II Samuel 5,1-5David, rey de Israel. Eliminados Abner e Isbaal, David atrae todas las esperanzas. La oposición de Israel a Judá queda relegada por un sentimiento más fuerte de hermandad. Lo que Abimelec decía a los de Siquén, para apoyar su candidatura real (Jue 9) lo confiesan las tribus a David. El pacto entre rey y pueblo tiene algo de constitución: implica un juramento de lealtad mutua y contiene normalmente una serie de cláusulas. Los ancianos, como responsables de todo el pueblo, hacen de intermediarios en la unción.
II Samuel 5,6-16Conquista de Jerusalén. La conquista de Jerusalén y su establecimiento como capital del reino sucedió ciertamente después de la victoria definitiva sobre los filisteos; probablemente después de otras campañas exteriores. El autor tiene mucho interés teológico en juntar la elección de David rey y la de Jerusalén capital. En adelante van a formar una fuerte unidad, como una nueva elección del Señor y arranque de una nueva etapa histórica. En este sentido es justo poner los dos hechos juntos al inicio de la narración. La intención teológica impera sobre la cronología. Saúl se había quedado en su aldea, como los jueces tribales, para gobernar desde allí. David ha residido en Hebrón, sitio excelente para un rey de Judá, ciudad bastante céntrica y aureolada con el recuerdo de Abrahán. Pero para unificar y gobernar a todo Israel, Hebrón no basta: está demasiado ligada a una tribu y hacia el sur. David decide estrenar capital: una ciudad sin vínculo tribal, bien situada y de gran valor estratégico. Es la antigua Jerusalén, ciudad hasta ahora inexpugnable para los israelitas, enclave cananeo en la montaña central, que ha dividido las tribus. Jerusalén es un símbolo de la persistencia y resistencia cananea no dominada. La decisión de David es un acto de audacia y de clarividencia. De audacia, porque es dificilísimo conquistarla, y un ataque fracasado podría desprestigiar al nuevo rey. Clarividencia, como muestra la historia sucesiva hasta hoy: Jerusalén adquiere para Israel, y más tarde para los judíos, un valor espiritual que supera ampliamente su valor geográfico, estratégico, y urbanístico. Jerusalén será el segundo polo de la escatología. Pero más inexpugnable que la ciudad parece el texto bíblico, que muchas generaciones de exegetas y arqueólogos no han logrado descifrar. Aun reuniendo los datos de Samuel con los de Crónicas, no llegamos a una explicación satisfactoria. Una de las hipótesis más atractivas ve las cosas así: David pone asedio a la ciudad, los defensores se burlan de los atacantes, ciegos y cojos bastan para rechazarlos -tan segura es la fortaleza-; David, quizás después de ataques infructuosos y de largo asedio, promete algún privilegio a quien penetre en la ciudad; entonces algunos soldados logran colarse y subir por el túnel de acceso al manantial, y desde dentro facilitan la entrada de los demás. Se trata de una hipótesis acerca del modo; la sustancia es que David, con esta conquista, se suma a los héroes de la conquista bajo Josué, somete el baluarte simbólico de los cananeos, dispone de una capital. Meditando sobre los hechos, derrota de filisteos y cananeos y fundación de la nueva capital y apertura comercial internacional, David llega a comprender su destino religioso: es un rey por la gracia de Dios al servicio del pueblo. Elección, no como privilegio, sino como función. Dado que el pueblo es del Señor, David es un vasallo y mediador al servicio de ese pueblo. Su especie de vasallaje en Gat y el probable vasallaje en Hebrón son pura sombra de la nueva situación histórica. Los versículos 13-16 anticipan el origen del heredero: será uno de los hijos nacidos en Jerusalén, no de los de Hebrón.
II Samuel 5,17-25Batallas con los filisteos. Cronológicamente ésta es la primera tarea de David en cuanto rey de la monarquía unificada. El autor resume en brevísimo espacio sucesos que debieron de durar varios años; se fija en un par de batallas. A esta época pertenecen algunos datos que se leen en el apéndice (capítulos 21-24). David presenta batalla en la zona montañosa, donde los filisteos se desenvuelven con menos medios y mayor dificultad. Valle de Refaím o Valle de los Gigantes -para el pueblo Valle de las Ánimas- está situado junto a Jerusalén, donde los filisteos se encuentran protegidos por el enclave jebuseo de Jerusalén, mientras David, evitando las ciudades, se refugia en el paraje que tan bien conoce de Adulán (
1Sa_22:1.4;
1Sa_24:13). Desde allí iría agrupando tropas y despachando pequeñas incursiones contra los filisteos. Del capítulo 23 se desprende que éstos están instalados también en Belén. Los filisteos acampan en terreno ventajoso, llano, en el valle que arranca al sudoeste de Jerusalén y se alarga hacia el oeste. David parte de Adulán, rodea por occidente, sube a Perasim, y desde el norte ataca y pone en fuga al enemigo. Los ídolos se llevan al campo de batalla como protección. Israel paga ahora a los filisteos la captura del Arca (1 Sm 4). Son el trofeo más valioso. Los filisteos insisten en el mismo sitio que consideran ventajoso (22-25); el oráculo del Señor ofrece esta vez un signo no tan fácil de entender: se trataría del rumor del viento en las copas de las moreras. Otros interpretan el nombre como toponímico, «en las alturas de Becaim».