítulo se ve la intención de exaltar la figura de Jonatán, mientras que el papel de Saúl es menos feliz. Los filisteos se encuentran en una altura escarpada, que desaconseja un ataque frontal; precisamente de esta circunstancia se aprovecha el joven príncipe para un ataque por sorpresa; su hazaña desencadena una batalla de cierta amplitud y una victoria importante para los israelitas. Jonatán se atreve a criticar una decisión de su padre y se gana el favor del pueblo: es el héroe de la jornada. La narración se distingue por lo bien planeada que está. Mientras otras suelen ir dando informaciones a medida que lo pide el desarrollo, ésta adelanta los elementos esenciales de la situación.