Salmos 50 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1 El Dios de los dioses, el Señor habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
2 Desde Sión, dechado de belleza,
Dios resplandece;
3 viene nuestro Dios y no callará.
Lo precede un fuego voraz,
lo rodea una tempestad violenta.
4 Desde lo alto convoca cielo y tierra
para juzgar a su pueblo:
5 – Reúnanse ante él sus fieles,
que sellaron su alianza con un sacrificio.
6 Proclame el cielo su justicia:
Dios en persona va a juzgar.
7 – Escucha, pueblo mío, voy a hablar,
Israel, voy a testificar contra ti;
yo soy Dios, tu Dios.
8 No te reprocho por tus sacrificios
ni por tus holocaustos
que están siempre ante mí.
9 No tomaré un novillo de tu casa
ni los chivos de tus rebaños,
10 porque son míos todos los animales del bosque,
y las bestias de las altas montañas;
11 conozco todas las aves de los montes,
y las alimañas del campo mías son.
12 Si tuviera hambre, no te lo diría,
porque es mío el orbe y cuanto contiene.
13 ¿Voy a comer carne de toros,
o a beber sangre de chivos?
14 Ofrécele a Dios el sacrificio de tu alabanza,
y cumple tus votos al Altísimo;
15 invócame el día de la angustia,
te libraré y tú me darás gloria.
16 Al pecador le dice Dios:
– ¿Por qué recitas mis mandamientos
y tienes en la boca mi alianza,
17 tú que detestas la corrección
y te echas a la espalda mis mandatos?
18 Si ves a un ladrón, disfrutas con él,
con los adúlteros te deleitas.
19 En tu boca fraguas la maldad,
con la lengua urdes engaños;
20 te sientas a murmurar de tu hermano
a chismorrear del hijo de tu madre.
21 Esto haces, ¿y voy a callarme?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, litigaré contigo.
22 Entiendan bien esto, los que olvidan a Dios,
no sea que los destruya y nadie los libere.
23 El que ofrece un sacrificio de alabanza
me glorifica;
al que enmienda su conducta lo haré gozar
de la salvación de Dios.

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Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Salmos 50,1-23Primera parte de un pleito judicial entre Dios y el pueblo. Se abre el salmo con una teofanía, desde la que Dios convoca a la tierra de oriente a occidente (1-3) y se muestra dispuesto a juzgar (4-6). El pleito se desarrolla en dos momentos. El primero se centra en la inutilidad de los sacrificios (7-15), y el segundo en la moral violada (16-23). Dios es el juez. El juicio se celebra en la capital del reino: en Sión (2). Los testigos son cielo y tierra (4). Aparece el juez con toda su magnificencia y poder (3). El acusado es el pueblo de Dios (7). El juez no le reprocha su praxis cultual; pero es otro el sacrificio que Dios quiere: un «sacrificio de alabanza» (14.23); es decir que el acusado cumpla lo estipulado en la alianza. Pero he aquí que el pueblo de Dios es ladrón, adúltero, murmurador... No observa los mandamientos que atañen a la relación con el prójimo, mientras no tiene empacho en recitar los mandamientos divinos, que no tiene ante sí, sino a la espalda (16s). Si el acusado no se convierte, sufrirá un severo castigo (22). El pueblo, para gozar de la salvación de Dios, ha de enmendarse. La respuesta a esta requisitoria la dará el salmo siguiente. Quien ama a Dios y odia a su hermano es un mentiroso (1Jn_4:20), es un ateo. Mientras oramos con este salmo, escuchemos la pregunta siguiente: «Esto haces, ¿y voy a callarme? ¿Crees que soy como tú?» (21). Que suenen estas preguntas, y honremos a Dios con un sacrificio de alabanza, que pasa por la buena relación con el prójimo.