Genesis 31 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 55 versitos |
1

Huida de Jacob

Jacob oyó decir a los hijos de Labán:
– Se ha llevado Jacob todas las propiedades de nuestro padre y se ha enriquecido a costa de nuestro padre.
2 Observó Jacob la actitud de Labán y ya no era la de antes.
3 El Señor dijo a Jacob:
– Vuelve a la tierra de tus padres, tu tierra nativa, y estaré contigo.
4 Entonces Jacob mandó llamar a Raquel y Lía al campo de sus ovejas.
5 Y les dijo:
– He observado la actitud de su padre, y ya no es para mí como antes. Pero el Dios de mi padre ha estado conmigo.
6 Ustedes saben que he servido a mi suegro con todas mis fuerzas;
7 pero él me ha defraudado cambiándome el salario diez veces, aunque Dios no le ha permitido perjudicarme.
8 Porque cuando decía que mi salario serían los animales manchados, todas las ovejas los parían manchados; y cuando decía que mi salario serían los animales rayados, todas las ovejas los parían rayados.
9 Dios le ha quitado el ganado al padre de ustedes y me lo ha dado a mí.
10 Una vez durante el período que el rebaño entra en celo, mirando en un sueño vi que todos los machos que cubrían a las ovejas eran rayados o manchados.
11 El ángel de Dios me dijo en el sueño:
– Jacob.
– Aquí estoy, le contesté.
12 Me dijo:
– Fíjate bien y verás que todos los machos que cubren a las ovejas son rayados o manchados. He visto cómo te trata Labán.
13 Yo soy el Dios de Betel, donde ungiste una piedra conmemorativa y me hiciste una promesa. Ahora levántate, sal de esta tierra y vuelve a tu tierra nativa.
14 Raquel y Lía le contestaron:
–¿Nos queda parte o herencia en nuestra casa paterna?
15 ¿Acaso no nos considera extrañas? Nos ha vendido y se ha gastado el dinero que recibió por nosotras.
16 Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre, es ahora nuestra y de nuestros hijos. Por tanto, haz todo lo que Dios te ha dicho.
17 Jacob se levantó, puso a los hijos y las mujeres en camellos
18 y guiando todo el ganado y todas las posesiones que había adquirido en Padán Aram, se encaminó a casa de su padre Isaac, en tierra cananea.
19

Persecución y encuentro

Labán se marchó a esquilar las ovejas y Raquel robó los amuletos de su padre.
20 Jacob había disimulado con Labán el arameo, sin darle a entender que se escapaba.
21 Así se escapó con todo lo suyo, cruzó el río y se dirigió a los montes de Galaad.
22 Al tercer día informaron a Labán de que Jacob se había escapado.
23 Reunió a su gente y salió en su persecución. A los siete días de marcha le dio alcance en los montes de Galaad.
24 Aquella noche se le apareció Dios en sueños a Labán el arameo y le dijo:
–¡Cuidado con meterte con Jacob para bien o para mal!
25 Labán se acercó a Jacob. Éste había acampado en una altura y Labán acampó en la montaña de Galaad.
26 Labán dijo a Jacob:
–¿Qué has hecho? ¿Por qué has disimulado conmigo y te has llevado a mis hijas como cautivas de guerra?
27 ¿Por qué has huido a escondidas, furtivamente, sin decirme nada? Yo te habría despedido con festejos, con cantos y cítaras y panderos.
28 Ni siquiera me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos. ¡Qué imprudente has sido!
29 Podría hacerles daño, pero el Dios de tu padre me dijo anoche: ¡Cuidado con meterte con Jacob para bien o para mal!
30 Pero si te has marchado por nostalgia de la casa paterna, ¿por qué me has robado mis dioses?
31 Jacob contestó a Labán:
– Tenía miedo pensando que me ibas a arrebatar a tus hijas. Pero aquél a quien le encuentres tus dioses no quedará con vida.
32 En presencia de tu gente, si reconoces que tengo algo tuyo, tómalo.
No sabía Jacob que Raquel los había robado.
33 Entró Labán en la tienda de campaña de Jacob y en la tienda de Lía y en la tienda de las dos criadas y no encontró nada. Salió de la tienda de Lía y entró en la tienda de Raquel.
34 Raquel había recogido los amuletos, los había escondido en una montura de camello y estaba sentada encima. Labán registró toda la tienda y no encontró nada.
35 Ella dijo a su padre:
– No te enfades, señor, si no puedo levantarme delante de ti; es que me ha venido la cosa de las mujeres.
Y él, por más que buscó, no encontró los amuletos.
36 Entonces Jacob, irritado, discutió con Labán y le dijo:
–¿Cuál es mi crimen, cuál mi pecado, para que me acoses?
37 Después de revolver todo mis cosas, ¿qué has encontrado que pertenezca a tu casa? Ponlo aquí delante de mis parientes y los tuyos, y ellos decidan quién tiene razón.
38 Veinte años he pasado contigo. Tus ovejas y cabras no han abortado, no he comido los carneros de tu rebaño.
39 Lo que las fieras despedazaban no te lo presentaba, sino que lo reponía con lo mío; me exigías cuentas de lo robado de día y de noche.
40 De día me consumía el calor, de noche el frío, y no conciliaba el sueño.
41 De estos veinte años que he pasado en tu casa, catorce te he servido por tus dos hijas, seis por las ovejas, y tú me has cambiado el salario diez veces.
42 Si el Dios de mi padre, el Dios de Abrahán, y el Terrible de Isaac no hubiera estado conmigo, me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios se fijó en mi aflicción y en la fatiga de mis manos y me ha defendido anoche.
43 Labán replicó a Jacob:
– Mías son las hijas, míos son los nietos, mío es el rebaño, cuanto ves es mío. ¿Qué puedo hacer hoy por estas hijas mías y por los hijos que han dado a luz?
44 Por eso, hagamos una alianza que sirva de garantía a los dos.
45

Alianza de Labán y Jacob
26,28-33

Jacob tomó una piedra, la erigió como piedra conmemorativa
46 y dijo a su gente:
– Recojan piedras.
Reunieron piedras, las amontonaron; y comieron allí junto al montón de piedras.
47 Labán lo llamó Yegar Sahduta, Jacob lo llamó Galed.
48 Dijo Labán:
– Este montón de piedras es hoy testigo de los dos – por eso se llama Galed– .
49 Lo llamó Mispá diciendo:
– Vigile el Señor a los dos cuando no nos podamos ver.
50 Si maltratas a mis hijas o tomas además de ellas otras mujeres, aunque nadie lo vea, Dios lo verá y será testigo entre nosotros.
51 Labán dijo a Jacob:
– Mira el montón de piedras y la piedra conmemorativa que he erigido entre los dos.
52 Una y otra cosa son testigos de que ni yo traspasaré el montón de piedras para entrar por las malas en tu territorio ni tú traspasarás el montón de piedras o la piedra conmemorativa para entrar por las malas en mi territorio.
53 El Dios de Abrahán y el Dios de Najor serán nuestros jueces.
Jacob juró por el Terrible de Isaac su padre.
54 Jacob ofreció un sacrificio en el monte e invitó a comer a su gente. Comieron y pasaron la noche en el monte.
55

Jacob vuelve a Canaán

Labán se levantó temprano, besó a sus hijos e hijas, los bendijo y se volvió a su lugar.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 31,1-18Huida de Jacob. Este nuevo movimiento de Mesopotamia a Canaán es puesto una vez más en línea con la voluntad divina. El Dios de Abrahán, que es el actual Dios de Jacob, le ordena partir de nuevo a tierra cananea (3.13b); Dios se le manifiesta a Jacob como el mismo a quien el patriarca hizo un voto en Betel (13a) y le promete su compañía y asistencia permanentes. Jacob, por su parte, hace todo lo que está a su alcance para que su partida no aparezca como un rapto de las hijas de Labán ni un robo de sus ganados (17s). Aunque se trata de una «orden» divina, Jacob parte con su familia y con sus rebaños de mañana, para evitar ser retenido por su suegro Labán.


Genesis 31,19-44Persecución y encuentro. Sigue ocupando el primer plano en la disputa entre Labán y su yerno Jacob la posición que ha fijado Dios a favor de Jacob (24. 42). En 31,3 se aseguraba la asistencia y compañía divinas con una frase que la Biblia pone en boca de Dios centenares de veces: «Yo estaré contigo». Hábilmente, el narrador hace consciente de este detalle a Labán mediante el recurso al sueño como medio de transmisión de dicha decisión divina. Dios mismo previene a Labán para que no se meta con Jacob, ni para bien, ni para mal (24).
El relato baja de tensión y las intenciones de Labán quedan disimuladas con el incidente del robo de sus amuletos o estatuillas de los dioses familiares que ha raptado Raquel (19), sin que hasta ahora nadie lo sepa. Ello da lugar a una sentencia de muerte que pronuncia Jacob (32) y que no se hará efectiva todavía, ya que Labán no encuentra a nadie los objetos robados.
Raquel sobrevivirá, pero es muy probable que su muerte en circunstancias de alumbramiento sea la manera bíblica de hacer cumplir las palabras de Jacob, más aún, de mostrar la recompensa recibida por el mal obrado contra su padre. La búsqueda fallida de los objetos de Labán enciende más la cólera de Jacob, quien de nuevo apela a su comportamiento recto durante los veinte años de servicio a Labán y de paso recuerda las malas acciones de su suegro (36-42).
Genesis 31,45-54Alianza de Labán y Jacob. El encuentro entre suegro y yerno culmina felizmente con la celebración de un pacto o alianza entre ambos. La advertencia divina a Labán (31,24) y las palabras de Jacob (31,42) motivan a Labán para finiquitar la querella y continuar la relación de parentesco sin agresiones mutuas.
Nótese el «ritual» de la alianza: las piedras que amontonan como signo de testimonio perenne de los compromisos contraídos (46); la enumeración de las cláusulas y compromisos (48-53); la ofrenda de un sacrificio y participación de todos los presentes en una comida (54).
Este relato protagonizado por Labán y Jacob refleja de alguna manera los conflictos familiares y no familiares entre los diferentes grupos étnicos de la llamada antigua «media luna fértil», dedicados al cuidado de sus rebaños y en menor medida al cultivo de la tierra, lo cual los mantenía en guardia para defender un pedazo de tierra. En este marco de relaciones, las alianzas y los pactos entre grupos eran absolutamente necesarios; los convenios de no agresión y las promesas de mutua defensa se hacían imprescindibles. Estos pactos y alianzas se sellaban habitualmente con un sacrificio de animales -véase Noé, Abrahán, Moisés-, generalmente con la aspersión de la sangre de la víctima (cfr. Éxo_24:8). Se generaban vínculos tan fuertes como los mismos lazos de sangre, al punto de que todos se consideraban hermanos y llamaban padre de todos al pactante principal. De acuerdo a este fenómeno podemos entender más fácilmente la paternidad de Abrahán sobre Isaac y Jacob; más concretamente, la paternidad de Jacob sobre «doce» hijos -tan dispares-, y a su vez la paternidad de éstos sobre doce tribus, también tan dispares como las doce tribus de Israel.