Hechos 11 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

Informe de Pedro en Jerusalén

Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los paganos habían aceptado la Palabra de Dios.
2 Cuando Pedro subió a Jerusalén, los judíos convertidos discutían con él
3 diciendo que había entrado en casa de incircuncisos y había comido con ellos.
4 Pedro les contó detalladamente lo sucedido:
5 – Estaba yo orando en Jafa, cuando tuve una visión en éxtasis: un objeto, como un mantel enorme, se descolgaba por las cuatro puntas desde el cielo y llegaba hasta mí.
6 Me fijé atentamente y vi cuadrúpedos, fieras, reptiles y aves.
7 Oí una voz que me decía: ¡Pedro, levántate, mata y come!
8 Contesté: De ningún modo, Señor, yo nunca he comido nada profano o impuro.
9 Por segunda vez me habló la voz desde el cielo: Lo que Dios declara puro tú no lo declares impuro.
10 Esto sucedió tres veces y después todo fue llevado otra vez hacia el cielo.
11 En aquel momento tres hombres enviados desde Cesarea llegaron a la casa donde me encontraba.
12 El Espíritu me ordenó ir con ellos sin dudarlo. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en casa de aquel hombre.
13 Él nos explicó que había visto en casa un ángel de pie que le decía: Envía gente a Jafa y haz venir a Simón, por sobrenombre Pedro,
14 el cual te dirá palabras que serán la salvación tuya y de tu familia.
15 Apenas empecé a hablar, cuando bajó sobre ellos el Espíritu Santo, como al principio sobre nosotros.
16 Yo me acordé de lo que había dicho el Señor: Juan bautizó con agua, ustedes serán bautizados con Espíritu Santo.
17 Ahora bien, si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor, Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
18 Al oír el relato se calmaron y dieron gloria a Dios diciendo:
– Dios también ha concedido a los paganos el arrepentimiento que conduce a la vida.
19

La Iglesia de Antioquia

Los que se habían dispersado durante la persecución ocasionada por Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, anunciando el mensaje solamente a los judíos.
20 Entre ellos había algunos chipriotas y cireneos que, al llegar a Antioquía, se pusieron a hablar a los griegos anunciándoles la Buena Noticia del Señor Jesús.
21 La mano del Señor los apoyaba, de modo que un gran número creyó y se convirtió al Señor.
22 La noticia llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén, que envió a Bernabé a Antioquía.
23 Al llegar y comprobar la gracia de Dios, se alegró
24 y, como era hombre bueno, lleno de fe y de Espíritu Santo, exhortó a todos a ser fieles al Señor de todo corazón. Un buen número de personas se incorporó al Señor.
25 Bernabé marchó a Tarso en busca de Saulo,
26 y cuando lo encontró, lo condujo a Antioquía. Un año entero actuaron en aquella Iglesia instruyendo a una comunidad numerosa.
En Antioquía los discípulos fueron llamados por primera vez cristianos.
27 Por aquel tiempo bajaron unos profetas de Jerusalén a Antioquía.
28 Uno de ellos, llamado Ágabo, se alzó inspirado y predijo una gran carestía universal – que sobrevino en tiempo de Claudio– .
29 Entonces los discípulos decidieron enviar, cada cual según sus posibilidades, una ayuda a los hermanos que habitaban en Judea.
30 Y así lo hicieron enviando las limosnas a los ancianos por medio de Bernabé y Saulo.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 11,1-18Informe de Pedro en Jerusalén. La iniciativa de Pedro de bautizar al pagano Cornelio alarma a un grupo influyente de la comunidad de Jerusalén. Cuando éste regresó, le exigieron una explicación de lo que había hecho. Pedro había comprometido su autoridad en una iniciativa peligrosa de posible largo alcance. Estos cristianos, fieles a la circuncisión y a las leyes de separación, viven encerrados en mezquinas cuestiones de convivencia. Pedro, que se mueve ya en otro horizonte, responde, no apelando a su autoridad, sino a la de Dios. Su detallado informe termina con la pregunta: «Si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor, Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios?» (17). Aquí terminó todo, de momento. Dice Lucas que se calmaron los ánimos de los conservadores y que dieron gloria a Dios. Probablemente, la sesión fue mucho más agitada de lo que nos cuenta. Hay que recordar, sin embargo, que la intención de Lucas no es relatarnos las diversas etapas del conflicto, sino las soluciones progresivas a que llegaron aquellos cristianos y cristianas sin que se rompiera la unidad. El problema, no obstante, no quedó resuelto del todo, como se verá en el Concilio de Jerusalén. Allí, el Espíritu tendrá que emplearse a fondo.


Hechos 11,19-30La Iglesia de Antioquía. La conversión del eunuco y de Cornelio son hechos individuales, aunque significativos. Sin embargo, la fundación y consolidación de la Iglesia de Antioquía significa una apertura e irradiación institucional de enorme importancia. Lástima que Lucas sea tan avaro en su información. Antioquía, la tercera ciudad más importante del imperio Romano después de Roma y Alejandría, era con más de medio millón de habitantes una encrucijada de razas y culturas diferentes. Aquí llegaron los helenistas huidos y comenzaron a dar testimonio de Jesús.
Lucas presenta dos fases de la predicación: la primera, a los judíos residentes en la ciudad, sin éxito aparente. La segunda, más audaz, se dirige a los paganos -griegos-, con gran número de conversiones. Como siempre, el narrador anota que el éxito se debe al poder de Dios. En Antioquía comienza, pues, a surgir una numerosa comunidad cristiana sin vínculos precedentes con el judaísmo. Aquí introduce el narrador dos personajes ya conocidos: Bernabé y Pablo. El primero es un helenista originario de Chipre, aunque no pertenece al grupo de Esteban y que ya colaboró con los apóstoles. Recuérdese que fue uno de los protagonistas de la experiencia de la comunidad de bienes (4,36s).
Cuando la Iglesia de Jerusalén, que conserva la alta dirección y la responsabilidad última, se entera de la nueva situación en Antioquía, se informa y actúa enviando a Bernabé como representante y enlace. Éste piensa inmediatamente en rodearse de colaboradores y se fija en Pablo cuyas dotes parece conocer o intuir. Pablo permanecerá un año entero instruyendo a la numerosa comunidad de nuevos convertidos. La plataforma de lanzamiento hacia el gran mundo pagano del Imperio está ya constituida. Lucas no lo dice, pero podemos imaginarnos la delicada tarea de planificación y diálogo entre aquellos misioneros de opiniones y tendencias tan diferentes ante la común empresa de la evangelización. Los ojos iluminados del narrador verán siempre al Espíritu Santo como al verdadero protagonista del avance del Evangelio, garantizando la unidad de los misioneros en medio de la diversidad.
Como signo de solidaridad y vínculo de unión, Lucas menciona una colecta promovida por Bernabé -no podía ser otro- para ayudar a los pobres de Judea. En Antioquía, el grupo de creyentes recibe, por primera vez, un nombre que es todo un símbolo: «cristianos». Merece la pena explicar el contenido de este nombre: la palabra hebrea «Mesías» -ungido- se traduce en griego por «Khristos» y la lengua latina la pone en forma de adjetivo «Khristianos» -cristianos-.