Salmos 39 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
1 Yo pensé: vigilaré mi proceder
para no ofender con la lengua;
mantendré una mordaza en mi boca
mientras el malvado esté ante mí.
2 Guardé silencio resignado,
inútilmente me callé,
y mi herida empeoró.
3 Mi corazón ardía en mi pecho;
mis susurros atizaban el fuego
hasta que solté la lengua:
4 Señor, indícame mi fin
y cuántos van a ser mis días,
para que comprenda cuán caduco soy.
5 Me concediste unos palmos de vida,
mis días son como nada ante ti:
El hombre no dura más que un soplo,
6 es como una sombra que pasa;
sólo un soplo son las riquezas que acumula,
sin saber quién será su heredero.
7 Entonces, Señor, ¿qué espero?
Mi esperanza está en ti.
8 De todos mis delitos líbrame,
no me hagas la burla de necios.
9 Enmudezco, no abro la boca,
porque tú has actuado.
10 Aparta de mí tus golpes,
bajo tu mano hostil perezco.
11 Castigando su culpa educas al hombre,
como polilla corroes su belleza.
El hombre no es más que un soplo.
12 Escucha mi súplica, Señor,
atiende a mi clamor,
no seas sordo a mi llanto,
pues yo soy un forastero junto a ti,
un huésped como todos mis padres.
13 ¡Aparta de mí tu mirada, y me alegraré
antes de que me vaya y ya no exista!

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 39,1-13Una vez más la relación entre pecado y enfermedad es estrecha. Si se habla, tal vez se yerra (Sir_19:16) en presencia de un malintencionado (Pro_6:2); si impone silencio, se siente un fuego interior, como Jeremías (Jer_20:9), que se desahoga en susurro; pero el susurro se convierte en soplo que aviva la brasa (4). ¡Mejor hablar! (4); así el ser humano puede adquirir conciencia refleja de su fragilidad y de su caducidad (5-7). El hombre es «imagen», ya no de Dios (Gén_1:26), sino de la realidad. Sombra, soplo, palmos de vida, afán, caducidad, pequeñez; el ser humano es nada ante Dios y desconoce a sus descendientes (7). Todo esto lo sabe el poeta, pero necesita que Dios se lo muestre patentemente: «Indícame» (5). Pudiera parecer que la esperanza, que es Dios, sea el remedio de los males que acechan al ser mortal (8). Pero Dios ha actuado (10b) de un modo sorprendente y brutal: con golpes y porrazos (11s); también de un modo camuflado: lo construido es corroído por la polilla (12), de modo que llegamos al punto inicial: «Tan sólo un soplo es el hombre» (7.12b). El oído acostumbrado a la paranomasia Hebrea escucha: «todo Adán es Abel». Dios «se fijó» en Abel y murió prematura y violentamente. Si ahora se fija en el hombre -Adán-, también morirá como Abel. Que Dios deje en paz a un ser tan insignificante, es lo que pide Job (Job_7:19), y podrá sonreír antes de morir (14). El salmo se mueve entre la esperanza y la rebeldía. Jesús es más grande que Abel (cfr. Heb_12:24), tras su paso de este mundo al Padre (Jua_14:28; Jua_16:5.16.28), podemos decir con verdad: «Mi esperanza está en ti» (8b). Orar con este salmo es un desafío y una osadía, no menores al desafío y osadía del libro de Job.