Ezequiel  43 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

Vuelve la gloria
Éx 40,34-38; 1 Re 8,10s; 10,19; Ez 11,23

Me condujo a la puerta que mira al este:
2 vi la gloria del Dios de Israel que venía de oriente, con estruendo de aguas caudalosas; la tierra reflejó su gloria.
3 La visión que tuve era como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar. Y caí rostro en tierra.
4 La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental.
5 Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo.
6 Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo – el hombre seguía a mi lado– ,
7 y me decía:
– Hijo de hombre,
éste es el sitio de mi trono,
el sitio de las plantas de mis pies,
donde voy a residir para siempre
en medio de los hijos de Israel.
La casa de Israel y sus monarcas
ya no profanarán mi Nombre santo
con sus fornicaciones
ni con los cadáveres
de sus reyes difuntos.
8 Poniendo su umbral junto a mi umbral
y postes de sus puertas
pegados a los míos
– ellos y yo pared por medio– ,
profanaron mi Nombre santo
con las prácticas idolátricas
que perpetraron,
y por eso los consumió mi ira.
9 Pero ahora alejarán de mí
sus fornicaciones
y los cadáveres de sus monarcas,
y residiré en medio de ellos
para siempre.
10 Y tú, Hijo de hombre, describe a la casa de Israel el templo, a ver si se avergüenza de sus culpas.
11 Al medir el plano, se avergonzarán de lo que hicieron. La estructura y disposición del templo, sus entradas y salidas, sus preceptos y leyes, enséñaselos y diséñalos, para que pongan por obra todas sus leyes y preceptos.
12 Ley del templo. El área entera de la cima del monte es lugar sacrosanto. Ésta es la ley del templo.
13 Dimensiones del altar. La caja del altar medía medio metro de profundidad y medio metro de espesor; entre el borde y el altar quedaba un espacio de medio metro; el borde medía una cuarta.
14 Alzado del altar. El bloque inferior desde la caja medía un metro de altura y tenía una plataforma de medio metro. El bloque superior medía dos metros de altura y tenía una plataforma de medio metro.
15 Desde aquí hasta el ara, dos metros de altura. Del ara sobresalían cuatro remates.
16 Dimensiones del ara. Un cuadrado de seis metros de lado.
17 El bloque superior era un cuadrado de siete metros de lado. Entre el altar y el borde quedaba un espacio de medio metro; el borde que lo rodeaba medía veinticinco centímetros. La escalinata del altar miraba al oriente.
18 Me dijo:
– Hijo de hombre, esto dice el Señor: Preceptos sobre el altar. El día en que terminen de construirlo, para ofrecer holocaustos y rociarlo de sangre, darás un novillo para el sacrificio expiatorio
19 a los sacerdotes levitas del linaje de Sadoc, que se acercan a mí para servirme – oráculo del Señor– .
20 Tomarás su sangre, untarás con ella los cuatro salientes del altar, los cuatro ángulos de sus bloques y el borde que rodea la base, y así lo purificarás y lo expiarás.
21 Tomarás el novillo del sacrificio expiatorio y lo quemarán en el sitio establecido del templo, fuera del santuario.
22 El segundo día ofrecerás un chivo sin defecto como sacrificio expiatorio; con él harás la expiación del altar siguiendo el mismo rito que con el novillo.
23 Terminada la expiación, ofrecerás un novillo y un carnero sin defecto,
24 los ofrecerás al Señor, y los sacerdotes les echarán sal y se los ofrecerán al Señor en holocausto.
25 Durante siete días ofrecerás un chivo como sacrificio expiatorio, y ofrecerán un novillo y un carnero sin defecto.
26 Durante siete días purificarán el altar, lo expiarán y lo consagrarán.
27 Así pasarán estos siete días. A partir del octavo, los sacerdotes ofrecerán sobre el altar sus holocaustos y sacrificios de comunión. Y yo se los aceptaré – oráculo del Señor– .

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  43,1-27Vuelve la gloria. Era necesario delimitar muy bien el área del templo y dentro de él el espacio más sagrado, alejándolo lo más posible de toda mancha externa (43,7-9), porque lo que viene a continuación es nada menos que el regreso de la Gloria del Señor al nuevo templo (43,4s); la entrada de la Gloria es triunfal. Si para Ezequiel la experiencia del destierro tiene su punto culminante en la partida de la Gloria de Dios de Jerusalén, el fin del destierro tiene su inicio en el regreso de la misma Gloria a su punto de partida. Para el profeta está claro que al estar dispuestos el templo del Señor y el palacio del rey en la misma área se produjo la profanación de la morada santa; por eso, el nuevo templo se reserva un área sagrada que aleja toda posible profanación (43,10-12).
El lugar por donde ha hecho su entrada triunfal la Gloria de Dios, es decir, la puerta oriental, permanecerá perpetuamente cerrada, con lo cual se quiere expresar la decisión de Dios de no volver a salir de en medio de su pueblo (44,1-9). Esta permanencia exige una especial atención a la calidad de los que pueden entrar al templo, quedando excluidos los incircuncisos y los extranjeros (44,7-9).
El siguiente paso en la disposición del ambiente para el culto es la calidad de los que ejercerán este ministerio (44,10-31). Ezequiel distingue en el servicio al altar entre los levitas, que por sus infidelidades pasadas perdieron calidad y son casi servidores de segunda categoría, y los sacerdotes hijos de Sadoc, quienes tienen el privilegio de entrar en el santuario, para lo cual deben estar sometidos a las más rigurosas normas de pureza personal, ritual y cultual.