Levítico 5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 19 versitos |
1

Casos particulares

– Si alguno, citado bajo pena a declarar como testigo – de vista o de oído– , no declara, peca y debe cargar con la culpa.
2 »Si alguno, sin darse cuenta, toca algo impuro, sea el cadáver de una fiera impura, sea el cadáver de ganado impuro, o el de un animal impuro, también, cuando se entere, quedará impuro y será culpable.
3 »Si alguno, sin darse cuenta, toca a una persona impura, manchada con cualquier clase de impureza, cuando se entere, se vuelve culpable.
4 »Si alguno, sin darse cuenta, jura a la ligera, para mal o para bien – como hace la gente– , cuando se entere, se vuelve culpable.
5 »El que por cualquiera de estas causas se vuelva culpable, en cualquier caso, confesará su pecado.
6 Y por el pecado cometido, en penitencia, ofrecerá al Señor una hembra de ganado menor, oveja o cabra, por su trasgresión. El sacerdote realizará la expiación a favor de esa persona por el pecado cometido y se le perdonará.
7

Casos de pobres

»Si no tiene lo suficiente para un cabrito, por la transgresión cometida ofrecerá al Señor dos tórtolas o dos pichones de paloma: uno en sacrificio por el pecado y el otro en holocausto.
8 El sacerdote los llevará y ofrecerá en primer lugar la víctima destinada al sacrificio por el pecado, le retorcerá el cuello, pero sin arrancarle la cabeza.
9 Con la sangre de la víctima salpicará la pared del altar y exprimirá el resto de la sangre al pie del mismo altar. Es un sacrificio expiatorio.
10 El segundo lo ofrecerá en holocausto, según lo establecido. De esta manera el sacerdote realizará la expiación a favor de esa persona por el pecado cometido y se le perdonará.
11 »Y si no tiene lo suficiente para dos tórtolas o dos pichones de paloma, hará una ofrenda de la décima parte de una medida de la mejor harina por la trasgresión cometida. No le pondrá aceite ni incienso, porque es un sacrificio expiatorio.
12 La llevará al sacerdote, y éste, tomando un puñado en obsequio, lo dejará quemarse sobre el altar, en ofrenda al Señor. Es un sacrificio expiatorio.
13 De esta manera el sacerdote realizará la expiación a favor de esa persona por el pecado cometido en cualquiera de aquellos casos, y se le perdonará. El resto, como las ofrendas de harina pura, le corresponde al sacerdote.
14

Sacrificio penitencial
2 Re 12,17

El Señor dijo a Moisés:
15 – El que cometa un delito, defraudando por inadvertencia algo consagrado al Señor, ofrecerá al Señor en penitencia un carnero sin defecto, tasado en veinte gramos de plata – pesos del templo– .
16 Y lo que defraudó lo restituirá con recargo de un veinte por ciento. Lo entregará al sacerdote, y éste con el carnero del sacrificio penitencial realizará la expiación a favor de esa persona, y se le perdonará.
17 Si alguno, sin darse cuenta, traspasa alguna prohibición del Señor, se vuelve culpable y carga con la culpa.
18 Llevará al sacerdote un carnero sin defecto, tasado en proporción a la culpa. El sacerdote realizará la expiación a favor de esa persona por el pecado cometido por inadvertencia, y se le perdonará.
19 Es un sacrificio penitencial porque era realmente culpable delante del Señor.

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Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Levítico 5,1-6Casos particulares. Especifica cuáles pueden llegar a ser los motivos concretos de contaminación que requieren confesión de la culpa y expiación de la misma. Se mezclan los casos que podríamos llamar éticos, en cuanto que hacen referencia a la rectitud en el obrar (1.4), y los casos de contacto físico con algo impuro (2s). En todos los casos es necesaria la expiación mediante un sacrificio.


Levítico 5,7-13Casos de pobres. Para que nadie quede excluido por su condición social del sistema sacrificial, se legisla de acuerdo a unas mínimas exigencias, a partir de un par de tórtolas o pichones para los pobres (7-10) o veintidós decilitros de harina de la mejor calidad para los muy pobres (11s). Seguramente, hubo muchas personas que ni esto último podían ofrecer, por lo que fueron quedando marginados y señalados como los excluidos del amor de Dios. Ya podemos empezar a entender cómo se van creando las condiciones para la Encarnación.
Levítico 5,14-19Sacrificio penitencial. Dos casos distintos de culpa inadvertida contra el Señor, uno de fraude involuntario (15) y otro de infracción involuntaria de alguno de los preceptos divinos (17). Siempre se debía presentar un carnero para el sacrificio. Aunque ambos son involuntarios, en el primer caso se requiere la restitución, más una quinta parte a modo de multa.
Levítico 5,20-26Fraude contra el prójimo. Semejante al caso anterior, pero aquí se refiere al fraude contra el prójimo. Para resarcir la culpa era necesario reconocer la falta ante el sacerdote y presentar un carnero para el sacrificio; para obtener el perdón completo se exige compensar el perjuicio causado al prójimo restituyendo lo robado o lo ganado por explotación indebida más un veinte por ciento, una quinta parte más. Este pasaje nos recuerda a Zaqueo; al ser acogido por Jesús, y sin necesidad de invocar esta ley, se adelanta a confesar sus acciones indebidas contra el prójimo y supera en mucho la restitución debida (cfr. Lc 19). Lo más interesante de este último tipo de sacrificios es la relación que se establece entre el daño ocasionado al prójimo y la ofensa contra Dios. Dejando de lado la meticulosidad de las normas sacrificiales, es importante rescatar esta visión tan clara de la relación directa que existe entre el mal ocasionado al prójimo y la ofensa contra Dios y, consecuentemente, la relación entre la restitución del daño al prójimo y el perdón del prójimo y de Dios.