I Samuel 22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

David, huido

David marchó de allí a esconderse en el refugio de Adulán. Cuando se enteraron sus parientes y toda su familia, fueron allá.
2 Se le juntaron unos cuatrocientos hombres, gente en apuros o llena de deudas o desesperados de la vida. David fue su jefe.
3 De allí marchó a Mispá, de Moab, y dijo al rey de Moab:
– Permite que mis padres vivan entre ustedes hasta que yo vea qué quiere Dios de mí.
4 Se los presentó al rey de Moab, y se quedaron allí todo el tiempo que David estuvo en el refugio.
5 El profeta Gad dijo a David:
– No sigas en el refugio, métete en tierra de Judá.
Entonces David marchó y se metió en la espesura de Járet.
6

Matanza de los sacerdotes

Saúl estaba en Guibeá, sentado bajo el tamarindo, en el alto, con la lanza en la mano, rodeado de toda su corte, cuando llegó la noticia de que habían sido vistos David y su gente.
7 Entonces habló Saúl a sus ministros que estaban de pie junto a él:
– Oigan, benjaminitas: Por lo visto también a ustedes el hijo de Jesé les va a repartir campos y viñas y los va a nombrar jefes y oficiales de su ejército,
8 porque todos están conspirando contra mí, nadie me informa del pacto de mi hijo con el hijo de Jesé, nadie siente pena por mí ni me descubre que mi hijo ha puesto en contra mía a mi ayudante para que me tienda emboscadas, como está pasando ahora.
9 Doeg, el edomita, jefe de los pastores de Saúl, respondió:
– Yo vi al hijo de Jesé llegar a Nob, donde Ajimélec, hijo de Ajitob.
10 Consultó al Señor por él, le dio provisiones, y además le entregó la espada de Goliat, el filisteo.
11 El rey mandó llamar al sacerdote Ajimélec, hijo de Ajitob, a toda su familia, sacerdotes de Nob. Se presentaron todos ante el rey,
12 y éste les dijo:
– Escucha, hijo de Ajitob.
Respondió:
– Aquí me tienes, señor.
13 Saúl preguntó:
–¿Por qué han conspirado tú y el hijo de Jesé contra mi? Le has dado comida y una espada, y has consultado a Dios por él para que me aceche, como está pasando ahora.
14 Ajimélec respondió:
–¿Hay entre todos tus servidores alguien tan de confianza como David? Él es yerno del rey, jefe de tu guardia personal y todos lo honran en tu casa.
15 ¡Ni que fuera hoy la primera vez que consulto a Dios por él! ¡No, lejos de mi! No mezcle el rey en este asunto a este servidor y a su familia, que tu servidor no sabía ni poco ni mucho de ese asunto.
16 Pero el rey replicó:
– Morirás sin remedio, Ajimélec, tú y toda tu familia.
17 Y luego dijo a los de su escolta:
– Acérquense y maten a los sacerdotes del Señor, porque se han puesto de parte de David, y sabiendo que huía no lo denunciaron.
Pero los guardias no quisieron mover la mano para herir a los sacerdotes del Señor.
18 Entonces Saúl ordenó a Doeg:
– Acércate tú y mátalos.
Doeg, el edomita, se acercó y los mató. Aquel día murieron ochenta y cinco hombres de los que llevan efod de lino.
19 En Nob, el pueblo de los sacerdotes, Saúl pasó a cuchillo a hombres y mujeres, chiquillos y niños de pecho, bueyes, asnos y ovejas.
20 Un hijo de Ajimélec, hijo de Ajitob, llamado Abiatar, se escapó. Llegó huyendo detrás de David
21 y le contó que Saúl había asesinado a los sacerdotes del Señor.
22 David le dijo:
– Ya me di cuenta yo aquel día que Doeg, el edomita, estaba allí presente y que avisaría a Saúl. ¡Me siento culpable de la muerte de tus familiares!
23 Quédate conmigo, no temas; que el que intente matarte a ti intenta matarme a mí; conmigo estarás bien defendido.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 22,1-5David, huido. En su refugio de Adulán, David es visitado por su familia, pero además hay ya un primer dato sobre la cantidad de gente que se le une y se pone a sus órdenes. Nótese la descripción que hace el texto de la calidad de toda aquella gente: «en apuros... llenos de deudas o desesperados de la vida» (2). Podría tratarse de una forma de anticipar el anuncio del reinado de David y la calidad de vida del pueblo sobre el cual va a reinar.


I Samuel 22,6-23Matanza de los sacerdotes. La narración empalma con los sucesos de Nob. Está construida linealmente, como un proceso ante el tribunal regio: denuncia, interrogatorio, sentencia, ejecución. Se acumulan los detalles para mostrar lo odioso del hecho: denuncia de un extranjero, no se admite la respuesta justa del reo, por la supuesta culpa de uno paga toda la población, hay una matanza de sacerdotes, la ejecuta el mismo extranjero, porque los demás se niegan a herir a personas consagradas. Saúl intentó cortar, con un castigo ejemplar, posibles adhesiones a su rival; pero quebrantó la justicia, ofendió a sus militares, mató sacrílegamente. Saúl queda totalmente condenado al actuar como juez inicuo, él, que debía ser defensor de la justicia. Saúl da por descontado que David está conspirando contra él; por eso, todo acto de colaboración con David es delito de lesa majestad. Y mezclar a Dios en la conspiración, pidiendo un oráculo, es un agravante imperdonable -Saúl no dispone ya de oráculo profético una vez que ha roto con Samuel, y no leemos que siga consultando el oráculo sacerdotal-. El epílogo nos muestra, frente al Saúl temible, al David protector.