Ester  1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
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ESTER
El sueño de Mardoqueo

El año segundo del reinado del emperador Artajerjes, el día uno de abril, tuvo un sueño Mardoqueo, hijo de Yaír, descendiente de Semeí, y de Quis, benjaminita,
un judío que vivía en la ciudad de Susa, funcionario de la corte,
uno de los deportados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos desde Jerusalén con Jeconías, rey de Judá.
Soñó lo siguiente: gritos y estruendo, truenos, un terremoto, tumulto en la tierra.
Luego aparecieron dos grandes dragones dispuestos al combate; lanzaron un rugido,
y al oírlo, todas las naciones se armaron para atacar a la raza de los justos.
El día quedó oscuro y sombrío. ¡Día de tribulación y angustia, calamidades y tumultos!
Toda la raza de los justos se asustó, temiendo la ruina, y se dispusieron a morir; pero gritaron al Señor,
y en respuesta a su clamor, un río enorme y caudaloso surgió como de una fuentecilla;
apareció una luz y salió el sol; los oprimidos se levantaron y devoraron a los grandes.
Cuando Mardoqueo despertó, se le había grabado profundamente aquel sueño, en el que había visto los planes de Dios, y estuvo dándole vueltas hasta la noche, intentado descifrarlo.

El banquete del rey Asuero

Era en tiempo del rey Asuero, cuyo imperio abarcaba ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Nubia.
2 El año tercero de su reinado, el rey, que residía en la fortaleza de Susa,
3 ofreció un banquete a todos los generales y oficialidad del ejército persa y medo, a la nobleza de palacio y a los gobernadores de las provincias,
4 para hacer alarde durante muchos días, ciento ochenta días, de las riquezas y el esplendor de su reino, de su extraordinaria gloria y su grandeza.
5 Pasados aquellos días, el rey ofreció un banquete de siete días a toda la población de la fortaleza de Susa, chicos y grandes, en la explanada de los jardines del palacio.
6 Había finas cortinas de lino blanco y púrpura violeta, sujetas a unas anillas de plata, que pendían de columnas de mármol blanco, – sujetas a unas anillas de plata– sobre el pavimento de mosaico, hecho de malaquita, mármol blanco y nácar.
7 Había copas de oro para la bebida, todas distintas, y vino abundante, ofrecido por el rey con espléndida generosidad.
8 La norma para beber era que nadie obligase a nadie; el rey había ordenado a todos los sirvientes de palacio que respetaran los deseos de cada uno.
9 Por su parte, la reina Vasti ofreció un banquete a las mujeres del palacio real de Asuero.
10 El séptimo día, cuando el rey estaba alegre por el vino, ordenó a Maumán, Bazata, Jarbona, Bagatá, Abgatá, Zetar y Carcás, los siete eunucos que estaban al servicio personal del rey Asuero,
11 que le trajeran a la reina Vasti con su corona real, para que los generales y el pueblo admirasen su belleza, porque era muy hermosa.
12 Pero cuando los eunucos le transmitieron la orden del rey, la reina Vasti no quiso ir. El rey tuvo un acceso de ira y se enfureció;
13 luego consultó a los letrados – porque los asuntos del rey se solían consultar a los expertos en derecho– ;
14 mandó que se presentaran Carsená, Setar, Admatá, Tarsis, Mares, Marsana y Memucán, los siete grandes del reino de Persia y Media, que formaban parte del consejo real y ocupaban los primeros puestos en el reino, y les preguntó:
15 –¿Qué sanción hay que imponer a la reina Vasti por no haber obedecido la orden del rey Asuero, transmitida por los eunucos?
16 Ante el rey y los grandes del reino respondió Memucán:
– La reina Vasti no sólo ha faltado al rey, sino a todos los gobernadores y a todos los súbditos que tiene el rey Asuero en las provincias.
17 Porque cuando las mujeres se enteren de lo que ha hecho la reina, despreciarán a sus maridos. Dirán: El rey Asuero mandó que se presentara la reina Vasti, y ella no fue.
18 Hoy mismo, las mujeres de los príncipes de Persia y Media que oigan lo de la reina, hablarán a sus maridos en el mismo tono y acabarán despreciándolos y riñendo.
19 Si al rey le parece bien, publique un decreto real, que se incluirá en la legislación de Persia y Media con carácter irrevocable, prohibiendo que Vasti se presente al rey Asuero y otorgando el título de reina a otra mejor que ella.
20 Cuando por todo el inmenso imperio del rey oigan el decreto real, todas las mujeres honrarán a sus maridos, nobles o plebeyos.
21 El rey y los príncipes aprobaron la propuesta. El rey hizo lo que había sugerido Memucán:
22 mandó cartas a todas las provincias del imperio, a cada una en su escritura y a cada pueblo en su lengua, ordenando que fuese el marido quien mandase en casa.

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Introducción a Ester 

ESTER

Contexto histórico. Tres libros narrativos tardíos corresponden a la diáspora judía y están situados con coordenadas ficticias. Tobías entre los deportados israelitas de Asiria; Daniel, entre los deportados de Babilonia; y Ester entre la diáspora judía de Persia.
Los tres libros juntos nos dan una idea genérica de la vida de los judíos en la diáspora. El problema central es la identidad de un pueblo disperso y su relación con la cultura circundante. La diáspora es un hecho admitido con el cual se convive tranquilamente. No se siente el afán de volver a la patria ni se echa apenas de menos el templo y su culto. Solo al final de Tobías aparece Jerusalén como en un sueño glorioso y testamentario.
En general, todo les va bien a los exiliados; incluso algunos personajes judíos ocupan puestos importantes en la corte: Tobías, como proveedor del rey Salmanasar; Daniel por su saber sobrehumano; en el presente libro, Mardoqueo y Ester, hasta el punto que el judío delata una conjura contra el emperador.
Dos peligros, sin embargo, acechan a los exiliados, uno permanentemente: el peligro de diluirse como minoría en la inmensidad heterogénea del imperio; pero a pesar de la dispersión, los judíos conservan unidad e identidad gracias a su legislación, sus libros y su memoria histórica. El otro peligro son las persecuciones esporádicas. La religión pagana no parece ser peligrosa por su atracción, pero cuando intenta imponerse a la fuerza, los judíos resisten victoriosamente y se mantienen fieles a su Dios.

El libro de Ester. El libro de Ester es un relato construido con habilidad y desarrollado con bastante acierto, no exento de las inverosimilitudes que entonces se aceptaban sin dificultad. El tema y esquema general es un grave peligro del pueblo judío, del que se libra maravillosamente; no hace falta mencionar a Dios para saber quién es el liberador. El desenlace es un juicio histórico, fácilmente atribuible al Juez de la historia. La escenificación en tierra extranjera permite detalles pintorescos y deja más espacio a la ficción. La exaltación del humillado y la intervención decisiva de una mujer son motivos tradicionales, tratados con bastante originalidad.
Los personajes son figuras típicas, sin relieve individual; pero el juego de contrastes les da relieve y anima la trama. Mardoqueo es encarnación de lo mejor de los judíos: sensatez y valor, tenacidad y calma; es un poco la conciencia de los judíos e intenta ser la de los demás.
A su lado, Ester resulta una joven sumisa y discreta, que en un momento de valentía alcanza la grandeza y representa un nuevo triunfo femenino en la literatura bíblica, detrás de Rebeca, Tamar, Yael, Rut, Abigaíl, y Judit. Sobre un fondo de maridos asustados ante la posible rebelión de las mujeres (1) asistimos al triunfo liberador de la belleza y la valentía de una mujer (compañera en esto de Judit).
El relato tiene un marcado carácter sapiencial, enseña en forma de gran parábola: el israelita aprenderá confianza, solidaridad, acción cautelosa; el extranjero puede aprender que los judíos son empleados de fiar, que debe respetar sus costumbres; también pueden escarmentar en la figura de Amán, porque hay alguien más poderoso, que sale por el pueblo judío.

El doble texto. Es muy posible que el libro conserve recuerdos de persecuciones y liberaciones de los judíos durante el dominio persa. Esto no quiere decir que el libro sea historia; es más bien una ficción bien ambientada y ejemplar; pudo haber sido escrita en la primera época helenística o durante la persecución de Antíoco IV. El libro se leyó después en zonas y épocas más tranquilas; entonces un autor griego recogió la obra y le añadió elementos para hacer explícita la acción de Dios: sueño y explicación, plegarias, aclaraciones; sustituyó la defensa armada por un edicto de tolerancia para los judíos.
Éste es el texto griego, que introducimos en el puesto correspondiente de la narración, distinguiéndolo con letra cursiva (Su numeración es la continuación al texto hebreo, así, el capítulo 1 del texto griego, es el capítulo 11 en nuestra versión). Se puede hacer una primera lectura saltándose dichos pasajes y una segunda incluyéndolos.

Mensaje religioso. Ester no es una novela de tesis, es un relato didáctico; sus enseñanzas se ofrecen sabiamente distribuidas a lo largo del libro. En la superficie, el relato hebreo original es llamativamente laico. Dios no interviene ni con milagros ni de otra manera patente. Pero no hace falta nombrarlo para descubrirlo en la trama y en lo inesperado del desenlace de los acontecimientos.
La victoria de los judíos es un gran juicio en el que los malvados reciben su merecido: se aplica la ley del Talión: «caen en la fosa que cavaron». El desenlace es, por tanto, un juicio histórico y no hace falta mucha profundización para que cualquier israelita sepa que el autor de dicha sentencia es Dios. Al traductor griego no le basta un Dios entre bastidores, y lo sacó a escena repetidas veces.
Hay algo, sin embargo, en el libro que nos turba, y es la complacencia en la venganza. La caída de Amán se retrata con detalles crueles, la victoria final desborda los presupuestos; los judíos se vengan de sus enemigos, cuentan las víctimas, alargan el plazo de la venganza, ponen gran empeño en recordar ese día. La justicia vindicativa podía cumplirse con moderación. Esta dificultad nos invita a leer el libro como cifra de la crueldad humana. Aún estamos lejos de Aquel que sustituyó la ley del Talión por la ley del amor, incluso a los enemigos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ester  1,1-2211:1-11 Sueño de Mardoqueo. El relato hebreo original, como quedó dicho en la Introducción, fue completado posteriormente con textos en griego, probablemente para introducirle un poco el ingrediente religioso que no es muy explícito en el original hebreo. Es un hecho que en el texto hebreo no se menciona a Dios por ninguna parte, aunque es fácilmente deducible que los acontecimientos y el desenlace de la trama sólo puede ser obra del Dios de los judíos. Quizás los lectores de la época en que el libro fue traducido al griego sintieron algún escrúpulo por la falta de esta explicitación religiosa, y ello motivaría las ampliaciones que fueron introducidas.
Esta primera sección corresponde, pues, a una de las varias adiciones en griego. Se anticipan aquí algunos elementos que van a jugar un papel importante a lo largo de la obra: el nombre de Mardoqueo y su procedencia; el sueño de Mardoqueo, que vendrá resuelto e interpretado al final de la obra a la luz de los hechos (10,5-11). Queda también planteado el esquema de la trama que corresponde a los modelos tradicionales de la narrativa judía: surge un grave peligro para el pueblo; el pueblo, en cabeza de su guía o de sus guías, se dirige a Dios; Dios responde librándolo del peligro y dándole la victoria.

1:1-22 El banquete del rey Asuero. Se inicia esta primera sección del libro en un ambiente de palacio, de fasto y de derroche de opulencia. En realidad no se trata de un solo banquete, se trata de tres: el que ofrece el rey a los nobles, cortesanos y generales (2-4), el que ofrece para el pueblo (5), y el tercero que es ofrecido por la reina para las mujeres de palacio (9). En los tres casos, según nos señala el narrador, el motivo de los banquetes es hacer alarde del poder, de la riqueza y del esplendor del reino. El marco del banquete es propicio para que el rey sienta deseos de compartirlo con su esposa oficial, la reina Vasti (11) quien se niega rotundamente a tal requerimiento (12); esto provoca la ira del rey y el consiguiente derrocamiento de la reina por tratarse de un acto de rebeldía.
Una lectura femenina de este incidente no dudará en respaldar la actitud de Vasti como figura de todas las mujeres que a lo largo de la historia hasta nuestros días han tenido que soportar, y siguen soportando, el dominio patriarcal que sólo ve en ellas un objeto sexual, comercial y mercantilista. Vasti desaparece de escena. Ni siquiera supimos los términos con los cuales se negó comparecer ante el rey; sin embargo, queda el testimonio de alguien de sexo femenino que fue capaz de desobedecer una orden del gran señor y dueño de todo el territorio que va «desde la India hasta Nubia», y no sólo del territorio, también de sus habitantes.