Jeremías  50 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 46 versitos |
1

Contra Babilonia
Is 14,4-23; 21,1-10; 46; Bar 4,31-35; Ap 18

Palabra del Señor contra Babilonia – país caldeo– por medio del profeta Jeremías:
2 Anúncienlo a las naciones,
publíquenlo, alcen la bandera,
publíquenlo, no lo callen, digan:
Babilonia ha sido conquistada,
Bel está confuso, Marduc humillado,
sus ídolos derrotados,
sus imágenes avergonzadas.
3 Porque desde el norte
se abalanzó sobre ella
un pueblo que saqueará su territorio,
hasta que no quede en ella
un habitante,
porque hombres y animales
huirán desbandados.
4 En aquellos días y en aquella hora
– oráculo del Señor–
vendrán juntos israelitas y judíos,
llorando y buscando al Señor, su Dios;
5 preguntan por Sión
y allá se encaminan:
Vamos a unirnos al Señor
en alianza eterna, irrevocable.
6 Mi pueblo era un rebaño perdido
que los pastores extraviaban
por los montes,
iban de monte en colina,
olvidando el rebaño;
7 los que los encontraban se los comían,
sus rivales decían:
No somos culpables,
porque han pecado contra el Señor,
su pastizal seguro,
la Esperanza de sus padres.
8 Huyan de Babilonia
y del territorio caldeo,
salgan como chivos
delante del rebaño,
9 porque yo movilizo
contra Babilonia en el norte
una alianza de naciones poderosas
que formarán contra ella
y la conquistarán;
sus flechas, como soldado experto,
nunca fallan el blanco.
10 Los caldeos serán saqueados
y los saqueadores se hartarán
– oráculo del Señor– .
11 Aunque festejen bulliciosamente,
ladrones de mi herencia,
aunque brinquen
como novilla en el prado
y relinchen como caballos,
12 su madre quedará avergonzada,
confundida la que los dio a luz,
convertida en la última
de las naciones,
en desierto y estepa reseca.
13 Por la cólera del Señor
quedará deshabitada
y hecha toda un desierto;
los que pasen junto a Babilonia
silbarán espantados
al ver tantas heridas.
14 Arqueros, pongan cerco a Babilonia,
apunten, no ahorren flechas,
porque pecó contra el Señor;
15 lancen el grito de guerra en torno a ella,
que se entregue su guarnición,
que caigan sus pilares
y se derrumben sus murallas;
porque el Señor se venga de ella así:
lo que hizo háganselo a ella.
16 Exterminen en Babel al sembrador
y al que empuña la hoz
en el tiempo de la cosecha.
Huyen de la espada mortífera,
cada uno a su pueblo
y a su tierra nativa.
17 Israel era una oveja descarriada,
acosada de leones:
primero la devoró el rey de Asiria,
últimamente la despedazó
Nabucodonosor, rey de Babilonia.
18 Por eso, dice el Señor Todopoderoso,
Dios de Israel:
Yo tomaré cuentas
al rey de Babilonia y a su país,
como se las tomé al rey de Asiria.
19 Restituiré Israel a sus pastizales,
para que paste
en el Carmelo y en Basán,
para que sacie su hambre
en la sierra de Efraín y en Galaad.
20 En aquellos días y en aquella hora
– oráculo del Señor–
se buscará la culpa de Israel,
y no aparecerá;
el pecado de Judá,
y no se encontrará;
porque yo perdonaré
a los que deje con vida.
21 ¡Contra el territorio
de Merataín avancen,
contra los habitantes de Pecod!
Aniquila a filo de espada,
haz cuanto te diga
– oráculo del Señor– .
22 Suena el grito de guerra en el país,
un grave quebranto:
23 ¡Ay, arrancado y quebrado
el martillo del mundo!
¡Ay, Babilonia, convertida
en el espanto de las naciones!
24 Babilonia, te puse una trampa,
y has caído sin darte cuenta;
te han sorprendido y apresado
porque retaste al Señor.
25 El Señor ha abierto su arsenal
y ha sacado las armas de su ira,
porque el Señor Todopoderoso
tiene una tarea en el país caldeo.
26 Vengan contra ella desde el confín:
abran los graneros,
apilen sus gavillas,
destruyan hasta no dejar resto;
27 maten sus novillos,
que bajen al matadero;
¡ay de ellos, les llega el día
y la hora de la cuenta!
28 Oigan a los fugitivos
evadidos de Babilonia
que anuncian en Sión la venganza
del Señor, nuestro Dios,
la venganza de su templo.
29 Recluten arqueros contra Babel,
a todos los que tensan el arco;
cierren el cerco, que no escape nadie;
páguenle sus obras,
lo que hizo háganselo a ella:
se insolentó contra el Señor,
el Santo de Israel;
30 sus jóvenes caerán en las calles,
aquel día sus guerreros enmudecerán
– oráculo del Señor– .
31 ¡Aquí estoy contra ti, insolente!
– oráculo del Señor Todopoderoso– ,
te llegó el día,
la hora de rendir cuentas:
32 tropezará la insolente,
caerá y nadie la levantará.
Prenderé fuego a sus pueblos,
que consuma todos sus alrededores.
33 Así dice el Señor Todopoderoso:
Israelitas y judíos
sufren juntos la opresión,
los que los desterraron los retienen
y se niegan a soltarlos.
34 Pero el rescatador es fuerte,
se llama Señor Todopoderoso:
él defenderá su causa,
acallando la tierra,
agitando a los habitantes de Babilonia.
35 ¡Espada!, contra los caldeos,
contra los vecinos de Babilonia
– oráculo del Señor– ,
contra sus nobles y sus maestros.
36 ¡Espada!, contra sus adivinos,
que se desconcierten.
¡Espada!, contra sus soldados,
que se aterroricen.
37 ¡Espada!,
contra sus tesoros y carros,
contra la multitud
que hay en medio de ella,
que se vuelvan mujeres,
contra sus tesoros,
para que sean saqueados.
38 ¡Espada!, contra sus canales,
que se sequen,
porque es un país de ídolos,
que pierde el seso por sus espantajos.
39 Habitarán allí chacales
y hienas y avestruces,
por siempre jamás,
de edad en edad estará despoblada.
40 Será como la catástrofe
de Sodoma, Gomorra y sus vecinas,
donde no habita nadie
ni mora hombre alguno
– oráculo del Señor– .
41 Miren: un ejército viene
desde el norte, una multitud
y muchos reyes se movilizan
en el extremo del mundo:
42 armados de arcos y lanzas,
crueles y despiadados,
sus gritos resuenan como el mar,
avanzan a caballo,
formados como soldados
contra ti, Babilonia.
43 Al oír su fama
el rey de Babilonia se acobarda,
lo invade la angustia
y espasmos de parturienta.
44 Como un león que sube
de la espesura del Jordán
a las praderas siempre verdes,
así los espantaré de repente
y me adueñaré de los escogidos,
pues, ¿quién hay como yo?,
¿quién me desafía?,
¿quién es el pastor
que pueda resistirme?
45 Ahora escuchen
el designio del Señor contra Babel
y sus planes contra el territorio caldeo:
Juro
que aun las ovejas más pequeñas
serán arrebatadas,
juro que se espantarán de ellas
las praderas.
46 Al estruendo de su caída
retiembla la tierra,
y las naciones escuchan sus gritos.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  50,1-46Contra Babilonia. El tema dominante de este capítulo y del siguiente será la caída de Babilonia, el castigo que recibirá y el retorno de los deportados. Jeremías insistió varias veces que era mejor someterse a Babilonia, pero nunca dio a entender que esa nación perduraría por siempre; todo lo contrario: de su misma predicación se deduce que esa nación también debía recibir su castigo (25,1-14). El libro va a concluir precisamente así, con el anuncio de los males que le sobrevendrán a la poderosa nación del norte.
Podría pensarse que cuando un pueblo o nación está en la cima del poder no habrá quien pueda enfrentarlo; sin embargo, hay tantos casos en la historia de poderosos que también han llegado a ser sometidos.
51,1-64 es la expresión de un sentimiento agradecido de justicia. Desafortunadamente, en los relatos que nos hablan de la caída y ruina de estos imperios no quedan suficientemente registrados los movimientos de resistencia que seguramente protagonizaron los pobres. Nos quedamos con las acciones de los grandes y con el sentimiento final de que todo esto estaba movido exclusivamente por Dios. Ésta era la manera de ver las cosas, y no hay que dudar de que Dios está al final de todo; pero es necesario rescatar también el papel de quienes están en el medio: el campesino, el indígena, el obrero, la mujer, los jóvenes y los niños. Ellos son sujetos y actores de una historia que, aunque no es la oficial, es quizá la más importante, porque es desde ella desde donde se gestan y toman cuerpo las transformaciones históricas más importantes; por algo es éste y no otro el lugar de Dios (cfr. el Magnificat, Luc_1:46-55 y todo el ministerio de Jesús contenido en los evangelios). El verdadero sentido de acción de gracias por la justicia divina será, entonces, porque Él ha estado presente, acompañándonos y caminando a nuestro lado; no porque ha hecho las cosas por los sujetos ya mencionados, sino con ellos. Concluye la predicación contra Babilonia (59) con una nueva acción simbólica realizada -en visión- en la misma tierra de los caldeos.