ECLESIÁSTICO
El libro, su autor y fecha de composición. El título del libro y la firma del autor se encuentran en la parte final de la obra (57,27-29), como en el Eclesiastés. Bajo el título encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejo, prudencia, sabiduría. El autor es «Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá» (50,27), hombre culto y experimentado, conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas.
El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C. para reafirmar a los judíos de la Diáspora en la fidelidad a la ley y a la tradición de sus mayores, frente a la influencia generalizada de la cultura helenista. El texto hebreo desapareció pronto, quizás por no ser considerado como canónico por una parte de la tradición judía. Desde finales del s. XIX hasta la fecha, sin embargo, han ido apareciendo en diversos lugares fragmentos sueltos del original hebreo que equivalen a dos tercios de la obra completa.
La traducción griega, hacia el año 132 a.C., se debió al nieto de Ben Sirá. El abuelo había escrito en una lengua hebrea más bien académica, según los módulos formales hebreos. El nieto traduce al griego, lengua culta de estructura y estilo bien diversos. Cuenta con el antecedente de otros libros traducidos al griego. Su aclaración parece tener un tono apologético frente a los clásicos de la literatura griega: quiere salvar el prestigio del abuelo y de la literatura de su pueblo.
La «Sabiduría de Ben Sirá», uno de los libros más extensos del Antiguo Testamento, fue aceptado como canónico por la tradición cristiana, y llegó a ser tan leído en la Iglesia antigua que recibió el título de «Eclesiástico».
Contenido del Eclesiástico. Con Jesús Ben Sirá llegamos a un ejercicio profesional del saber, practicado en una escuela. Según sus confesiones en el libro, el autor se ha dedicado al estudio, enseñanza y exposición de lo que era tradicionalmente la sabiduría, sensatez o prudencia. Mantiene como fuentes del saber la experiencia, la observación y la reflexión; al mismo tiempo subraya el valor de la tradición (30,25; 36,16) y la necesidad de la oración (39,5-8).
En su tiempo la sabiduría consistía en buena parte en el estudio y comentario de textos bíblicos, narrativos y legales. De ordinario no cita explícitamente el pasaje comentado, se contenta con aludirlo; supone, quizás, que sus discípulos lo conocen. Al final del libro ofrece un brevísimo resumen de historia, en forma de tratado de vidas ilustres.
El principio de su doctrina consiste en una correlación: lo supremo de la sabiduría es el respeto o reverencia de Dios, y esto se traduce en el cumplimiento de la ley, sobre todo en lo que respecta a la justicia y misericordia para con los débiles y necesitados. Es en Israel donde esta sabiduría se ha hecho presente y operante.
Hombre tradicionalmente piadoso y humano, Ben Sirá, sabe inspirar la piedad y la confianza en Dios a sus oyentes. De todas formas, el horizonte en que se mueve su enseñanza no va más allá de la vida presente donde, según la doctrina tradicional de la retribución, Dios recompensará al que le permanece fiel y castigará a los descarriados.
PRÓLOGO
Muy pocos libros del Antiguo Testamento cuentan con una información tan explícita de la totalidad de la obra, tal como lo encontramos aquí. Estas líneas escritas por el traductor del libro del hebreo al griego, nos informa varias cosas importantes: 1. Los motivos que tuvo para escribirlo: para que los lectores aprendan y puedan ayudar a los de fuera. 2. El autor: mi abuelo Jesús. Este Jesús, según 50,27 es hijo de un tal Eleazar, hijo de Sirá, de Jerusalén. 3. Las fuentes que inspiraron al autor: La Ley, los Profetas y los restantes libros paternos. 4. Motivos y destinatarios de la traducción al griego: ofrecer a los judíos de la dispersión la oportunidad de instruirse en las tradiciones de su pueblo, en una lengua que dominaban más que la de sus ancestros. 5. Contexto del traductor y de la traducción: Egipto, año 132; finalización del trabajo de traducción, año 117 a.C.
Eclesiástico 2,1-18Paciencia, confianza y obediencia al Señor. Este capítulo podemos dividirlo en cuatro secciones: la primera (1-6), dirigida de manera personal al discípulo de sabiduría, «hijo mío» como un estilo de enseñanza personalizada, donde se instruye al discípulo sobre las pruebas que tiene que afrontar si quiere ser fiel al Señor. No hay que pensar que el seguimiento del Señor y el sufrimiento son una misma cosa, o que Dios «quiere» o «necesita» el dolor y la prueba de sus fieles, eso nunca. Lo que pasa es que quien se comprometa a seguir al Señor, a serle fiel, tiene que enfrentar los rechazos, la exclusión, el dolor propiciado por quienes no aman ni respetan a Dios o por quienes en este mundo se creen dioses, amos y señores de la vida. En ese caso no se puede mantener la fidelidad a Dios y a este tipo de personas, irremediablemente la conducta y las palabras del seguidor del Señor tienen que ser una denuncia viva de todo lo que se opone al querer de Dios y ahí viene la incomprensión, el rechazo, incluso la persecución. La segunda sección (7-11), dirigida en forma impersonal, a «los que respetan al Señor», es una voz de ánimo y de confianza en Dios. El autor está convencido de la misericordia y la benevolencia divinas. El respeto o temor de Dios, atrae grandes beneficios para el creyente: la justicia de Dios, la misericordia y la paz. La tercera sección (12-14), es una amonestación o advertencia contra los de corazón cobarde y los pecadores. Quien no se define ante el Señor y sus mandatos está a un paso de dejarse llevar por la corriente de los que no aman ni respetan a Dios; el autor previene porque de ello hay que dar cuentas (14). La cuarta sección (15-17) define a los que temen y respetan al señor por medio de una serie de cualidades o virtudes: son obedientes, aman a Dios, procuran complacerle, cumplen su Ley, tienen el corazón siempre dispuesto -disponibilidad- y, finalmente, son humildes delante del Señor. El versículo 18 invita a todos en general a servir a Dios más que a cualquier humano porque sólo Dios es misericordioso.