Lamentaciones  4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1 Se ha vuelto pálido el oro, el oro más puro,
las piedras sagradas están tiradas en todas las esquinas;
2 los nobles vecinos de Sión, que valían su peso en oro,
son tratados como cacharros de barro, labor de alfarero.
3 Hasta los chacales dan las ubres para amamantar sus crías;
en cambio, la capital fue despiadada como el avestruz del desierto.
4 De pura sed, a las criaturas se les pega la lengua al paladar;
los niños piden pan y nadie se lo da;
5 los que comían manjares exquisitos, desfallecen en la calle;
los que se criaron entre púrpura, se revuelcan en la basura.
6 La culpa de la capital era más grave que el pecado de Sodoma,
que fue arrasada en un momento sin manos humanas.
7 Sus nobles eran más limpios que la nieve,
más blancos que la leche;
eran más rojos que corales, con venas como zafiros,
8 ahora están más negros que hollín, no se les reconoce en la calle,
sobre los huesos se les arruga la piel, reseca como leña.
9 ¡Más dichosos los que murieron a espada que los muertos de hambre!
Aquéllos, apuñalados, se desangraron;
éstos, por falta de alimento.
10 Las manos de mujeres delicadas cuecen a sus propios hijos
y se los comen mientras se derrumba la capital de mi pueblo.
11 El Señor sació su cólera y derramó el incendio de su ira,
prendió un fuego en Sión que devora hasta los cimientos.
12 No creían los reyes del mundo ni los habitantes del orbe
que el enemigo lograría entrar por las puertas de Jerusalén.
13 Por los pecados de sus profetas y los crímenes de sus sacerdotes,
que derramaron en medio de ella sangre inocente.
14 Vagaban como ciegos por las calles, manchados de sangre:
nadie podía tocar sus vestidos.
15 ¡Apártense – gritaban– , estoy impuro; apártense, no me toquen!
Iban como prófugos o fugitivos que ya no reciben asilo.
16 El Señor mismo los ha dispersado y ya no se ocupa de ellos:
no hay respeto para los sacerdotes,
no hay compasión para los ancianos.
17 Nuestros ojos se consumen esperando socorro en vano:
aguardamos vigilantes a un pueblo impotente.
18 No podíamos andar por la calle, porque vigilaban nuestros pasos;
se acercaba nuestro fin, el término de nuestros días.
19 Los que nos perseguían eran más veloces que las águilas del cielo,
nos acosaban por los montes y nos vigilaban en el desierto.
20 Al ungido del Señor, al que era nuestro aliento,
lo cazaron en una trampa,
a aquél de quien decíamos: «A su sombra
viviremos entre los pueblos».
21 ¡Goza y disfruta, capital de Edom, princesa de Us,
que tú también tendrás que beber la copa:
te embriagarás y te desnudarás!
22 Está cumplida tu condena, Sión, no seguirás en el destierro;
examinarán tu culpa, capital de Edom, y aparecerá tu pecado.

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Introducción a Lamentaciones 

LAMENTACIONES

Autor y época. El año 586 a.C. sucede lo que parecía imposible: la ciudad inexpugnable y el Templo inviolable desde el que irradiaba la protección de Dios ( Sal_46:6 s; Sal_48:4-9 ; Sal_72:2-4 ) han caído en manos de los enemigos. Jeremías fue el único que vio venir la catástrofe, la anunció y por ello pagó con la cárcel. Ahora, los hechos le han dado la razón. Se trata del segundo asedio, con sus consecuencias de hambre, sed, matanzas, incendios, saqueos, y después, el destierro forzado.
Estos acontecimientos que dan pie a las Lamentaciones se narran en el Segundo libro de los Reyes y en Jeremías 39 y 52, y se transforman en una visión en Ezequiel (Ez 9). «Lamentaciones» o «Trenos de Jeremías» es el título tradicional de estas de cinco elegías o cantos fúnebres por la caída de Jerusalén.
La atribución del escrito a Jeremías -de donde procede nuestro vocablo «jeremiada»- sirve para dar autoridad a la obra, pero no parece probable que sea él el autor. Uno o varios poetas anónimos hacen del suceso el tema de sus canciones. Se diría que han vivido los acontecimientos y que escriben después de la catástrofe. Puede ser que estos cantos se hayan recitado o cantado en celebraciones comunitarias de duelo por la ciudad.

Género literario. La elegía permite gran libertad de desarrollo: puede hablar un cantor y responder el coro de los que asisten; puede tomar la palabra el personaje protagonista, Jerusalén, hablando de sus sentimientos y experiencias. A través del cantor o de Jerusalén podemos escuchar también voces enemigas o de espectadores externos. Cabe la descripción de rasgos sueltos, la transposición imaginativa, los lamentos, las súplicas, las preguntas desconcertadas, la exhortación; todo ello suministra riqueza y variedad de materiales.

Mensaje de las Lamentaciones. Es tiempo de duelo para Israel por la ciudad amada, Jerusalén; por el Templo, bello como novia y como esposa ( Eze_24:21 ). Es también tiempo de quejas por el dolor de los inocentes ( Eze_2:12 ). ¿Queja de quién? ¿Del enemigo que se excede o de Dios que lo dispone o permite? ( Eze_3:37 ). El poeta de la tercera elegía reprime la queja para ahondar en la reflexión ( Eze_3:40 ). El abismo del dolor llama al abismo del pecado con voz de elegía, y el abismo del pecado confesado llama al abismo de la misericordia ( Eze_3:21 s). En estos cantos de dolor alienta la esperanza, brilla un rescoldo viejo que el poeta invoca mesurado ( Eze_5:21 ).
Las Lamentaciones, por la grandeza del dolor ( Eze_2:13 ) y por la intensidad de su expresión, nos conducen hasta ese límite de nuestra experiencia humana en que nos sentimos pequeños frente a la grandeza del sufrimiento, lo inmenso de la crueldad humana y la amenaza del odio en nosotros. Desde lo hondo del llanto levantamos los ojos y el corazón ( Eze_3:41 ) buscando algo más grande que el dolor y el odio: Eze_5:19 ; Eze_3:23 ; Eze_3:32 .

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Lamentaciones  4,1-22Cuarta lamentación. La forma de esta cuarta lamentación es similar a la de las precedentes, aunque cada uno de los versos tiene sólo dos líneas. El contenido contrasta, en cierto modo, con el de los anteriores, pues aunque el punto de vista es el mismo -el poeta refiere los horrores como si los sufriera personalmente-, se presta menos atención a la causa de la catástrofe y se termina, cosa que no ocurre anteriormente, con una imprecación contra Edom y una bendición a Sión.
El final irónico y amenazador de esta cuarta lamentación puede provocar cierto escándalo en el creyente de hoy. ¿Qué decir de estos sentimientos de venganza? Aunque esta reacción sea comprensible, tanto en el caso de nuestro poeta como en nuestras reacciones ante la opresión y la injusticia que tantos y tantas sufren hoy día, este texto bíblico nos ayuda a comprender que el dolor tiene también una dimensión violenta de la que es necesario apartarse. Así nos lo enseñó Jesús.