Mateo 11 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1 Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a los doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar por aquellas ciudades.
2

Sobre Juan el Bautista
Lc 7,18-35

Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos:
3 –¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?
4 Jesús respondió:
– Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen:
5 los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia;
6 y, ¡feliz el que no tropieza por mi causa!
7 Cuando se fueron, se puso Jesús a hablar de Juan a la multitud:
–¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
8 ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales.
9 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta.
10 A éste se refiere lo que está escrito:
Mira, yo envío por delante
a mi mensajero
para que te prepare el camino.
11 Les aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y sin embargo, el último en el reino de los cielos es mayor que él.
12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia, y gente violenta intenta arrebatarlo.
13 Hasta Juan todos los profetas y la ley eran profecía.
14 Y, si ustedes están dispuestos a aceptarlo, él es Elías que debía venir.
15 El que tenga oídos que escuche.
16 ¿Con qué compararé a esta generación? Son como niños sentados en la plaza que gritan a otros:
17 Hemos tocado la flauta
y no bailaron,
hemos entonado cánticos fúnebres
y no hicieron duelo.
18 Vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: está endemoniado.
19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: miren qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores de impuestos y pecadores. Pero la sabiduría se conoce por sus obras.
20

Recrimina a las ciudades de Galilea
Lc 10,13-15

Entonces se puso a recriminar a las ciudades donde había realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían arrepentido:
21 –¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubiesen hecho en Tiro y Sidón, hace tiempo habrían hecho penitencia vistiéndose humildemente y cubriéndose con ceniza.
22 Pues yo les digo que el día del juicio será más llevadero para Tiro y Sidón que para ustedes.
23 Y tú, Cafarnaún, ¿pretendes encumbrarte hasta el cielo? Pues caerás hasta el abismo. Porque si los milagros que se han realizado en ti se hubiesen hecho en Sodoma, esa ciudad todavía existiría.
24 Yo les digo que el día del juicio será más liviano para Sodoma que para ti.
25

El Padre y el Hijo
Lc 10,21s

En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo:
–¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla!
26 Sí, Padre, ésa ha sido tu elección.
27 Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre; nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
28 Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré.
29 Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida.
30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 11,2-19Sobre Juan el Bautista. Juan terminó como todos los verdaderos profetas incómodos de siempre, es decir, fuera de circulación. Desde la cárcel envía a sus discípulos a preguntar a Jesús nada menos que sobre el Mesías esperado, sobre «el que había de venir» (Mal_3:1). Cuando Mateo habla del Bautista se está siempre dirigiendo, entre líneas, al grupo de discípulos que habían permanecido fieles a la memoria de su profeta y que, décadas después, aún no acababan de decidirse a entrar en la comunidad cristiana, quizás porque el sufrimiento y la muerte de Jesús no encajaban con la idea que ellos se habían hecho del Mesías, y por ello seguían esperando.
Jesús responde sobre su persona y su misión, no teorizando, sino señalando una praxis concreta y liberadora: los milagros y signos realizados que tienen como destinatarios al pobre y al excluido (8s), y en los que resuena el eco de las profecías (Isa_35:5s; Isa_61:11). En otros términos, el cumplimiento de las profecías confirma su misión, pero de un modo inesperado y desconcertante: una misión llevada a cabo en el compromiso personal con el pobre y el necesitado: «los ciegos recobran la vista... los pobres reciben la Buena Noticia» (5). Esto es lo que define su persona y su misión como Mesías, y no otro mesianismo fácil y triunfalista. Por eso decepcionó a todos los que veían en Él al heredero del poder de dominio de David, su padre. El signo mayor del mesianismo de Jesús, la señal de la irrupción de los tiempos mesiánicos anunciados por los profetas, es su opción por el pobre y el excluido como destinatarios y sujetos privilegiados del reinado de Dios.
Los que no estuvieron de acuerdo con la propuesta de Jesús lo asesinaron. Fue esta misión la que, en definitiva, le llevó a la muerte y produjo un escándalo permanente, tanto entre muchos judíos de aquel tiempo (incluidos los discípulos de Juan) como entre aquellos cristianos y cristianas de hoy que se siguen escandalizados de una Iglesia pobre, alejada de todo triunfalismo, de las alianzas de poder y cuya opción prioritaria de misión es el pobre y el excluido.
Del versículo 12 en adelante, Mateo anuncia la violencia que sufre el reinado de Dios. No sabemos exactamente el sentido que quiso darle el evangelista a las palabras «violencia» y «violentos», pero todas las posibles interpretaciones deberán moverse en el mismo contexto del discurso de la misión, es decir: el anuncio y la presencia del reinado de Dios es un acontecimiento tan decisivo para el cambio radical del interior de la persona y de las estructuras sociales, que no deja espacio a la neutralidad, sino que emplaza al oyente a tomar una opción definitiva.
Los que lo rechazan se oponen con violencia a sus mensajeros, como estaba sucediendo en las comunidades a las que dirige Mateo su evangelio; así también sucede hoy y sucederá siempre. Los que lo aceptan deberán hacerse violencia a sí mismos, o lo que es lo mismo, jugarse la vida por su causa, como lo hizo Jesús.
El párrafo termina con una clara alusión a una tercera actitud ante la presencia del reinado de Dios: la de los que no quieren comprometerse. Jesús lo ilustra con la cita de un fragmento curioso de juego infantil en el que reconocemos al caprichoso. Es la misma actitud del que se sienta en la barrera sin querer entrar en el juego. Los que estaban bien instalados en su conformismo religioso ni aceptaron a Juan, el penitente austero, ni a Jesús, el liberado feliz.


Mateo 11,20-24Recrimina a las ciudades de Galilea. En tono de lamentación, Jesús invita a la conversión a las ciudades con las que más se había comprometido de palabra y obra en el anuncio del reinado de Dios. Corozaín, Betsaida y Cafarnaún habían sido testigos privilegiados de la acción misionera de Jesús y de su comunidad de seguidores. Sin embargo, el peso de las tradiciones y la autosuficiencia les impidieron captar la novedad que Jesús les comunicaba. Su responsabilidad ante el juicio de Dios será mayor en comparación con aquellas ciudades-símbolo del poder económico y de la vida pagana, Tiro, Sidón y Sodoma.
Mateo dirige estas palabras de Jesús a una comunidad cristiana siempre necesitada de conversión. Si la razón de ser de la Iglesia es estar al servicio del reinado de Dios, la conversión a los valores de su reinado debe ser la actitud de discernimiento permanente para no traicionar la misión de Jesús. Ésta es la conversión a la que están llamados, tanto los cristianos y cristianas como la Iglesia-institución, con todo lo que ella simboliza. Los dones que recibe una persona o una comunidad son para ser nuevamente donados; son a la vez don y compromiso. Cuanto más se recibe, más se tiene que dar.
Mateo 11,25-30El Padre y el Hijo. Esta corta plegaria (25) se lee también en Luc_10:21, como reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la misión de los apóstoles: los pobres e ignorantes han recibido el anuncio y la realidad del reinado de Dios. En el mismo contexto la transcribe Mateo. Es la oración mesiánica de Jesús ante la revelación sorprendente de Dios a los desheredados de este mundo. En una sociedad donde el prestigio era una forma de poder y de seguridad económica, la ignorancia era considerada no sólo como ausencia de conocimiento, sino como una marca sobre las personas que carecían de instrucción o enseñanza. Ya en la época de Jesús, algunos grupos consideraban «malditos» a los que no conocían la Ley en profundidad. Jesús denuncia esa falsa religiosidad. La salvación no depende de una mayor o menor pericia en la compleja interpretación bíblica, sino de la capacidad para captar el paso de Dios en la historia y de la disponibilidad para aceptar el llamado de Dios.
Junto con la transfiguración, éste es uno de los momentos culminantes del evangelio. Un gozo exultante, fruto de su experiencia de Dios como Padre, infundido por el Espíritu, se expresa en esta confesión. Jesús se transfigura e irradia luz de revelación, abriendo lo más íntimo de su espiritualidad: la predilección del Padre, su sentimiento filial y la misión que de Él ha recibido. Jesús invita a todos los abatidos, a las personas agobiadas por los mecanismos de exclusión social y religiosa, y les propone llevar otro yugo, otra carga: el yugo de la libertad, que exige al mismo tiempo humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y tolerancia.
El que envía con autoridad a sus seguidores a una tarea que aparentemente excede toda capacidad humana es el único capaz de hacer que esa carga y ese yugo se trasformen en experiencia de júbilo indescriptible al ver cómo el reinado de Dios se va haciendo realidad entre los pobres y los sencillos, el mismo júbilo que invadió a Jesús.