Isaías 58 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
1

El ayuno
1,10-20; Zac 7

Grita con fuerte voz,
no te contengas,
alza la voz como una trompeta,
denuncia a mi pueblo sus delitos,
a la casa de Jacob sus pecados.
2 Consultan mi oráculo a diario,
muestran deseo
de conocer mi camino
como si fueran un pueblo
que practicara la justicia
y no abandonase
el mandato de su Dios.
Me piden sentencias justas,
desean tener cerca a Dios.
3 ¿Para qué ayunar, si no haces caso?
¿Mortificarnos, si tú no te fijas?
Miren: el día de ayuno
buscan su propio interés,
y maltratan a sus servidores;
4 miren:
ayunan entre peleas y disputas,
dando puñetazos sin piedad.
No ayunen como ahora,
haciendo oír en el cielo sus voces.
5 ¿Es ése el ayuno que el Señor desea,
el día en que el hombre se mortifica?
Doblar la cabeza como un junco,
acostarse sobre estera y ceniza,
¿a eso lo llaman ayuno,
día agradable al Señor?
6 El ayuno que yo quiero es éste:
abrir las prisiones injustas,
hacer saltar los cerrojos de los cepos,
dejar libres a los oprimidos,
romper todos los cepos;
7 compartir tu pan con el hambriento,
hospedar a los pobres sin techo,
vestir al que ves desnudo
y no despreocuparte de tu hermano.
8 Entonces brillará
tu luz como la aurora,
tus heridas sanarán rápidamente;
tu justicia te abrirá camino,
detrás irá la gloria del Señor.
9 Entonces llamarás al Señor,
y te responderá;
pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy.
Si destierras de ti toda opresión,
y el señalar con el dedo,
y la palabra maligna;
10 si das tu pan al hambriento
y sacias el estómago del necesitado,
surgirá tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad se volverá mediodía.
11 El Señor te guiará siempre,
en el desierto saciará tu hambre,
hará fuertes tus huesos,
serás un huerto bien regado,
un manantial de aguas
cuyas aguas nunca se agotan,
12 reconstruirás viejas ruinas,
levantarás
sobre los cimientos antiguos;
te llamarán reparador de brechas,
restaurador de casas en ruinas.
13

El sábado
Jr 17,19-27

Si detienes tus pies el sábado,
y no haces negocios en mi día santo;
si llamas al sábado tu delicia,
y honras el día consagrado al Señor;
si lo honras absteniéndote de viajes,
de buscar tu interés,
de tratar tus negocios,
14 entonces el Señor será tu delicia.
Te haré cabalgar
sobre las alturas de la tierra,
te alimentaré con la herencia
de tu padre Jacob
– ha hablado la boca del Señor– .

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 58,1-12El ayuno. La justicia que juega un papel determinante en el pensamiento deuteronomista, representada también por los profetas, no puede quedar oculta ni siquiera por las más extraordinarias prácticas religiosas, ya que estas últimas corren el riesgo de volverse mecánicas y externas. Este oráculo está, pues, en línea con la exigencia de la interiorización de las prácticas religiosas: si éstas no salen del corazón y sobre todo como fruto de una verdadera justicia, se convierten en abominación para Dios. El meollo del oráculo lo encontramos en los versículos 5-7.
Los versículos 8-12 enumeran detalladamente los frutos que produce la práctica de la justicia. El creyente debe recurrir con frecuencia a este tipo de mensajes para examinar la calidad de su vida humana y cristiana.


Isaías 58,13-14El sábado. Según algunos biblistas, estos versículos parecen ser un añadido al oráculo anterior. Sobre la institución del sábado, véase Éxo_20:8-11; y sobre el respeto al sábado, Isa_56:2; Jer_17:19-27.