Job  9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 35 versitos |
1

Respuesta de Job a Bildad

Respondió Job:
2 Sé muy bien que es así:
que ante Dios nadie puede declararse inocente.
3 Aunque alguno pretenda discutir con él,
no podría responderle de mil veces, una.
4 Sabio de mente, rico de fuerza,
¿quién le resiste y queda sin castigo?
5 Él desplaza las montañas de improviso
y las vuelca con su cólera;
6 estremece la tierra en sus cimientos
y sus columnas retiemblan;
7 manda al sol que no brille
y guarda bajo sello las estrellas;
8 él solo despliega el cielo
y camina sobre las olas del mar;
9 creó la Osa y Orión,
las Pléyades y las constelaciones del Sur;
10 hace prodigios incomprensibles,
maravillas sin cuento.
11 Si cruza junto a mí, no lo veo,
pasa rozándome y no lo siento.
12 Si agarra una presa, ¿quién se la quitará?,
¿quién podrá decirle: ¡Qué estás haciendo!?
13 Dios no cede en su enojo,
bajo él se encorvan las legiones del Caos.
14 ¡Cuánto menos podré yo replicarle
o buscar argumentos contra él!
15 Aunque tuviera yo razón, no recibiría respuesta,
tendría que suplicar a mi adversario;
16 aunque lo citara para que me respondiera,
no creo que me hiciera caso;
17 me arrollaría con la tormenta
y me heriría mil veces sin motivo;
18 no me dejaría ni tomar aliento,
me saciaría de amargura.
19 Si se trata de fuerza él es el más fuerte;
si de justicia, ¿quién lo hará comparecer?
20 Aunque tuviera yo razón me condenaría,
aunque fuera inocente, me declararía perverso.
21 Soy inocente; no me importa la vida,
desprecio la existencia;
22 porque todo da lo mismo y me atrevo a decir:
Dios trata igual a inocentes y culpables.
23 Si una catástrofe siembra la muerte de improviso,
él se burla de la desgracia del inocente;
24 deja la tierra en poder de los malvados
y venda los ojos a sus gobernantes:
¿quién sino él lo hace?
25 Mis días corren más que un correo
y se escapan sin haber probado la felicidad;
26 se deslizan como ligeras canoas,
como águila que se abate sobre la presa.
27 Y si me digo: Olvidaré mi tristeza,
pondré buena cara,
28 temo toda clase de desgracias,
sabiendo que no me perdonará.
29 Y si soy culpable, ¿de qué sirve que me esfuerce?
30 Aunque me frotara con jabón
y me lavara las manos con lejía,
31 me hundirías en el fango
y mis vestidos me darían asco.
32 Dios no es un hombre como yo para decirle:
Vamos los dos a un tribunal.
33 No hay un árbitro entre nosotros
que pueda tener autoridad sobre ambos
34 y apartar de mí su látigo,
para que no me enloquezca con su terror.
35 Así hablaría sin miedo;
de lo contrario no soy dueño de mí mismo.

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Introducción a Job 

JOB

El libro. El libro de Job es un drama con muy poca acción pero con mucha pasión. Es la pasión que un autor genial, anticonformista, ha infundido en su protagonista. Disconforme con la doctrina tradicional de la retribución, ha opuesto a un principio un hecho, a una idea un hombre. Ya el salmo 73 (72) había opuesto la experiencia a la teoría de la retribución, y había encontrado la respuesta al entrar «en el misterio de Dios».
Nuestro autor extrema el caso: hace sufrir a su protagonista inocente, para que su grito brote «desde lo hondo». La pasión o el sufrimiento de Job enciende la pasión de su búsqueda y de su lenguaje; ante ella se van estrellando las olas concéntricas de los tres amigos, que repiten con variaciones y sin cansarse la doctrina tradicional de la retribución: el sufrimiento es consecuencia del pecado.
La acción es sencillísima: entre un prólogo y un epílogo, cuyas escenas se desarrollan en el cielo y en la tierra, se desenvuelven cuatro tandas de diálogo. Por tres veces habla cada uno de los amigos y Job responde; la cuarta vez Job dialoga a solas con Dios. En los diálogos con los amigos, más que un debate intelectual se produce una tensión de planos o direcciones: los amigos defienden la justicia de Dios como juez imparcial que premia a buenos y castiga a malos; a Job no le interesa esa justicia de Dios, que desmiente su propia experiencia, y apela a un juicio o pleito con Dios mismo, en el que aparecerá la justicia del hombre; por llegar a este pleito y por probar su inocencia frente a Dios, Job arriesga su propia vida. Dios, como instancia suprema, zanja la disputa entre Job y sus amigos; como parte interpelada, responde y pregunta a Job para encaminarlo hacia su misterio.

Dios y el ser humano en el libro de Job. A través de los diálogos, del hombre bueno convencional, que da gracias a Dios porque todo le sale bien, surge un hombre profundo, capaz de asumir y representar la humanidad doliente que busca audazmente a Dios. De un Dios sabido y hasta encasillado surge un Dios imprevisible, difícil y misterioso. En el espacio de un solo libro, nuestro conocimiento de Dios, del ser humano y de sus relaciones ha crecido. Porque Job, como otro Jacob en su visión nocturna, ha luchado con Dios; porque el autor ha empeñado su genio literario y religioso en sacudir viejos esquemas explorando en profundidad.
El libro de Job es un libro singularmente moderno, provocativo, no apto para conformistas. Es difícil leerlo sin sentirse interpelado y es difícil comprenderlo si no se toma partido. El autor es un genio anónimo, que vivió probablemente después del destierro, que se ha alimentado en el rezo de los Salmos y ha conocido la obra de Jeremías y Ezequiel.
La sacra representación de Job es demasiado poderosa como para admitir lectores indiferentes, sean de ayer o de hoy. El que no entre en la acción con sus preguntas y respuestas internas, el que no tome partido apasionado, no comprenderá el drama; pero si entra y toma partido, se hallará bajo la mirada de Dios, sometido a prueba por la representación del drama eterno del hombre Job.

Significado del libro de Job. El problema del sufrimiento del inocente. Este tema importante constituye la sustancia del debate entre Job y sus amigos. El sufrimiento, dicen ellos, es el castigo que produce el pecado (4,7; 8,20; 11,4-6; 22,4s). Cuando Job, basado en su propia experiencia, rechaza semejante aseveración, los amigos responden que todos los humanos son pecadores (14,1-4; 15, 14; 25,4-6). Niegan la posibilidad de que exista alguien que sufra siendo inocente.
La situación, sin embargo, es más complicada y da paso a otras respuestas. El sufrimiento es un misterio, y nosotros no podemos comprender los caminos de Dios (11,7-10; 15,8s.28; 42,3). El sufrimiento es el método utilizado por Dios para imponernos disciplina y hacernos mejores (5,17s; 36,15). El sufrimiento es permitido por Dios para probar la virtud de los justos (1-2). Todas estas respuestas nos permiten salvaguardar tanto la justicia divina como la inocencia humana.
Sin embargo, por más dominante que aparezca el tema, no parece que sea éste el propósito principal del libro. Por una parte, nosotros los lectores conocemos desde el principio la respuesta al caso que Job plantea: sus sufrimientos son una prueba (1,9). Por otra, el problema no tiene respuesta en el contexto del libro. Si la finalidad del escrito fuera solamente ésta, podríamos considerar el libro como un fracaso.

El misterio del sufrimiento y la relación con Dios. Un primer enfoque nos lleva a ver el sufrimiento como un problema que debe ser tratado a nivel intelectual. Un problema es algo que está ahí, frente a nosotros. Podemos ver todos sus componentes, todas sus dimensiones. La cuestión consiste en poner todas las piezas juntas, en dar un sentido a ese rompecabezas. Por el contrario, el misterio es una situación en la que «yo», en tanto que persona humana irrepetible y única, me encuentro tan sumergido que no puedo distanciarme de él lo suficiente como para contemplarlo «ahí, fuera de mí». El amor es un misterio, como lo es la muerte, como lo es el sufrimiento. Los problemas están para ser resueltos; los misterios son para ser vividos, y vividos en relación con otros.
La pena más grande de Job surge de la confusión acerca de su relación con Dios. ¿Es Dios realmente su enemigo? (13,24). Desde esta perspectiva, los discursos del Señor ofrecen realmente una respuesta. El mero hecho de que el Señor responda muestra claramente que ha estado presente, escuchando todo el tiempo, es decir, manteniendo y afirmando una relación. Job no sabrá nunca el por qué de sus sufrimientos, pero sabe que no está solo, y esto le da la fuerza para sobrellevar la lucha. Y así, el punto de mira del libro es menos un problema de teología y más un misterio de fe: nuestra relación existencial con Dios.

Job ha hablado de mí con rectitud. Esta poderosa e irónica afirmación del Señor (42,7s) nos hace descubrir otro aspecto. A lo largo de todo el libro, la clave ha sido lo que Job iba a decir en medio de la adversidad. ¿Blasfemará flagrantemente contra Dios como había predicho dos veces Satán? (1,11; 2,5). ¡No!
Job acusa a sus amigos de hablar falsamente de Dios (13,7-9), mientras que él se niega a callar (7,11; 10,1; 13,13; 27,4) hasta que no haya terminado todo lo que tiene que decir (31,35). Para contrarrestar los dos desafíos de Satán en el prólogo, el Señor afirma dos veces en el epílogo que Job ha hablado rectamente de Él (42,7s). ¿Cómo debe entenderse «rectamente»? Gramaticalmente, la palabra puede emplearse como adverbio («de manera correcta») o como nombre («cosas justas»).
El sentido del texto se extiende a ambos significados. En primer lugar, Job ha hablado de manera adecuada. Se ha lamentado, ha discutido, ha rezado, se ha mostrado desafiante con Dios. A pesar de la constante presión en contra, ha mantenido enérgicamente la integridad de su experiencia, pues era ya lo único que le quedaba. A Dios no se le sirve con mentiras, aunque sean bien intencionadas (13,7-9). Job conoce instintivamente que toda sana relación con Dios sólo puede basarse en la verdad.
Pero, en segundo lugar, Job ha hablado también las «cosas justas», es decir, ha sido capaz de intuir y afirmar la presencia de un misterio. Dios y nuestra relación con Él son realidades demasiado grandes y profundas como para ser reducidas o abarcadas por razonamientos intelectuales. Los discursos del Señor (38-41) lo han dejado meridianamente claro. Y Job, envuelto en la experiencia del misterio, ha dejado espacio para la libertad de Dios.
Los amigos, por el contrario, no han percibido el misterio, por eso han falsificado tanto a Dios como a Job. Han caído en el perenne peligro de muchas personas seudo-religiosas de ayer y de hoy: buscar todas las referencias de Dios en el pasado, sin comprender que el Dios bíblico nos está siempre sorprendiendo e impulsándonos hacia la novedad del futuro (cfr. Gén_12:1-3 ).
Es en esa frontera misteriosa de la novedad y de la sorpresa donde Dios esperaba a su amigo y su amigo no le ha fallado. Job ha hablado de su experiencia personal (la del misterio) con sinceridad y rectitud, y justamente por eso, ha sido capaz de hablar de Dios de la misma manera. En definitiva, Job se ha portado como un hombre de fe; sus amigos no han pasado de ser personas superficialmente pías.

El significado de la amistad. Una dimensión final del libro es el rol y la función de la amistad. En primer lugar, está el ejemplo negativo de los amigos. Movidos por una genuina simpatía, dejan sus tierras lejanas y vienen para estar junto a Job. Viendo al amigo en aquellas condiciones, se sientan junto a él en afligido (y sabio, Gén_13:5 ) silencio. Pero tan pronto como Job comienza a hablar, sus palabras resultaron tan ofensivas que sus amigos brincaron para salir en defensa de Dios. Cabe la pregunta: ¿para defender a Dios, o a sus preconcebidas y atildadas ideas acerca de Dios?
Aun en las más extremas condiciones, un amigo debe lealtad a sus amigos ( Gén_6:14 ). Job se lamenta de no encontrarla en los suyos ( Gén_6:13-27 ), por eso suspira por alguien en quien apoyarse: primero, un árbitro imparcial ( Gén_9:33 ); después, un mediador ( Gén_16:19 ); por último, un vindicador ( Gén_19:25 ). Pero no cuenta con nadie; «me he vuelto hermano de los chacales y compañero de los avestruces» ( Gén_30:29 ).
Por el contrario, Job se ha portado siempre como un amigo con los necesitados y los oprimidos y ha enjugado las penas de los otros ( Gén_30:24 s). Sofar le había dicho antes que se arrepintiera; y así alcanzaría la prosperidad y los otros vendrían a él pidiendo su intercesión ( Gén_19:11 ). Al final ( Gén_42:7-9 ), son sus tres amigos los que piden a Job que interceda por ellos, y éste, fiel a la amistad, lo hace y evita así el castigo que tenían merecido.
La verdadera importancia de libro de Job es la experiencia humana que nos relata y que nos transmite desde aquellos tiempos remotos. En la persona de Job podemos ver reflejados nuestros momentos de sufrimientos, duda y confusión. Pero la ventaja que tenemos sobre nuestro héroe es que nosotros contamos con un amigo: el autor del libro, por cuya boca habla el verdadero amigo que estará siempre a nuestro lado y cuya lealtad no fallará nunca, Dios. La voz del autor, eco de la voz de Dios, forma ya parte de la sabiduría que hemos recibido de las «generaciones pasadas» ( Gén_8:8 ). Si nosotros nos rendimos a las «ortodoxias» de nuestros días, habremos falsificado nuestra experiencia y falseado también a Dios, y a Dios no se le sirve con mentiras ( Gén_13:6-9 ).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Job  9,1-35Respuesta de Job a Bildad. Aunque estos capítulos presentan muchos problemas de texto y traducción, es claro que abundan en imágenes tomadas de la justicia legal. Job se asemeja, a veces, a un demandante que quiere llevar a Dios a los tribunales (9,3) pero, desafortunadamente, siendo el encausado y el juez la misma persona, ¿qué posibilidades tiene de obtener justicia? Otras veces, Job mismo es el encausado que tiene que responder, pues en ello le va la vida (9,14). La impotencia de nuestro héroe se va haciendo cada vez más patente, sobre todo frente al abrumador poder creador de Dios.
A pesar de todo, el lenguaje de Job se hace progresivamente más atrevido y franco. No puede ser justificado (declarado inocente), cuando el encausado y el juez son la misma y tan poderosa persona. No sabe qué hacer ni qué decir, pues diga lo que diga no va a servir para nada. A lo largo de los versículos que siguen, la abundancia de preguntas condicionales muestran a un Job perplejo, tanteando una u otra posible vía de salida.
La vida de Job se va consumiendo rápidamente, con la velocidad de un corredor o de un barco navegando por el Nilo o de un águila en la trayectoria de su vuelo. No puede salir victorioso de la contienda. Y aun en el caso de que lograra limpiar su reputación, Dios simplemente volvería a mancharla de nuevo (9,25-31).
Olvidado por sus amigos, Job desearía encontrar una tercera persona, un árbitro imparcial (cfr. 16,19; 19,25) que estableciera justicia entre Dios y él, pero sabe que esto es imposible. Presa de la desesperación, comienza de nuevo a aborrecer la vida (9,33-35b).
Job recurre de nuevo a las lamentaciones. A falta de otra cosa que decir, desea, al menos, desahogar su queja (como en 7,10): «qué tienes contra mí» (10,2). Job apela a la memoria de Dios, recordándole aquellos días felices en que el creador lo formó, al igual que un alfarero o artesano de quesos o un sastre que realiza su trabajo con cuidado y maestría (10,9-12). ¿Por qué Dios lo persigue ahora, acorralándolo como a un animal salvaje? (10,16). Como en 3,11 y 7,15, invoca de nuevo a la muerte de la cual no se regresa (10,18-22).