Genesis 22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
1

Sacrificio de Isaac
Heb 11,17-19

Después de estos sucesos, Dios puso a prueba a Abrahán, diciéndole:
–¡Abrahán!
Respondió:
– Aquí me tienes.
2 Dios le dijo:
– Toma a tu hijo único, a tu querido Isaac, vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.
3 Abrahán madrugó, ensilló el asno y se llevó a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
4 Al tercer día, levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio a lo lejos.
5 Abrahán dijo a sus criados:
– Quédense aquí con el asno; yo y el muchacho iremos hasta allá para adorar a Dios, y después volveremos con ustedes.
6 Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
7 Isaac dijo a Abrahán, su padre:
– Padre.
Él respondió:
– Aquí estoy, hijo mío.
El muchacho dijo:
– Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?
8 Abrahán le contestó:
– Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío.
Y siguieron caminando juntos.
9 Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña.
10 Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo;
11 pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
–¡Abrahán, Abrahán!
Él contestó:
– Aquí estoy.
12 Dios le ordenó:
– No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ya he comprobado que respetas a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu único hijo.
13 Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en los matorrales. Abrahán se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.
14 Abrahán llamó a aquel sitio: El Señor provee; por eso se dice aún hoy: el monte donde el Señor provee.
15 Desde el cielo, el ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán:
16 – Juro por mí mismo – oráculo del Señor– : Por haber obrado así, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único,
17 te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos.
18 Todos los pueblos del mundo se bendecirán nombrando a tu descendencia, porque me has obedecido.
19 Abrahán volvió a sus criados, y juntos se pusieron en camino hacia Berseba. Abrahán se quedó a vivir en Berseba.
Allegados a Abrahán
20 Algún tiempo más tarde le comunicaron a Abrahán:
– También Milcá ha dado hijos a Najor, tu pariente:
21 Us el primogénito, Bus su hermano y Camuel, padre de Aram.
22 Quésed, Jazó, Fildás, Yidlaf y Betuel.
23 Betuel fue padre de Rebeca. Milcá dio estos ocho hijos a Najor, hermano de Abrahán.
24 Y una concubina, llamada Rauma, también le dio hijos: Tébaj, Gajan, Tajas y Maacá.

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Introducción a Genesis

PENTATEUCO

La tradición judía y los Evangelios lo llaman Torá, o sea, Ley, Instrucción. También se llama «libro de Moisés», o «Pentateuco» en alusión a los cinco rollos o estuches donde se guardaba el texto escrito en papiro o pergamino. Por su contenido, es una historia ambiciosa que comienza con la creación del mundo y termina con la muerte de Moisés, cuya narración se ve interrumpida al acoger diversos cuerpos legales con un genérico propósito fundacional.
El Pentateuco es palabra narrativa que funda historia y con ello conciencia de pueblo, funda un patrimonio común y compartido. Es ley que crea una comunidad humana distinta y organizada. La historia es ley en cuanto sustenta y dirige la vida de un pueblo; la ley configura la historia y pertenece a ella, no es la versión mítica de un orden cósmico que está fuera del tiempo.

División del Pentateuco. La división en cinco rollos es funcional, se guía por el tema y por el tamaño; útil un tiempo para el manejo, más adelante para la cita, sin embargo, hay otras divisiones que penetran más en la naturaleza del libro, como:
1.La división en unidades, que iremos dando en sucesivas introducciones y títulos.
2.Los cuatro cuerpos o fuentes literarias que la investigación del s. XIX designó con las siglas J (Yahvista), E (Elohísta), D (Deuteronomista), y P (Sacerdotal), pertenecientes a los s. X, IX, VII y V a.C. respectivamente. Según esta hipótesis, que hoy se mantiene como la más razonable y comúnmente aceptada, el Pentateuco actual es el resultado de la fusión de estas cuatro fuentes en un relato unificado.
El autor final compone unas veces yuxtaponiendo o insertando bloques, otras, conservando duplicaciones narrativas, y finalmente, trenzando dos o más relatos en una línea continuada. Separar hoy las piezas integrantes y asignarlas una determinada fuente es tarea relativamente fácil cuando se trata de bloques, no muy difícil cuando se encuentran duplicados, cada vez más arriesgada cuando se quieren destrenzar párrafos, frases, y palabras.
3.Más adelante, la investigación descubrió que las supuestas fuentes no eran documentos originales, sino a su vez colecciones de textos previos. Las fuentes resultaban representar escuelas teológicas y literarias, ser compilaciones de textos oficiales o confluencia de tradiciones orales. La investigación se desplazó a trazar la pista evolutiva de las tradiciones precedentes o subsistentes después de la primera fijación escrita.

Género literario y autor. En cuanto al genero literario, encontramos en estos libros gran variedad: 1. Géneros narrativos como la leyenda o saga, el relato idílico, patético, humorístico, heroico, épico. 2. Leyes, códigos y listas. 3. Bendiciones, plegarias, emblemas, odas. 4. Textos cúlticos de celebración, de catequesis, de predicación.
Tal variedad de géneros produce su correspondiente variedad de estilos que puede desconcertar al lector, el cual encuentra junto a páginas maestras de narración, listas de nombres, minuciosas descripciones de instrumental litúrgico, normas extrañas, exhortaciones reiterativas. El resultado es una obra fascinadora, amena, entretenida, aburrida, pesada... Un inmenso paisaje con cumbres narrativas y barrancos polvorientos, con sendas llanas y veredas escabrosas.
Más que una obra, el Pentateuco parece una colección de piezas heterogéneas: registros de archivo, códigos legales o litúrgicos, documentos jurídicos, poemas, relatos. Con todo, la narración es el elemento importante: desde la vocación de Abrahán hasta la muerte de Moisés, fluye un relato serpenteante, accidentado y bien orientado, produciendo páginas que pertenecen a lo mejor de la literatura universal.
Es claro que el libro no tiene un autor en el sentido normal del término. Podemos pensar en Moisés como origen remoto de corrientes literarias: la corriente narrativa que cuenta los sucesos con entusiasmo religioso, la actividad legal, la corriente parenética o de exhortación. Mentalmente podemos pensar en un coro jerárquico de verdaderos autores anónimos, que a lo largo de siglos han contribuido a esta magna obra.

Mensaje religioso. El Pentateuco es uno de los libros fundamentales de nuestra fe y de la fe del pueblo judío. La convicción de que Dios es el protagonista de la historia afecta profundamente a toda la obra. Dios es quien la pone en movimiento y la dirige con su acción y más aún con su palabra; es también protagonista de la Ley, como legislador, garante y sancionador último. Pero Dios es un protagonista que actúa suscitando verdaderos protagonistas humanos: sean individuos de notable personalidad, sea el pueblo escogido como agente de una historia vivida y narrada.
Toda la obra del Pentateuco, desde la creación hasta las promesas y las alianzas, pone ya el fundamento de lo que será toda la Biblia: la revelación del amor de Dios por el ser humano. Por amor lo creó a su imagen y semejanza; por amor lo llamó a mantener una relación personal con Él, y por amor se comprometió en la historia humana, haciendo de ésta una historia de salvación: «Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió... fue por puro amor» ( Deu_7:7 s).


GENESIS

La tradición judía designa este primer libro de la Biblia con el nombre de «Bereshit», palabra con la cual comienza en su original hebreo. La posterior traducción a la lengua griega (s. III a.C.) lo denominó con la palabra «Génesis», y así pasó también a la lengua latina y a nuestra lengua castellana. La palabra «Génesis» significa «origen o principio».
De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer momento, el origen del mundo, por creación; el origen del mal, por el pecado; y el origen de la cultura, de la dispersión de los pueblos, y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo momento, el origen de la salvación por la elección de un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abrahán, Isaac, Jacob, y también José.
Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor responsable de la composición actual hace subir audazmente la historia de salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por Dios, para la salvación de toda la humanidad.

División del libro. El libro se puede dividir cómodamente en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo patriarcal (12-36), y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.
El bien y el mal. Dios lo crea todo bueno (1); por la serpiente y la primera pareja humana entra el mal en el mundo (2s); el mal desarrolla su fuerza y crece hasta anegar la tierra; apenas se salva una familia (4-11). Comienza una etapa en que el bien va superando al mal, hasta que al final (50), incluso a través del mal, Dios realiza el bien. Ese bien es fundamentalmente vida y amistad con Dios.
Fraternidad. El mal en la familia humana se inaugura con un fratricidio (4) que rompe la fraternidad primordial; viene una separación de hermanos (13; 21), después una tensión que se resuelve en reconciliación (27-33); falla un intento de fratricidio (37) y lentamente se recompone la fraternidad de los doce hermanos (42-50).
Salvación. El pecado atrae calamidades, y Dios suministra medios para que se salven algunos: del diluvio, Noé en el arca (6-9); del hambre, Abrahán en Egipto (12); del incendio, Lot (19); del odio y la persecución, Jacob en Siria (28-31); de la muerte, José en Egipto (37); del hambre, sus hermanos en Egipto (41-47). Esta gravitación de los semitas hacia Egipto tiene carácter provisional hasta que se invierta la dirección del movimiento.
Muchas narraciones y personajes del Génesis han adquirido en la tradición cristiana un valor de tipos o símbolos más allá de la intención inmediata de los primeros narradores.

Historia y arqueología. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana laboral y estilizada de Gn 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la Edad del Bronce y la del Hierro se superponen, dejando entrever o sospechar una era sin metales.
Los Patriarcas tienen geografía, pero no historia (y el intento de Gn 14 no mejora la información). José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o dinastía.
La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los Patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a.C.). Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el Génesis, aunque no ofrece un marco cronológico.
Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (occidentales) dominan en Babilonia y desde allí en Asiria, que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor lo que es la concentración narrativa del Génesis.

Mensaje religioso. Dios intervine en esta historia profundamente humana como verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la vida de los Patriarcas, crea el universo con su poder.
La aparición de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios. Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores en la historia de la salvación.
La Palabra de Dios es mandato, anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar: esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia el futuro, comprometida con la tierra y comprometida con Dios, intensamente humana y soberanamente divina.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Genesis 22,1-19Sacrificio de Isaac. Los versículos 1-18 nos narran el momento en el cual Abrahán recibe la orden divina de sacrificar a su único hijo para ofrecerlo a su Dios. El centro del relato no es el mandato de Dios, ni la actitud obediente de Abrahán; el punto culminante de la narración está en la orden divina de no tocar al niño (12). Abrahán toma conciencia así de que está ante un Dios de vida, que no quiere ni exige sacrificios humanos.
La interpretación literal de este pasaje ha llevado a conclusiones teológicas reñidas con la auténtica imagen del Dios bíblico, cuya preocupación fundamental es la vida y exige a sus seguidores que la respeten. Conviene, más bien, interpretar el texto como un progreso evolutivo de la conciencia religiosa de Abrahán -y, en definitiva, de la del pueblo- hacia el conocimiento y la fe en una deidad radicalmente distinta a las que eran adoradas en el contexto geográfico en el que se mueven los ancestros de Israel. Es verdad que el texto nos dice que Dios ordenó a Abrahán: «Toma a tu hijo único, a tu querido Isaac, vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio» (2). Con todo, es necesario recordar que en el proceso de la evolución de la conciencia religiosa -evolución que no siempre es ascendente- el creyente asume como voluntad divina, como Palabra de Dios, lo que él cree que manda u ordena la divinidad o lo que ofrece por su cuenta a la divinidad buscando agradarle. Abrahán -la conciencia del pueblo- participa de un ambiente religioso en el que se practican los sacrificios humanos y de ahí la tentación de Abrahán de hacer otro tanto -tentación en la que ciertamente cayó Israel, cfr. 2Re_3:27; 2Re_16:3; 17,17-.
La tradición nos enseñó, y desafortunadamente se aceptó de una forma acrítica, que este pasaje es la «tentación de Dios a Abrahán» o que «Dios pone a prueba a Abrahán», con lo cual se nos enseñó implícitamente a creer en un Dios injusto y charlatán, que juega con la fe y con los sentimientos de sus creyentes, lo cual es una barbaridad teológica, inadmisible desde todo punto de vista. Pensando en este texto y en la interpretación que la misma Escritura hace del episodio (cfr. Heb_11:17-19), hemos aceptado ingenuamente que Dios también nos pone a prueba a nosotros en muchas oportunidades. No, no es conveniente ni provechoso para nuestra fe tener un concepto tan equivocado de Dios, porque no se corresponde con el auténtico Dios, el Dios del amor, de la misericordia y de la justicia.
Es cierto que éste y otros muchos pasajes arrojan ciertas oscuridades sobre la imagen de nuestro Dios, pero ello no significa que Dios sea un ser ambiguo; señala más bien que hay muchas ambivalencias en la conciencia humana que, en el caso de la Biblia, quedan registradas como si fueran propias de Dios. En el fondo, pues, no hay tentación por parte de Dios. En cambio, sí hay tentación a Dios por parte del ser humano. Ése es el caso de Abrahán y con mucha frecuencia el nuestro. Como quedó dicho, Abrahán vive en un contexto religioso en el que, al ofrecer su hijo a Dios, también recibía una descendencia numerosa y un territorio. Sin embargo, Dios se le aparece como alguien a quien no le importan los sacrificios, sino la vida y el compromiso por ella.
Podríamos decir que Dios exige a Abrahán rebelarse contra todo aquello que amenaza la vida y asumir un compromiso mucho más radical en favor de ella. Ése es el verdadero Dios bíblico, el que ha creado la vida, está comprometido con ella y en contra de todo aquello que la amenaza. Ni siquiera los sacrificios de animales interesan o agradan a Dios. El profeta Miqueas ya había tenido también en su momento esta gran revelación que por mucho tiempo hemos pasado por alto (cfr. Miq_6:6-8).


Genesis 22,20-24Allegados a Abrahán. Esta breve genealogía que parece fuera de lugar por no tener ninguna relación aparente con el resto de capítulo podría ser una inserción hecha más tarde para preparar el relato del matrimonio de Isaac con Rebeca, hija de Betuel, hijo de Najor, en 24,1-67, parientes cercanos de Abrahán.