Salmos 74 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

76; Lam 2; Eclo 36,1-22

¿Por qué, oh Dios,
nos tienes abandonados para siempre
y humea tu cólera
contra las ovejas de tu rebaño?
2 Acuérdate del pueblo que adquiriste
antiguamente,
que rescataste como tribu de tu propiedad
del monte Sión donde habitabas.
3 Levanta a tu pueblo de la ruina total,
el enemigo ha destrozado el santuario.
4 Rugían tus adversarios en medio de tu asamblea,
colocaban como señal sus estandartes;
5 se asemejaban a quien se abre paso
a hachazos en la espesa arboleda;
6 todos juntos derribaron las puertas,
las abatieron con hachas y mazas;
7 prendieron fuego a tu santuario,
asolaron y profanaron
la morada de tu Nombre.
8 Dijeron: ¡Quememos, junto a tu linaje,
los templos de Dios en el país!
9 Ya no vemos nuestros estandartes,
ni tenemos un profeta,
ninguno de nosotros sabe hasta cuándo.
10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, te insultará el enemigo,
y el adversario despreciará
sin cesar tu Nombre?
11 ¿Por qué retiras tu mano izquierda
y tienes la derecha escondida en el seno?
12 Mas tú, oh Dios, eres mi rey desde antiguo,
autor de victorias en medio de la tierra.
13 Tú con tu fuerza agitaste el Mar,
quebraste las cabezas del monstruo marino.
14 Tú aplastaste las cabezas de Leviatán,
las echaste como pasto a manadas de fieras.
15 Tú alumbraste manantiales y torrentes,
tú secaste ríos inagotables.
16 Tuyo es el día, tuya también la noche,
tú colocaste la luna y el sol.
17 Tú trazaste los límites del mundo,
el verano y el invierno tú los creaste.
18 Recuérdalo: el enemigo te afrenta, Señor,
y un pueblo insensato desprecia tu Nombre.
19 No entregues al depredador
la vida de tu tórtola,
no olvides para siempre la vida de tus pobres.
20 Fíjate en la alianza:
que los escondrijos del país
están repletos de focos de violencia.
21 ¡No quede defraudado el oprimido,
que el humilde y el pobre alaben tu Nombre!
22 ¡Levántate, oh Dios, defiende tu causa!,
recuerda las continuas ofensas del insensato,
23 no olvides el griterío de tus adversarios,
el creciente vocerío de tus agresores.

Patrocinio

 
 

Introducción a Salmos

LOS SALMOS

Los salmos son la oración de Israel. Son la expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios. Son expresión de la vida de un pueblo seducido por Dios. La tradición atribuye muchos de ellos al rey David, y algunos a Córaj y a Asaf; pero esto es sólo una cuestión convencional. Una cadena anónima de poetas, a lo largo de siglos, es la imagen más realista sobre los autores de estas piezas.
Como son variadas las circunstancias de la vida y lo fueron las de la historia, así surgieron, se repitieron y se afianzaron algunos tipos de salmos. Por eso resulta preferible una clasificación tipológica atendiendo al tema, los motivos, la composición y el estilo.
Los himnos cantan la alabanza y suelen ser comunitarios: su tema son las acciones de Dios en la creación y la historia. Muy cerca están las acciones de gracias por beneficios personales o colectivos: la salud recobrada, la inocencia reivindicada, una victoria conseguida, las cosechas del campo. De la necesidad brota la súplica, que es tan variada de temas como lo son las necesidades del individuo o la sociedad; el orante motiva su petición, como para convencer o mover a Dios. De la súplica se desprende a veces el acto de confianza, basado en experiencias pasadas o en la simple promesa de Dios.
Los salmos reales se ocupan de diversos aspectos, que llegan a componer una imagen diferenciada del rey: batallas, administración de la justicia, boda, coronación, elección de la dinastía, y hay un momento en que estos salmos empiezan a cargarse de expectación mesiánica. Otro grupo canta y aclama el reinado del Señor, para una justicia universal.
El pecador confiesa su pecado y pide perdón en salmos penitenciales, o bien el grupo celebra una liturgia penitencial. Hay salmos para diversas ocasiones litúrgicas, peregrinaciones y otras fiestas. Otros se pueden llamar meditaciones, que versan sobre la vida humana o sobre la historia de Israel. Y los hay que no se dejan clasificar o que rompen el molde riguroso de la convención.
Los salmos se compusieron para su uso repetido: no los agota el primer individuo que los compone o encarga, ni la primera experiencia histórica del pueblo. Como realidades literarias, quedan disponibles para nuevas significaciones, con los símbolos capaces de desplegarse en nuevas circunstancias. A veces un retoque, una adición los adapta al nuevo momento; en otros casos basta cambiar la clave.
Por esta razón los salmos se conservaron y coleccionaron. Sabemos que surgieron agrupaciones menores y que después se coleccionaron en cinco partes (como un pentateuco de oración): 2-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. En el proceso de coleccionar, la división y numeración sufrió menoscabo: algunos salmos están arbitrariamente cortados en dos (9-10; 42-43); otros aparecen duplicados, al menos en parte (70 y 40; 53 y 14). Se explica que en la tradición griega se haya impuesto otra numeración. Aquí daremos la numeración Hebrea, añadiendo entre paréntesis la grecolatina.
En general, el estilo de los salmos se distingue por su realismo e inmediatez, no disminuido por la riqueza de imágenes y símbolos elementales; sólo algunos fragmentos con símbolos de ascendencia mítica se salen del cuadro general. Es intensa la expresión sin caer jamás en sentimentalismo. El lirismo es más compartido que personal; en muchos casos podríamos hablar de planteamientos y desarrollos dramáticos. La sonoridad y el ritmo son factores importantes del estilo. No sabemos cómo se ejecutaban: muchos se cantaban, probablemente con solistas y coro unísono; algunos quizá se danzaban, otros se recitaban en marchas o procesiones; otros acompañarían ritos específicos. Algunas de las notas añadidas por los transmisores parecen referirse a la ejecución. Estas notas, que asignan una situación histórica o dan una instrucción litúrgica, no son originales, por eso han sido omitidas en el texto, aunque entren en la numeración admitida.
Los salmos son también oración privilegiada de la comunidad cristiana y del individuo aislado. Muchos fueron rezados por nuesto Señor Jesucristo, quien les dio la plenitud de sentido que podían transportar. La experiencia de Israel y del hombre pasan por Cristo y debe encontrar de nuevo expresión en estas oraciones; su lenguaje puede llegar a ser lenguaje del rezo cristiano. El libro de los salmos es un repertorio que suministra textos para diversas ocasiones y a diversos niveles; su lectura puede interesar, pero sólo rezados serán realmente comprendidos.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Salmos 74,1-23La destrucción el Templo, el año 587/ 586 a.C., inspira este salmo, al menos en parte. Comienza, en efecto, con una elegía por el Templo destruido (1-9). Se han desmoronado los antiguos dogmas y las ancestrales seguridades. Los enemigos han destruido con crueldad y saña el Templo de Dios, morada del Altísimo. El profeta Isaías había proclamado que este lugar santo era inviolable. Helo ahora por tierra y saqueado. Estandartes extranjeros y blasfemos presiden la asamblea otrora santa. Era el pueblo elegido por Dios. ¿Por qué, oh Dios, por qué? (1). Sólo cabe una explicación: Dios nos ha rechazado para siempre (1). Cabe, sin embargo una súplica: Acuérdate, rescata, levanta (2s)... Es el rebaño que tú sacaste de Egipto y lo trajiste a la tierra de tu propiedad (2). Continúa el salmo con un himno a Dios rey y creador (10-17): el Señor del tiempo y del espacio, rey desde siempre y autor de maravillas (12), es capaz de actuar. Pero, ¿hasta cuándo permanecerá la situación actual? ¿Hasta cuándo prevalecerá el enemigo? (10) ¿Cuándo pondrá Dios manos a la obra, a la reconstrucción? La tercera parte del salmo es una súplica al Dios de la alianza (18-23): ¿cómo tan gran Señor aguanta la afrenta de un pueblo insensato? Es necesario que retorne al recuerdo (18.22). La alianza no puede haber sido olvidada (20). La vida de los pobres está ante su mirada (19b). A los oídos divinos ha llegado, sin duda, el griterío de los adversarios (23). El pobre y el humilde no pueden quedar defraudados. (21). Dios, Pastor y Rey, Creador todopoderoso ha de cuidar con delicadeza la vida de la tórtola (19a). La salvación está cercana. El llanto de Jesús sobre Jerusalén (cfr. Luc_19:41-44) vincula esta elegía a las lágrimas de Jesús, aunque dejara dicho que de ese Templo no quedaría piedra sobre piedra (cfr. Mat_24:2). El Templo destruido fue reconstruido al tercer día (cfr. Mat_26:61; Hch_6:14). Ahora es mayor y más perfecto que el Templo antiguo, pues ha sido levantado por Dios (Heb_9:12). Jesús acaso hoy lloraría por la humanidad. Las armas de destrucción ya no son el hacha y el martillo, sino los sistemas económicos, por ejemplo. Y toda la humanidad está llamada a entrar en el nuevo Templo. ¿Por qué no orar con este salmo?