Isaías 62 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 12 versitos |
1 Por amor de Sión no callaré,
por amor de Jerusalén
no descansaré,
hasta que irrumpa
la aurora de su justicia
y su salvación brille como antorcha.
2 Los pueblos verán tu justicia,
y los reyes, tu gloria;
te pondrán un nombre nuevo
impuesto por la boca del Señor.
3 Serás corona espléndida
en la mano del Señor
y diadema real en la palma de tu Dios.
4 Ya no te llamarán la Abandonada
ni a tu tierra la Devastada,
a ti te llamarán mi Preferida
y a tu tierra la Desposada,
porque el Señor te prefiere a ti,
y tu tierra tendrá esposo.
5 Como un joven se casa con su novia,
así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra
el esposo con su esposa
la encontrará tu Dios contigo.
6 Sobre tus murallas, Jerusalén,
he colocado centinelas:
nunca callan, ni de día ni de noche,
los que invocan al Señor
no se den descanso;
7 no le den descanso
hasta que la establezca,
hasta que haga de Jerusalén
la admiración de la tierra.
8 El Señor lo ha jurado por su diestra
y por su brazo poderoso:
ya no entregará tu trigo
para que se lo coman tus enemigos;
ya no se beberán extranjeros tu vino,
por el que tú trabajaste.
9 Los que lo cosechan lo comerán
y alabarán al Señor;
los que lo vendimian lo beberán
en mis atrios sagrados.
10

Llegada del salvador victorioso
40,3-10; 57,14-17

Pasen, pasen por las puertas,
abran camino al pueblo;
nivelen, nivelen el sendero,
límpienlo de piedras,
levanten un estandarte
para los pueblos.
11 El Señor envía un mensaje
hasta el confín de la tierra:
Digan a la ciudad de Sión:
Mira a tu Salvador, que llega,
el premio de su victoria lo acompaña,
la recompensa lo precede;
12 los llamarán Pueblo Santo,
redimidos del Señor,
a ti te llamarán la Buscada,
Ciudad no abandonada.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 62,1-9La nueva Jerusalén. Este poema intenta «seducir» a los oyentes para que se enamoren de una ciudad que permanece todavía en ruinas, pero que puede volver a ser la ciudad de Dios, fortaleza del Señor. La fuerza con que se describe esta nueva Jerusalén nos hace entender que quizás entre los oyentes no había ánimos ni compromiso efectivo por reconstruir la ciudad. Hay que tener en cuenta que al regreso del destierro las cosas no fueron tan fáciles ni tan hermosas como muchos lo soñaban y esperaban. El panorama seguía siendo muy sombrío con sentimientos encontrados entre los que regresaban de Babilonia y los que se habían quedado en el país. Los primeros reclamaban sus antiguas pertenencias y posesiones, mientras los segundos se afirmaban en el derecho adquirido sobre ellas.
En medio de todo, el profeta tiene que cumplir su tarea, debe hacer «soñar», hacer suspirar por algo nuevo y grandioso. No se trata de una forma de alienación. Los grandes logros de la humanidad y nuestros logros comunitarios y personales, ¿no fueron primero un «sueño»? No está mal soñar, suspirar por algo nuevo y distinto, siempre y cuando no nos quedemos simplemente en esa primera etapa. De ahí hay que pasar a la siguiente que es el compromiso efectivo y la lucha conjunta por lograr lo que soñamos.