I Samuel 28 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1 Por entonces los filisteos concentraron sus tropas para salir a la guerra contra Israel. Aquís dijo a David:
– Te comunico que tú y tus hombres tienen que ir conmigo al frente.
2 David le respondió:
– De acuerdo. Verás cómo se porta un vasallo tuyo.
Aquís le dijo:
– Muy bien. Te nombro como mi guardia personal para siempre.
3

Saúl y la nigromante
Eclo 46,20; Dt 18,10s

Samuel había muerto; todo Israel asistió a los funerales, y lo habían enterrado en Ramá, su pueblo. Por otra parte, Saúl había desterrado a nigromantes y adivinos.
4 Los filisteos se concentraron y fueron a acampar en Sunán. Saúl concentró a todo Israel y acamparon en Gelboé.
5 Pero al ver el campamento filisteo, Saúl temió y se echó a temblar.
6 Consultó al Señor, pero el Señor no le respondió, ni por sueños, ni por suertes, ni por profetas.
7 Entonces Saúl dijo a sus ministros:
– Búsquenme una nigromante para ir a consultarla.
Le dijeron:
– Precisamente hay una en Endor.
8 Saúl se disfrazó con ropa ajena; marchó con dos hombres, llegaron de noche y Saúl dijo a la mujer:
– Adivíname el porvenir evocando a los muertos y haz que se me aparezca el que yo te diga.
9 La mujer le dijo:
– Ya sabes lo que ha hecho Saúl, que ha desterrado a nigromantes y adivinos. ¿Por qué me armas una trampa para luego matarme?
10 Pero Saúl le juró por el Señor:
–¡Por la vida de Dios, no te castigarán por esto!
11 Entonces la mujer preguntó:
–¿Quién quieres que se te aparezca?
Saúl dijo:
– Evócame a Samuel.
12 Cuando la mujer vio aparecer a Samuel, lanzó un grito y dijo a Saúl:
–¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl!
13 El rey le dijo:
– No temas. ¿Qué ves?
Respondió:
– Un espíritu que sube de lo hondo de la tierra.
14 Saúl le preguntó:
–¿Qué aspecto tiene?
Respondió:
– El de un anciano que sube, envuelto en un manto.
Saúl comprendió entonces que era Samuel, y se postró con el rostro en tierra.
15 Samuel le dijo:
–¿Por qué me has evocado, turbando mi reposo?
Saúl respondió:
– Estoy en una situación desesperada: los filisteos me hacen la guerra, y Dios se ha apartado de mí: ya no me responde ni por profetas ni en sueños. Por eso te he llamado, para que me digas qué debo hacer.
16 Pero Samuel le dijo:
– Si el Señor se ha alejado de ti y se ha hecho enemigo tuyo, ¿por qué me preguntas a mí?
17 El Señor ha ejecutado lo que te anunció por medio mío: arrancó el reino de tus manos y se lo ha dado a otro, a David.
18 Por no haber obedecido al Señor, por no haber ejecutado su condena contra Amalec, por eso ahora el Señor ejecuta esta condena contra ti.
19 Y también a Israel lo entregará el Señor contigo a los filisteos; mañana, tú y tus hijos estarán conmigo, y al ejército de Israel el Señor lo entregará en poder de los filisteos.
20 De repente, Saúl se desplomó cuan largo era, espantado por lo que había dicho Samuel. Estaba desfallecido, porque en todo el día y toda la noche no había comido nada.
21 La mujer se le acercó, y al verlo aterrado le dijo:
– Esta servidora tuya te obedeció, y se jugó la vida para hacer lo que pedías;
22 ahora obedece tú también a tu servidora: voy a traerte algún alimento, come y recobra las fuerzas necesarias para ponerte en camino.
23 Él lo rehusaba:
–¡No quiero!
Pero sus oficiales y la mujer insistieron tanto que al fin les obedeció. Entonces se incorporó y se sentó en el catre.
24 La mujer tenía un novillo cebado. Lo degolló enseguida, tomó harina, amasó y coció unos panes.
25 Se los sirvió a Saúl y sus oficiales. Comieron y aquella misma noche se pusieron en camino.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

El libro de Samuel se llama así por uno de sus personajes decisivos, no porque sea él el autor. Está artificialmente divido en dos partes, que se suelen llamar primer libro y segundo libro, aunque en realidad constituyen la primera y segunda parte de una misma obra.

Tema del libro.
El tema central es el advenimiento de la monarquía bajo la guía de Samuel como juez y profeta. Samuel actúa como juez con residencia fija e itinerante. Aunque prolonga la serie de jueces precedentes como Débora, Gedeón, Jefté y Sansón, Samuel recibe una vocación nueva: ser mediador de la Palabra de Dios, ser un profeta. Al autor le interesa mucho el detalle y proyecta esa vocación a la adolescencia de su personaje. En virtud de dicha vocación, el muchacho se enfrenta con el sacerdote del santuario central; más tarde introduce un cambio radical: unge al primer rey, lo condena, unge al segundo, se retira, desaparece, y hasta se asoma por un momento desde la tumba. Cuando muere, toman su relevo Gad y Natán.
En otras palabras, el autor que escribe en tiempos de Josías, uno de los reyes buenos, o el que escribe durante el destierro, nos hace saber que la monarquía está sometida a la palabra profética.

Marco histórico.
Con razonable probabilidad podemos situar los relatos en los siglos XI y X a.C. Hacia el año 1030 Saúl es ungido rey, David comenzaría su reinado en Hebrón hacia el 1010 y Salomón en el 971. Los grandes imperios atraviesan momentos de cambios y crisis internas y durante este largo compás de silencio pueden actuar como solistas sobre el suelo de Palestina dos pueblos relativamente recientes en dicho lugar: filisteos e israelitas.

Maestría narrativa. Si lo referente a la historicidad es hipotético, lo que es indudable e indiscutible es la maestría narrativa de esta obra. Aquí alcanza la prosa hebrea una cumbre clásica. Aquí el arte de contar se muestra inagotable en los argumentos, intuidor de lo esencial, creador de escenas impresionantes e inolvidables, capaz de decir mucho en poco espacio y de sugerir más.
El autor o autores sabían contar y gozaban contando; no menos gozaron los antiguos oyentes y lectores; del mismo deleite debemos participar en la lectura del libro, recreándolo en la contemplación gozosa de unos relatos magistrales.

Samuel. En su elogio de los antepasados, Ben Sirá -o Eclesiástico-, traza así el perfil de Samuel: «Amado del pueblo y favorito de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote» (46,13). Sacerdote porque ofrecía sacrificios. Juez de tipo institucional, porque resuelve pleitos y casos, no empuña la espada ni el bastón de mando. Cuando su judicatura intenta convertirse en asunto familiar por medio de la sucesión de sus hijos, fracasa. Profeta, por recibir y trasmitir la Palabra de Dios. Hch_13:20 s lo llama profeta; Heb_11:32 lo coloca en su lista entre los jueces y David.
Un monte en las cercanías de Jerusalén perpetúa su nombre: «Nebi Samwil». ¿Y no es Samuel como una montaña? Descollante, cercano al cielo y bien plantado en tierra, solitario, invitador de tormentas, recogiendo la primera luz de un nuevo sol y proyectando una ancha sombra sobre la historia.

La monarquía. Fue para los israelitas una experiencia ambivalente, con más peso en el platillo negativo de la balanza. En realidad pocos monarcas respondieron a su misión religiosa y política. Aunque es verdad que los hubo buenos: David, Josafat, Ezequías, Josías (cfr. Eclo 49a). Por otra parte, los salmos dan testimonio de una aceptación sincera y hasta de un entusiasmo hiperbólico por la monarquía. Antes de ser leídos en clave mesiánica los salmos reales expresaron la esperanza de justicia y de paz, como bendición canalizada por el Ungido.
Pues bien, el autor proyecta la ambigüedad y las tensiones al mismo origen de la monarquía -remontarse a los orígenes para explicar el presente o la historia es hábito mental hebreo-. Explícita o implícitamente el libro nos hace presenciar o deducir las dos tendencias, en pro o en contra de la monarquía. Es un acto de honradez del autor el haber concedido la voz en sus páginas a los dos partidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Samuel 28,3-25Saúl y la nigromante. La historia de Saúl es una tragedia: al empezar el último acto de su vida, una escena misteriosa y sombría derrama el presentimiento hasta hacerlo certeza inevitable. Saúl surgió para salvar a Israel de los filisteos: va a acabar pronto a manos de ellos, arrastrando consigo a Israel. El que lo ungió rey, el que pronunció su primera condena, le habla ahora desde la tumba conminándole la próxima ejecución de la sentencia. Saúl, consciente de su condena y ejecución, camina valientemente hacia su propia muerte. El que sea culpable no resta intensidad y grandeza a su figura trágica; el que el autor esté contra él, no le impide presentarlo como héroe extraordinario. El silencio de Dios significa realmente que ha abandonado a Saúl, que la última palabra de Dios para Saúl ha sido una sentencia condenatoria; y no hay más que añadir. El silencio es ya castigo.