Eclesiástico 16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1

Dios castiga

No desees hijos hermosos pero inútiles
ni te alegres de hijos que sean malvados;
2 aunque prosperen, no goces con ellos
si no respetan al Señor;
3 no esperes que vivan mucho ni confíes en que terminarán bien,
porque no tendrán buena descendencia;
un cumplidor del deber vale más que mil
y más vale morir sin hijos que tener descendientes arrogantes.
4 Uno solo y estéril, si respeta al Señor, puebla una ciudad;
un grupo de bandidos la deja desierta.
5 Muchas cosas de ese género han visto mis ojos
y muchas más ha escuchado mi oído.
6 Por culpa de los malvados se encendió el fuego
y ardió la ira de Dios contra una banda de malvados;
7 no perdonó a los antiguos gigantes,
que se rebelaron en otro tiempo con su fuerza;
8 no perdonó a los vecinos de Lot
que se pervirtieron por su arrogancia;
9 no perdonó al pueblo condenado,
que fue desposeído por sus crímenes,
10 ni a los seiscientos mil soldados
que fueron aniquilados por su arrogancia.
11 Y aunque no haya más que un rebelde
si escapa sin castigo, será por milagro.
Porque él tiene compasión y enojo, absuelve y perdona,
pero descarga su ira sobre los malvados;
12 tan grande como su compasión es su castigo,
y juzga a cada uno según sus obras.
13 No deja escapar al malvado con su presa
ni deja sin cumplir los deseos del justo.
14 El que hace limosna tendrá recompensa,
cada uno recibirá según sus obras.
15 El Señor endureció el corazón del Faraón
– que no lo quiso reconocer–
para manifestar sus obras bajo el cielo.
16 Todas las criaturas conocen su compasión,
dejó a los hombres su luz y su alabanza.
17

Dios ve
23,18-20

No digas: Me esconderé de Dios,
¿quién se acordará de mí en lo alto?
Entre tanta gente no me distinguirán,
¿quién soy yo en la anchura del mundo?
18 Mira: los cielos, el último cielo,
la tierra y el océano
se ponen de pie y
tiemblan cuando él baja hasta ellos;
19 las raíces de los montes, los cimientos del mundo
se ponen a temblar cuando los mira Dios.
20 En mí no se fijará
ni hará caso de mi conducta;

21 si peco, nadie me verá;
si miento a escondidas, ¿quién se enterará?

22¿Quién le informa de una buena acción,
qué puedo esperar de cumplir mi deber?

23 Gente sin juicio piensa así,
el hombre estúpido razona de ese modo.


Dios Creador
43; Gn 1

Escúchenme y aprendan sabiduría,
pongan atención a mis palabras,

25 voy a exponer con exactitud mi pensamiento
y con modestia mi doctrina.

26 Cuando al principio creó Dios sus obras
y las hizo existir, les asignó sus funciones;

27 determinó para siempre su actividad
y sus dominios por todas las edades;
no desfallecen ni se cansan ni faltan a su obligación.

28 Ninguna estorba a su compañera,
nunca desobedecen las órdenes de Dios.

29 Después, el Señor se fijó en la tierra
y la colmó de sus bienes;

30 cubrió su superficie con toda clase de vivientes,
que han de volver a ella.

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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO

El libro, su autor y fecha de composición. El título del libro y la firma del autor se encuentran en la parte final de la obra (57,27-29), como en el Eclesiastés. Bajo el título encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejo, prudencia, sabiduría. El autor es «Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá» (50,27), hombre culto y experimentado, conocedor, por sus viajes, de diversos pueblos y culturas.
El libro fue compuesto en hebreo hacia el año 197 a.C. para reafirmar a los judíos de la Diáspora en la fidelidad a la ley y a la tradición de sus mayores, frente a la influencia generalizada de la cultura helenista. El texto hebreo desapareció pronto, quizás por no ser considerado como canónico por una parte de la tradición judía. Desde finales del s. XIX hasta la fecha, sin embargo, han ido apareciendo en diversos lugares fragmentos sueltos del original hebreo que equivalen a dos tercios de la obra completa.
La traducción griega, hacia el año 132 a.C., se debió al nieto de Ben Sirá. El abuelo había escrito en una lengua hebrea más bien académica, según los módulos formales hebreos. El nieto traduce al griego, lengua culta de estructura y estilo bien diversos. Cuenta con el antecedente de otros libros traducidos al griego. Su aclaración parece tener un tono apologético frente a los clásicos de la literatura griega: quiere salvar el prestigio del abuelo y de la literatura de su pueblo.
La «Sabiduría de Ben Sirá», uno de los libros más extensos del Antiguo Testamento, fue aceptado como canónico por la tradición cristiana, y llegó a ser tan leído en la Iglesia antigua que recibió el título de «Eclesiástico».

Contenido del Eclesiástico. Con Jesús Ben Sirá llegamos a un ejercicio profesional del saber, practicado en una escuela. Según sus confesiones en el libro, el autor se ha dedicado al estudio, enseñanza y exposición de lo que era tradicionalmente la sabiduría, sensatez o prudencia. Mantiene como fuentes del saber la experiencia, la observación y la reflexión; al mismo tiempo subraya el valor de la tradición (30,25; 36,16) y la necesidad de la oración (39,5-8).
En su tiempo la sabiduría consistía en buena parte en el estudio y comentario de textos bíblicos, narrativos y legales. De ordinario no cita explícitamente el pasaje comentado, se contenta con aludirlo; supone, quizás, que sus discípulos lo conocen. Al final del libro ofrece un brevísimo resumen de historia, en forma de tratado de vidas ilustres.
El principio de su doctrina consiste en una correlación: lo supremo de la sabiduría es el respeto o reverencia de Dios, y esto se traduce en el cumplimiento de la ley, sobre todo en lo que respecta a la justicia y misericordia para con los débiles y necesitados. Es en Israel donde esta sabiduría se ha hecho presente y operante.
Hombre tradicionalmente piadoso y humano, Ben Sirá, sabe inspirar la piedad y la confianza en Dios a sus oyentes. De todas formas, el horizonte en que se mueve su enseñanza no va más allá de la vida presente donde, según la doctrina tradicional de la retribución, Dios recompensará al que le permanece fiel y castigará a los descarriados.



PRÓLOGO

Muy pocos libros del Antiguo Testamento cuentan con una información tan explícita de la totalidad de la obra, tal como lo encontramos aquí. Estas líneas escritas por el traductor del libro del hebreo al griego, nos informa varias cosas importantes: 1. Los motivos que tuvo para escribirlo: para que los lectores aprendan y puedan ayudar a los de fuera. 2. El autor: mi abuelo Jesús. Este Jesús, según 50,27 es hijo de un tal Eleazar, hijo de Sirá, de Jerusalén. 3. Las fuentes que inspiraron al autor: La Ley, los Profetas y los restantes libros paternos. 4. Motivos y destinatarios de la traducción al griego: ofrecer a los judíos de la dispersión la oportunidad de instruirse en las tradiciones de su pueblo, en una lengua que dominaban más que la de sus ancestros. 5. Contexto del traductor y de la traducción: Egipto, año 132; finalización del trabajo de traducción, año 117 a.C.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Eclesiástico 16,1-16Dios castiga. En la época del Antiguo Testamento, todo el mundo aspiraba a tener una prole numerosa. Ser padre y madre de muchos hijos era un signo de bendición divina; con todo, en los versículos 1-4 Ben Sirá advierte que lo importante no es la cantidad de hijos, sino la calidad de esos hijos, «más vale uno que mil», «más vale morir estéril que tener descendientes arrogantes» (3). El criterio es el cumplimiento del deber que, en la mentalidad del autor, es lo mismo que amar y respetar al Señor y demostrarlo cumpliendo sus preceptos. Los versículos 5-16 son como una demostración de lo expuesto al inicio, con testimonios de su propio tiempo («lo que han visto mis ojos») y con argumentos históricos («lo que ha escuchado mi oído»). Ben Sirá hace ver cómo, distintos grupos del pasado se entregaron al mal, se rebelaron contra Dios y por eso fueron juzgados, porque Dios juzga a cada uno según sus acciones. En el fondo pues, lo que quiere enseñar el autor es que los padres actuales no se deben preocupar tanto de engendrar muchos hijos, sino de formar bien, por el camino recto a su generación aunque sea poca, pero que no repitan las mismas acciones de los antepasados.


Eclesiástico 16,17-23Dios ve. Este fragmento parece responder a alguna situación generalizada en la que tal vez estaban cayendo mucho los israelitas de la época, quizás influenciados por ciertos conceptos sobre Dios, el hombre y el mundo, introducidos por el pensamiento griego. La enseñanza es que no hay que hacer el bien o el mal sólo porque Dios me ve o no me ve; hay que actuar bien, rectamente porque ésa es la vocación humana, la búsqueda del bien; el mal no «perjudica» a Dios, me perjudica a mí y a mi prójimo; y en cuanto al juicio de mis acciones, no hay que esperarlo directamente de Dios, primero está el de mi propia conciencia y el de ese prójimo que ha salido beneficiado o perjudicado con mis actos. Sólo entonces, sabremos cuál podrá ser el juicio de Dios, ¡no hay que adivinarlo!
Eclesiástico 16,24-30Dios Creador. Meditación sobre la creación: astros, animales, plantas, el primer hombre, la primera pareja, el pueblo, todo lo creó Dios con un orden y en armonía para que cada cosa cumpla su función y así es; en la naturaleza todo tiene una función y no se sale de ella; pero en el caso del hombre, la obra creadora de Dios introdujo elementos que están ausentes del resto de las criaturas: al hombre le dio dominio sobre la tierra; lo revistió de poder como el suyo; lo hizo a su propia imagen; lo dotó de inteligencia y sabiduría; lo hizo capaz de admirar el resto de la creación y de alabar el santo Nombre; le enseñó el bien y el mal, y cuando ya el hombre en asociación con otros formó un pueblo, les dio en herencia la Ley e hizo con ellos una alianza eterna. El versículo 14 sintetiza toda la Ley y los preceptos que exige el Señor: abstenerse de la idolatría y cumplir los preceptos acerca del prójimo. La pregunta que queda en el aire es, ¿cómo ha respondido el hombre, desde la antigüedad hasta hoy, a este plan maravilloso del Creador?