Judith 8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 36 versitos |
1

La mujer valiente

Entonces se enteró Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Uziel, hijo de Jelcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jelcías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Surisaday, hijo de Simeón, hijo de Israel.
2 Su marido, Manasés, de su tribu y parentela, había fallecido durante la cosecha de la cebada:
3 cuando atendía a los jornaleros en el campo tuvo una insolación; cayó en cama y murió en Betulia, su ciudad; lo enterraron en la sepultura familiar, en su finca, entre Dotán y Balamón.
4 Judit llevaba ya viuda tres años y cuatro meses. Vivía en su casa,
5 en una habitación que se había preparado en la azotea; ceñía un sayal y vestía de luto.
6 Desde que enviudó ayunaba diariamente, excepto los sábados y sus vísperas, el primero y el último día del mes y las fiestas de guardar en Israel.
7 Era muy bella y atractiva. Su marido, Manasés, le había dejado oro y plata, criados y criadas, rebaños y tierras, y ella vivía de eso.
8 Era muy religiosa, y nadie podía reprocharle lo más mínimo.
9 Cuando se enteró de que la gente, desalentada por la falta de agua, había protestado contra el gobernador, y que Ozías les había jurado entregar la ciudad a los asirios pasados cinco días,
10 Judit mandó a su ama de llaves a llamar a Cabris y Carmis, ancianos de la ciudad,
11 y cuando se presentaron les dijo:
– Escúchenme, jefes de la población de Betulia. Ha sido un error eso que han dicho hoy a la gente, obligándose ante Dios, con juramento, a entregar la ciudad al enemigo si el Señor no les manda ayuda dentro de este plazo.
12 Vamos a ver: ¿quiénes son ustedes para tentar hoy a Dios y ponerse públicamente por encima de él?
13 ¡Han puesto a prueba al Señor Todopoderoso, ustedes, que nunca entenderán nada!
14 Si ustedes son incapaces de penetrar la profundidad del corazón humano y de rastrear sus pensamientos, ¿cómo pretenden entender a Dios, que hizo todas las cosas o conocer su pensamiento o comprender sus designios? No, hermanos, no provoquen la ira del Señor, nuestro Dios.
15 Porque aunque no piense socorrernos en estos cinco días, tiene poder para protegernos el día que quiera, lo mismo que para aniquilarnos ante el enemigo.
16 No exijan garantías a los planes del Señor, nuestro Dios, que a Dios no se le intimida como a un hombre ni se regatea con él como con un ser humano.
17 Por tanto, mientras aguardamos su salvación, imploremos su ayuda, y si le parece bien, escuchará nuestras voces.
18 Porque, hoy en día no hay nadie – en nuestro tiempo, y hoy mismo, no ha habido– entre nuestras tribus, familias, pueblos o ciudades que adore a dioses hechos por manos humanas, como ocurría antaño,
19 y por eso nuestros antepasados fueron entregados a la espada y al saqueo, y sucumbieron de mala manera ante nuestros enemigos.
20 Nosotros, en cambio, no reconocemos otro Dios fuera de él. Por eso esperamos que no nos desprecie ni desatienda a nuestra raza.
21 Porque si caemos nosotros, caerá toda Judea, nuestro templo será saqueado y esa profanación la pagaremos con nuestra sangre;
22 en las naciones donde estemos como esclavos seremos responsables de la muerte de nuestros compatriotas, de la deportación de la gente del país y de la desolación de nuestra patria. Y seremos motivo de maltrato y burla de quienes nos compren,
23 porque nuestra esclavitud no acabará bien, sino que el Señor, Dios nuestro, la aprovechará para deshonrarnos.
24 Así que, hermanos, demos ejemplo a nuestros compatriotas; que su vida depende de nosotros, y en nosotros se basa la seguridad del santuario, del templo y del altar.
25 Demos gracias al Señor, Dios nuestro, por todo esto, porque nos pone a prueba como a nuestros antepasados.
26 Recuerden lo que hizo con Abrahán, cómo probó a Isaac y lo que le pasó a Jacob en Mesopotamia de Siria cuando guardaba los rebaños de su tío materno Labán.
27 Dios no nos trata como a ellos, que los purificó con el fuego para probar su lealtad; no nos castiga; es que el Señor, para corregirlos, azota a sus fieles.
28 Entonces Ozías le dijo:
– Todo lo que has dicho es muy sensato, y nadie te va a llevar la contra,
29 porque no hemos descubierto hoy tu prudencia; desde pequeña todos conocen tu inteligencia y tu buen corazón.
30 Pero es que la gente se moría de sed y nos forzaron a hacer lo que dijimos, comprometiéndonos con un juramento irrevocable.
31 Tú, que eres una mujer piadosa, reza por nosotros, para que el Señor mande la lluvia, se nos llenen los pozos y no perezcamos.
32 Judit les dijo:
– Escúchenme. Voy a hacer una cosa que se comentará de generación en generación entre la gente de nuestra raza.
33 Esta noche se pondrán junto a las puertas. Yo saldré con mi criada, y en el plazo señalado para entregar la ciudad al enemigo, el Señor socorrerá a Israel por mi medio.
34 Pero no intenten averiguar lo que voy a hacer, porque no les diré nada hasta que lo cumpla.
35 Ozías y los jefes le dijeron:
– Vete en paz. Que Dios te guíe para que puedas vengarte de nuestro enemigo.
36 Luego salieron de la habitación y cada uno se fue a su puesto.

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Introducción a Judith

JUDIT

Contexto histórico. Siempre tuvo Israel que enfrentarse con culturas extranjeras, sin perder su identidad o casi recreándola por contraste. Fue relativamente fácil con la cultura egipcia, cananea, babilónica, etc., pero la penetración y difusión del helenismo plantea al pueblo una de sus mayores crisis históricas.
El helenismo representa algo nuevo, sobre todo como irradiación de una cultura atractiva y fascinadora. Si las armas de Alejandro Magno vencieron, la cultura helénica convence. ¿Será una amenaza para Israel, para ese pueblo extraño que vive separado de los demás? ¿Podrá asimilar Israel la cultura griega del helenismo como un día asimiló la cultura cananea?
Hay que distinguir, a corto plazo, dos épocas en el desafío del helenismo. En la primera etapa, algunos espíritus críticos saben volver su mirada inquisitiva y crítica sobre sus propias tradiciones y doctrinas. A esta época podrían pertenecer el libro de Jonás y el Eclesiastés. Sin embargo, la posible asimilación pacífica queda violentamente truncada por la conjunción de dos fuerzas: los excesos de los círculos progresistas y la opresión de un tirano extranjero, Antíoco IV Epífanes, el gran enemigo del pueblo judío, del que hablan los libros de los Macabeos y al que parece referirse el libro de Judit.

El libro de Judit. En estas circunstancias, durante los azares de la rebelión de los Macabeos, nuestro autor anónimo se pone a componer una historia -probablemente hacia finales del s. II a.C.- que sirva para animar a la resistencia. Será una historia conocida y nueva, ideal y realizable; sonará a cosa vieja, pero tendrá una clave de lectura en el momento actual. La acumulación de datos precisos le sirve para enmascarar la referencia peligrosa a los hechos del día; los lectores de la época entendían fácilmente ese guiño malicioso, que suena ya en el nombre de la protagonista («La Judía»).
El argumento, reducido a esqueleto, es de pura ascendencia bíblica, aunque es nuevo el hecho de que el pueblo no haya pecado. Tradicional es el motivo de la mujer que seduce y vence al enemigo (Yael-Sísara, Dalila-Sansón); Judit toma algunos rasgos proféticos, denunciando a los jefes su falta de confianza, presentándose a Holofernes como confidente de Dios. También son tradicionales los motivos del extranjero alabando a Israel, el descubrimiento del asesinato, las danzas y el canto de victoria, la soberbia del extranjero agresor, el castigo del enemigo por la noche y la liberación por la mañana.
A esto se añade la abundante fraseología tradicional, que sumerge al lector en un lenguaje familiar, bastante concentrado. Este recurso literario tiene una función decisiva: el pasado todavía es presente y puede volver a repetirse, incluso adoptando formas nuevas.
El autor narra los hechos con amplitud, en proceso cronológico lineal (salvo dos síntesis históricas). Es maestro en el arte de sustentar y estrechar la acción, en la creación de escenas sugerentes, en la aceleración rítmica cuando llega el momento culminante. Descuella su manejo de la ironía a diversos niveles: caracterización de Nabucodonosor y Holofernes, las palabras de Judit al general enemigo, las alusiones del autor al partido colaboracionista.
En su estilo destaca el amor a las enumeraciones que expresan riqueza, extensión, universalidad, y la expresión enfática, retórica, y los discursos que piden una recitación dramática.

Texto. A través de la complicada y literal traducción griega es fácil, muchas veces, leer el texto del original hebreo que se encuentra detrás, con suficiente seguridad para mejorar dicha traducción.

Mensaje religioso. Es la destacada personalidad de Judit, «La Judía», la que encarna el mensaje religioso del libro, personalidad más simbólica que individual. Judit es encarnación del pueblo, como novia (por la belleza) y como madre, según la tradición profética. Encarna la piedad y fidelidad al Señor y la confianza en Dios, el valor con la sagacidad. Es una figura ideal que podrá inspirar a cualquier hijo de Israel. Como viuda puede representar el sufrimiento del pueblo, aparentemente abandonado de su Señor (Is 49 y 54); puede concentrar toda su fidelidad en el único Señor del pueblo. No teniendo hijos físicos, puede asumir la maternidad de todo el pueblo y convertirse en «bienhechora de Israel». Judit aconseja como Débora, hiere como Yael, canta como María.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Judith 8,1-368:1-16:25 La gran liberación. La segunda parte del libro va a girar en torno a la gran protagonista, Judit, que apenas ahora se hace presente. Es por este lado por donde se va a romper el dilema: entrega o resistencia. Judit va a orientar la resistencia pero corrigiéndola: hay que resistir confiando no en una intervención milagrosa de parte de Dios, sino poniendo los medios que tiene a su alcance al servicio de la comunidad y al servicio de la acción divina: su belleza y su libertad, pues siendo viuda no depende de un marido y, finalmente, su sagacidad y astucia. Resistir no equivale, por tanto, a esperar intervenciones extraordinarias que muy difícilmente se van a dar. Resistir implica emprender la marcha con lo poco que se tiene, pero con la firme esperanza de que es más que suficiente para enfrentar cualquier fuerza hostil al proyecto de Dios.

8:1-36 La mujer sabia y valiente. La presentación de la protagonista del relato consta de dos partes: en primer lugar se describe su genealogía para demostrar su genuino origen israelita (1), y en segundo lugar se describen algunos aspectos personales: era viuda (2); muy hermosa (7) y practicaba un ascetismo muy particular: ayunaba todos los días excepto las principales fiestas y sus vísperas; vestía ropas ásperas, oraba permanentemente y, al mismo tiempo, manejaba una gran riqueza (7b).
Los versículos 12-27 son las palabras que Judit dirige a los ancianos, que en realidad es lo que el autor quiere enseñar a sus contemporáneos. En ellas Judit da una verdadera cátedra de sabiduría y cordura a los ancianos. Éstos no solamente representaban la autoridad, sino que de ellos se esperaban soluciones sabias en las calamidades del pueblo. Los ancianos aún no entienden nada (13b); creen ingenuamente que la resistencia que proponen consiste sólo en esperar una intervención espectacular, extraordinaria: esperan que en el plazo fijado por ellos, Dios enviará la lluvia (31).
Judit, pues, corrige esa manera de pensar subrayando que este tipo de resistencia es una forma de tentar a Dios y, por tanto, un pecado. La resistencia se tiene que dar emprendiendo acciones concretas, y eso es precisamente lo que ella va a hacer. Pero también las palabras de Judit son una forma de alertar a la otra corriente, a la que propone la sumisión y la entrega pacífica. Judit encarna, en cierta forma, la conciencia israelita que a lo largo de la historia tuvo que jugársela para sobrevivir en medio de la tensión interna, pero más aún externa. Estaba amenazada por potencias extranjeras que permanentemente tenían los ojos puestos en la tierra de Canaán por tratarse de un corredor estratégico que media entre Mesopotamia y Egipto, polos de grandes imperios en la historia.