Salmos 109 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1 Dios de mi alabanza, no te hagas el sordo,
2 que bocas malvadas y fraudulentas
se abren contra mí,
y me hablan con lengua mentirosa.
3 Me cercan con palabras odiosas
y me combaten sin motivo.
4 En pago de mi amor me denuncian
aunque yo rezaba por ellos;
5 Me devuelven mal por bien
y odio a cambio de amor.
6 Nombra contra él un malvado,
que un acusador se ponga a su derecha.
7 Cuando sea juzgado, salga culpable,
y su apelación se resuelva en condena.
8 Que sus días sean pocos
y su empleo lo ocupe otro.
9 Que sus hijos queden huérfanos
y su mujer viuda.
10 Vagabundeen sus hijos mendigando
y pidan lejos de sus ruinas.
11 Que un acreedor se apodere de sus bienes
y extraños se adueñen de sus sudores.
12 ¡Jamás le brinde nadie su favor,
ni se apiade de sus huérfanos!
13 Que su posteridad sea exterminada
y en una generación se borre su apellido.
14 Recuerde Dios, el Señor, la culpa de su padre
y no borre el pecado de su madre:
15 estén siempre ante el Señor
y borre de la tierra su memoria.
16 Porque que no se acordó de actuar con amor,
persiguió al pobre desgraciado
y al atribulado, hasta matarlo;
17 ya que amó la maldición, ¡recaiga sobre él!,
despreció la bendición, ¡aléjese de él!
18 Se vistió de maldición cual manto,
que penetre como agua en sus entrañas,
y como aceite en sus huesos;
19 sea cual vestido que lo cubre,
como un cinturón que lo ciñe siempre.
20 Así pague el Señor a los que me acusan,
a los que me calumnian.
21 Tú, en cambio, Señor, Dueño mío,
trátame conforme a tu Nombre,
líbrame por tu bondadoso amor.
22 Porque soy humilde y pobre,
y mi corazón ha sido traspasado;
23 me desvanezco
como una sombra que declina,
me espantan como a la langosta;
24 se me doblan las rodillas por el ayuno,
y, sin grasa, enflaquece mi carne.
25 Soy la burla de ellos,
al verme menean la cabeza.
26 Ayúdame, Señor, Dios mío,
sálvame según tu amor.
27 Sepan que tu mano hizo esto,
que tú, Señor, lo hiciste.
28 Maldigan ellos, que tú me bendecirás;
levántense y sean confundidos,
que tu siervo se alegrará.
29 Vístanse de oprobio mis acusadores,
que su infamia los cubra como un manto.
30 Daré gracias al Señor, el Grande, con mi boca,
y en medio de los ancianos lo alabaré,
31 porque se puso a la derecha del pobre
para salvar su vida de los jueces.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 109,1-31Es claro el planteamiento judicial, no sólo por la presencia del verbo «juzgar» (7.31), también por la actuación del fiscal que acusa ante el tribunal (6.20.29), y por el puesto que ocupa: a la derecha (6); por la acusación, condena y apelación (7), por la confusión y la infamia, como consecuencia de la derrota (29). Los versículos 21-25 son más propios de la súplica. La articulación del material puede ser la siguiente: presentación de la causa (1-5), imprecaciones de los acusadores (6-15), réplica del acusado (16-20), súplica tradicional (21-25.26-29) y recapitulación (30-31). La demanda es presentada por un hombre bueno que ha sido acusado injustamente. Acaso a continuación se deja constancia del discurso del acusador ante el tribunal (6-15): son veinte terribles impresiones. Resulta hiriente que se pida a Dios, el juez, que nombre a un malvado como acusador. Equivale a pedirle a Dios que sea cómplice. Tal vez sea posible entender el versículo 6 como expresión de un odio atroz por parte del acusador. Las imprecaciones, en este caso, afectan al acusado y a su descendencia, a su vida y sus bienes... Un quiebro sintáctico (16) introduce el alegato del inocente acusado, pidiendo para el acusador la aplicación de la ley de Talión. Que Dios mismo aplique la pena pedida (20). Un nuevo cambio sintáctico abre el poema a la súplica (21). Ahora el poeta se dirige directamente a Dios, con el recurso al triángulo clásico: tú (21.27.29), yo (22.25), ellos (28). Porque el salmista está seguro de que Dios no se ha hecho el sordo ante el himno que acaba de recitarle, se dispone ya a darle gracias. Dios es el abogado y el salvador de los pobres. El versículo 8 es aplicado a Judas por Hch_1:20. Jesús, el acusado, se puso en las manos del que juzga justamente (1Pe_2:23). Si existen jueces corruptos, otros lo pagan. Con este salmo apelamos al tribunal supremo, al Grande, que se pone a la diestra del pobre (31).