Salmos 51 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 19 versitos |
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Ez 36,25-28

Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
2 lava del todo mi delito
y limpia mi pecado.
3 Porque yo reconozco mi culpa
y tengo siempre presente mi pecado.
4 Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad ante tus ojos;
así serás justo cuando juzgues
e irreprochable cuando sentencies.
5 Mira, culpable nací,
pecador me concibió mi madre.
6 Tú quieres la sinceridad interior
y en lo íntimo me inculcas sensatez.
7 Rocíame con el hisopo y quedaré limpio,
lávame y blanquearé más que la nieve.
8 Hazme sentir gozo y alegría,
salten de gozo los huesos quebrantados.
9 Aparta de mi pecado tu vista
y borra todas mi culpas.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva en mi interior un espíritu firme;
11 no me arrojes lejos de tu presencia
ni me quites tu santo espíritu;
12 devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con tu espíritu generoso.
13 Enseñaré a los malvados tus caminos,
y los pecadores volverán a ti.
14 Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios y Salvador mío,
y mi lengua aclamará tu justicia.
15 Señor mío, ábreme los labios
y mi boca proclamará tu alabanza.
16 Un sacrificio no te satisface,
si te ofreciera un holocausto, no lo aceptarías.
17 El sacrificio que te agrada
es un espíritu quebrantado,
un corazón arrepentido y humillado,
oh Dios, no lo desprecias.
18 Favorece a Sión por tu bondad,
reconstruye la muralla de Jerusalén;
19 entonces aceptarás sacrificios estipulados,
las ofrendas y el holocausto,
y sobre tu altar se inmolarán novillos.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 51,1-19El acusado en el salmo anterior responde en este salmo, que se mueve entre la oscura región del pecado (3-11) y la luminosa tierra de la gracia (12-14). Los versículos 20s son adición posterior. La presencia del pecado es envolvente en la primera parte: hasta doce veces se deja constancia de su presencia, recurriendo a distintos nombres. El acusado puede decir con toda verdad: «tengo siempre presente mi pecado» (5b). Aunque los pecados denunciados en el salmo anterior se refieran a la relación con el prójimo, también es verdad este otro: «contra ti, contra ti solo pequé» (6): el pecador ha quebrantado la alianza. El acusado se sabe radicalmente pecador, o, mejor, «culpable» desde su nacimiento (7). Su pecado es mancha, que pide ser lavada (4.9) o deuda que ha de ser condonada (11). Si Dios justo actúa conforme a su justicia salvadora, si se inclina hacia el pecador mostrando piedad (3), el pecador adquirirá una blancura más intensa que la nieve, y con la purificación vendrá la alegría (10). Se anticipa en este versículo el tema de la segunda parte: la luminosidad de la gracia. El Creador recrea mediante la acción del espíritu o aliento, como sucedió en la creación de Génesis. Tres veces es pedido el espíritu (12-14): un espíritu firme y dispuesto, que se convierte en dinamismo de la acción humana. El salmista ofrece como don «un espíritu quebrantado». Es el sacrificio grato a Dios. Recreado y limpio, la lengua del pecador perdonado se desata en alabanzas (17-19). Los versículos añadidos tienen sentido: Una vez que el pueblo ha pagado el doble de lo que merecían sus pecados, en el destierro, es rehabilitado por la justicia divina. Bienvenidos sean ahora los sacrificios exteriores, expresión de la actitud interior. Cristo murió por nuestros pecados (1Co_15:3). Surge una nueva creación en virtud del Espíritu que habita en nosotros (Rom_8:9; 2Co_5:17, etc.), el amor y el perdón de Dios son la gran novedad (Rom_5:8). Es bueno orar con este salmo cuando nos sentimos abrumados por nuestras culpas, sean contra Dios o contra el hermano y buscamos la bondad de Dios que nos justifica.